jueves, 9 de diciembre de 2010

(Música y arquitectura) Doug Aitken: We (2010)



Doug Aitken: mirar sus Interiores (Interiors)
Propuesto por Helena Tatay

Cuánta barra

Ante la materialización del Espíritu Nacional por las calles de Barcelona que nos cae encima -véanse las cuatro descomunales columnas jónicas recolocadas, tras años desmanteladas, en la avenida de Montjuich, o el anterior plantado de la llama eterna en el Fossar de les Moreras-, recuerdo el inicio de ese proceso, allá por la primera mitad de los años ochenta, cuando se lanzó un concurso para construir un monumento al presidente Maciá, en la plaza de Cataluña, que tenía que incluir "la flama de la catalanitat".

Un grupo de jóvenes arquitectos y estudiantes de arquitectura, llamados (la) P.A.S.M.A. (suma de las iniciales PA, AS y MA de sus nombres y apellidos), disuelto desde hace años, presentó un proyecto que reflejaba perfectamente el espíritu que se quería  que embargara al proyecto. No le faltaba nada. Consistía en una cripta abovedada, a la que se descendía por unos peldaños, que desembocaba ante un pared que reproducía las formas de Montserrat, y en cuya parte inferior se esculpía el bigote incorrupto del Presidente Maciá. En la penumbra reinante, los visitantes, que sin duda acudirían en fila para besar la reliquia, tropezarían con una barretina de piedra abandonada en uno de los escalones, y se darían de bruces con la montaña santa, se entregarían a ella.
En el exterior, un erial de asientos de bronce en forma de "rovellons", rodeaban un estanque en el que "monjetes" y "butifarras" de plástico hacían chup-chup en las aguas arremolinadas. En medio, una gigantesca bombilla alagrimada, permanentemente encendida, hacía las veces de la llama eterna.
El proyecto no ganó.
El resultado ya lo conocemos: el delicioso monolito de Subirachs en un espacio planificado por los arquitectos Piñón & Viaplana, al que se le adjuntó un desnudo femenino de Clará -debido a la "excesiva" abstracción del monolito-, ubicado de espaldas, de culo, a éste.

El resultado era modesto. Un poco bibelot. La llama cabe la iglesia de Santa María del Mar mejoró el espíritu. Pero aún estaba en un rincón. Faltaba un do de pecho. Se ha dado, por fin. Ahora sí, "els patriotes de tot el mon" -como se ha dicho hoy- nos sentimos representados.

Es divertido leer las opiniones de quienes (como Bohigas), hace unos años, solo juraban por el GACTPAC, y abominaban de las formas neo-clásicas del post-modernismo. Ante las cuatro columnas, se cuadran. Si bien aplauden el desmantelamiento de la columnata clásica que el noucentista Florensa levantó alrededor del flácido "Monumento a los Caídos" -por la patria, todo por la patria- de Clará, en la Diagonal.

Es curioso que los juicios vertidos sean casi todos estéticos: ¿están las columnas bien situadas? ¿qué relación mantienen con la quincalla circundante? ¿ocultan o no ocultan al Palacio Nacional -por más señas? ¿son lo suficiente altas -las columnas originales lo eran?

No parece que se haya planteada que, quizá, tuviera que ser de orden moral: ¿es legítimo o imprescindible, en el siglo XXI -y más después de las obras de Jasper Johns, o el restregamiento de cualquier bandera por la entrepierna de Madonna- erigir columnas de veinte metros de alto y dos metros de diámetro que reproduzcan en piedra (artificial) la iconografía (militar) de una bandera? ¿Hacen falta más banderas, duras como la piedra? Va a ser que sí. El espacio, ¿rendido a la ideología? Cómo no.

Espero que, al fin, el proyecto de Puig i Cadafalch se reproduzca enteramente, y que las columnas sirvan de base para estatuas de Victorias aladas en bronce que lo coronaban, para las que nuestra musa Lapiedra podría posar, hasta logar estilizadas y aireadas esculturas de ciento cincuenta metros de alto, cubiertas -o descubiertas- de pedrería azul y grana, que competirían, con perdón, con el cimborio discotequero del templo expiatorio de la Sagrada Familia. Lo sagrado une. Y más la pía expiación.
Que Madonna baje y lo vea.
Barcelona, ciudad del diseño (moderno). Sí, sí

PS (¿que nada tiene que ver?): La Generalitat no se ha interesado en el archivo de Carmen Balcells. Contiene minucias, papeles sobados, cartas, apuntas, originales de artistas tan poco relevantes como Rafael Alberti, Torrente Ballester, Miguel Delibes, Vázquez Montalbán, Juan Goytisolo, Juan Marsé, Jaime Gil de Biedma, Julio Cortázar o Bryce Echenique. Nada.
Entre el hierro y la letra.... Si se depositara en Salamanca...

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Damasco desvelada













1-3: Terrazas de cafés (entre éstos, el Down Town), en el barrio del Parque Zenobia
4: Embajada del Japón en el barrio del Parque Zenobia
5-6: Casas de los años cincuenta en el barrio del Parque Zenobia
7: Paseo arbolado a lo largo del riachuelo Tora en el barrio de Abu Romane
8-9: Avenida de Aj Jala, y casa, cerca de la plaza de Abil Ala, no lejos del barrio de Abu Romane
10: Facultad de Bellas Artes, de noche, en el barrio de la Universidad de Damasco


Corrado d´Errico: Stramilano (1929)



Corrado d´Errico

martes, 7 de diciembre de 2010

Lady Gagarchitecture



Lady Gaga lo tenía claro: bienvenidas las hombreras (la estructura ostentosa del traje o del disfraz).
Ésta era su exigencia para filmar el videoclip para el tema Poker Face, de Ray Kay, en 2008.

Es un tópico: el final de la primera década del tercer milenio revisa el arte de los años ochenta del pasado. Ya Madonna lo intuyó en 2006 con Confessions on a Dance Floor.

La ciudad y las casas (que se mostraban al público, y que servían de cebo, o de modelo), en los ochenta, eran el escenario de vidas que eran una fiesta permanente. El dinero corría de parejo a toda clase de sustancias. Los trajes, que eran disfraces, brillaban, los pelos se freían y se barnizaban de laca.

Sin embargo, una atmosfera de amenaza rondaba. La risa siempre bordeaba la mueca (de miedo). Fríos asesinos urbanos impecablemente vestidos con sus mejores galas de marca urdían refinadas torturas. Un accidente que truncara la fiesta esperaba al torcer la calle. La hoguera de las vanidades, de Tom Wolfe, ha retratado este mundo. La ciudad, siguiendo la estela que Malas Calles, de Scorcese, ya marcara en los años setenta, daba cabida a toda clase de perversiones, sin la redención final que todavía se aguardaba en la década precedente. Solo se reía, mientras se asesinaba. Los nuevos novelistas no se cansaron de retratar estos escenarios urbanos y sus jóvenes protagonistas, amorales más que inmorales (como aconteció en los sesenta y setenta), que acaban pagando por sus crímenes -la caída siempre llegaba-, aunque no se arrepentían ni se redimían.

De vuelta a los ochenta, hoy. ¿De vuelta?

Poker Face: Ante un cielo de tormenta,  Lady Gaga, celada tras una máscara veneciana de ojos gatunos, compuesta por diminutos espejos, sale, como Venus, de las aguas... de una piscina. Los mares, hoy, son  balsas. Dos dálmatas, sentados de perfil como esfinges, al borde del agua, la aguardan y la enmarcan, componiendo la imagen de Cibeles, la diosa de las bestias y de la selva. Ladu Gaga se agacha como un felino. Al lado, una lujosa villa aterrazada sobre un promontorio, abierta al mar; su fachada se refleja en estanques, cuyos surtidores de agua vaporizada, de noche, desdibujan los rectos contornos pintados de blanco. La villa existe. Está situada en Poker Island, es decir: Ibiza. Un anuncio describe la casa como "la mansión del póquer más lujosa y espectacular del Mediterráneo". Puro años ochenta.

La mansión acoge una partida de strip-poker, en la que no se desnuda el almaDel espacio interior, solo se descubre una terraza, semi-cubierta por una pérgola, de la que cuelga una cortina formada una cascada de perlas de cristal que enmarca una mesa de juego, en la que está escrita la palabra: Gana (Win -en verdad bWin, el nombre de una casa de juegos multinacional)). Quizá sea el único espacio que compone la villa (no tiene un interior, o no se muestra y, por tanto, no existe), que  parece estar concebida solo para el juego de dinero. Al mismo tiempo, solo jugando dinero es posible obtener semejante morada.

No hace falta el vídeo-clip de Lady Gaga para saber de las relaciones entre el dinero que juega y la arquitectura. De Berlusconi en Cerdeña, y Lady Oréal, hasta Millet y sus arquitectos, arquitectura y dinero ganado jugando -en un tapete o con las leyes- han ligado su suerte. No es nuevo. Ya Fouquet, el ministro de finanzas de luis XIV, arruinó el reino con la construcción de su palacio en Vaux-le Viconte.

Pero lo curioso del vídeo-clip de Lady Gaga es que muestra que no existe ni remordimiento ni pena (y lo muestra sin sermonear). Corrobora una obviedad (que hoy vivimos), pero introduce un matiz. Juguemos conm dinero, sucio o negro. No ocurre nada. Lo único que ocurre es que la mansión se construye (para que siga la partida). No es una casa sino un escenario; de fiestas donde se juega a fin de construir más. Lady Gaga, enfundada en un traje metálico que parodia los vestidos de hace cuarenta años de Paco Rabanne, y que astilla la luz, con un anillo coronado por un enorme diamante falso, actúa ante una pupila gigantesca bien abierta y retro-iluminada.  Las terrazas están dispuestas como unas tarimas, abiertas al público, y la villa parece concebida solo para actuar de telón de fondo. Chorros y cascadas de agua, vapores y humo, luces deslumbrantes, cristales y espejos, impiden ver nada. La villa está poblada, excesivamente poblada: enmarca una fiesta, y los espejos multiplican a los figurantes. Las personas son muñecos, o robots: unos desalmados. Los ojos de la misma cantante son dos pequeñas pantallas de ordenador en las que se inscribe en verde la expresión Pop Art: el culto a la imagen.  Hacen ver que se relacionan, pero no miran a los demás sino a la cámara, que simboliza al público. Lady Gaga se frota reiteradamente la cara con una mano como si no creyera lo que está viendo y que ha generado. La casa del deseo (del dinero) parece el camarote de los hermanos Marx.

En este escenario, lo privado y lo público se confunden. Finanzas y sentimientos (o sexo) alternan los papeles. Al final de juego, LadyGaga tiene que escoger entre su amante y el público. No duda.

Así como La República platónica era una metáfora del alma que informa tanto sobre el alma como sobre la ciudad, Pokerisland es una perfecta metáfora sobre la arquitectura moderna y los negocios que la rondan y la generan, sobre las figuras que la pueblan, que solo se desean a sí mismas. Negocios bajo los focos, a la vista de todos. Se bailan, incluso.

lunes, 6 de diciembre de 2010