martes, 31 de mayo de 2011
lunes, 30 de mayo de 2011
Mark Bradford (1961): ciudades
http://blog.art21.org/2008/03/13/mark-bradford-super-8-movies/
http://www.pinocchioisonfire.org/
El Museo de Arte Contemporáneo de Chicago presenta el último proyecto del artista negro Mark Bradford: una coleccion de telas apaisadas, casi todas de gran tamaño (unos diez por tres metros), en las que casi todo el mundo reconoce el mapa de una ciudad, interpretación que el artista no niega ni sostiene.
No se trata, sin embargo de una representación urbana, sino del translado de fragmentos de la ciudad sobre la tela. Badford recorta un sin fin de carteles, anuncios, escritos, papeles hallados y recogidos en su recorrido por determinadas calles o ciertos barrios. Produce estrechas tiras en las que los colores y las letras apenas sobresalen. Son estas tiras ls que construyen la imagen de la ciudad, del mismo modo que, según Bradford, son los anuncios los que definen las calles, la estructura urbana. Carteles abandonados, reescritos, dejados, raídos por los paseantes y la intemperie: la historia de la ciudad, y de sus habitantes, los movimientos, pacíficos o convulsos, voluntarios o no, se "leen" en la superficie de carteles, logotipos, papeles de todo tipo que, literamente empapelan o envuelven fachadas y mobiliario urbano. Fachadas que son en ocasiones lo único que queda de un edificio abandonado, fachadas que ya no se distinguen de un cartel agitado por el viento. Son esas capas las que Bradford translada al cuadro para trazar mapas de la vida y las vivencias de los habitantes. Mapas y estratos, trazas horizontales y geológicos, a través de los cuáles se percibe cómo la historia se construye y se deposita. Papel, plástico, maderas, metales, marcados por el tiempo y los tiempos, casi siempre convulsos, recrean la historia, no física, sino vital, de la ciudad. Sus mapas son esquemas de la vitalidad, de los conflictos y acuerdos entre comunidades. La propia distribución de las tiras evoca los temblores, las palpitaciones, o los desórdenes de la ciudad. De tanto en tanto, una palabra entera sobrevive, o sílabas de palabras cortadas al azar se componen para dotar a una zona con un nuevo sentido. Son como notas o exclamaciones atrapadas por la tupida red de calles o arterias, que se ensanchan o se estrechan en función de los movimientos, físicos y de las emociones que la vida urbana genera o constriñe.
Son hermosos y desconcertantes mapas, incomprensibles y cercanos, de la pulsíón urbana, casi siempre destructiva. Son la historia de una ciudad.
Midday Sunday in Chicago
Son las doce del mediodía. Los huracanes cercanos empujan niebla y lluvia hacia Chicago. La ciudad está vacía
Sunday in Chicago
Fotos: Tocho
(Imágenes de maquetas urbanas de cartón abandonadas en la Escuela de Arquitectura de Chicago -Crowned Hall, IIT, Chicago, de Mies van der Rohe)
domingo, 29 de mayo de 2011
Bárbaros, fuera de la ciudad
Dos de las estatuillas de bronce mesopotámicas (sumerias o elamitas, de hace unos cinco mil años) más extrañas que se conozcan(de unos doce centímetros de alto), casi idénticas, hoy en el Museo Metropolitano de Nueva York , la primera y, desde el año pasado, en el Art Institute de Chicago, la segunda, representan a un ser humano (quizá un sacerdote o un brujo) o a un demonio, con un casco astado y, lo más característico, un calzado con la punta tan exageradamente curvada como los cuernos de ibex que coronan la testa.
No se sabe bien qué figura representan ni que simbolizan; al parecer evocarían a seres de las montañas.
En Mesopotamia, la palabra acadia edena -de donde deriva nuestro Edén- significaba tierra plana. Las llanuras eran tierras fértiles, aptas para la vida, pletóricas de vida. Las altas montañas, por el contrario, abiertas por profundas gargantas, daban paso a los nómadas allende las planicies, venidos de Centro Asia, y atraidos por las riquezas de la región entre los ríos Tigris y Eúfrates. Descendían y saqueaban, poniendo en jaque a los estados que se sucedían en las tierras bajas. Por ese motivo, el mundo de los muertos no se localizaba en el subsuelo, sino más allá de las cumbres. Montaña, en sumerio, se decía kur; y kur-kur, significaba infierno.
Los nómadas, los demonios y los muertos no conocían la cultura urbana.No estaban asentados en ciudad alguno, sino que organizaban razzias que acababan con la vida reglada de la ciudad. Su vida nómada se simbolizaba por su calzado extremado (apto, por otra pate, para caminar por la nieve), y sus andares desviados, fuera de la legalidad y el orden que la ciudad imponía, se manifestaban por la forma exageradamente curva del calzado. Andaban mal, pero tenían que andar siempre. No podían asentarse y descansar. Eran genios cuya llegada anunciaba el fin de la vida urbana, humana.
sábado, 28 de mayo de 2011
Tocho goes to America
(Fotos: Tocho, mayo de 2011)
Viaje a Chicago de una parte de la Sección de Estética al Oriental Institute de Chicago en busca de la documentación original de las primeras expediciones arqueológicas a yacimientos sumerios en el sur de Irak.
Alojamiento en un piso dúplex en 1209 N. Street Parkway (mucho más económico que siquiera un motel de carretera).
Se trata de un bloque de pisos de alquiler construido en 1936 y que, desde 2000, forma parte del patrimonio arquitectónico moderno de Chicago.
Responde a un encargo de un conocido industrial, Frank J. Fisher, de Marshall Field: viviendas con acceso independiente que pudieran ser alquiladas, conocidas como Fisher Studio Houses . El arquitecto Andrew Ribori (1886-1966) contrató al el artesano vidriero y muralista Edgar Miller(1899-1993), llamada "The Renaissance Man", para lograr, mediante la luz, que invade los apartamentos a traves de grandes murales de "pavés" y estrechas ventanas, por las que la luz entra y es distribuida a través de un doble espacio, aperturas interiores y el hueco de la escalera de caracol, y gracias al redondeo de las esquinas que difuminan los límites espaciales, que el interior parezca mucho más grande de lo que es. Pequeños mosaícos abstractos, de teselas vidriedas de colores y doradas -que Miller instalaba personalmente a mano-, atraen la luz que reverberea y centra la atención en espacios como la chimenea, adosada a la escalera de caracol, alrededor de la cual se organiza el espacio.
La característica más singular del conjunto, sin embargo, reside en la manera de ubicarlo en la ciudad. Se escogió una parcela muy alargada perpendicular a la calle. Las viviendas (en planta baja, y en el piso superior, a las que se accede a través de un corredor al aire libre) no miran a la calle sino a un patio ajardinado. Desde la calle solo se percibe la fachada lateral del bloque, compuesta como si se tratara de la fachada principal de una vivienda unifamiliar. El bloque es "amable" con la ciudad: le evita una ristra de fachadas idénticas -como un espacio muerto, una interrupción en la vida urbana, una nota inútilmente repetida-, que son las de casas "pareadas" que han destrozado la forma de la ciudad española. Le ofrece un único y contundente rostro. Su carácter repetitivo se esconde: solo se descubre cuando se accede al patio (patio que, al mismo tiempo se presenta como un espacio comunitario, y de acceso a las viviendas, un lugar de encuentro, poblado de mesitas y sillas, y de dispersión). La entrada, desde la calle, simula el acceso a una vivienda de dos plantas; en verdad, da entrada al núcleo de acceso de un conjunto de viviendas idénticas.
Una operación magistral, que, sin duda, responde a razones tanto económicas cuanto estéticas o urbanísticas, que no altera la compleja armonía de bloques dispares que definen y animan las calles (cada edificio es distinto, posee una fachada y un volumen únicos, como las notas, agudas y graves, que componen una melodía), un logro de las mejores ciudades norteamericanas densamente tejidas.
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