lunes, 11 de julio de 2011
Thurston Moore (1958): Space (2011)
Del álbum Demolished Thoughts (2011)
Labels:
Arquitectura verdadera,
Modern Art
domingo, 10 de julio de 2011
Solón y la arquitectura
El gran Gregorio Luri (http://www.elcafedeocata.blogspost.com/) comentaba hace unos días la figura del político y poeta griego Solón (640-560 aC), al que los griegos clásicos consideraban como el padre de la democracia ateniense. Lo incluyeron en la lista de los Siete Sabios, un compendio de figuras legendarias y reales. Solón existió. Sus leyes pusieron fin a la reducción a la esclavitud de quienes no pudiendo pagar las deudas contraídas por malas cosechas se veían obligados a saldar lo que debían con lo único que les quedaba: su cuerpo y su trabajo.
Sus poemas deberían ser de lectura recomendada en los estudios de arquitectura y urbanismo, y me avergoncé que lo explicáramos tan poco -o nada- en las escuelas de arquitectura.
Sus obra poética se halla en cualquier antología de lírica arcaica griega. La ciudad es su tema (o el tema que domina en los poemas que se han conservado), entendida tanto como estructura física como espacio de vida regulados.
Su labor política y poética perseguía la instauración de la justicia (diké) en el seno de la ciudad. Éste era concebida como el espacio donde la justicia podía manifestarse y residir. La efectiva presencia de la dike la ciudad se manifestaba en el buen gobierno y en una buena planificación urbana, así como en la belleza y hondura de la poesía. La política, la arquitectura y la poesía eran tres haceres o treas modos de hacer: eran tresw consecuencias de la poiesis (el hacer). Un poema era hermoso porque cantaba el imperio de la justicia que se visualizaba en una planificación y una construcción ordenada, pensada para acoger y proteger la vida. Las normas o leyes políticas eran las mismas que las que regían en la creación artística: arquitectónica y poética.
Solon fue un buen gobernante, porque fue un gran urbanista y en gran poeta. Las tres tareas no se concebían de manera independiente. Perseguían la ordenación (la puesta en orden -kosmos) del espacio habitable, sin que los dioses necesariamente intervinieran. La urbanidad y el urbanismo, las buenas formas, eran asuntos humanos. Y tenían que quedar en manos de los mortales, ya que cuando el Cielo se desvelaba el mal podía desatarse.
La justicia posee "fundamentos augustos" (Dikes themethla, 3D -Eunomia-, 14), o constituye los sólidos fundamentos sobre los que se apoya y se instaura un espacio de convivencia. El término fundamento (themethlon) proviene del nombre común themis (norma, literalmente, lo que se establece como regla), que , como nombre propio, era el de la diosa Themis, madre de Apolo, el dios de la arquitectura. La themis era la ley inmutable, no sometida a los caprichos humanos. La themis era superior al, o estaba más fundamentada o "fundada" que, el nomos, que era el término con el que se designaba a la norma humana. Themethlon era un nombre técnico: se traduce, en primer lugar, por cimiento; designa la estructura subterránea necesaria para la estabilidad de cualquier construcción. Se trata siempre de una entidad "profunda" -nada "superficial"-, que escapa así a los mortales. Es una base y un principio: un edificio arranca desde sus cimientos. Un principio físico, pero también ético. Sin themethla es imposible formar un lugar habitable; nada se aguanta; todo el orden que se intenta levantar se derrumba, como si se erigiera sobre barro. Cimiento sólido y duradero, porque no depende de la mudable voluntad humana. Por eso, contaba Luri, una vez instauradas las leyes de la ciudad, Solón partió: de este modo, las leyes que había instaurado ya no dependían de él. Era como si siempre hubieran regido el mundo y, por tanto, tenían que ser respetadas. La ley estaba necesariamente unida al suelo. Themis procede de una raíz, the, que significa posar, depositar. La ley es como un pilar: se enraiza. Construir, por tanto, es un acto de justicia: equivale a plantar o instaurar la justicia en el mundo, ordenarlo (a semejanza del cosmos, equilibrado).
Los cimientos (de piedra o de madera) bien hincados en la tierra son un símbolo; representan a la justicia. Son la base sobre la que se edifica un mundo ordenado, cuya contemplación lleva a cantar las bondades de la ciudad bien compuesta.
Solón: Eunomía
"No va a perecer jamás nuestra ciudad por designio
de Zeus ni a instancias de los dioses felices.
Tan magnífica es Palas Atenea nuestra protectora,
hija del más fuerte, que extiende sus manos sobre ella.
Pero sus propios ciudadanos, con actos de locura,
quieren destruir esta gran ciudad por buscar sus provechos,
y la injusta codicia de los jefes del pueblo, a los que aguardan
numerosos dolores que sufrir por sus grandes abusos.
Porque no saben dominar el hartazgo ni orden poner
a sus actuales triunfos en una fiesta en paz.
Se hacen ricos cediendo a manejos injustos.
Ni de los tesoros sagrados ni de los bienes públicos
se abstienen en sus hurtos, cada uno por un lado al pillaje,
ni siquiera respetan los augustos cimientos de Díke,
quien, silenciosa, conoce lo presente y el pasado,
y al cabo del tiempo en cualquier forma viene a vengarse.
Entonces alcanza a toda la ciudad esa herida inevitable,
y pronto la arrastra a una pésima esclavitud,
que despierta la lucha civil y la guerra dormida,
lo que arruina de muchos la amable virtud.
Porque no tarda en agostarse una espléndida ciudad
formada de enemigos, en bandas que sólo los malos aprecian.
Mientras esos males van rodando en el pueblo, hay muchos
de los pobres que emigran a tierra extranjera,
vendidos y encadenados con crueles argollas y lazos
Así la pública desgracia invade el hogar de cada uno,
y las puertas del atrio no logran entonces frenarla,
sino que salta el muro del patio y encuentra siempre
incluso a quien se esconde huyendo en el cuarto más remoto.
Mi corazón me impulsa a enseñarles a los atenienses esto:
que muchísimas desdichas procura a la ciudad el mal gobierno,
y que el bueno lo deja todo en buen orden y equilibrio,
y a menudo apresa a los injustos con cepos y grillos;
alisa asperezas, detiene el exceso, y borra el abuso,
y agosta los brotes de un progresivo desastre,
endereza sentencias torcidas, suaviza los actos soberbios,
y hace que cesen los ánimos de discordia civil,
y calma la ira de la funesta disputa, y con Buen Gobierno
todos los asuntos humanos son rectos y ecuánimes.
(traducción tomada de:
http://blogs.20minutos.es/poesia/2009/09/11/eunomaaa-buen-gobierno-solain-atenas-600-a-c/)
Sus poemas deberían ser de lectura recomendada en los estudios de arquitectura y urbanismo, y me avergoncé que lo explicáramos tan poco -o nada- en las escuelas de arquitectura.
Sus obra poética se halla en cualquier antología de lírica arcaica griega. La ciudad es su tema (o el tema que domina en los poemas que se han conservado), entendida tanto como estructura física como espacio de vida regulados.
Su labor política y poética perseguía la instauración de la justicia (diké) en el seno de la ciudad. Éste era concebida como el espacio donde la justicia podía manifestarse y residir. La efectiva presencia de la dike la ciudad se manifestaba en el buen gobierno y en una buena planificación urbana, así como en la belleza y hondura de la poesía. La política, la arquitectura y la poesía eran tres haceres o treas modos de hacer: eran tresw consecuencias de la poiesis (el hacer). Un poema era hermoso porque cantaba el imperio de la justicia que se visualizaba en una planificación y una construcción ordenada, pensada para acoger y proteger la vida. Las normas o leyes políticas eran las mismas que las que regían en la creación artística: arquitectónica y poética.
Solon fue un buen gobernante, porque fue un gran urbanista y en gran poeta. Las tres tareas no se concebían de manera independiente. Perseguían la ordenación (la puesta en orden -kosmos) del espacio habitable, sin que los dioses necesariamente intervinieran. La urbanidad y el urbanismo, las buenas formas, eran asuntos humanos. Y tenían que quedar en manos de los mortales, ya que cuando el Cielo se desvelaba el mal podía desatarse.
La justicia posee "fundamentos augustos" (Dikes themethla, 3D -Eunomia-, 14), o constituye los sólidos fundamentos sobre los que se apoya y se instaura un espacio de convivencia. El término fundamento (themethlon) proviene del nombre común themis (norma, literalmente, lo que se establece como regla), que , como nombre propio, era el de la diosa Themis, madre de Apolo, el dios de la arquitectura. La themis era la ley inmutable, no sometida a los caprichos humanos. La themis era superior al, o estaba más fundamentada o "fundada" que, el nomos, que era el término con el que se designaba a la norma humana. Themethlon era un nombre técnico: se traduce, en primer lugar, por cimiento; designa la estructura subterránea necesaria para la estabilidad de cualquier construcción. Se trata siempre de una entidad "profunda" -nada "superficial"-, que escapa así a los mortales. Es una base y un principio: un edificio arranca desde sus cimientos. Un principio físico, pero también ético. Sin themethla es imposible formar un lugar habitable; nada se aguanta; todo el orden que se intenta levantar se derrumba, como si se erigiera sobre barro. Cimiento sólido y duradero, porque no depende de la mudable voluntad humana. Por eso, contaba Luri, una vez instauradas las leyes de la ciudad, Solón partió: de este modo, las leyes que había instaurado ya no dependían de él. Era como si siempre hubieran regido el mundo y, por tanto, tenían que ser respetadas. La ley estaba necesariamente unida al suelo. Themis procede de una raíz, the, que significa posar, depositar. La ley es como un pilar: se enraiza. Construir, por tanto, es un acto de justicia: equivale a plantar o instaurar la justicia en el mundo, ordenarlo (a semejanza del cosmos, equilibrado).
Los cimientos (de piedra o de madera) bien hincados en la tierra son un símbolo; representan a la justicia. Son la base sobre la que se edifica un mundo ordenado, cuya contemplación lleva a cantar las bondades de la ciudad bien compuesta.
Solón: Eunomía
"No va a perecer jamás nuestra ciudad por designio
de Zeus ni a instancias de los dioses felices.
Tan magnífica es Palas Atenea nuestra protectora,
hija del más fuerte, que extiende sus manos sobre ella.
Pero sus propios ciudadanos, con actos de locura,
quieren destruir esta gran ciudad por buscar sus provechos,
y la injusta codicia de los jefes del pueblo, a los que aguardan
numerosos dolores que sufrir por sus grandes abusos.
Porque no saben dominar el hartazgo ni orden poner
a sus actuales triunfos en una fiesta en paz.
Se hacen ricos cediendo a manejos injustos.
Ni de los tesoros sagrados ni de los bienes públicos
se abstienen en sus hurtos, cada uno por un lado al pillaje,
ni siquiera respetan los augustos cimientos de Díke,
quien, silenciosa, conoce lo presente y el pasado,
y al cabo del tiempo en cualquier forma viene a vengarse.
Entonces alcanza a toda la ciudad esa herida inevitable,
y pronto la arrastra a una pésima esclavitud,
que despierta la lucha civil y la guerra dormida,
lo que arruina de muchos la amable virtud.
Porque no tarda en agostarse una espléndida ciudad
formada de enemigos, en bandas que sólo los malos aprecian.
Mientras esos males van rodando en el pueblo, hay muchos
de los pobres que emigran a tierra extranjera,
vendidos y encadenados con crueles argollas y lazos
Así la pública desgracia invade el hogar de cada uno,
y las puertas del atrio no logran entonces frenarla,
sino que salta el muro del patio y encuentra siempre
incluso a quien se esconde huyendo en el cuarto más remoto.
Mi corazón me impulsa a enseñarles a los atenienses esto:
que muchísimas desdichas procura a la ciudad el mal gobierno,
y que el bueno lo deja todo en buen orden y equilibrio,
y a menudo apresa a los injustos con cepos y grillos;
alisa asperezas, detiene el exceso, y borra el abuso,
y agosta los brotes de un progresivo desastre,
endereza sentencias torcidas, suaviza los actos soberbios,
y hace que cesen los ánimos de discordia civil,
y calma la ira de la funesta disputa, y con Buen Gobierno
todos los asuntos humanos son rectos y ecuánimes.
(traducción tomada de:
http://blogs.20minutos.es/poesia/2009/09/11/eunomaaa-buen-gobierno-solain-atenas-600-a-c/)
Florián Rey (1897-1962): La aldea maldita (1930)
Watch La.Aldea.Maldita.1930.avi in Drama | View More Free Videos Online at Veoh.com
Obra maestra del cine español
Antoine Roegiers (1980): Ulysse (cantado por Nadir Kouidri, llamado Ridan -Nadir al revés-, 1975) (2007)
2
La nostalgia del hogar -o el hogar como una isla (a la merced de las aguas)
La nostalgia del hogar -o el hogar como una isla (a la merced de las aguas)
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jueves, 7 de julio de 2011
Aventuras en Sumeria
Los primeros sumerólogos fueron curas. Eran estudiosos o lingüistas dedicados, a finales del siglo XIX y principios del XX, al desciframiento y traducción de la lengua sumeria, no adscrita a ningún grupo lingüístico conocido, vigente -hablada- en el sur de Mesopotamia -hoy sur de Irak- hasta 2200 aC, más o menos, aunque escrita hasta finales del primer milenio aC.
El catedrático de lenguas semíticas Joaquín Sanmartín (IPOA-UB) comentó un día que esos sacerdotes eran los únicos que tenían todo el tiempo del mundo (tiempo y espacio, en seminarios y bibliotecas) para tratar de descifrar lo indescifrable. Dado que a finales del tercer milenio, cuando el sumerio estaba en decadencia (como el latín en la Alta Edad Media), los escribas redactaron diccionarios sumero-acadios (listas de palabras en sumerio y en acadio, una lengua semita, hablada hasta casi la era cristiana), el conocimiento del hebreo (otra lengua semita) bíblico ayudaba al conocimiento del sumerio a través del acadio, ya que esta lengua antigua se parecía al hebreo. Finalmente, toda vez que el Antiguo Testamento se refiere una y otra vez a culturas y ciudades mesopotámicas (Babilonia, Asiria, etc.), y a la ciudad sumeria de Ur -patria de Abraham (aunque la Biblia no cita la cultura sumeria)-, eran los sacerdotes las personas más interesadas en el estudio de las culturas mencionadas -y denostadas- por la Biblia.
Las primeras expediciones a Mesopotamia, a mediados del siglo XIX (iniciadas en yacimientos asirios, en lo que formaba parte del norte de la zona árabe en el Imperio Otomano, hoy entre Turquía e Irak), tenían como finalidad verificar lo que la Biblia afirmaba acerca de ciudades malditas como Nimrud o Nínive, además de alimentar en obras espectaculares los nacientes museos europeos -y luego norteamericanos-, centrados en mostrar el origen de las artes occidentales, es decir coloniales.
La exploración de Mesopotamia, la Biblia en la mano, prosiguió hasta la Segunda Guerra Mundial, pese a que las expediciones, después de la Primera Guerra Mundial, ya no se limitaban a buscar piezas y pruebas de la veracidad de los textos bíblicos.
La documentación en los archivos de las primeras grandes misiones arqueológicas en las ciudades mesopotámicas de Ur, Eridú, Kish (en el centro y el sur de lo que hoy es Irak), en museos de Chicago, Filadelfia, Londres y Oxford, revela que lo que la Biblia contaba no dejó de estar presente en la exploración de los yacimientos. Así, en una carta confidencial, el arqueólogo Woolley, en Ur, comentaba que se había hallado una tablilla -de cuyo descubrimiento no se quería informar a las autoridades iraquíes, a fin de poder sacarla de Irak, bajo mandado del Colonial Office,y llevarla a Inglaterra- en la que se leía el nombre de... Abraham (de Ur en Caldea, según el Génesis).
El descubrimiento de amplias capas de salitre y barro, correspondientes a estratos de finales del cuarto milenio aC, llevaba a la conclusión que la Biblia tenía razón acerca de la existencia del Diluvio. Parece que las excavaciones tenían casi como misión la búsqueda de esas pruebas. Éstas, además, hubieran permitido fechar todos los yacimientos a partir de una misma referencia, si bien algunos arqueólogos notaron que las fechas esas capas, fruto de "un" diluvio, variaban de un yacimiento a otro, algo que no cuadraba con el relato bíblico (posteriormente se ha aceptado que no hubo una sola gran inundación, sino varias, locales, en distintas épocas). Pero a esta conclusión no se podía llegar en los años treinta.
La comparación entre la historia de las "tierras de la Biblia" que se construía a medida que se excavaba, y lo que la Biblia contaba, preocupaba. Se intuía que los relatos no coincidían. Los debates sobre la "veracidad" de la Biblia eran arduos. Pero no se dudaba de la existencia de Abraham, por ejemplo. Se llegó a afirmar que se había desenterrado su casa en Ur.
Es muy posible que si la Biblia no se hubiera referido a culturas mesopotámicas, las misiones arqueológicas en el Próximo Oriente se hubieran planteado de modo muy distinto, y quizá ni se hubieran iniciado, al menos tan pronto. De algún modo, la historia y la vida del Próximo Oriente, hoy en día, está marcada por la Biblia, y los deseos, quizá inevitables, de cristianos y hebreos de corroborar que el texto bíblico estuvo dictado por Yavhé. Con todas las consecuencias conocidas.
El catedrático de lenguas semíticas Joaquín Sanmartín (IPOA-UB) comentó un día que esos sacerdotes eran los únicos que tenían todo el tiempo del mundo (tiempo y espacio, en seminarios y bibliotecas) para tratar de descifrar lo indescifrable. Dado que a finales del tercer milenio, cuando el sumerio estaba en decadencia (como el latín en la Alta Edad Media), los escribas redactaron diccionarios sumero-acadios (listas de palabras en sumerio y en acadio, una lengua semita, hablada hasta casi la era cristiana), el conocimiento del hebreo (otra lengua semita) bíblico ayudaba al conocimiento del sumerio a través del acadio, ya que esta lengua antigua se parecía al hebreo. Finalmente, toda vez que el Antiguo Testamento se refiere una y otra vez a culturas y ciudades mesopotámicas (Babilonia, Asiria, etc.), y a la ciudad sumeria de Ur -patria de Abraham (aunque la Biblia no cita la cultura sumeria)-, eran los sacerdotes las personas más interesadas en el estudio de las culturas mencionadas -y denostadas- por la Biblia.
Las primeras expediciones a Mesopotamia, a mediados del siglo XIX (iniciadas en yacimientos asirios, en lo que formaba parte del norte de la zona árabe en el Imperio Otomano, hoy entre Turquía e Irak), tenían como finalidad verificar lo que la Biblia afirmaba acerca de ciudades malditas como Nimrud o Nínive, además de alimentar en obras espectaculares los nacientes museos europeos -y luego norteamericanos-, centrados en mostrar el origen de las artes occidentales, es decir coloniales.
La exploración de Mesopotamia, la Biblia en la mano, prosiguió hasta la Segunda Guerra Mundial, pese a que las expediciones, después de la Primera Guerra Mundial, ya no se limitaban a buscar piezas y pruebas de la veracidad de los textos bíblicos.
La documentación en los archivos de las primeras grandes misiones arqueológicas en las ciudades mesopotámicas de Ur, Eridú, Kish (en el centro y el sur de lo que hoy es Irak), en museos de Chicago, Filadelfia, Londres y Oxford, revela que lo que la Biblia contaba no dejó de estar presente en la exploración de los yacimientos. Así, en una carta confidencial, el arqueólogo Woolley, en Ur, comentaba que se había hallado una tablilla -de cuyo descubrimiento no se quería informar a las autoridades iraquíes, a fin de poder sacarla de Irak, bajo mandado del Colonial Office,y llevarla a Inglaterra- en la que se leía el nombre de... Abraham (de Ur en Caldea, según el Génesis).
El descubrimiento de amplias capas de salitre y barro, correspondientes a estratos de finales del cuarto milenio aC, llevaba a la conclusión que la Biblia tenía razón acerca de la existencia del Diluvio. Parece que las excavaciones tenían casi como misión la búsqueda de esas pruebas. Éstas, además, hubieran permitido fechar todos los yacimientos a partir de una misma referencia, si bien algunos arqueólogos notaron que las fechas esas capas, fruto de "un" diluvio, variaban de un yacimiento a otro, algo que no cuadraba con el relato bíblico (posteriormente se ha aceptado que no hubo una sola gran inundación, sino varias, locales, en distintas épocas). Pero a esta conclusión no se podía llegar en los años treinta.
La comparación entre la historia de las "tierras de la Biblia" que se construía a medida que se excavaba, y lo que la Biblia contaba, preocupaba. Se intuía que los relatos no coincidían. Los debates sobre la "veracidad" de la Biblia eran arduos. Pero no se dudaba de la existencia de Abraham, por ejemplo. Se llegó a afirmar que se había desenterrado su casa en Ur.
Es muy posible que si la Biblia no se hubiera referido a culturas mesopotámicas, las misiones arqueológicas en el Próximo Oriente se hubieran planteado de modo muy distinto, y quizá ni se hubieran iniciado, al menos tan pronto. De algún modo, la historia y la vida del Próximo Oriente, hoy en día, está marcada por la Biblia, y los deseos, quizá inevitables, de cristianos y hebreos de corroborar que el texto bíblico estuvo dictado por Yavhé. Con todas las consecuencias conocidas.
Pierre Grimal: Roma, de la ciudad al imperio
"Mítica" entrevista al gran mitólogo greco-latino Pierre Grimal sobre la historia de Roma, por la periodista Francesca Isidori (una de las mejores periodistas culturales en Francia), de France Culture, en 1990
Diego
El nuevo gerente de Hábitat Urbano y arquitecto jefe del Ayuntamiento de Barcelona recientemente constituido, Vicente Guallart, declaraba ayer en La Vanguardia:
"La arquitectura icónica pertenece a la historia".
Vicente Guallart es autor de proyectos como los aquí mostrados.
Fin de la historia.
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