martes, 13 de septiembre de 2011
George Pal (1908-1980): Jasper and the Haunted House (Jasper y la casa encantada) (1942)
Un clásico entre los clásicos.
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lunes, 12 de septiembre de 2011
Notas sobre la influencia del arte mesopotámico en el arte occidental
David Byrne (1952): Ur; Kish, del álbum The Forest (1988)
Bob Wilson utilizó algunos temas del álbum en la obra de teatro del mismo título.
Morton Subotnick (1933): The Wild Bull (1968)
El tema se refiera a una de las manifestaciones de grandes dioses mesopotámicos como An, Enlil o Enki, en forma de toro bravo, fecundando animales, humanos y la tierra, y llenando el curso de los ríos con su semen (ab, en sumerio, significa agua y semen).
Darius Milhaud (1892-1974): La création du monde (1923)
Una gran parte de los temas o de los contenidos de la pintura occidental, y la casi totalidad de la forma proceden del arte greco-latino.
No obstante, no se tiene que desechar la influencia del arte del próximo Oriente antiguo (en el que algunos estudiosos sitúan la aportación del Egipto faraónico).
Es cierto que Mesopotamia ha aportado una iconografía demoníaca: los monstruos y los demonios románicos y góticos derivan del arte asirio y neo-asirio que llegó a Occidente a través del Imperio Romano Oriental (o Imperio Bizantino). Las formas asirias marcaron el arte siro-palestino, el cual fascinaría a Roma (pagana, y luego cristiana) cuando conquistaría Oriente.
Oriente también influyó el arte occidental a través de la Biblia que recoge numerosos motivos míticos mesopotámicos, como el diluvio, o que se inspiró en temas o formas mesopotámicos, como el zigurat del templo de Marduk, el dios protector de Babilonia, para construir el motivo de la denostada torre de Babel. De nuevo, Oriente aparece como una fuente de males. La reina Semiramis, mítica fundadora de Babilonia, según una tradición griega, también fascinó y suscitó rechazos a partes iguales en el imaginario europeo.
La influencia mesopotámica no se plasmó solo en monstruos. Las formas ojivales góticas proceden de la arquitectura persa.
Teniendo en cuenta que el Cristianismo (y el Islam) son religiones soteriológicas tardo-orientales, la iconografía cristiana del Buen Pastor deriva de las estatuas de Apolo, Hermes o Dionisos portando un cordero, un tipo de imagen que se inspira en la iconografía de, literalmente, el buen pastor, que se remonta a Elam (hoy irán) y Sumer (Irak), hace más de cinco mil años.
Desde luego, el arte árabe y el arte musulmán (no son exactamente lo mismo), también marcaron el arte medieval y renacentista europeos, desde el gusto por la matemática (que los árabes tomaron de Platón, un filósofo poco conocido en Occidente antes del siglo XV), los arabescos (con cuya ejecución Leonardo de Vinci demostraría su destreza) hasta la cámara oscura, como demuestra Hans Belting en su fascinante reciente monografía: Florence & Baghdad: Renaissance Art and Arab Science, Harvard University Press, Cambridge, Mass., 2011.
La misma responsabilidad del artista, creador de su obra, refleja, en parte, la responsabilidad del profeta ante su dios, quien ha confiado y ha delegado en él la gestión del mundo.
Sin embargo, la influencia del arte acadio y sumerio -desde el Poema de la Creación babilónico hasta el Poema de Gilgamesh- solo llegaría a principios del siglo XX, junto con la influencia de las artes llamadas primitivas, cuando el arte y la "literatura" sumero-acadio fueron descubiertos e interpretados. Hasta Ulises, de James Joyce, hace patente las influencias del Próximo Oriente antiguo en el arte arcáico griego.
Algunos frutos sorprendentes de este descubrimiento aparecen en los vídeos antes incluidos.
Venga Monjas: El barrio de Gracia (Barcelona) (2011)
.... o el retorno de los Venga Monjas
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jueves, 8 de septiembre de 2011
Amanda Forbis (1963) & Wendy Tilby : When the Day Breaks (Cuando el día despunta) (1999)
Una mañana en la gran ciudad.
Palma de Oro al Mejor Cortometraje en el 52ª Festival de Cannes, 1999; seleccionado para los Oscar 1999
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AMULETOS PARA EL HOGAR EN MESOPOTAMIA
En Sumeria escaseaba la piedra. Los edificios se construían con el material más abundante y a mano: arcilla para los muros, madera de palmera para las columnas que soportaban los pisos y quizá la escalera, juncos o cañas para los pisos (cubiertos de arcilla) y la cubierta, y yeso o alquitrán para impermeabilizar las estancias en las que se usaba agua (cocina, patios exteriores y aseos).
Los ladrillos moldeados, de barro mezclado con paja, se secaban al sol. Se disolvían con las primeras intensas lluvias entre marzo y mayo. Se construía rápido en Sumeria, por lo que los muros no eran excesivamente sólidos. La forma del ladrillo empleado (con una cara inexplicadamente abombada), en la primera mitad del tercer milenio aC, tampoco ayudaba a que los muros fueran muy estables.
Sin embargo, el grosor compensaba en parte la apresurada manufactura. En efecto, los muros exteriores podían tener más de diez metros de espesor, y se abrían escasas aperturas, muy pequeñas; eso ayudaba a que las paredes aguantaran la doble embestida del agua de lluvia y freática que ascendía por capilaridad: Sumer estaba a nivel del mar; el nivel freático, por tanto, estaba –y está- casi en la superficie; a poco que se excave, el agua aflora.
Pero, tras unos veinticinco años de inevitables lluvias breves pero torrenciales que socavaban la base de los muros, los edificios se desmoronaban y tenían que ser restaurados o reconstruidos. El barro retornaba el barro.
Los sumerios interpretaban lluvias, terremotos y ataques de enemigos como castigos divinos por la impiedad del monarca –o el capricho celestial.
A fin de proteger la obra en la medida de lo posible, junto con las ofrendas fundacionales, se distribuían en el interior de los muros fetiches de terracota. Éstos representaban a seres guardianes fabulosos, genios alados, seres híbridos que tenían que ahuyentar a los males. Al mismo tiempo, también se insertaban en los muros ladrillos con encantaciones y maldiciones.
Aunque se usaron en tiempos de los sumerios, fueron los asirios, ya en el primer milenio aC, más supersticiosos, quienes más recurrieron a esas figuritas profilácticas.
Entre los amuletos que protegían a edificios contra el mal de ojo, se hallaban los llamados “ídolos-ojo” del santuario de Tell Brak (en el norte de Siria, si bien muestra conexiones con culturas sureñas) (principios del IV milenio aC), uno de los más antiguos de Mesopotamia. Fue excavado por Mallowan (esposo de Agatha Christie). Durante tiempo se han interpretado esas pequeñas figuras de piedra, halladas a miles, planas, casi abstractas, en las que sobresalen ojos desorbitados, halladas a miles, como efigies de una divinidad (algunas figuras están coronadas por una tiara de cuernos), o como ofrendas (o imágenes) de fieles (representados aislados, en pareja, con un hijo, o en familia). Hoy, se piensa los ídolos eran fetiches, amuletos, distribuidos por las paredes de las capillas interiores, protectores del recinto contra los “malos espíritus”.
Finalmente, existía un último elemento constructivo que cubría una doble función práctica y mágica: el gozne de las puertas que daban al exterior. Pese a la relativa escasez de la piedra, los goznes consistían en gruesos bloques de piedra dura en los que penetraba el eje del vano. Formulas rituales (encantaciones, plegarias, maldiciones) se inscribían en la parte superior de la piedra (como se puede ver en la exposición). De este modo, las palabras detenían a los malos espíritus. La piedra constituía un obstáculo mágico que se interponía al paso de aquéllos. Cuando la casa se desmontaba, o se destruía para ser levantada de nuevo, se tenía mucho cuidado en recoger y conservar estas piedras para instalarlas en las nuevas construcciones., de modo a que la protección que brindaban siguiera siendo efectiva.
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