miércoles, 23 de noviembre de 2011

La primera ciudad

Desde los años noventa la ciudad de Uruk, en el Sur de Mesopotamia, cerca de o en el delta del Tigris y el Éufrates, fundada en el sexto milenio aC, ha dejado de ser la primera ciudad de la historia, poniendo en jaque toda la historia urbana comúnmente aceptada.
En efecto, excavaciones en el sureste de Siria, a lo largo del Éufrates, han puesto de manifiesto la antigüedad y extensión de una ciudad cuyo nombre original se desconoce, llamada hoy Tell Brak. Hallada en los años treinta, excavaciones a partir de 1990 han demostrado que se trataba de una ciudad anterior a Uruk, si bien con el tiempo sufriría en comparación con la cada vez más extensa y poblada Uruk.

Esto no es óbice para que no se esté replanteando la localización de la primera ciudad de la historia.
Una ponencia, en el reciente congreso de la American School of Oriental Research (ASOR), en San Francisco, ha contribuido a estudiar todo lo que Tell Brak aporta al estudio de los orígenes de la cultura urbana.

Jason Ur (Universidad de Harvard), en una ponencia muy esperada, no ha decepcionado. Ha planteado los interrogantes que Tell Brak suscita.
Siendo una ciudad muy anterior a la aparición de un gobierno monárquico fuerte y central, se ha preguntado por las razones que llevaron a los pobladores de Tell Brak a juntarse. Hasta entonces, se había supuesto que la aparición de la ciudad estaba ligada a la aparición de la monarquía, y que era la presencia de un poder fuerte el que logró imponerse obligando a los humanos a convivir, solventando, mediante la fuerza, los problemas de convivencia. Los humanos se habrían unido forzados, dada la necesidad que el poder monárquico tenía de una mano de obra capaz de cultivar la tierra y abrir y cuidar los canales.

Cuestionada la existencia de canales artificiales, y dada la inexistencia de un poder central omnipotente, James Ur se ha preguntado por los motivos que condujeron a los humanos a convivir. No lo hicieron forzados. ¿Por qué entonces?

Se ha descartado que la ciudad fuera un tejido denso en el que vivían los pobladores: una convivencia sin duda difícil dada la escasez del suelo.
Sin embargo, el tejido urbano de Tell Brak no era denso. por el contrario, existían grandes extensiones, quizá de tierras cultivadas, entre núcleos habitados. La diferencia entre centro y periferia, y periferia y campo no estaba nítidamente marcada. La ciudad de Tell Brak se habría parecido al tejido discontinuo de una ciudad como Atenas, cinco mil años después.

Nada habría obligado a los humanos a juntarse. De hecho vivían relativamente aislados en la ciudad. Pero vivían en contacto los unos con los otros, empero.
Es posible que compartieran un mismo culto. La ciudad tendría entonces un origen religioso y no exclusivamente político. La comunidad de creencias en unas mismas divinidades cuyos santuarios o espacios sagrados se hallarían en el centro de la ciudad habría conducido a los humanos a asentarse cerca de dichos espacios de culto, y a compartir bienes, personas y creencias.
La ciudad se habría instituido como un espacio común. Lo que se habría tenido en común no habrían sido bienes materiales ni el peso de la fuerza o la ley, sino un imaginario común. Serían la aceptación de unos mismos símbolos lo que habría impelido a los humanos a hallar espacios de diálogo.
En este sentido, la ciudad, llamada oriental, que hasta entonces se había presentado como la creación de sátrapas, tan distintos de las asambleas democráticas griegas, no habrían sido tales, sino que habrían sido el fruto del deseo de compartir experiencias y creencias.
La ciudad oriental sería, al igual que la ciudad griega, un modelo de convivencia, en un espacio poco apto para esos intercambios, sin la mediación de un poder omnipresente.
Una buena lección de urbanidad.

domingo, 20 de noviembre de 2011

John Lennon & Yoko Ono: Amsterdam (1969)





John Lennon & Yoko Ono: Cambridge 1969 (1969)







San Francisco fue una de las pocas ciudades dónde esta obra suscitó interés.
Yoko Ono igue teniendo predicamento en la cultura de vanguardia de esta ciudad. Sus escritos de finales de los años sesenta, reeditados recientemente, están en los escaparates de las librerías más asentadas.

La ciudad y la laguna en Mesopotamia

Quizá la ponencia que más impacto ha causado en el último y apasionante congreso de la ASOR (American Schools of Oriental Research), en San Francisco, clausurado ayer por la noche, pero cuyas conclusiones no todos los especialistas aceptan (aún), cambia radicalmente la historia de la ciudad mesopotámica y, necesariamente, mundial. Las conclusiones, por otra parte, están en sintonía con lo que se descubre cuando se visitan los restos de ciudades sumerias como Eridu o Tello, en Iraq.

Hasta ahora, la visón más común, sostiene que las ciudades se hallaban cerca de los ríos Tigris o Éufrates, o de las marismas del delta. Solían tener puertos fluviales, lacustres o marítimos.
Toda vez que las tierras circundantes eran áridas -el desierto rondaba-, fueron necesarios la apertura de una extensa red de canales de irrigación, cuya gestión habría requerido un gobierno fuerte, esto es, monárquico o templario, civil o religioso, asentado en la ciudad. Dichos canales habrían sido utilizados también como vías de comunicación.
La existencia de canales artificiales está documentada a finales del tercer milenio aC. Textos, como el Himno del rey Shulgi, hacia el 2100 aC, canta los trabajos de irrigación ordenados por el rey.

Mas las ciudades sumerias más antiguas ya tenían unos dos mil años de historia a finales del tercer milenio aC. Su estructura, así como la del territorio circundante no tenía porque ser inmune a los cambios. Seguramente no podía: el curso de los ríos variaba constantemente, así como la línea de la costa que retrocedía a causa del aporte de aluviones.

Estudios recientes tienden a mostrar que las primeras ciudades sumerias fueron asentamientos lacustres, como Technoctilan en México, Berlín, París, Venecia o Barcelona. Quizá como todas las grandes ciudades de la historia.
Las ciudades sumerias se asentaban en medio de las marismas. No requerían canales de irrigación. Las tierras cultivadas se hallaban en islas naturales o artificiales. Un poder absolutista tampoco era necesario, al menos para regular la irrigación de las tierras, natural y no artificial.

La importancia de las marismas y su estrecha relación con la ciudad -que el suelo cubierto de conchas lacustres en Eridu y Tello corrobora- permitiría entender el uso tan extenso o abundantes de fibras vegetales -cañas, juncos y papiros que crecían y crecen naturalmente en las marismas- en la fabricación de adobes -una cantidad que no se habría podido alcanzar tan solo con el cultivo de cereales-. El uso, también muy extenso de esteras de juncos como elementos estructurales en las construcciones de adobe, por ejemplo, en los zigurats, también solo se puede explicar por la presencia masiva de una vegetación lacustre.

Los canales de regadío habrían aparecido cuando las marismas se desplazaron hacia el sur y las ciudades quedaron en medio de tierras más áridas. Pero este proceso solo tuvo lugar al final de la existencia de las ciudades sumerias, quizá como un remedio desesperado antes de su abandono.
Sumerr fue una cultura lacustre que se adaptó al entorno natural, y no trató, al menos durante dos milenios, de adaptarlo a sus necesidades.

Este descubrimiento cambia raducalmente la historia urbana pero también política. Posiblemente los reyes todopoderosos nunca existieron hasta épocas relativamente tardías.
En verdad, esta explicación ya se halla en los mitos sumerios que tanta importancia concedían a las aguas primordiales (el Abzu), a las diosas madres acuáticas (Nammu), incluso a la figura del dios constructor Enki, cuyo templo flotaba sobre las aguas, y cuyos poderes se ejercitaban precisamente sobre las marismas, mitos que quizá no hayan sido tomados suficientemente en serio.

Los sumerios sabían de dónde venías, mas nosotros hemos aplicado modelos de organización territorial europeos, modernos, al estudio del territorio y la elación entre ciudad y entorno sumerios, quizá para legitimar nuestro dominio del mundo.

sábado, 19 de noviembre de 2011

La arquitectura según Yoko Ono


Yoko Ono:  Build a House (on a hill),  8 Architectural Pieces (Dedicated to a Phantom Architect), 1965

Miroslav Sasek (1916-1980): This is San Francisco








This is San Francisco. Nunca un título de libro fue tan acertado.
San Francisco es la ciudad que representara el arquitecto y dibujante checoslovaco Miroslav Sasek en 1962, en un cuento infantil perteneciente a una serie dedicada a ciudades míticas.
Hoy la ciudad trata de parecerse a su imagen pintada. San Francisco solo existe de verdad en la obra de Sasek.

Los sumerios: unas figuras literarias

No debe de ser casualidad si dos de los sumerólogos más inquietos, Jerry Cooper y Piotr Michalowski, han expuesto hoy, uno tras otro, en el congreso anual de la ASOR (American Society of Oriental Research) que está teniendo lugar en la ciudad de San Francisco.


La ponencia de Jerry Cooper ha versado sobre qué era el sumerio y quiénes eran los sumerios.

Tradicionalmente, se ha pensado que los sumerios eran étnicamente distintos a los acadios, los medas y los babilonios, por citar tres "pueblos" importantes en el tercer milenio aC; que ocupaban un territorio propio y hablaban exclusivamente sumerio, señalando así la identidad entre etnia, territorio y lengua, bien conocida en Europa desde el siglo XIX, y que aún impera, por ejemplo en España, Bélgica, la ex-Yugoslavia, etc.

Los reyes solían tener el título de "Rey de Sumer y Acad". Esta expresión real ha servido a los estudiosos para destacar que en Mesopotamia se tenía conciencia de la pertenencia a una u otra identidad (sumeria o acadia), siendo los reyes los que mandaban sobre dos territorios y etnias.

Sin embargo, aduce Cooper, este título empezó a ser utilizado a finales del tercer milenio aC, cuando hacía siglos que el sumerio se había convertido en una lengua muerta. Por otra parte, fueron los reyes de Babilonia, no de Sumer, quienes lo emplearon, a fin de mostrar quizá la extensión de los territorios sobre los que mandaban. Finalmente, el nombre Sumer nunca fue empleado independientemente de Acad, como si "Sumer y Acad" fuera una expresión que designaba, a partir de principios del segundo milenio aC, las tierras situadas al sur de Babilonia.

Cooper ha mostrado que, mientras el término Sumer designa hoy una lengua y un territorio, estas nociones recibían dos nombres distintos en el tercer milenio aC: la lengua era independiente de la tierra. Nadie se sentía sumerio.
Emegir era el nombre de la lengua sumeria. Significa, literalmente, "lengua materna", lo que ha dado pie a la interpretación nacionalista que ha equiparado lengua y tierra madre. Sin embargo, Cooper muestra que este nombre deriva del nombre de una de las diosas de los infiernos, y designaba a la lengua que se imaginaba se hablaba en el más allá. Esta importancia del más allá fúnebre quizá explicara los sacrificios humanos que se practicaron en Ur. Desde luego, no cabría establecer ninguna relación entre la tierra de los vivos y la lengua sumeria.

En verdad, según Cooper, sumerio habría sido un sinónimo de "letrado" o "educado", sin ninguna conexión ni lingüística ni territorial. Sumerio habría sido el sustantivo con el que se habría designado a quienes sabían escribir (sumerio, acadio, meda, etc.), independientemente también de dónde vinieran y dónde vivieran, independientemente de cualquier ideología.

La historia no siempre evoluciona hacia una mayor lucidez.

Mas, ¿qué significaba ser un letrado? Este es el tema que Michalowski ha tratado.

Se ha pensado que existían escuelas en las que se formaban los escribas desde pequeños. En estos centros habrían aprendido la escritura así como la "literatura" (mitos, himnos, epopeyas) sumerias.

Michalowski sostiene que, contrariamente a lo que se ha supuesto, los escribas no formaban una clase especial, ni formaban un grupo poco numeroso. Por el contrario, muchos eran los que sabían escribir: es decir, muchos eran los que conocían unos ciento veinte signos con los que lograban redactar la mayoría del ingente número de tablillas encontradas: escuetos textos administrativos, sencillos, cuentas y listas, sin alardes literarios. El aprendizaje y dominio de la escritura de esos signos no habría costado demasiado.

Eso significa que no existían escribas, sino personas que, siendo comerciantes, mercaderes, etc., sabían escribir, es decir eran capaces de verter por escrito contratos y cuentas. Mas eso no significa que estuvieran versados en "literatura".

Por el contrario, afirma Michalowski, el hecho que el tanto por ciento de textos literarios mesopotámicos sea tan pequeño en comparación con el número de textos administrativos no es casual. Muy pocos eran quienes eran capaces de redactar complejos textos literarios, y pocos quienes estaban versados en literatura. Este dominio solo estaba al alcance de unas pocas casas nobles, y servía para demostrar la pertenencia a una élite. El dominio de la literatura, tanto en acadio como en sumerio, no habría tenido ninguna función práctica. Solo habría sido un signo de superioridad social.

Por tanto, la sociedad mesopotámica, inventora de la escritura, y que ha dejado el mayor número de textos antiguos, no habría sido una sociedad letrada, tal como lo entendemos hoy. La literatura habría jugado un papel limitado, mientras que habrían sido muchos los que habrían poseído los rudimentos de una escritura instrumental.

La poco importancia de la literatura escrita habría sido debido a que los textos referentes al pasado y a los dioses habrían pertenecido a la tradición oral. Casi todos los conocían, mas ninguno sabía leerlos ni escribirlos, puesto que ¡apenas habrían sido transcritos!. La escritura no habría servido para conocer el pasado, sino para negociar con los problemas del presente (y del futuro). El pasado era plenamente conocido; no necesitaba ser puesto por escrito.

Solo a partir de la primera mitad del segundo milenio aC, tras profundas revueltas en Babilonia, el conocimiento de este legado se habría estado perdiendo, apareciendo entonces la necesidad de escribirlo, lo que corresponde bien con los descubrimientos arqueológicos. La litetatura sumero-acadia aparece en época relativamente tardía, mucho más tarde que la invención de la escritura: casi dos mil más tarde. Quienes habrían tenido la capacidad de escribir de leer textos literarios habrían pertenecido a una clase social alta que, quizá, estaría descubriendo que su importancia declinaba, por lo que habría reivindicado la importancia de un instrumento fuera del alcance de la mayoría de las personas -porque no la necesitaban. La literatura nada habría tenido que ver con la vida diaria. Habría sido una vía de escape.

Como debe ser.