viernes, 11 de mayo de 2012
Una semana entre ruinas
Debido a un viaje de estudio de una semana al norte de Iraq este blog quizá se suspenda hasta el lunes 21 de mayo.
La recta y lo recto
El junco era la vara con la que se medía justamente en Mesopotamia. El cetro real no era de oro: tan solo era una simple caña. Era la unidad de medida: una planta recta y flexible, capaz de adaptarse, como escribiría Pascal milenios más tarde, a todas las circunstancias. por eso Pascal consideraba que el ser humano era como una caña: ágil, rápido, firme y, al mismo tiempo, atento.
Caña se decía GI en sumerio (qaneh en una lengua semita como hebreo). El moderno sustantivo caña tiene pues raíces muy antiguas.
Esta palabra formaba parte de una serie de término: así, kânu, un verbo acadio que significaba construir, edificar, crear y procrear. Kânu derivaba, en verdad, del sumerio GI-NA, una palabra compuesta a partir de GI (caña), que significaba ser estable: nombraba la condición propia de los entes seguros, firmes, bien asentados: es decir, rectos. Recto, en este caso, no es un adjetivo que pertenezca solo al vocabulario de la geometría, sino también de la ética. Se trata de entes "bien" aposentados.
El verbo acadio kânu, antes citado, era la traducción del término sumerio zid. Éste retomaba el campo de significados antes enunciado. Zid se traduce por estable, seguro y recto; en principio, estos adjetivos son propios de las cosas templadas: Mas zid también evocaba la rectitud, la confianza, la fe. Por fin, zid significaba vida.
La línea geométrica recta adquiría, así, valores morales. Se convertía en un símbolo ético. La recta manifestaba lo recto, la rectitud de la recta: es decir, tanto su condición de línea recta, cuanto los valores que la recta, en tanto que línea recta, asumía: la recta indicaba el camino de la virtud.
En griego, recto y elevado, tanto en sentido geométrico cuando moral se decía orthos. La línea ortogonal, perpendicular a un plano, como, por ejemplo, una plomada, indicaba que las formas no estaban torcidas ni desplazaban. Estaban, por el contrario, en su lugar, sabían qué lugar les correspondía. Cumplían, así la finalidad para la que habían sido formadas. La plomada indica si las formas caen "bien", tienen una caída adecuada y propia, como la caída de un tejido o un vestido, por ejemplo. Tener aplomo indica seguridad y confianza en uno mismo; y las personas que se sienten seguras van con la cabeza muy alta y el cuerpo recto. Nada tienen que ocultan. Se muestran en todo su esplendor.
El sustantivo griego orthos se compone a partir de un radical, RT, que se halla también en palabras como aRTE, RiTmo, RiTo, aRTiculación, etc. Todas ellas cubren un abanico de significados que denotan acciones que tienen como fin la imposición de un orden (cosmos, en griego, significa orden; de ahí que la cosmética sea el arte de recomponer un rostro descompuesto): el arte, o el rito, tiene como objetivo ordenar, componer el mundo; es decir, edificarlo correctamente; o rectamente
(RaTo, Rodrigo, no sé si tiene la misma raíz).
El radical indoeuropeo RT se encuentra también en la palabra griega aReTe. Arete significa mérito o valor. Denomina un valor asociado a un comportamiento, o una actuación ejemplar, recta, bien llevada. Los méritos son los dones necesarios para lograr destacar o que las cosas destaquen por su buena disposición, su correcto ensamblaje.
La areté, en fin, es una virtud que califica un modo de portarse y de transportar; es decir de colocarse o de colocar las cosas en su sitio: adecuado, que les corresponde: La areté, por tanto, es un modo de hacer; es la finalidad que persigue el buen hacer. Un virtuoso, aún hoy en día, es alguien, por ejemplo un artesano, un músico, un artista, que tiene oficio: mucho, buen oficio; que sabe hacer las cosas; que logra que las cosas se hagan bien; es decir, rectamente. Un virtuoso se porta bien. Tiene un buen porte, lo que le permite ejecutar ejemplarmente lo que emprende o se espera de él.
La creación artística, con vistas a la edificación de formas y de personas, que educa y forma, no es ajena a la ética. Un buen hacer hace el bien, pues logra que las cosas se dispongan bien: en su lugar, lo que neutraliza el caos, el desorden, propio de una acción que persigue la destrucción, esto es, el mal; que busca hacer mal las cosas, deformándolas, o hacer el mal, destruyéndolas.
Por eso, GI, la caña era un elemento central en la construcción: sustentaba las formas, les daba consistencia, las articulaba; su flexibilidad "comprendía" la naturaleza de las cosas y las respetaba. La caña simbolizaba el respeto hacia las personas y las cosas: el cuidado con el que se las tenía que tratar, el cariño que todo creador tiene que tener por sus obras, sus criaturas. La caña, que se elevaba, elevaba las formas y el espíritu. Ante ella, cuando el rey, que era un juez a la vez, la blandía, las personas se sentían seguras. La caña simbolizaba que algo estaba a punto de hacerse bien: impartir justicia o crear formas justas de convivencia, formas ajustadas a los modos de vida, formas -casas, ciudades- en las que se podría vivir justamente.
(Dedicado a los estudiantes de la asignatura optativa Mito y arquitectura, de la UPC-ETSAB, Barcelona)
Caña se decía GI en sumerio (qaneh en una lengua semita como hebreo). El moderno sustantivo caña tiene pues raíces muy antiguas.
Esta palabra formaba parte de una serie de término: así, kânu, un verbo acadio que significaba construir, edificar, crear y procrear. Kânu derivaba, en verdad, del sumerio GI-NA, una palabra compuesta a partir de GI (caña), que significaba ser estable: nombraba la condición propia de los entes seguros, firmes, bien asentados: es decir, rectos. Recto, en este caso, no es un adjetivo que pertenezca solo al vocabulario de la geometría, sino también de la ética. Se trata de entes "bien" aposentados.
El verbo acadio kânu, antes citado, era la traducción del término sumerio zid. Éste retomaba el campo de significados antes enunciado. Zid se traduce por estable, seguro y recto; en principio, estos adjetivos son propios de las cosas templadas: Mas zid también evocaba la rectitud, la confianza, la fe. Por fin, zid significaba vida.
La línea geométrica recta adquiría, así, valores morales. Se convertía en un símbolo ético. La recta manifestaba lo recto, la rectitud de la recta: es decir, tanto su condición de línea recta, cuanto los valores que la recta, en tanto que línea recta, asumía: la recta indicaba el camino de la virtud.
En griego, recto y elevado, tanto en sentido geométrico cuando moral se decía orthos. La línea ortogonal, perpendicular a un plano, como, por ejemplo, una plomada, indicaba que las formas no estaban torcidas ni desplazaban. Estaban, por el contrario, en su lugar, sabían qué lugar les correspondía. Cumplían, así la finalidad para la que habían sido formadas. La plomada indica si las formas caen "bien", tienen una caída adecuada y propia, como la caída de un tejido o un vestido, por ejemplo. Tener aplomo indica seguridad y confianza en uno mismo; y las personas que se sienten seguras van con la cabeza muy alta y el cuerpo recto. Nada tienen que ocultan. Se muestran en todo su esplendor.
El sustantivo griego orthos se compone a partir de un radical, RT, que se halla también en palabras como aRTE, RiTmo, RiTo, aRTiculación, etc. Todas ellas cubren un abanico de significados que denotan acciones que tienen como fin la imposición de un orden (cosmos, en griego, significa orden; de ahí que la cosmética sea el arte de recomponer un rostro descompuesto): el arte, o el rito, tiene como objetivo ordenar, componer el mundo; es decir, edificarlo correctamente; o rectamente
(RaTo, Rodrigo, no sé si tiene la misma raíz).
El radical indoeuropeo RT se encuentra también en la palabra griega aReTe. Arete significa mérito o valor. Denomina un valor asociado a un comportamiento, o una actuación ejemplar, recta, bien llevada. Los méritos son los dones necesarios para lograr destacar o que las cosas destaquen por su buena disposición, su correcto ensamblaje.
La areté, en fin, es una virtud que califica un modo de portarse y de transportar; es decir de colocarse o de colocar las cosas en su sitio: adecuado, que les corresponde: La areté, por tanto, es un modo de hacer; es la finalidad que persigue el buen hacer. Un virtuoso, aún hoy en día, es alguien, por ejemplo un artesano, un músico, un artista, que tiene oficio: mucho, buen oficio; que sabe hacer las cosas; que logra que las cosas se hagan bien; es decir, rectamente. Un virtuoso se porta bien. Tiene un buen porte, lo que le permite ejecutar ejemplarmente lo que emprende o se espera de él.
La creación artística, con vistas a la edificación de formas y de personas, que educa y forma, no es ajena a la ética. Un buen hacer hace el bien, pues logra que las cosas se dispongan bien: en su lugar, lo que neutraliza el caos, el desorden, propio de una acción que persigue la destrucción, esto es, el mal; que busca hacer mal las cosas, deformándolas, o hacer el mal, destruyéndolas.
Por eso, GI, la caña era un elemento central en la construcción: sustentaba las formas, les daba consistencia, las articulaba; su flexibilidad "comprendía" la naturaleza de las cosas y las respetaba. La caña simbolizaba el respeto hacia las personas y las cosas: el cuidado con el que se las tenía que tratar, el cariño que todo creador tiene que tener por sus obras, sus criaturas. La caña, que se elevaba, elevaba las formas y el espíritu. Ante ella, cuando el rey, que era un juez a la vez, la blandía, las personas se sentían seguras. La caña simbolizaba que algo estaba a punto de hacerse bien: impartir justicia o crear formas justas de convivencia, formas ajustadas a los modos de vida, formas -casas, ciudades- en las que se podría vivir justamente.
(Dedicado a los estudiantes de la asignatura optativa Mito y arquitectura, de la UPC-ETSAB, Barcelona)
El secreto del Museo del Diseño (DHUB) de Barcelona, o cuándo éramos ricos
El nuevo Museo del Diseño de Barcelona (llamado Dhub) ha sido presentado a la prensa esos días, cuando las obras están concluyéndose.
El edificio, conocido como el yunque -o el elefante-, presenta un grueso cuerpo en voladizo que acoge un auditorio y que vuela sobre el anillo de circulación elevado de la plaza de las Glorias (que está a punto de ser derribado).
La prensa se sorprende del tamaño y del coste: más de cien millones de euros, un presupuesto que, al parecer, seguirá creciendo, y que incluye desvíos de túneles para infraestructuras subterráneas ya que personas del Ayuntamiento cuentan que los arquitectos se negaron a desplazar el edificio cuando se descubrió los problemas que planteaban las infraestructuras del subsuelo.
Lo que quizá no se sabe es que hace algunos años, algunas personas que participaban en la organización del museo, ante el proyecto recibido, consultaron muy discretamente a unos arquitectos para que emitieran una opinión sobre el proyecto y les pidieron que trataran de arreglarlo.
El veredicto fue inapelable. El proyecto no tenía solución. No tenía pies ni cabeza. La organización espacial era absurda. Se tenía que replantear enteramente, cambiar la entrada, reorganizar los circuitos, etc. Lo que no pudo ser posible.
El proyecto ha seguido pues adelante.
Los responsables ya sabían lo que les venía encima.
Hoy, una parte del museo, aún no inaugurado, está en venta para empresas.
miércoles, 9 de mayo de 2012
Nuevas "maquetas" arquitectónicas del Próximo Oriente antiguo.
La existencia de "maquetas arquitectónicas" en la antigüedad no es excepcional. Se conocen "maquetas" egipcias, mesopotámicas, griegas, romanas, celtas, hindús, chinas, precolombinas, etc. Todo y que no eran maquetas en el sentido moderno del término (representaciones de edificios existentes o a punto de ser construidos), ejecutadas y utilizadas por arquitectos, estos modelos antiguos eran santuarios o capillas en miniatura, utilizados en rituales litúrgicos, funerarios o domésticos, o eran objetos, tales como altares, domésticos o pertenecientes a templos, en forma de edificios.
Eso no significa que los constructores no utilizaran maquetas en los proyectos -se sabe que los egipcios sí lo hacían-, pero éstas no se han encontrado, o se han hallado unos objetos imposibles de interpretar: maquetas votivas, o técnicas, sin que, por otra parte, esté claro si esta diferencia es de recibido en el mundo antiguo.
Dos de las maquetas antiguas recientemente descubiertas, en el yacimiento de Khirbet Qeiyafa (Israel), datadas en el primer milenio aC, han provocado discusiones porque parecen responder a las descripciones bíblicas del templo de Jerusalén. Algunos, incluso, las consideran como imágenes del Arca de la Alianza.
Sin embargo, siendo hermosas, de cierto tamaño (entre 20 y 35 centímetros de alto, de piedra, y de terracota), no son excepcionales. Se conocen varios objetos semejantes, que revelan un culto popular, quizá a una divinidad femenina de la fertilidad -la "maqueta" pequeña, de terracota, presenta un relieve de palomas en la parte superior, animales asociados a diosas de la fertilidad en el Próximo Oriente antiguo, y en Grecia, como Astarté, o Afrodita-. Salvo reyes y sacerdotes, pocos debían de tener un conocimiento del Antiguo Testamento del que, por otra parte, es muy posible no existiera aún una versión escrita (que solo se dio a partir del s. VI aC).
Posiblemente estos objetos formaran parte de ajuares dedicados al culto doméstico 8altares, capillas, fetiches, etc.), semejantes a pequeñas capillas que aún hoy en día algunas familias creyentes poseen.
Véase: http://www.haaretz.com/news/national/archaeological-find-stirs-debate-on-david-s-kingdom-1.429087
El imaginario del hogar, ayer y hoy (la mujer y el hogar).
En el imaginario del hogar, el espacio doméstico se asocia a valores femeninos. La mujer es la guardiana del hogar. En Grecia, la diosa Hestia (que significa Fuego) era la única que no se desplazaba. Permanecía incólume en el centro de la morada, manteniendo viva la llama, la vida del hogar.
El hombre se asociaba al espacio exterior. Suyo era el mundo. Mientras, la mujer se replegaba en las profundidades del espacio interior, sin salir jamás al sol. El tejer era su única labor (tejía las ropas que los hombres portaban), junto con el cuidado del fuego. El hogar era un gineceo.
Los mitos, el imaginario antiguo, presenta sorprendentes usos hoy en día. Así, al menos, lo han mostrado unos avispados vendedores de casas en Australia.
Sabían, lo dicen los mitos, que la casa está al cuidado de la mujer. Suya es la mirada que vela por aquélla. Suya es la que desea el bien del hogar. El espacio doméstico dibuja el marco dónde su mirada se extiende; se trata de su espacio deseante, dónde explora, explota sus deseos, sus sueños. Su mirada deseante se despliega en el seno de la casa. Ésta se puebla de fantasmas masculinos -o, eso, al menos, pensamos, o tememos los varones.
Las sombras masculinas que habitan siempre el hogar son afines al mundo femenino. Nunca salen al exterior. El aire y el sol no les afectan. Cuidan su apariencia. No son guerreros. Así, al menos, es descrito Egisto, el amante seductor, blando y de pálida tez, de la reina Clitemnestra, siempre a su lado, siempre en su lecho en el palacio de Micenas, mientras Agamenón, el rey, guerrea en Troya. Son hombres que se bajan los pantalones en el interior del hogar, dominados por mujeres (bajo el control de su mirada).
Al parecer, el anuncio ha tocado las teclas adecuadas. La casa ha cambiado de dueño de inmediato por un precio descabellado. Las ilusiones no tienen precio.
Los mitos siempre dicen la verdad.
Aunque los héroes y las heroinas de antaño se confunden, hoy, con Barbie y Ken. Es lo que queda de los mitos.
martes, 8 de mayo de 2012
Julia Pott (¿1987?): Howard ( 2010) / Toyota Auto Biography (2011)
Todos deberíamos ponernos de rodillos e inclinar la cabeza ante el inmenso talento e ingenio de Julia Pott, la mejor ilustradora y animadora actual.
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