Esta colección se formó a principios del siglo XX gracias a compras en anticuarios y bazares en el Mediterráneo Oriental y en Oriente.
Los
años veinte fueron la edad de oro para la arqueología mesopotámica, desde el
punto de vista occidental. Mesopotamia formaba parte de las colonias inglesas
en el Próximo Oriente (hasta la Segunda guerra Mundial), las misiones, que
acarreaban un buen número de piezas hacia museos ingleses y norteamericanos,
contaban con recursos financieros y humanos imposibles de obtener hoy, y
trabajaban en condiciones “legales” muy ventajosas, ya que el setenta por
ciento de los hallazgos eran exportados.
El Padre montserratino Bonaventura Ubach, que partió de Montserrat al Próximo oriente para visitar ciudades descritas en la Biblia -especialmente la ciudad de Ur, supuesta ciudad natal del legendario Abraham-, y comprar antigüedades, se halló así ante un
floreciente mercado, lo que le permitió adquirir, en misiones, bazares y anticuarios, una buena colección de piezas arqueológicas
de Mesopotamia, Egipto y Fenicia o Canaan, e Israel, con vistas a documental el
arte de las culturas descritas en la Biblia, que constituyen hoy la mejor
colección mesopotámica española.
Sobre Ur, el Padre Ubach anotó en su Dietario, publicado finalmente en 2010:
“nos
apresuramos a emprender la caminata de unos tres quilómetros a pie hacia Ur, Ur
Kasdim del original hebreo, Ur Chaldeorum de la Vulgata. Era naturalmente el
ensoñador recuerdo de Abraham el que principalmente nos atraía. Pero, en Bagdad
se había hablado tanto aquel invierno de los descubrimientos realizados:
templos, muros, inscripciones… El señor Woolley era todavía el responsable de
las obras, él, aquel arqueólogo que se había hecho un gran nombre en las
excavaciones de Carquemish. Naturalmente, también era esa una razón que nos motivaba.
Ur se
deja adivinar en medio de la llanura por el collado o zigurat que se perfila al
fondo hacia occidente.” (3 de marzo de 1923)
Se destaca aquí tres obras, incluidas en la próxima muestra sobre Súmer, ya citada, titulada Antes del diluvio. Mesopotamia. 3500-2100 aC, que Caixaforum prepara en Barcelona y Madrid, para los meses de diciembre de 2012 a mayo de 2013:
Sello-cilindro
Motivo geométrico, o paisaje fluvial o montañoso
Área de los montes Zagros
Estilo Piedmont
Dinástico arcaico I, o Edad del Bronce arcaico I
Talco (esteatita) cocido
IV o principios del III milenio aC
5,5 x
1,3 cm diámetro
Monasterio de Montserrat,
Museu. Arqueologia del Món Antic
Los sellos-cilindro, unos objetos de
pequeñas dimensiones, tallados en piedras duras, recubiertos de relieves
cóncavos que evocan, de manera sintética, escenas de la vida diaria o soñada, servían
para imprimir la marca personal del dueño cuando sellaba lo que debía
permanecer oculto (un documento, un bien, una puerta). Los motivos no eran solo
o tanto decorativos,
sino que identificaban al propietario (particular o institucional), al bien –es decir, respondían a un
lenguaje codificado- y quizá actuaran como amuletos.
Debido a la dureza del material, y su
abundancia, se han convertido en la mayor, a veces la única fuente iconográfica
mesopotámica. La impresión, empero, puede dar una imagen errónea de la
composición. Ésta no está enmarcada en un plano, que determina cuáles son los
puntos de interés, sino que se desarrolla en una superficie continua, sin
principio ni final.
Este sello responde a un modelo perteneciente a una
época en que la escritura no existía o no estaba desarrollada. La aparición de
ésta conllevó una cierta relegación de la glíptica. Los motivos no eran solo o tanto decorativos, sino que
identificaban al propietario (particular o institucional), al bien –es decir,
respondían a un lenguaje codificado- y, quizá, actuaran como amuletos.
La
imagen causa problemas interpretativos que denotan la existencia y limitación
de nuestros criterios (basados en parte en la consideración que la imagen
antigua “representa” algo, tiene
un referente externo reconocible gracias a la imagen). Suelen ser
juzgadas ya sea como composiciones abstractas (quizá poseedoras de un código
desconocido que sirviera para identificar al dueño o al producto) o imitativas.
Pittman y Geoff Emberling
piensan que la franja quebrada enmarca o realza motivos sueltos (que podrían
ser signos de bienes), para indicar la importancia o el nivel del bien o de la
persona o institución. Pero
si las imágenes no son logográficas (como una escritura) sino “pictóricas”,
podrían ser (más o menos) naturalistas, si el referente externo fuera una
fachada de un cobertizo de juncos, o esquemáticas o simbólicas. En este caso, según
se considere la imagen como una proyección vertical u horizontal, podría aludir
a una montaña arbolada o a un río serpenteante o un valle
fluvial bordeado de árboles.
El profesor Joaquín Sanmartín comentó informalmente:
"La descripción Sello-cilindro con imagen de río entre árboles me gusta. Es evidente un esfuerzo intelectual de abstracción formalista (no: simplificación), algo muy normal en la historia del arte de todas las épocas desde las curvas prehistóricas. El artista era un tipo inquieto y capaz de salirse de las pautas figurativas. Y el hecho de que el sello se haya conservado es señal de que también le gustó al dueño".
Bibliografía:
PITTMAN, Holly: The Glazed Steatite Glyptic Style : the Structure and Function of an
Image System in the Administration of Protoliterate Mesopotamia, Berliner Beiträge zum Vorderen Orient, 16, D. Reimer, Berlín, 1994
|
Sello-cilindro
Animales y (ante) una construcción
4,1 x 3,4 cm diámetro
Monasterio de Montserrat,
Museu. Arqueologia del Món Antic
Los alzados de los edificios sumerios solo se
conocen a través de representaciones esquemáticas, quizá simbólicas, que
aparecen sobre todo en sellos-cilindro, y que se interpretan como fachadas
arquitectónicas o edificios (templo, palacio, establo) representados por una
fachada, quizá de juncos trenzados, o un esquema que (nos) recuerda una
fachada. Los animales pueden aludir al rebaño que se cobija en el establo, o a
los que son sacrificados ante un templo. También pueden ser un símbolo de la
divinidad.
La “lectura” de la imagen viene inevitablemente
condicionada por nuestros esquemas clásicos que buscan ordenar el flujo de
imágenes en una composición ordenada, centrada y unitaria.
Ladrillo estampillado de Gudea
Segunda Dinastía de Lagaš, reino de Gudea, hacia
2090 aC
Terracota
30,5 x 31,7 x 7,6 cm
Monasterio de Montserrat,
Museu. Arqueologia del Món Antic
El yacimiento de Girsu, capital del reino de Lagaš,
muy deficientemente excavado a finales del siglo XIX (1877-1900) –fue el primer
yacimiento sumerio estudiado- por el arqueólogo francés Ernest de Sarzec, es
hoy un paisaje ondulado y desértico, enteramente cubierto por una costra de
salitre sobre la tierra arcillosa empapada por las aguas freáticas, incluso a
pleno sol. Los montículos corresponden a diversas ruinas de edificios
irreconocibles, pulverizados. Sin embargo, una gran parte del yacimiento está
salpicado de ladrillos de adobe, estampillados y cocidos, muchos aún enteros,
procedentes de construcciones ordenadas por el rey Gudea (2144-2124 aC), un
monarca conocido por su publicitada labor constructiva a través de textos en
todo tipo de soportes. Estos ladrillos fundacionales, dispuestos en los
cimientos y las paredes de templos, son distintos, por su tamaño, forma y elaboración, de los ladrillos
convencionales, simplemente secados al sol. Una inscripción, escrita a mano o
impresa con un tampón, sobre una cara o ambas, incluso sobre un canto, enuncia,
mediante formulas repetitivas, quien es el responsable político de la obra (el
rey Gudea), y a quien va destinada (al dios personal de Gudea, y protector de
la ciudad, el dios Ningirsu, equiparado al dios-guerrero Ninurta, un
prototipo de San Jorge, el ahuyentador de monstruos como dragones). Estos textos se completan a veces con
oraciones a la divinidad pidiendo su protección, o maldiciones lanzadas a quienes
se atrevan a derribar el templo.
En este caso,
El texto inscrito dice:
“dnin-ğír-su/ur-sağ-kala-ga-/den-líl-lá-ra/gù-dé-a/énsi
(PA.TE.SI)-/lagaš (ŠIR.BUR.LA)ki-ke4/níğ-ul-e
pa mu-na-è (UD.DU)/ é-ninnu-danzu (IM.MI)mušen-bábbar-ra-ni/mu-na-dù/ki-bi
mu-na-gi4”,
“A Ningirsu /Gran héroe/de Enlil/Gudea/Señor/de
Lagaš/Su casa “De los Cincuenta Blancos Pájaros Anzu”[1]/
Le construye/Le restaura”
Se desconoce qué significa el nombre del templo
(cuya traducción es necesariamente aproximada pues la expresión es
gramaticalmente incorrecta). El pájaro Anzu (también llamado Imdugud) era
peligroso. Se trataba de un pájaro leonino (precedente del mítico grifo asirio
y griego), el pájaro de fuego; hijo de las aguas Primordiales Abzu y del cielo
An, actuaba como mensajero del dios de las tormentas Enlil. Puso en jaque el
recientemente ordenado universo, pues robó las tablillas del destino, lo que
desencadenó una batalla cósmica, ganada por Ninurta, para recuperarlas a
favor de An.
Peso en forma de pato
Edad del Bronce IV
(2400-1900 aC)
Basalto. Diorita
21,4 x 45 x 18,6 cm
Monasterio de Montserrat,
Museu. Arqueologia del Món Antic, inv. núm. 740.007
Las unidades de peso, de base sexagesimal, fueron
unificadas por el rey Shulgi (2111-2003, ó 2029-1982 aC), tras siglos durante los
que cada ciudad-estado poseyó sus propias unidades de pesos y medidas.
Los pesos, tallados en piedras duras (diorita,
basalto) o blanda (alabastro) solían tener formas geométricas o naturalísticas.
Los patos, muertos o durmientes, que evocaban sin duda la riqueza de las
marismas, fueron un motivo comúnmente utilizados. Eran quizá un recuerde del
trueque. Una inscripción enuncia el peso; en ocasiones quien lo ha encargado y
con qué finalidad. El peso del Museo de Montserrat corresponde a una de las
mayores unidades de peso.
Los pesos se han solido encontrar en enterramientos.
Quizá aludieran al peso del alma en el más allá.