viernes, 2 de noviembre de 2012

CONGRESO SOBRE ARQUITECTURA EN EL PRÓXIMO ORIENTE, RAMALA (PALESTINA) & AMANN (JORDANIA), 4-7 DE NOVIEMBRE DE 2012


En el marco de la Bienal de Ramal (Bienal de Riwaq- Qalandiya International 2012), tendrá lugar un simposio sobre Arquitectura, Modernidad y Vida Urbana en el Mundo Árabe, organizado por la Unesco, el Ayuntamiento de Ramala, la Universidad Columbia y otros instituciones, del 4 al 7 de noviembre, con dos sedes sucesivas, en Ramala (Palestina) y en Jordania (Amann).

Parece que la vida en arquitectura se retira de Europa y, en menor grado, los Estados Unidos.

El texto de presentación del congreso explica:

The symposium Modernity, Architecture and Urban Life in the Arab Region from November 4th to 7th in Ramallah and Amman is part of the 4th Riwaq Biennale and Qalandia International 2012, and is organized by Riwaq and GSAPP's Amman Lab at the Columbia Global Centers | Middle East, in partnership with Turath: Architecture and Urban Design Consultants. 

This event will spark dialogue between the various studies conducted on Modernity in Arab cities. A step towards a regional mapping of local narratives of modern architecture in the region, this symposium facilitates an understanding of the links and ruptures within the modern architectural and urban transformations of various Middle Eastern cities. How do architectural modern representations in cities such as Amman, Baghdad, Beirut, Ramallah or Cairo from the mid-20th century redefine the singular or universal notion of Modernity? And how are such representations emerging today in contemporary architecture in Arab cities creating a stage for a new modern architectural language that is responsive to its social, economical and political context?

INVITACIÓN A LA INAUGURACIÓN DE LA EXPOSICIÓN "ANTES DEL DILUVIO. MESOPOTAMIA, 3500-2100 aC", EN CAIXAFORUM, BARCELONA, 29 DE NOVIEMBRE DE 2012, A LAS 20 HORAS



Se ruega confirmación llamando al: 93 400 50 40

Gracias

martes, 30 de octubre de 2012

ANTES DEL DILUVIO. MESOPOTAMIA, 3500-2100 aC. Exposición en Caixaforum, Barcelona (29 de noviembre de 2012- 24 de febrero de 2013)


Imagen de la exposición.

Filmación y dirección: Marcel Borràs, en Lagash (Iraq), noviembre de 2011. Producida por la Fundación Gerda Henkel (Düsseldorf)
Montaje: Nuria Tolós
Grafismo: Jordi Ortiz-Patxi Solè
Propuesta: Pedro Azara & Albert Imperial



TEXTO DE PRESENTACIÓN

El universo surgió de las aguas: las Aguas de la Sabiduría (el Abzu); o de una primigenia ciudad, turbia, nocturna y lacustre, anterior a los tiempos.

Cuentan los mitos mesopotámicos, y la historia hasta ahora parece darles razón, que las principales estructuras políticas, religiosas y culturales con las que el ser humano se hizo con el cielo y la tierra (la ciudad, el urbanismo, la economía, la escritura, la realeza, las leyes, la religión organizada, la división del tiempo y el espacio, el cálculo, etc.), vigentes aun hoy en día,  fueron creadas por vez primera,  hace unos cinco mil quinientos años,  en el fértil entorno de las marismas del delta de los ríos Tigris y Éufrates (hoy en el devastado sur de Iraq). Vías y canales, navegables o de regadío, naturales y artificiales, trazaron una extensa red de comunicaciones entre numerosas ciudades, como Ur o Uruk, en las que vivía la mayor parte de la población.

El cielo y la tierra no se dejaron fácilmente dominar, empero: el mito del diluvio, que cuenta la despiadada venganza divina ante el crecimiento humano, es de origen mesopotámico.
Poblaciones que hablaban diferentes lenguas, y escribían mayoritariamente en sumerio, configuraron un imaginario y una realidad que,  por un lado, nos es muy lejana –y por eso la estudiamos-, y, por otro, a través de su influencia  en la cultura griega, la Biblia y el Corán, insólitamente próxima.

A través de unas cuatrocientas piezas arqueológicas, procedentes de grandes colecciones públicas internacionales, así como de diversos documentos antiguos y contemporáneos, Antes del diluvio. Mesopotamia. 3500-2100 aC, explora qué debemos a esta primera cultura, en el Próximo Oriente antiguo, y qué imagen del mundo, en fin,  tuvieron los mesopotámicos del cuarto y del tercer milenios aC, imagen en la que, quizá, orientales y occidentales, nos podamos aun reconocer en parte.

Neil Young (1945): Ramada Inn (2012)



El mejor tema de Neil Young en años. Editado hace diez días

Los distintos orígenes del mundo en Grecia, Egipto y Mesopotamia: el agua y la tierra de los inicios

Si alguna comparación puede establecerse entre los mitos sobre los orígenes del cosmos en Grecia y en Egipto, ésta se funda en la presencia del agua y de la tierra originarias.
En todas las culturas (desde Mesopotamia e Israel hasta Grecia y Egipto), en los inicios érase el agua. De las aguas surgieron los dioses y todos los componentes del universo.
Mas, así como las aguas son una materia, y una divinidad central en Grecia, es la tierra que emerge de las aguas la verdadera madre divina en Egipto. Las aguas, en Grecia, eran las del Caos: una falla insondable, húmeda, oscura y batida por los vientos, abierta en no se sabe qué materia (Gea, la tierra, ya existía también, mas la falla, la herida, la apertura: Caos, no se producía o no residía en Gea; Gea y Caos, ambos, existían antes de los tiempos), una falla que lo era todo, es decir, una materia informe entreabierta o que se entreabría para, al igual que una gran matriz cósmica, expulsar, literalmente vomitar, a los sucesivos dioses.
En Egipto, las aguas estaban desde siempre. Mas, lo que alumbró a la creación fue una isla en el Nilo, un montículo emergido de las aguas que, al ser alumbrado por los rayos del sol, generó una flor de loto que, al abrirse, dio nacimiento a todos los dioses. Este montículo primordial, sobre el que el dios Ptah, de la arquitectura, fundó la primera ciudad, Menfis, fue evocado u honrado, recordado por toda la arquitectura egipcia. Los obeliscos simbolizaban ya sea los rayos del sol posándose en la isla madre, ya sea éste ascendiendo de las aguas, como también fijaba para la eternidad este momento fundacional los pilones, las fachadas de los templos, cuyas caras, frontales y laterales, inclinadas, se asemejaban bien a la tierra que sobresalía de las aguas; aguas también recordadas, pero en menor medida, en los estanques adosados a los templos.
La madre divina en Grecia era una hondonada, un espacio cóncavo. En Egipto, por el contrario, una protuberancia, un espacio convexo.
¿Qué ocurría en Mesopotamia?
Érase una vez An, el dios padre del Cielo. El relato mítico La "Discusión entre Ashnan y Lahar" cuenta que los hijos del Cielo, los dioses celestiales, llamados colectivamente los Annunaki, engendrados en la "montaña del cielo y de la tierra" se comportaban como animales. Iban desnudos, y desconocían el pan, por lo que rumiaban hierba como las ovejas y bebían de los pozos. Eso era debido a que, en los tiempos de los inicios, las diosas de la agricultura y de la ganadería, llamadas Ashnan y Lahar, no habían sido aún engendradas, al igual que Uttu, la diosa tejedora. Los cereales no brotaban, los rebaños no se formaban, la leche no se recogía, la masa de harina y agua no fermentaba. Los signos evidentes de la civilización, del control del medio natural, de su aplacamiento o domesticación, no se habían manifestado aún.
El cielo, An, se compadeció de sus hijos. No podían quedar reducidos a alimañas, ni morirse de hambre: el agua y los pastos no saciaban, como lo harían los cereales y la leche.. Fue entonces cuando alumbró a la raza humana (le concedió el hálito, el "espíritu": zi, que significa vida o soplo, en sumerio, lo que implica que los humanos ya existían, poro aún no eran verdaderamente humanos, nada sabían hacer, al igual que los dioses, por otra parte) para que cultivara la tierra y cuidara de los rebaños a fin de alimentar como era debido a los dioses a través de ofrendas y sacrificios.
Las diosas Ashnan y Lahar fueron engendradas en un lugar especial, llamado Duku o du6-kù.
Duku era un lugar cósmico. Estaba situado en el horizonte, allí donde el cielo descansa sobre la tierra. Se trataba de una preciada posesión del dios Nabu, una divinidad babilónica y asiria de la escritura, nieta de Enki o Ea, dios de la arquitectura.  Nabu también mandaba sobre Lalgar, otro espacio cósmico, situado en los confines del mundo. Equivalía, o se asemejaba al Apsû (Abzu), las aguas de la sabiduría o primordiales, en cuyo seno moraba Enki.  Duku, así, podía ser representado como un gran depósito de aguas turbias, cargadas de limo, la aguas de la vida. El que un epíteto o calificativo de Duku fuera kur, que significa el inframundo, corroboraría la condición ancestral de Duku, y su asociación con las profundidades, con las aguas sabias e infernales: de la oscuridad nació la luz, y para que los entes se animaran, era necesario que las almas preexistieran, lo que implicaba que tuvieran una morada: el inframundo, de la que ascenderían para vivificar la creación. Los muertos antecedían a los vivos, precisamente para darles vida.
Sin embargo du6-kù puede traducirse como caverna, hondonada, cavidad brillante ( significa sagrado. La sacralidad que trae procede, o se simboliza, por el brillo, un brillo metálico, que refleja el sol, deslumbrante - se traduce también por brillante así como por metal o metálico). Pero du6 también, paradójicamente, significa montículo; un montículo, destacado en el horizonte, causado por el desmoronamiento o las ruinas de estructuras anteriores (las ruinas se decían du6).
Du6, en este sentido, evoca tanto la muerte (la ruina) cuanto la vida que su brillantez despliega. Se alza, como un entes cósmico que respira, pero se compone de los restos de entes anteriores fallecidos. Vida y muerte confluyen en Duku. Se trata, así, de un lugar esencial. Similar a las aguas de la sabiduría , así como de la primera tierra. Posiblemente, Duku fuera las marismas del delta del Tigris y el Éufrates -una tierra baja, en contacto con el cielo-, donde las cañas caídas, podridas, alzaban -y alzan- islas naturales sobre las que se puede edificar, sobre las que, de hecho, fueron construidas las primeras ciudades, signo que la naturaleza había sido domada, la tierra cultivada y los animales domesticados. Era lógico, entonces, que las diosas de los cereales y de los rebañas fueran engendradas en Duku: un espacio esencial, símbolo de vida, de la vida verdadera, que no se olvida de la muerte, muerte que, a su vez, alumbra a la vida.