miércoles, 2 de enero de 2013
EL GÉNESIS BÍBLICO: LA PROCREACIÓN DE ELOHIM
Letra Pé hebrea
El texto en hebreo del inicio del Génesis revela una concepción de los orígenes del mundo que quizá no sean exactamente los que la Biblia en latín (la Vulgata) -fuente de las Biblias modernas- sostiene. En este caso, la traducción del hebreo al griego, y del griego al latín- ha acabado por dar una imagen distinta de lo que aconteció según el imaginario oriental.
Si una traducción moderna como el texto de la Biblia de Jerusalén explica: "la tierra era caos y confusióm por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas",
el texto "original" enuncia: "tierra vacío soledad / negro sobre los fondos / soplo de dios / movimiento sobre las aguas".
Ya comentamos en una entrada anterior el trasfondo del primer verso, y qué podía evocar.
Fijémonos que los versos segundo y cuarto se estructuras del mismo modo. Se describe la superposición de dos elementos: "negro", y "movimiento", frente a "los fondos", y "las aguas". Se intuye que el versos segundo desemboca en el cuarto a través de lo que indica el tercero: soplo de dios. Éste parece convertir lo descrito en el verso segundo en lo que muestra el cuarto. Por tanto, existe una oposición interna en cada verso, y una oposición entre ambos versos; oposición causada por la llegada del tercer verso.
La preposición "sobre" traduce el hebreo paniym: este término significa, literalmente, cara, faz; también superficie (es decir: sobre o ante la faz); finalmente, cara a cara. Se trata de un término que establece una relación, en apariencia, visual, entre dos entes activos que se miran -y se evalúan: así, el negro (o las tinieblas) se encaran con los fondos (o el abismo), y el movimiento con las aguas. Los elementos de cada verso pueden relacionarse porque son "sustancialmente" idénticos o semejantes. El erebo rima con un pozo sin fondo, y el movimiento con las aguas corrientes. El soplo de dios permita pasar de la oscuridad al movimiento, de la quietud al temblor, del "vacío" o "silencio" a la vibración.
Paniym se compone con la letra hebrea Pie (o Pe): la Pi griega, la "P" latina. Pie o Pé significa también, en hebreo, boca. El dibujo de la letra muestra una cavidad bocal de la que brota el sonido, la vibración o el hálito. Se trata de una fuerza que emana de la cavidad en la que se ha generado, cavidad que amplifica la "presencia" o resonancia del sonido o del soplo. La letra muestra la boca abierta: es decir, lista para emitir lo que brota del interior, o emitiéndolo. Lo que la boca expulsa permite que la quietud se anima, y que del erebo emerja, sino la luz -nada se dice aún de la luz, que aparece en los versos sucesivos no citados-, la vibración: el movimiento ondulante de las aguas, el correr o el discurrir de las aguas, necesariamente fecundantes.
Para nosotros paniym -cara o frente a frente- nombra la relación entre dos caras -un encaramiento requiere la presencia de dos entes que se enfrentan: se miran, se observan, se miden: entes que no se temen -y que, por tanto, temen enfrentarse; son entes que saben que son igualmente poderosos; entes vivos de igual importancia.
Por tanto, el órgano que regula la relación debería ser la vista. Encararse, hoy, significa, no tanto situarse frente a frente, sino mirarse intensamente. Sin embargo, en hebreo, paniym significa más bien interrogar o inquirir. En este caso, se está atento a lo que el otro, frente a mí, me va a decir. Panyim nombra la acción de prestarse a escuchar al otro.
Así que el negro está a la escucha del silencio abismal de los fondos, y el movimiento del rumor de las aguas. Al mismo tiempo, la negra pareja "infernal" -negro & fondos- abre bien los sentidos -vista y oído-, agudiza los sentidos, del oído, sobre todo, para estar a la escucha de lo que la pareja "vital" -movimiento & aguas- le comunica.
Esta relación entre la oscuridad y el movimiento se establece gracias al soplo de dios, y consiste en estar atento al rumor de las aguas en movimiento.
Lo que permite establecer dicha relación, que la noche esté atenta a la vibración, es, como hemos dicho, el soplo de dios, es decir la rûah -que, en griego, se traduce por pneuma, y, en latín, por spiritus (lo que exigiría un estudio de las resonancias de ambos términos, y del imaginario evocado). Rûah es uno de los cuatro elementos: corresponde al aire, en griego y en latín. Se trata, así, de un elemento vital. Elemento que brinda la vida y, por tanto, anima, la creación: una creación divina, en los inicios, inanimada o incompleta, y que requiere sucesivas correcciones. Al mismo tiempo, este elemento permite establecer conexiones entre entes desgajados. Reúne los componentes cósmicos: los hace entrar en vibración.
Rûah es un ente femenino. Está relacionado con el hebreo rehem: significa corazón (de ahí que se traduzca también por misericordia o gracia, pues se trata de una fuerza o "sentimiento" que mana del corazón), pero también "útero".
Rûah fecunda el mundo; el movimiento está alumbrado, provocado o despertado por la fuerza vital, el poder engendrador de rûah. La noche se anima, los primeros signos de vida despuntan.
Yahvé -Elohim, en verdad, cuando se nombra a la divinidad poseedora de la rûah- actúa como una fuerza que concibe y da a vida. Se comporta como una diosa madre de cuyas entrañas emerge el cosmos. Literalmente, lo alumbra. El cosmos emerge del interior de la divinidad: es expulsado, como la palabra brota de la boca, o un hijo del vientre de una madre.
Antes de la intervención de Elohim, dos entes inertes están a la escucha el uno del otro; tras el parto, éstos mismos se animan y se escuchan: establecen un par vivo y vital, una dualidad creativa.
El génesis es un parto, que se descubre a través de los primeros sonidos que animan y revelan que el mundo ha nacido.
Zbigniew Rybczynsl (1949): Yoko Ono - Hell in Paradise (1985)
Artista recordado por Summa Nocturnalia.
Tocho mostró el clásico Tango (1987), ganador de un Óscar al mejor corto de animación, el 5 de mayo de 2010
martes, 1 de enero de 2013
lunes, 31 de diciembre de 2012
EL ARCA
Desde finales del siglo XIX se sabe que el relato bíblico del diluvio tiene un origen mesopotámico. En concreto fue tomado del mito acadio del sabio y fiel Atrahasis, escogido por Enki, su dios, para salvar a la humanidad del diluvio, que también se halla en el babilónico Poema de Gilgamesh, y que, en último término procede de un mito sumerio o en sumerio, el mito del sabio Ziuszudra, cuyo texto no ha llegado entero hasta nosotros.
Las palabras con las que se nombra el arca, en el Génesis, arrojan luz sobre lo que este objeto debía significar o evocar.
La Biblia de los Setenta (o Biblia en griego) utiliza el sustantivo kibootos. Significa, literalmente, caja. Mas este término traduce, en verdad, dos sustantivos distintos, aunque sinónimos, hebreos: tenáh y arôn. El primero corresponde al ma2-gur8-gur8, o magur sumerio: se trata de una gran nave (tal es la traducción literal), con la que se nombra el objeto (una caja o arca) que Utnapishtim, o Atrahasis -según qué mitos mesopotámicos- construye, por indicación de Enki, y siguiendo los planos trazados y entregados por este dios. Toda vez que ma2-gur8 también significa una figura geométrica desconocida, quizá un cubo, la propia palabra "arca" bien denota la forma o volumen de este objeto, tal como lo describen los mitos mesopotámicos: un arca cúbica: una figura perfecta, símbolo de la tierra.
El arca bíblica también es una caja cúbica. Pero el término tenáh no conlleva inivitablemente esta forma.
Lo verdaderamente significativo es que tenáh es utilizado en otro contexto. Casi se puede intuir: se trata del moisés -cuna o esquifo- en el que el recién nacido Moisés es depositado por su madre y entregado a las aguas del Nilo para escapar a la furia del Faraón. Tenáh es, así, también una cuna: un lugar dónde se nace, se renace o se vive o sobrevive. Se trata de la cuna o el origen de la vida, un espacio originario, lo que, por cierto, casa bien con la descripción del magur (el arca) sumeria, comparada con el abzu, el recipiente receptáculo de las aguas sapienciales y primordiales en dónde la vida se engendró y de la que emergió.
El griego kibootos también traduce el hebreo arôn, como hemos mencionado. Esta palabra no significa arca sino cofre. Designa el sarcófago, es decir el objeto antitético que tenáh nombra. De la cuna a la tumba. El círculo de la vida queda enmarcado por ambos términos, tenáh y arôn, ambos traducidos por el griego kibootos.
Esto, sin duda, significa que el arca bíblica, para un griego, poseía ambas connotaciones. Era, al mismo tiempo, la cuna de la vida, y el receptáculo que acunaba a los muertos. Ambos conceptos estaban relacionados. La cuna conducía a la muerte, y la tumba alumbraba el difunto a una nueva vida.
El agua, en el imaginario greco-oriental, poseía ambas virtudes: alumbraba y ahogaba. El agua era una fuente de vida y una imagen infernal.
Navegar sin rumbo, como el moisés del patriarca, o el arca de Noé, significa morir; morir con respeto a la vida que se tenía anterior, a una vida anterior. Mas esta muerte desembocaba en una nueva vida: el arca llegaba a buen puerto, permitía descender sin problemas y repoblar la tierra, como cuentan los mitos mesopotámicos y bíblicos del diluvio. Dicho regeneración de la tierra solo era posible tras la ruptura con la vida o el estado anterior, es decir, porque el arca era a la vez una tumba y la cuna de una vida renovada.
Finalmente arôn también significaba joyero. Se trataba de una caja que contenía tesoros. Esta palabra designaba así el "arca" de la alianza. Simbolizaba -y encerraba- la unión entre dios y los hombres, lo que garantizaba a éstos una nueva vida, alumbrada por la divinidad. El arca de la alianza, que un templo portátil, y un sagrario, permitía que la divinidad estuviera entre los humanos, y les guiara por el "buen" camino, llevándoles, sanos y sanos, durante la travesía del desierto -una travesía que implicó la muerte con un estado o condición anterior, las condiciones de vida en Egipto, y que duró cuarenta años, equivalentes a los cuarenta días que, según el Génesis, cayó el diluvio-.
El arca, así, era lo que mantenía a la humanidad en vida, y les aseguraba una vida futura, más allá de la muerte que la misma arca causaba: mantenía el ciclo de la vida de nacimientos y renacimientos.
Las palabras con las que se nombra el arca, en el Génesis, arrojan luz sobre lo que este objeto debía significar o evocar.
La Biblia de los Setenta (o Biblia en griego) utiliza el sustantivo kibootos. Significa, literalmente, caja. Mas este término traduce, en verdad, dos sustantivos distintos, aunque sinónimos, hebreos: tenáh y arôn. El primero corresponde al ma2-gur8-gur8, o magur sumerio: se trata de una gran nave (tal es la traducción literal), con la que se nombra el objeto (una caja o arca) que Utnapishtim, o Atrahasis -según qué mitos mesopotámicos- construye, por indicación de Enki, y siguiendo los planos trazados y entregados por este dios. Toda vez que ma2-gur8 también significa una figura geométrica desconocida, quizá un cubo, la propia palabra "arca" bien denota la forma o volumen de este objeto, tal como lo describen los mitos mesopotámicos: un arca cúbica: una figura perfecta, símbolo de la tierra.
El arca bíblica también es una caja cúbica. Pero el término tenáh no conlleva inivitablemente esta forma.
Lo verdaderamente significativo es que tenáh es utilizado en otro contexto. Casi se puede intuir: se trata del moisés -cuna o esquifo- en el que el recién nacido Moisés es depositado por su madre y entregado a las aguas del Nilo para escapar a la furia del Faraón. Tenáh es, así, también una cuna: un lugar dónde se nace, se renace o se vive o sobrevive. Se trata de la cuna o el origen de la vida, un espacio originario, lo que, por cierto, casa bien con la descripción del magur (el arca) sumeria, comparada con el abzu, el recipiente receptáculo de las aguas sapienciales y primordiales en dónde la vida se engendró y de la que emergió.
El griego kibootos también traduce el hebreo arôn, como hemos mencionado. Esta palabra no significa arca sino cofre. Designa el sarcófago, es decir el objeto antitético que tenáh nombra. De la cuna a la tumba. El círculo de la vida queda enmarcado por ambos términos, tenáh y arôn, ambos traducidos por el griego kibootos.
Esto, sin duda, significa que el arca bíblica, para un griego, poseía ambas connotaciones. Era, al mismo tiempo, la cuna de la vida, y el receptáculo que acunaba a los muertos. Ambos conceptos estaban relacionados. La cuna conducía a la muerte, y la tumba alumbraba el difunto a una nueva vida.
El agua, en el imaginario greco-oriental, poseía ambas virtudes: alumbraba y ahogaba. El agua era una fuente de vida y una imagen infernal.
Navegar sin rumbo, como el moisés del patriarca, o el arca de Noé, significa morir; morir con respeto a la vida que se tenía anterior, a una vida anterior. Mas esta muerte desembocaba en una nueva vida: el arca llegaba a buen puerto, permitía descender sin problemas y repoblar la tierra, como cuentan los mitos mesopotámicos y bíblicos del diluvio. Dicho regeneración de la tierra solo era posible tras la ruptura con la vida o el estado anterior, es decir, porque el arca era a la vez una tumba y la cuna de una vida renovada.
Finalmente arôn también significaba joyero. Se trataba de una caja que contenía tesoros. Esta palabra designaba así el "arca" de la alianza. Simbolizaba -y encerraba- la unión entre dios y los hombres, lo que garantizaba a éstos una nueva vida, alumbrada por la divinidad. El arca de la alianza, que un templo portátil, y un sagrario, permitía que la divinidad estuviera entre los humanos, y les guiara por el "buen" camino, llevándoles, sanos y sanos, durante la travesía del desierto -una travesía que implicó la muerte con un estado o condición anterior, las condiciones de vida en Egipto, y que duró cuarenta años, equivalentes a los cuarenta días que, según el Génesis, cayó el diluvio-.
El arca, así, era lo que mantenía a la humanidad en vida, y les aseguraba una vida futura, más allá de la muerte que la misma arca causaba: mantenía el ciclo de la vida de nacimientos y renacimientos.
domingo, 30 de diciembre de 2012
Jonas Geirnaert (1982): Flat-Life (Vida en un piso, 2004)
FLAT-LIFE por jwj
El mejor, más absurdo y certero croquis, lleno de humor, de la vida en un bloque de pisos.
Raoul Servais (1928): Harpya (1979)
La obra maestra del belga Servais, artista -pintor y dibujante- y, sobre todo, animador, está considerada como una de los quince mejores cortos de animación de la historia.
Lamento por la destrucción de Ur: una nueva versión
Los lamentos por la destrucción de ciudades constituyeron un género literario, escrito en sumerio, en Mesopotamia, durante el tercer milenio.
Los ataques a ciudades y las tomas que sufrían se explicaban por el abandono de la urbe a su suerte por parte de las divinidades que las protegían y moraban hasta entonces en ellas. Ese inesperado e irreparable desapego era debido a una grave falta cometida por el rey: la soberbia, cuando, por ejemplo, había tratado de edificar en un lugar proscrito por el cielo o incluso no escogido por éste.
En cuanto los dioses partían, los enemigos se abatían sobre la ciudad, saqueaban, incendiaban y derribaban los edificios, reducían los habitantes a la esclavitud o los ejecutaban. Una vez la falta expiada, el cielo enviaba un salvador: un rey, que fundaba un nuevo linaje. Congraciado con la divinidad principal, podía restaurar las estructuras y el poder de la urbe.
La exposición Antes del diluvio. Mesopotamia 3500-2100 aC, en Caixaforum (Barcelona), está -sorprendente y felizmente- tomada por el público (la foto corresponde al sábado 29 de diciembre).
Mas los niños, a veces descontrolados, parecen venidos directamente de las montañas. Y, así, por ejemplo, arrancan y se llevan de recuerdo el templo que se alzaba sobre el zigurat, en la maqueta, hoy mutilada, de la ciudad de Ur, construida para la muestra.
La restauración, por suerte -a cargo de Marc Marín-, tardará menos que en la realidad.
No sé si la cólera de dios privará al templicida de regalos de Reyes.
Los dioses mesopotámicos podían ser terribles. Como bien supieron los que vivieron cuando el diluvio. El martes se anuncia un brusco, quizá brutal, cambio de tiempo (de ¿humor divino?) -en Barcelona-.
¡Ah, Ur! De nuevo en ruinas:
"la tormenta violadora arrasó la tierra. Como un diluvio destruyó completamente la ciudad. La tormenta que aniquila la tierra silenció la ciudad. La tormenta que hará que todo se desvanezca llegó causando daño y el mal. La tormenta destructiva como el fuego se abatió sobre las personas." (Lamento por la destrucción de Ur, v. 193 y ss.)
Fotos: Marc Marín (29 de diciembre)
NB: El castigo ha llegado. La profesora de la universidad de Bagdad, la dra. Ghada Siliq, acaba de escribir que se circula hoy en barca por Bagdad, tras un verdadero diluvio.
Qué nos espera pues en Barcelona. Con la que ya está cayendo.
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