domingo, 27 de enero de 2013
Jirí Barta (1948): Projekt (El proyecto, 1981)
... o una historia de terror -o deprimente, acorde con la realidad, española, por ejemplo-, finalmente.
Artavazd Ashoti Peleshyan (1938): Inhabitants (Los habitantes, 1970)
Extraordinaria y experimental película documental, del cineasta armenio Pelechian, sobre el inevitable conflicto entre el habitar, que implica posesión, desgaste y lucha, y la tierra, entre el deambular y el asentar, la quietud y el movimiento, la quietud y el pánico, conflictos cuya gestión o resolución están el el corazón del hábitat y le dan sentido: hábitat que tranquiliza, pero llega a oprimir, que concluye un largo viaje -y que puede acabar en la primera morada que, quizá, se vuelve a la vez la última.
Greg Goodman: The Construction of Ruins (1982)
Sobre la obra de este pianista norteamericano de free jazz y música experimental (escúchese sobre todo la parte 3), que ha tocado con John Cage, cuya obra está siempre o casi siempre improvisada, véase:
http://metropolis.free-jazz.net/the-beak-doctor-greg-goodman/label-portraits/53/
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Modern Art,
música y arquitectura
sábado, 26 de enero de 2013
Joaquín Sanmartín: Acerca de los "sumerios"" (2011). Conferencia en Caixaforum, Barcelona, 29 de enero de 2013
Documental Sanmartin 1 from pedro azara on Vimeo.
Documental Sanmartin 2 from pedro azara on Vimeo.
España apenas ha tenido misiones arqueológicas en el Próximo Oriente, y ninguna en el periodo entreguerras cuando toda la zona pertenecía a los poderes coloniales franceses y británicos. hoy, existen misiones en Siria (hasta hace poco) y el Líbano. Ninguna, que yo sepa, en Irán ni en Iraq. La restauración de la ciudadela omeya de Amann sí corría a cargo del Ministerio de Cultura español (cuando éste tenía dinero).
Sin embargo, aunque la máxima autoridad sobre la cultura en sumerio vive habitualmente en Chicago, pero es español: el catalán Miquel Civil (de la Universidad de Barcelona). Todos los asiriólogos se inclinan justamente ante él.
Del mismo modo, ¿quién no reverencia a Joaquín Sanmartín (también del Institut del Pròxim Antic, de la Universidad de Barcelona: IPOA-UB), estudioso del acadio?
Sus agudos comentarios acerca de la creación del pueblo sumerio, distinto del acadio (el acadio era una lengua semita), a quien se le atribuía todas los fundamentos de la cultura (occidental, esto es, aria), por parte de estudiosos y arqueólogos antisemitas o directamente nazis, en la Alemania de los años 20 y 30, también ayudaron mucho a configurar el esquema de la exposición Antes del diluvio. Mesopotamia 3500-2100 aC, en Caixaforum (Barcelona & Madrid, 2012-2013), a tener una nueva mirada a este período y las culturas mesopotámicas arcaicas, y a entender mejor la historia que subyace al descubrimiento y la interpretación del obrar del sur de Mesopotamia en los cuarto y tercer milenios.
Joaquín Sanmartín (Profesor Emérito de la UB) imparte una conferencia sobre el Poema de Gilgamesh -su traducción comentada en castellano ha marcado un hito-, Martes 29 de enero, en el auditorio de Caixaforum, Barcelona, a las 19.30.
La conferencia se repetirá en Caixaforum de Madrid, cuando la muestra se traslade allí, jueves 16 de mayo, a las 19.30.
viernes, 25 de enero de 2013
Vida en el Edén
"Paradeisoo ergadzesthai" (Gn 2, 15) , "ergadzesthai ten gen" (Gn 3, 23): tales son dos de las órdenes que Elohim da al adán cuando la creación del universo: "trabaja".
Podemos suponer que aquéllas fueron dictadas tras la expulsión del Paraíso. En el imaginario cristiano, el Paraíso era el lugar de las delicias, de cuya tierra, que no era necesario labrar, manaba leche y miel en abundancia, y en la que toda clase de bienes estaban al alcance de la mano. El ser humano era inmortal y no necesitaba "trabajar". Este lugar y esta situación contrastaban con el y la que fueron impuestos tras la "caída" -el "pecado original": ganarás el pan con el sudor en la frente; te pondrás a trabajar la tierra, a la que retornarás: barro eres y al barro volverás".
Sin embargo, si echamos una segunda mirada a ambas órdenes, descubrimos que la primera es una orden para trabajar en el Paraíso, y la segunda para trabajar la tierra (gea). ¿Trabajar en el Paraíso?
En efecto, la concepción del Génesis -y de los tiempos primigenios- que se ha ido imponiendo tras la versión latina del Antiguo Testamento, en el siglo IV dC, no siempre refleja lo que el texto original afirma. Incluso la versión de la Biblia de los Setenta, en griego, antes citada, presenta notables diferencias con respecto a la posterior versión latina.
Elohim moldeó al adán -es decir, a los seres humanos- para que cuidaran del Paraíso: tenían que trabajar en él, y trabajarlo. La vida de molicie que las miniaturas medievales y la pintura renacentista impusieron nada tenía que ver con lo que el Génesis originario describe. El ser humano no era inmortal -y no perdió la inmortalidad tras la caída. Por el contrario, era un ser mortal, sometido al ciclo de los tiempos, y tenía que trabajar la tierra. La única diferencia entre el trabajo paradisíaco y el trabajo fuera de este recinto residía en la dureza del trabajo, es decir en la existencia de zarzas o malas hierbas fuera del Edén que entorpecían o alargaban la labor diaria.
La caída tampoco trajo el mal ni una condena absoluta. Elohim siguió considerando que lo que había creado estaba bien. La imagen divina plasmada en el ser humano no se había desdibujado. Antes bien, mejoró, ya que el adán había probado el fruto del árbol del conocimiento -aunque no de la vida, lo que le habría otorgado la inmortalidad-, por lo que, como bien se dice Elohim a sí mismo, el adán se ha vuelto más semejante a Él de lo que era. Lo que el adán buscaba -o lo que la serpiente le ofrecía era el discernimiento, asociado a la inmortalidad. Por tanto, el adán no adquirió una mortal condición. Ya la poseía desde la creación. por eso tenía que trabajar.
La condena, tras la desobediencia, no implicaba la aparición del trabajo sino tan solo un endurecimiento del trabajo, un empeoramiento -soportable- de las condiciones laborables. Pero el adán nunca fue un ser inmortal -por lo que la muerte de Cristo no tuvo sentido, o no tuvo el sentido que Pablo afirma tuvo, ya que no pudo rescatar a la humanidad de la muerte, ya que ésta era consustancial con ella.
Podemos suponer que aquéllas fueron dictadas tras la expulsión del Paraíso. En el imaginario cristiano, el Paraíso era el lugar de las delicias, de cuya tierra, que no era necesario labrar, manaba leche y miel en abundancia, y en la que toda clase de bienes estaban al alcance de la mano. El ser humano era inmortal y no necesitaba "trabajar". Este lugar y esta situación contrastaban con el y la que fueron impuestos tras la "caída" -el "pecado original": ganarás el pan con el sudor en la frente; te pondrás a trabajar la tierra, a la que retornarás: barro eres y al barro volverás".
Sin embargo, si echamos una segunda mirada a ambas órdenes, descubrimos que la primera es una orden para trabajar en el Paraíso, y la segunda para trabajar la tierra (gea). ¿Trabajar en el Paraíso?
En efecto, la concepción del Génesis -y de los tiempos primigenios- que se ha ido imponiendo tras la versión latina del Antiguo Testamento, en el siglo IV dC, no siempre refleja lo que el texto original afirma. Incluso la versión de la Biblia de los Setenta, en griego, antes citada, presenta notables diferencias con respecto a la posterior versión latina.
Elohim moldeó al adán -es decir, a los seres humanos- para que cuidaran del Paraíso: tenían que trabajar en él, y trabajarlo. La vida de molicie que las miniaturas medievales y la pintura renacentista impusieron nada tenía que ver con lo que el Génesis originario describe. El ser humano no era inmortal -y no perdió la inmortalidad tras la caída. Por el contrario, era un ser mortal, sometido al ciclo de los tiempos, y tenía que trabajar la tierra. La única diferencia entre el trabajo paradisíaco y el trabajo fuera de este recinto residía en la dureza del trabajo, es decir en la existencia de zarzas o malas hierbas fuera del Edén que entorpecían o alargaban la labor diaria.
La caída tampoco trajo el mal ni una condena absoluta. Elohim siguió considerando que lo que había creado estaba bien. La imagen divina plasmada en el ser humano no se había desdibujado. Antes bien, mejoró, ya que el adán había probado el fruto del árbol del conocimiento -aunque no de la vida, lo que le habría otorgado la inmortalidad-, por lo que, como bien se dice Elohim a sí mismo, el adán se ha vuelto más semejante a Él de lo que era. Lo que el adán buscaba -o lo que la serpiente le ofrecía era el discernimiento, asociado a la inmortalidad. Por tanto, el adán no adquirió una mortal condición. Ya la poseía desde la creación. por eso tenía que trabajar.
La condena, tras la desobediencia, no implicaba la aparición del trabajo sino tan solo un endurecimiento del trabajo, un empeoramiento -soportable- de las condiciones laborables. Pero el adán nunca fue un ser inmortal -por lo que la muerte de Cristo no tuvo sentido, o no tuvo el sentido que Pablo afirma tuvo, ya que no pudo rescatar a la humanidad de la muerte, ya que ésta era consustancial con ella.
jueves, 24 de enero de 2013
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