sábado, 7 de diciembre de 2013

El simbolismo del templo griego, II

Tras haberse enfrentado a Poseidón por la posesión del Ática, en el inicio de los tiempos, y tras haber rechazado los avances del cojo Hefesto, limpiándose, con un mohín de asco, el semen eyaculado sobre su muslo, caído sobre Gea, la tierra, y dando a luz a Erictonio, un ser con cuerpo de serpiente que se convertiría en el primer autóctono ("nacido de la tierra"), el primer rey de Atenas, la diosa Atenea se instaló en lo alto del acrópolis, y se convirtió en la diosa protectora de la ciudad de Atenas.
Atenas era la patrona de los constructores de naves. Gracias a su presencia, Atenas se forjó un imperio marítimo. La obra maestra de la diosa era la nave Argo, ensamblada por el artesano Argo a quien Atenea inspiró y ayudó, una nave dotada de palabra, en la que Jasón y los Argonautas partió hacia Oriente en pos del Vellocino de oro, guardado por un dragón en un jardín de la Cólcide.
Los carpinteros y, por tanto, los arquitectos -ambos trabajaban la madera-, junto con las tejedores (que enlazaban hilos sobre la urdimbre de un modo parecido a como los arquitectos trenzaban fibras vegetales, ramas y troncos a fin de articular una estructura y unos paramentos de madera) también estaban bajo la protección de Atenea.
Atenea moraba en el Erecteion: allí se hallaba la estatua de culto, un ídolo tosco de madera (un "xoanon"), cuyo aspecto hosco y gastado demostraba bien su antigüedad y su "santidad": no era una imagen amable, pensada y tallada para los seres humanos, sino que su aspecto evocaba bien su alteridad, el que perteneciera al mundo, lejano y ajeno, de los dioses.
Los bienes que los fieles, de Atenas y de las ciudades bajo el control de esta ciudad, ofrendaban a la diosa, se depositaban en el Partenón. Este templo, desmesurado en su última fase -cuyas ruinas se alzan todavía en lo alto de la colina sagrada-, se recortaba en el cielo, y era visible desde la lejanía, el mar, sobre todo. Su fachada principal miraba a Oriente. Proclamaba la superioridad de Atenas sobre los bárbaros, desde las amazonas hasta los persas, venidos de dónde el sol despunta.
El Partenón, pese a sus proporciones de gusto oriental, sigue las pautas de los templos griegos. No es propiamente un templo canónico, toda vez que aúna órdenes dórico y jónico, pero sí que se compone de una cámara central -que acogía una deslumbrante estatua, hecha de marfil y de oro, de la diosa, de casi veinte metros de alto,  y el tesoro de Atenea en el que se acumulaban todos los bienes ofrendados-, y un pórtico con filas de columnas equidistantes.
El modelo del templo griego, pese a que estudiosos han tratado de hacerlo derivar de la arquitectura egipcia, no parece tener raíces más que en su propia forma. Se trataba, muy posiblemente, de una forma original: un nave cerrada -el acceso, no solo al tesoro, sino a la imagen o la estatua de culto  de la divinidad, estaba vetado a los mortales; la divinidad moraba en sus aposentos, indiferente a la suerte de los mortales que vivían y se ufanaban a sus pies, en la ciudad baja, alrededor del ágora- rodeada de filas de pilares.
Esta forma, ¿responde a cuestiones funcionales -el soporte de una techumbre que cubre la cámara sagrada, o puede entenderse como un símbolo, una imagen secreta de alguna verdad que se comunica a través de dicha forma, y de su ubicación, su relación con el espacio?

Se ha escrito a menudo que el templo cristiano, organizado a partir de un espacio central que conduce al altar, y por el que, contrariamente al templo griego, los humanos sí pueden circular -el templo cristiano es un lugar de acogida, en el que mortales e inmortales hallan un espacio de encuentro, en el que comulgan o comparten valores-, es una reproducción, en tanto que espacio que no rechaza a ningún ser vivo, y espacio en el que todo viviente se siente protegido, tanto del Edén, cuanto del Arca (de la Alianza, como de Noé). Por eso, el espacio de encuentro, llamado nave, se asemeja a una barca invertida. Los arcos de medio punto de las bóvedas góticas, paradigmáticas, en el imaginario cristiano, de la iglesia, son la réplica, ampliada al tamaño del universo, de las armaduras que configuran y sostienen el  casco del bajel.

La metáfora naval no es exclusiva del templo cristiano. El templo griego también recuerda a una barca. La imagen es quizá aún más evocadora gracias a las filas perimetrales de las columnas que se asemejan a remos. Esta comparación parece desencaminada. Mas, en la Grecia antigua, como bien recuerda Robert Hahn, los remos, que se desplazan conjunta y velozmente sobre la espuma del mar, eran comparados con una bandada de aves migratorios -como por ejemplo, las grullas, que guiaban a los navegantes-, y el término que designa el espacio porticado, pteron, significa, en verdad, ala. Aun hoy en día, ¿no designamos las partes de un edificio con el término de ala?

Si esa asociación entre el templo y una barca de remos fuera justa, el templo griego sería considerado no solo como un vehículo que sortea el espacio infranqueable entre mortales e inmortales, sino que también recuerda la nave en la que los colonos -salvo los autóctonos- han venido para fundar una ciudad e instalarse para siempre. Los efímeros -nombre con el que se designaban a los mortales- siempre vienen de otro lugar. Su vida es un tránsito. Navegan del sol naciente al ocaso. Su paso por la tierra es fugaz. apenas se instalan, declinan y desaparecen. Se diría que una nave los arrastra sin cesar. El templo recuerda la nave de la tierra. Recuerda al ciudadano de dónde vino. le recuerda que no es de esta tierra, de ninguna tierra. Le recuerda que está en tránsito. Solo los dioses son lugareños -y no todos; dioses tan cercanos a los mortales como Dionisos también están de paso, entre Oriente y Occidente, precisamente. Del mismo modo que el sol, que despunta y se hunde n el piélago, se desplaza en una barca, así también los efímeros bogan un es esquifo frágil.
Pero la nave de las alturas que es el templo griego, es de piedra o de mármol. Es una nave sólida como una roca. Aunque parezca desplazarse en los aires, sobre cuando centellea bajo la luz y sobre la neblina húmeda que cubre la ciudad baja portuaria, el templo parece varado para siempre. De este modo, ayuda a que el ser humano se sienta en confianza. El templo le recuerda de dónde vino, le recuerda que vino de otro lugar, otra ciudad, la ciudad natal. y le recuerda que su estancia es temporal. Ha bajado por unas horas, mas la nave partirá pronto. Pero, al mismo tiempo, la nave es tan sólida y parece tan bien anclada -los edificios, como las barcas, se anclan para que el tiempo, la corriente del tiempo y el olvido no los arrastre- que los mortales, los ciudadanos, se sienten seguros, siendo conscientes que su estancia es transitoria.
El templo griego acoge a la divinidad. Es la morada de la divinidad. Pero está concebido y construido para inspirar al moral una sensación, temporal pero reconfortante. de cobijo, de una vida, perecedera, pero plena. El templo es lo que permite que los mortales crean, por un momento, que son inmorales el tiempo de su vida, sin que, por ello, la ilusión les ciegue.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

BOREALS: GRECIA (2012)

BENJAMIN BRITTEN (1913-1976) & LENNOX BERKELEY (1903-1989): MONT JUIC (1937)


https://play.spotify.com/album/2eQf4gcnFfmeOXRjiFnXZ2

Un obra sinfónica, basada en temas populares catalanes, algunos muy reconocibles, dedicada a uno de los montes de Barcelona, compuesta durante la guerra civil española, quizá no muy conocida.

Se puede escuchar en su totalidad en Spotify.

Desconozco si el enlace proporcionado se activa.

El simbolismo del templo griego, I



Maqueta del santuario de Hera en Perachora (s. VII aC), Museo Nacional de Attenas


El primer templo griego, tras el derrumbe la cultura micénica y la "edad oscura", data del siglo VIII aC. Fue desenterrado en Eretria, en la isla de Eubea. Estuvo dedicado a Apolo del Laurel (Daphnephoros). Construido en madera, solo se conservan las trazas en el suelo. Consta de una nave central alargada, cubierta con un techo a dos aguas soportado por una fila de pilares de madera situados al exterior, a lo largo del muro perimetral.
La planta de este templo recuerda la de una casa comunal construida poco antes en la misma isla. La casa del dios sigue las pautas de la casa de los humanos.
Fue en la isla de Samos, situada en un cruce de vías marítimas hacia el Levante y Egipto, donde se levantó, en el siglo VI aC, el primer templo de piedra. Estaba dedicado a la diosa-madre Hera, esposa de Zeus. No se trataba del primer templo, pues se levantó un santuario ya en el siglo VIII aC, con una estructura parecida al templo de Eretria. El templo de piedra se inspiró en la planta y la composición del templo arcaico. Comprendía, como la mayoría de los templos griegos desde entonces, una capilla central, que albergaba la estatua de culto, rodeada por un pórtico con una o dos filas de columnas, tanto en los lados cuanto en las fachadas anterior y posterior.
Ambas islas estaban pobladas por colonos venidos de la costa jónica (hoy en Turquía), influidos por las culturas orientales.  
Se ha especulado que el templo griego de piedra estuvo influido por la arquitectura templaria egipcia, también de piedra. Dejando de lado que la búsqueda de los orígenes de una cultura en otra anterior puede ser estéril, no parece que la relación entre el templo griego y el egipcio sea cierta o lógica. La mayoría de los templos egipcias comprenden, al igual que los templos jónicos, un bosque de columnas, mas éste, en Egipto, se ubica en el interior del templo (la sala hipóstila), no en el exterior.
Es muy probable que el templo griego responda a un modelo original.
¿Significa algo éste?
Este plan no parece responder a las necesidades del culto. La estatua divina se ubica en el interior -el templo es su casa, como bien lo muestra el término con el que se designa un templo, oikos, que significa, literalmente casa, morada-, y el ritual se practica ante o sobre el altar, ubicado siempre ante la fachada del templo.
Se han sugerido dos explicaciones a una forma singular: un cubículo rodeado de columnas.
El templo comprende dos partes distintas: la cámara de la divinidad, en la que solo está autorizado a penetrar el personal que atiende al templo -y que cambia regularmente- para lavar y vestir la estatua divina, a la que nadie puede contemplar debido a que las puertas de la cámara están siempre cerradas, y un espacio porticado que rodea la cámara, por el que se puede transitar. Es decir, el templo comprende un espacio privado, cerrado, y un espacio público que lo envuelve.
La cámara no presenta casi oberturas. Se trata de una caja oscura, una cámara secreta. Pertenece exclusivamente a la divinidad.
Por el contrario, el pórtico circundante es público. Pertenece a la comunidad: éste puede deambular alrededor de la cámara.
El templo, así, posee dos propietarios, cada uno siendo poseedor de una parte del templo. La ciudad controla el pórtico, la cámara está en manos de la divinidad.
Esta división no era nueva en la ciudad griega. De hecho, repite o expresa la estructura dual de la polis. Toda la ciudad baja está en manos de la comunidad, que puede agruparse en el ágora. Por el contrario, la parte alta, la ciudad elevada, ubicada en el acrópolis, está dedicada a la divinidad. El espacio urbano está escindido.
Los ciudadanos son iguales entre sí. tienen los mismos derechos y deberes. Cumplen con las mismas tareas, casi independientemente del linaje y la fortuna. Idealmente, poseen propiedades parecidas. Son, pues, como las columnas de un pórtico: idénticas y equidistantes.
El pórtico del templo, en efecto, representa a los ciudadanos, o a la ciudad entendida como un colectivo. Éste se distingue del colectivo de dioses.
Los ciudadanos son los pilares de la ciudad. De algún modo viven independientemente de los dioses. Éstos dan sentido, centran a la ciudad. Es cierto. Pero dioses y humanos viven ensimismados. Contrariamente a la ciudad mesopotámica perteneciente a los dioses en su totalidad, éstos, en Grecia, moran en un espacio propio y reducido, separado del mundo de los humanos.
El templo expresa y sintetiza la organización social de la ciudad griega. Exhibe -el templo, en lo alto del acrópolis, es visible desde cualquier parte- la presencia de los dioses y la perfecta organización de los humanos, que atienden a los dioses, pero viven también independientemente de éstos. El templo es la morada de la divinidad, pero recuerda a los ciudadanos que la ciudad, bien trabada, es suya.

Bibliografía: McEWEN, I.K.: Socrates´Ancestor, MIT Press, Cambridge, Mass., 1993

NB: Nota redactada el día de la Patrona de los arquitectos, Santa Bárbara.
Agradezco a Jorge Rovira ese dato.

martes, 3 de diciembre de 2013

DAVID SHRIGLEY (1968): THE DOOR (LA PUERTA, 2007)




... o "El origen del mundo" (Courbet).

David Shrigley es uno de los cuatro artistas (animador, músico) finalistas del Premio Turner de arte contemporáneo concedido ayer en el Reino Unido.
Expuso en el Centro de arte Santa Mónica de Barcelona en 2008.

En son de paz (Nasiriyah, Iraq)

Las autoridades municipales de la pequeña ciudad del sur de Iraq, Nasiriyah, al borde del río Eúfrates, cercana a las marismas del delta, han decretado, con motivo de un concurso de arquitectura, que los arquitectos españoles estaban proscritos.
Cuatro españoles nos alojamos en esta ciudad a finales de 2011. Las medidas de seguridad, a cargo del gobierno iraqui, parecían excesivas. No nos dejaban a sol y sombra.
Hoy, quizá, se entienda ese temor.
Nasiriyah albergó una base española durante la invasión de 2003. Un año más tarde, el nuevo gobierno español decretó la retirada de las tropas. Los soldados partieron. Quedaron legionarios. Toda la misión había estado amenazada durante la ocupación y sufrido atentados. Ahora que ésta llegaba a su fin, cuentan las autoridades iraquíes, se habría ido de casa en casa, de puerta en puerta, y se habría ejecutado, con un tiro en la frente, a iraquies que, supuestamente o no, habían asediado a las tropas españolas. ¿Infundio? ¿Verdad? En España algunos no sabemos nada. Quizá nunca sepamos la verdad.
El gobierno español había proclamado la bondad de la presencia española, puesto que no había entrado en combate. ¿Qué responsabilidad tiene el gobierno actual, cuyos miembros pertenecen al mismo partido al que estaban adscritos los ministros y el presidente por el aquel entonces? Algunos de los dirigentes hoy ya gobernaban en 2004.
Silencio.

lunes, 2 de diciembre de 2013

JOHN MARIN (1870-1953), EL PINTOR DE LA CIUDAD NORTEAMERICANA










































La pintura norteamericana de la primera parte del siglo XX trató temas agrícolas y ganaderos: una visión adusta del campo, visto como un severo y virtuoso Eldorado donde se reía poco.
Mas, al mismo tiempo, incluso los mismos artistas dedicados a exaltar los valores del apego a la tierra, retrataron, como nadie la vida urbana. Ni siquiera los Expresionistas alemanes y los pintores de la Nueva Objetividad crearon la imagen o el mito de la pujante ciudad moderna, de la que no obviaron su cara negra.

John Marin es poco conocido en Europa. En los Estados Unidos, empero, se le considera el precursor del Expresionismo Abstracto. Se formó en Europa. Y expuso en el Armory Show, el Salón que cumplió el papel del espacio de un ritual de paso que recorrieron todos los pintores que quisieron despegarse de una tradición considera impropio de captar el mundo moderno. Su obra recuerda a veces a Robert Delaunay, sin la monumentalidad de las grandes composiciones urbanas y luminosas de éste último.
¿Cubista? ¿expresionista? ¿órfico? o tan solo ¿un artista art deco?
Las acuarelas -y los óleos pintados como si de acuarelas se tratara- muestran rascacielos de múltiples facetas que se abren paso en un cielo con tantas caras quebradas como las construcciones, o multiplican los puntos de vista, que se superponen, no tanto para captar la totalidad del ser de las cosas, sino para plasmar la visión parcial y huidiza de la ciudad abordaba a gran velocidad, un mosaico de planos y manchas, que otorgan algo parecido a una unidad al caleidoscopio de impresiones sesgadas y segadas, ya que la ciudad no puede ser comprendida de un golpe de vista, ni se quiere tampoco tener esta imagen estática o congelada. Los edificios se alzan, se abren y estallan como fuegos artificiales. Otros, vistos levantando al cielo la vista admirada, se juntan allá arriba como las nervaduras de altos pilares góticos. Pasaos elevados cruzan en diagonal las vistas como gruesas rayas negras que quisieran poner coto la mirada curiosa, y realzar, en verdad, los rascacielos que emergen y crecen, traslúcidos, como reflejados en las aguas del cielo, por detrás de la vía suspendida. Primeros planos de unos escaparates o unas ventanas en plantas bajas sobresalen, adheridas, a la oscura trama de estructuras, raíles, y bandas de ventanas alargadas que, como el plomo de una vidriera, componen y estructuran la imagen que al mismo tiempo se quiebra en una multitud de planos afilados de color.