(La primera hora del primer día)
Fotos: Tocho, febrero de 2014
Las obras llegan al centro o al museo dónde se expondrán cuando el montaje (paneles, vitrinas, peanas) está ya concluido. La pintura tiene que estar seca, el ambiente controlado según normas internacionales, el recinto controlado (guardias, alarmas, cámaras).
En cuanto las obras llegan ya no se puede efectuar ningún trabajo que conlleve polvo, emanaciones y vibraciones. Tan solo se permiten retoques, taladro de pasos de conductos y fijaciones, y la instalación de cartelas y textos, siempre que no implique el desplazamiento de obras.
Éstas llegan en cajas de seguridad. tienen que descansar en una zona de seguridad y climatizada durante veinticuatro horas. Suelen haber llegado por carretera, en un convoy vigilado especial que evite vibraciones, o en avión -en función del tamaño, las cajas viajan en el cargo o en un asiento en clase preferente o en primera clase. Normalmente, un "correo" -un miembro de la institución prestadora que controla en todo momento lo que le ocurre a la caja y tiene que evitar que ésta sea abierta en las fronteras, y que se quede sin vigilancia- acompaña las obras. El número de correos está determinado por el número de piezas prestadas a criterio del prestador. El tiempo de permanencia del correo en la institución organizadora o receptora también está determinado por contrato. En ocasiones, sobre todo con correos procedentes de fuera de la Comunidad Europea, la institución puede exigir que el correo permanezca todo el tiempo de la exposición en sala controlado la obra prestada, o puede exigir que cada cierto tiempo, el o los correos sean sustituidos por otros. En estos casos, el coste del préstamo, que incluye el desplazamiento, el alojamiento y las dietas de o de los correos durante todo el tiempo de la muestra, puede "dispararse".
El día de la instalación de las obras, las cajas son llevadas a la sala de una en una, siempre bajo el control del correo.
La sala está ya equipada con una o varias mesas de operaciones. Restauradores, conservadores e instaladores aguardan. la limpieza es de rigor. No se puede comer en sala. Tampoco se pueden efectuar trabajos que levanten polvo ni causen vibraciones.
Las cajas se abren con cuidado. Las obras se desembalan a la vista del correo. Los restauradores o conservadores de la institución organizadora llevan a cabo esta operación, y fotografían todos los pasos. La obra se deposita en una mesa, o una base, y se procede a su inspección. Se fotografía por todos los lados, y se inspecciona a veces con luz ultravioleta a fin de detectar posibles fisuras o desprendimientos causados por el transporte. Se compara el estado de la pieza con el que presentaba días antes, en el momento del embalaje en la institución prestadora, gracias a las fotografías que se tomaron entonces. Se señalan todas las diferencias, ya sean leves alteraciones o detalles que las imágenes aportadas por el prestador no recogen. Se firman entonces documentos.
La menor mota de polvo desprendida es inspeccionada y recogida. En ocasiones se procede a la reintegración del material desprendido, siempre que la cantidad no sea excesiva, pues en este caso, la pieza puede no ser expuesta debido a la alteración sufrida. Las piezas de barro no cocida suelen ser las más frágiles y las más difíciles de manipular. Pero los bronces también causan sorpresas inesperadas. El correo inspecciona la vitrina o la base. Las alarmas que pueden haber sido solicitadas tienen que estar instaladas, cristales y peanas limpios. El correo se asegura de la estabilidad del expositor, así como de los anclajes previstos. Las obras pueden venir con o sin soporte. En el caso de que el soporte deba ser manufacturado en sala, el correo tiene que aprobar el sistema de sujeción previsto. Es el correo, o un conservador autorizado por el correo el que transporta la obra a mano y la coloca en la vitrina o la deposita en la peana, tras lo cual se fija. Si la obra es de gran tamaño o tiene un peso considerable, se transporta en carretilla o en grúa, que solo especialistas acreditados están autorizados a manejar.
Cualquier manipulación exige que se lleven guantes de tela o de caucho, con un tratamiento especial que facilite el correcto agarre de la obra. Algunos correos o conservadores prefieren trabajar sin guantes a fin de asegurar que la pieza está bien sujeta.
En el caso de que obras procedentes de varios prestadores compartan una misma vitrina, los correos de los mismos tienen que estar presentes durante la manipulación e instalación de todas las piezas. Una vez una pieza depositada, solo el correo, presente en sala, puede autorizar su cambio de ubicación -por razones funcionales o estéticas. En cuanto las piezas están depositadas en las vitrinas, sujetas y aseguradas, aquéllas tienen que cerrase. No podrán abrirse de nuevo si los correos, que suelen regresar a su país de origen una vez el trabajo concluido, no están sobre aviso, y presentes -salvo una autorización expresa- ante la apertura de la vitrina.
Algunos correos o prestadores se aseguran de los materiales utilizados. consultan con los museos prestadores. Algunas obras requieren leves restauraciones: solo el correo puede autorizarlas. Representa, en el sentido fuerte del término, a la institución prestadora, y tiene la última palabra. Si considera que los expositores, la sala o el recinto no reune las características solicitadas, puede exigir que la pieza sea re-embalada y devuelta.
Las vitrinas tienen que reunir las condiciones ambientales fijadas por los prestadores: luz, temperatura y humedad tienen que cumplir con parámetros fijados de antemano. Siendo el bronce, sobre todo de periodos arcaicos, fácil pasto de la corrosión, la cual, en cuanto se inicia, aunque sea invisible, difícilmente se detiene, un material frágil e inestable, las vitrinas que los protegen tienen que cumplir condiciones muy precisas en cuanto al grado de humedad, que tiene que estar bajo control en todo momento. Existen materiales absorbentes que regulan el grado de humedad en todo momento. El prestador también tiene que aprobar las condiciones y los sistemas propuestos por la institución receptora.
La iluminación suele ajustarse o regularse una vez la vitrina cerrada, salvo en el caso de vitrinas con luz incorporada, que no puede desprender calor, y tiene que poseer lo que se llama una temperatura de luz controlada, sobre todo, los registros de ultravioletas e infrarrojos. la intensidad de la luz (los "luxes") responden a máximos determinados. Obras sobre papel, obras pintadas en general -cuyo color no ha sufrido cocción alguna, como en la cerámica griega-, requieren una luz muy baja (50 luxes). El prestador y el receptor tienen que asegurarse que la intensidad responde a los parámetros establecidos.
Una exposición con unas ciento cincuenta piezas, procedentes de una veintena de prestadores, puede requerir dos semanas de instalación.
Si algunas obras solo requieren apenas una hora entre el momento del desembalaje y el de su ubicación en una vitrina o peana, otras pueden necesitar varios días: su condición, los requerimientos expositivos pueden frenar mucho el proceso. En ocasiones, los soportes, aprobados por el correo, ajustados a la pieza, fabricados con materiales aprobados que no liberen gases ni estén en contacto directo con la pieza, se fabrican en sala, y su elaboración y ajuste puede requerir varios días. Aquellas piezas que, habiendo sido desembaladas, no se han expuesto a tiempo, tienen que ser devueltas a las reservas, siempre bajo control policial, o con los sistemas de seguridad aprobados.
Nadie que no esté debidamente autorizado puede manipular pieza alguna. Nadie, que tampoco esté debidamente acreditado, puede entrar en la sala. Todo el proceso tiene que efectuarse bajo el máximo control, que siempre requiere la aprobación del correo. Las exigencias de éste tienen que cumplirse; dependen de su criterio, su personalidad, y los requerimientos que le han sido comunicados por el prestador.
Montar una exposición es lo más parecido a una operación quirúrgica junto con una policial o detectivesca.
Cualquier error, en efecto, puede acarrear la cancelación de la muestra y la pérdida de confianza del prestador o del receptor.
Solo se respira tranquilo el día de la inauguración.
A partir de entonces solo se está a merced de la crítica.
El largo proceso se repite cuando el desmontaje y la devolución de las piezas, así como cuantas veces sean necesarias en el caso de exposiciones itinerantes: en este caso, un mes de trabajo entre el desmontaje y el montaje en otro museo suele ser necesario. Aunque, ciertamente, el desmontaje requiere algo menos de tiempo que el montaje, salvo que alguna pieza presente alguna alteración aparecida durante el tiempo de exposición.
Algunas obras solo "viajan" una vez, no pudiendo estar presentes en todos los museos o centros que acogen una muestra itinerante. Obras de materiales frágiles, sobre todo a la luz (dibujos, libros) solo pueden exponerse durante unos meses, debiendo entonces permanecer al menos un año en la oscuridad.
Montar una exposición es vivir fuera del tiempo durante unas semanas. Es lo mejor -y más extraño- que pueda ocurrir. Las obras acaban siendo como personas, cuyo trato, cuyos cuidados requieren todos los desvelos y preocupaciones de todas las personas implicadas. Un error, y la pérdida es irreparable.