martes, 5 de agosto de 2014
CORINNE SILVA (1976): BADLANDS (MALAS TIERRAS, 2011)
La serie fotográfica Badlands documenta el encuentro entre las torres, de especial gusto, tras altas vallas de hormigón, dotadas de torreones, que construyen adinerados jubilados europeos y almerienses enriquecidos por el cultivo intensivo en invernaderos, y las barracas, bajo un árbol polvoriento, que los trabajadores temporales, casi siempre del norte de África, tienen que construirse, unidos, ambos, por el dominio del plástico, el plástico metafórico de los campos de golf y los parques temáticos con rocas artificiales de hormigón (y el real de las verjas a medio hacer de las urbanizaciones), y los desechos de sucios plásticos amontonados, que cubrían los invernaderos, y que, en ocasiones, constituyen el único material de construcción a disposición de los jornaleros.
Tierras malas.
Esta serie es obra de la fotógrafa británica Corinne Silva, quien expone, junto a Ursula Schulz-Dornburg y Jananne al-Ani, en este mes de agosto, en Londres (exposición sobre la que volveremos)
Véase la página web de esta artista.
lunes, 4 de agosto de 2014
KUTLUG ATAMAN (1961): DOME (CÚPULA, 2009)
El vídeo se puede ver en este enlace
http://www.kutlugataman.com/site/artworks/work/92/
Ataman es un artista turco (finalista del Premio Turner, y expuesto en ferias de arte contemporáneo como Documenta) cuya obra videográfica trata de traducir o ilustrar los posibles problemas que causa en la sociedad y el paisaje de Turquía (o Anatolia, como prefiera llamarla pues, según él, Turquía es una creación artificial) la introducción de formas y maneras de hacer "occidentales".
En la obra de vídeo-arte (o la vídeo instalación) Cúpula (Dome) -una forma arquitectónica oriental, que simboliza el cielo, o una apertura hacia el cielo-, uno o varios jóvenes, como ángeles (el ángel es otra figura de origen oriental: persa, en este caso), con rasgos y vestimentas occidentales y actitudes que en Occidente se asocian con Oriente, flotan en el espacio. La liviandad evocada, y el espacio ilimitado, se materializan a través de pesadas pantallas planas, como si la salida del marco o el encierro arquitectónico, que sugiera la mirada dirigida hacia lo alto para contemplar el cielo y sus criaturas, no fuera sino una ilusión, en el peor sentido posible. Jóvenes desarraigados y perdidos. La cúpula, un elemento arquitectónico con el que se completa un mundo, abre aquí al desorden anterior a la creación.
Autor también de películas estrenadas en cines (y no en centros de arte), Ataman acaba de estrenar su última obra, Kuzu (El carnero)
W. ROSTO: NO PLACE LIKE HOME (NO HAY NADA COMO EL HOGAR, 2008)
Thee Wreckers - No Place Like Home from Studio Rosto A.D on Vimeo.
Sobre este animador y artista holandés (conocido por este cortometraje de animación premiado en varios festivales), véase: http://www.rostoad.com/
domingo, 3 de agosto de 2014
Flores, o entre lo público y lo privado
No recuerdo si corrían finales de los ochenta o de los noventa. Seguramente ocurrió en 1998.
Unos amigos arquitectos exponían un proyecto privado que habían iniciado por su cuenta -y posteriormente "tomado" por el Ayuntamiento de Barcelona-: la reconversión de las vías y equipamientos de ferrocarriles de la Sagrera, en Barcelona, en un gran parque junto con áreas residenciales, comerciales y de negocio, consistentes en un gran número de torres, y una estación de tren de gran velocidad, que esperaban pudiera realizar el arquitecto británico Norman Foster.
Este gran proyecto, origen del actual que lleva a cabo el ayuntamiento -o ejecutaba, ya que se halla en gran parte parado- iba a ser expuesto, gracias a amistades comunes, en una galería privada de arquitectura en Suecia.
Sabedores que el por el aquel entonces presidente de la Generalitat de Catalunya, el Muy Honorable Jordi Pujol, iba a acudir a este país, estos amigos se pusieron en contacto con la oficina presidencial para comunicar que jóvenes arquitectos catalanes expondrían en Suecia durante la visita presidencial.
La galería recibió la noticia que dicha visita tendría, en efecto, lugar. Los arquitectos se ufanaron en viajar al norte de Europa. Mientras el presidente recorría la muestra, su esposa, dirigiéndose a uno de los arquitectos, le preguntó si se dedicaba a proyectos de jardinería. Ante la respuesta afirmativa (el futuro parque de la Sagrera era un buen y sabroso ejemplo), le tendió su privada tarjeta de visita profesional, añadiendo, echándole flores: "jove, ferem bons negocis".
No sé quien pagaba el viaje de la esposa del presidente, dedicada a menesteres no necesariamente públicos. Menudencias.
Unos amigos arquitectos exponían un proyecto privado que habían iniciado por su cuenta -y posteriormente "tomado" por el Ayuntamiento de Barcelona-: la reconversión de las vías y equipamientos de ferrocarriles de la Sagrera, en Barcelona, en un gran parque junto con áreas residenciales, comerciales y de negocio, consistentes en un gran número de torres, y una estación de tren de gran velocidad, que esperaban pudiera realizar el arquitecto británico Norman Foster.
Este gran proyecto, origen del actual que lleva a cabo el ayuntamiento -o ejecutaba, ya que se halla en gran parte parado- iba a ser expuesto, gracias a amistades comunes, en una galería privada de arquitectura en Suecia.
Sabedores que el por el aquel entonces presidente de la Generalitat de Catalunya, el Muy Honorable Jordi Pujol, iba a acudir a este país, estos amigos se pusieron en contacto con la oficina presidencial para comunicar que jóvenes arquitectos catalanes expondrían en Suecia durante la visita presidencial.
La galería recibió la noticia que dicha visita tendría, en efecto, lugar. Los arquitectos se ufanaron en viajar al norte de Europa. Mientras el presidente recorría la muestra, su esposa, dirigiéndose a uno de los arquitectos, le preguntó si se dedicaba a proyectos de jardinería. Ante la respuesta afirmativa (el futuro parque de la Sagrera era un buen y sabroso ejemplo), le tendió su privada tarjeta de visita profesional, añadiendo, echándole flores: "jove, ferem bons negocis".
No sé quien pagaba el viaje de la esposa del presidente, dedicada a menesteres no necesariamente públicos. Menudencias.
sábado, 2 de agosto de 2014
DONALD RODNEY (1961-1998): IN THE HOUSE OF MY FATHER (EN LA CASA DE MI PADRE, 1997-1998)
Rodney es un joven artista británico de origen jamaicano. Murió de un tipo de un tipo de anemia incurable. Ésta es endémica en la isla de Jamaica, de dónde sus padres fueron obligados a emigrar.
La maqueta de una casa arquetípica se aguanta con alfileres. Los muros y el techo están levantados con tiras de la piel del artista, perdida, una y otra vez, durante la enfermedad. La piel, como la casa, envuelve y protege al ser.
La maqueta es una obre independiente, una pequeña escultura que el artista (fotografiado por un amigo), en el hospital sostiene en la mano. En cualquier momento puede cerrar ésta, y aplastar la casa, ya deshecha, como el propio cuerpo del artista hecho trizas.
Mientras el artista estaba en el hospital, su padre -la única raiz con su tierra natal, que le estaba matando- murió. No pudo acudir a su lado. Estaba o era prisionero de su cuerpo.
El hogar: un refugio, o un lugar de encierro. Quizá ambas cosas a la vez.
Obra recientemente integrada en la colección permanente del museo Tate Modern de Londres. Una de las más sencillas y mejores expuestas. No requiere largas explicaciones.
viernes, 1 de agosto de 2014
Arte simbólico (o D´Or is)
Toda obra de arte es simbólica. No solo las piezas primitivas, de formas masivas y cerradas, incapaz de materializar la incorporeidad del espíritu, como sostenían teóricos del arte decimonónicos, sino cualquier obra es un símbolo de los años, la cultura que la creó o en la que se creó. Al mismo tiempo, las grandes obras de arte trascienden su época porque son capaces, no solo de poner en contacto al presente o el futuro con el pasado sino que también se anticipan a lo que vendrá, y son señales de nuevos tiempos, semejantes a los del pasado.
Por este motivo, atesorar obras de arte permite un contacto directo con las voces del pasado que, sin mediación alguna, manifiestan lo que encierran a los hombres del futuro. La obra de arte, todo y siendo un reflejo y un fruto de su tiempo, trasciende el tiempo.
Existen razones espurreas para coleccionar hoy la obra de la pintora Doris Malfeito: acaba de fallecer, por lo que sus obras pronto dejarán de estar en el mercado, y, en este momento circunstancial, su cotización ha bajado (de unos nueve mil a cincuenta euros); pero la razón verdadera para atesorar la obra de esta artista es porque es un maravilloso y certero reflejo de un tiempo que se desvanece.
Hasta hace pocos años, ¿qué prócer no habría comprado, alegre y libremente, una obra cósmica -aunque Doris Malfeito también sabía retratar la realidad cotidiana-, de la que se escribía que "muestra un gran conocimiento de la astronomía; mediante un minucioso trazo de objetos celestes transporta al espectador hasta la inmensidad del macrocosmos. Erupción matérica y explosión de colores que denotan un gran dominio de la técnica plástica y que nos hacen reflexionar sobre la insignificante y minúscula existencia humana en un universo en constante transformación y movimiento", no una obra sino una exposición entera de cuadros y esculturas de quien era la esposa del Excmo. Sr. D. Maciá Alaavedra, fundador de Convergencia Democrática, y consejero, sucesivamente, de Gobernación, de Industria y Energía, y de Finanzas de la Generalitat de Catalunya, antes de, por azares de la vida, ver menguada su vida política y empresarial, junto a la de su esposa, por algunos temas anecdóticos?
Doris Malfeito exponía con las obras ya vendidas, aquí y en Nueva York, realizó encargos olímpicos, entró a formar parte de las mejores colecciones (como la Fundación Vila Casas) y fue, durante unos años maravillosos, la artista catalana por excelencia.
Hoy, que añoramos estos venturosos años, en los que las antipáticas fronteras entre lo público y lo privado, la vida política e industrial, eran flexibles (las obras cósmicas de Doris Malfeito supieron trasmitir la nebulosa, la incierta frontera entre lo humano y lo divino, así como los alargados y ondulantes apolíneos cuellos de los cisnes que serpentean hasta rodear, como un abrazo, del oso o no, a su conquista), así como las, tan humanas y convencionales, que separan países como Cataluña y Andorra, bueno sería recordar la obra de Doris Malfeito, intuyendo que, muy pronto, esta época, dorada o plateada, resurgirá, y Doris Malfeito volverá a anunciar e iluminar esta bendita y anhelada época. Los años cincuenta, en Cataluña, no se entienden sin Pedro Pruna; Montserrat Gudiol, y Joan Pere Viladecans alumbran a los sesenta; ¿cómo adentrarse en la edad de oro, entre los años ochenta y el primer decenio del siguiente siglo, sin la fuerza cósmica, la sensibilidad por los gustos, los anhelos y procedimientos de una sociedad, de Doris Malfeito?
Por este motivo, atesorar obras de arte permite un contacto directo con las voces del pasado que, sin mediación alguna, manifiestan lo que encierran a los hombres del futuro. La obra de arte, todo y siendo un reflejo y un fruto de su tiempo, trasciende el tiempo.
Existen razones espurreas para coleccionar hoy la obra de la pintora Doris Malfeito: acaba de fallecer, por lo que sus obras pronto dejarán de estar en el mercado, y, en este momento circunstancial, su cotización ha bajado (de unos nueve mil a cincuenta euros); pero la razón verdadera para atesorar la obra de esta artista es porque es un maravilloso y certero reflejo de un tiempo que se desvanece.
Hasta hace pocos años, ¿qué prócer no habría comprado, alegre y libremente, una obra cósmica -aunque Doris Malfeito también sabía retratar la realidad cotidiana-, de la que se escribía que "muestra un gran conocimiento de la astronomía; mediante un minucioso trazo de objetos celestes transporta al espectador hasta la inmensidad del macrocosmos. Erupción matérica y explosión de colores que denotan un gran dominio de la técnica plástica y que nos hacen reflexionar sobre la insignificante y minúscula existencia humana en un universo en constante transformación y movimiento", no una obra sino una exposición entera de cuadros y esculturas de quien era la esposa del Excmo. Sr. D. Maciá Alaavedra, fundador de Convergencia Democrática, y consejero, sucesivamente, de Gobernación, de Industria y Energía, y de Finanzas de la Generalitat de Catalunya, antes de, por azares de la vida, ver menguada su vida política y empresarial, junto a la de su esposa, por algunos temas anecdóticos?
Doris Malfeito exponía con las obras ya vendidas, aquí y en Nueva York, realizó encargos olímpicos, entró a formar parte de las mejores colecciones (como la Fundación Vila Casas) y fue, durante unos años maravillosos, la artista catalana por excelencia.
Hoy, que añoramos estos venturosos años, en los que las antipáticas fronteras entre lo público y lo privado, la vida política e industrial, eran flexibles (las obras cósmicas de Doris Malfeito supieron trasmitir la nebulosa, la incierta frontera entre lo humano y lo divino, así como los alargados y ondulantes apolíneos cuellos de los cisnes que serpentean hasta rodear, como un abrazo, del oso o no, a su conquista), así como las, tan humanas y convencionales, que separan países como Cataluña y Andorra, bueno sería recordar la obra de Doris Malfeito, intuyendo que, muy pronto, esta época, dorada o plateada, resurgirá, y Doris Malfeito volverá a anunciar e iluminar esta bendita y anhelada época. Los años cincuenta, en Cataluña, no se entienden sin Pedro Pruna; Montserrat Gudiol, y Joan Pere Viladecans alumbran a los sesenta; ¿cómo adentrarse en la edad de oro, entre los años ochenta y el primer decenio del siguiente siglo, sin la fuerza cósmica, la sensibilidad por los gustos, los anhelos y procedimientos de una sociedad, de Doris Malfeito?
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