lunes, 10 de agosto de 2015
Espacio y bienestar (Filón de Alejandría: comentario al Génesis 2-3)
El comiendo del relato del Génesis, en el Antiguo Testamento, presenta numerosos hechos extraños. Yahvé crea dos veces a Adán y Eva: una primera vez crea a un ser hermafrodita, para luego modelar a un adán (que significa hombre de barro), llamado Adán, de cuyo costado extrae una mujer llamada Eva (Vida), tras llevar a cabo la creación del mundo en dos ocasiones; el mundo está poblado de Gigantes, de Hijos de Dioses, de innumerables mujeres, etc.
La causa de este revuelo reside seguramente en que los escribas recurrieron a varias tradiciones míticas que no lograron armonizar.
Uno de los elementos más extraños concluye la creación: la expulsión de Adán y Eva del Edén. En el Edén se hallaba el Árbol del conocimiento, y el árbol de la vida. La pareja primigenio es condenada, primeramente, por haber probado el fruto del primer árbol, pero es expulsada por la ingestión del fruto del segundo. En este caso, además, Yahvé comenta para sí mismo que puesto que el adán se ha convertido en un dios, tras haber ingerido el fruto del árbol del conocimiento, el del árbol de la vida le es vetado, puesto que le concedería la inmortalidad. Es decir, la sabiduría es incompatible con la vida eterna.
Filón de Alejandría (Preguntas y respuesta acerca del Génesis) fue un estudioso judío de la primera mitad del siglo I dC. Escribió una lectura personal del Génesis. Según él, Yahvé creó realmente dos adanes: uno, de barro, desinformado, resultado de la mezcla de carne y espíritu (una concepción más neoplatónica que propiamente judía), y otro, a imagen suya, educado. El primer adán trabajaba en el Edén porque necesitaba elevarse, el segundo no requería formación alguna. Era como un dios.
El adán de barro cultivaba el árbol del conocimiento, cuyo fruto no estaba vetado. Este cultivo era real y metafórico, ya que mientras cuidaba del árbol se formaba, se educaba, lo que l permitió disfrutar de una "alegría espaciosa". Su alegría, su vitalidad venía de no hallarse constreñido. Halló su lugar. El conocimiento le permitió hacerse con el espacio, y encontrarse bien, habiéndose encontrado a sí mismo. Esta importancia del árbol de conocimiento llevó a los gnósticos a postular que Jesús fue la serpiente quién tentó a los humanos a probar del fruto de este árbol, y la expulsión del Edén no tuvo como consecuencia la muerte sino la ignorancia, la pérdida de un lugar propio, la des-ubicación, la sensación de extrañeza ante el espacio.
Esta observación podría contradecir la creencia en la oposición entre el edén, un espacio incontaminado, libre de actuaciones u obras humanas, y la edificación. Sin embargo, el Génesis bíblico indica que Adán tenía que cuidar y defender el edén. Filón de Alejandría dotó de un contenido alegórico el trabajo agrícola del adán. Éste se formaba porque cuidaba del espacio. Intervenía en él; cuidaba de que se adaptase a sus necesidades. el edén existía para el adán. Se trataba de un espacio preparado y mantenido diariamente para el hombre. Y de esta perfecta relación entre el espacio y el humano, de la perfecta habitabilidad del edén, resultaba la vitalidad, la buena vida del adán. El ser humano trabajaba el espacio parra hacérselo suyo; la conformación del espacio convertía al adán en un ser plenamente humano, formado porque había había encontrado su lugar en la vida.
La causa de este revuelo reside seguramente en que los escribas recurrieron a varias tradiciones míticas que no lograron armonizar.
Uno de los elementos más extraños concluye la creación: la expulsión de Adán y Eva del Edén. En el Edén se hallaba el Árbol del conocimiento, y el árbol de la vida. La pareja primigenio es condenada, primeramente, por haber probado el fruto del primer árbol, pero es expulsada por la ingestión del fruto del segundo. En este caso, además, Yahvé comenta para sí mismo que puesto que el adán se ha convertido en un dios, tras haber ingerido el fruto del árbol del conocimiento, el del árbol de la vida le es vetado, puesto que le concedería la inmortalidad. Es decir, la sabiduría es incompatible con la vida eterna.
Filón de Alejandría (Preguntas y respuesta acerca del Génesis) fue un estudioso judío de la primera mitad del siglo I dC. Escribió una lectura personal del Génesis. Según él, Yahvé creó realmente dos adanes: uno, de barro, desinformado, resultado de la mezcla de carne y espíritu (una concepción más neoplatónica que propiamente judía), y otro, a imagen suya, educado. El primer adán trabajaba en el Edén porque necesitaba elevarse, el segundo no requería formación alguna. Era como un dios.
El adán de barro cultivaba el árbol del conocimiento, cuyo fruto no estaba vetado. Este cultivo era real y metafórico, ya que mientras cuidaba del árbol se formaba, se educaba, lo que l permitió disfrutar de una "alegría espaciosa". Su alegría, su vitalidad venía de no hallarse constreñido. Halló su lugar. El conocimiento le permitió hacerse con el espacio, y encontrarse bien, habiéndose encontrado a sí mismo. Esta importancia del árbol de conocimiento llevó a los gnósticos a postular que Jesús fue la serpiente quién tentó a los humanos a probar del fruto de este árbol, y la expulsión del Edén no tuvo como consecuencia la muerte sino la ignorancia, la pérdida de un lugar propio, la des-ubicación, la sensación de extrañeza ante el espacio.
Esta observación podría contradecir la creencia en la oposición entre el edén, un espacio incontaminado, libre de actuaciones u obras humanas, y la edificación. Sin embargo, el Génesis bíblico indica que Adán tenía que cuidar y defender el edén. Filón de Alejandría dotó de un contenido alegórico el trabajo agrícola del adán. Éste se formaba porque cuidaba del espacio. Intervenía en él; cuidaba de que se adaptase a sus necesidades. el edén existía para el adán. Se trataba de un espacio preparado y mantenido diariamente para el hombre. Y de esta perfecta relación entre el espacio y el humano, de la perfecta habitabilidad del edén, resultaba la vitalidad, la buena vida del adán. El ser humano trabajaba el espacio parra hacérselo suyo; la conformación del espacio convertía al adán en un ser plenamente humano, formado porque había había encontrado su lugar en la vida.
domingo, 9 de agosto de 2015
GEORGES PEREC (1936-1982): LES CHOSES (LAS COSAS, 1964)
Los arquitectos modernos tienen como libro de cabecera Especies de espacio del novelista francés Perec: una enumeración de tipos de lugares usuales.
No se trata de la única referencia arquitectónica y urbanística en la obra de Perec que llegó hasta a iniciar un texto, inacabado, abandonado por la imposibilidad de redactarlo, sobre distintos lugares de París con los que se relacionaban, descritos minuciosamente siguiendo una reglas muy precisas. Como explicaba el novelista, no reproducía lugares, sino que los creaba. La escritura, un trabajo que no obedecía a la inspiración sino al esfuerzo regulado, interponía un velo entre el escritor y el entorno descrito, de tal modo que el texto sustituía el tema tratado, la ciudad, casi siempre.
Su primera novela se titula Las Cosas. La escribió a los veintisiete años, la edad de los protagonistas en el momento en que concluye el relato: una pareja joven contrapone sus sueños con la vida que llevan. Tanto en la realidad cuanto en los anhelos, las cosas los envuelven, los fascinan y los marcan. La lista de cosas que aprecian, a las que aspiran, o que menosprecian es interminable: alimentos, enseres, espacios: libros, discos, recuerdos, muebles, ropa, platos, plantas. La búsqueda de las mismas define su vida.
La casa de los sueños, junto con las casas que habitan -sin desearlas-, descritas paso a paso o, mejor dicho, enumeradas, son los espacios en los que se proyectan los personajes, que los reflejan. Son aquello que querrían tener, o que poseen, son los espacios en los que querrían vivir, en los que viven o en en los que nunca podrán estar.
la novela está escrita en pretérito imperfecto o en futuro: los protagonistas no dejan, cada día, de soñar en lo mismo (la posesión de objetos inalcanzables que les llegarían milagrosamente, por azar, una herencia, etc., es decir, sin esforzarse, sin tener que sucumbir a las reglas de juego de la sociedad, a las costumbres, a lo que se espera de ellos), o sueñan en lo que acontecerá (o querrían que aconteciera); la novela empieza, sin embargo, en condicional en pasado, largas páginas que parecen contar lo que no había ocurrido ni ocurriría, como si la narración, pese al "realismo", no tuviera que ver con el presente, porque narra lo que hubieran querido, antes de que la realidad se impusiera.
Los protagonistas trabajan en empresas de publicidad. Realizan encuestas sobre los gustos, los modos de vida, la relación con los objetos: cómo se usan, si se usan (los hombres, ¿comen yógur? ¿con los dedos, a sorbos o con una cuchara? ¿que les lleva a escoger uno? ¿ el sabor, el color, el olor, la textura?). Los entrevistados se definen a través de su relación con los objetos, manera de presentarse, de ser, que también afecta a los jóvenes encuestadores.
Aspiran a poseer más, a disponer de cosas que se hallan siempre tras una vitrina. pasan los días de fiesta, los atardeceres paseando, "lamiendo vitrinas", como se dice en francés. Se ven reflejados en las lunas, se ven poseyendo lo que está más allá; el único contacto que establecen con las cosas es visual, cuando las ven, cuando descubren su cara espectral reflejada superpuesta a las cosas expuestas; y cuando sueñan.
Sueñan con ciudades que no sean la gris y provinciana Sfax, en Túnez, donde pasan un año enseñando, o la cerrada y burguesa Burdeos donde se instalan, que no sean los inquietantes o siniestros barrios de París donde se inician. Sueñan con el Paraíso y las casas de cristal que pintara El Bosco en el Jardín de las delicias, o Patinir en la barca de Caronte:
"pasaban ante fachas de acero, maderas exóticas, vidrio, mármol. En la entrada, a lo largo de un muro de vidrio tallado que reenvíaba millones de arcos iris a la ciudad, brotaba del piso quincuagésimo una cascada que vertiginosas escaleras de caracol de aluminio rodeaban.
Ascensores los transportaban. Seguían pasadizos zigzagueantes, ascendían por escalones de cristal, recorrían galerías bañadas de luz donde se disponían en fila, hasta donde la vista alcanzaba, estatuas y flores, donde corrían limpios riachuelos sobre lechos de guijarros de múltiples colores.
Puertas se abrían ante ellos. Descubrían piscinas a cielo abierto, cámaras silenciosas, teatros, palomares, jardines, acuarios, museos minúsculos, concebidos para su uso personal donde se exponían, en los cuatro ángulos de una pequeña estancia de paneles cortados, cuatro retratos flamencos. Había salas que no eran más que rocas, otras que eran junglas; el mar se rompía en otras; finalmente, pavos reales se paseaban en otras. Del techo de una sala circular colgaban estandartes. Músicas suaves resonaban en laberintos inagotables; una sala de formas extravagantes parecía no tener otra función que desencadenar interminables ecos; el suelo de otra, según las horas del día, reproducía el esquema variable de un juego complicado.
En los subterráneos inmensos, hasta el infinito, funcionaban máquinas dóciles".
La novela, quizá menos conocida, maravillosamente escrita, traducida por Anagrama al español y por la Magrana al catalán (existe una edición previa, descatalogada, en Seix Barral) , merece ser leída para saber qué somos, dónde vivimos.
A los veintiocho años apenas, Silvia y Jerónimo se rinden. Aceptan, como los amigos a los que ya no veían, un puesto de trabajo fijo en una empresa que no les gusta y en una ciudad en la que no sueñan. Son ya como los demás.
No se trata de la única referencia arquitectónica y urbanística en la obra de Perec que llegó hasta a iniciar un texto, inacabado, abandonado por la imposibilidad de redactarlo, sobre distintos lugares de París con los que se relacionaban, descritos minuciosamente siguiendo una reglas muy precisas. Como explicaba el novelista, no reproducía lugares, sino que los creaba. La escritura, un trabajo que no obedecía a la inspiración sino al esfuerzo regulado, interponía un velo entre el escritor y el entorno descrito, de tal modo que el texto sustituía el tema tratado, la ciudad, casi siempre.
Su primera novela se titula Las Cosas. La escribió a los veintisiete años, la edad de los protagonistas en el momento en que concluye el relato: una pareja joven contrapone sus sueños con la vida que llevan. Tanto en la realidad cuanto en los anhelos, las cosas los envuelven, los fascinan y los marcan. La lista de cosas que aprecian, a las que aspiran, o que menosprecian es interminable: alimentos, enseres, espacios: libros, discos, recuerdos, muebles, ropa, platos, plantas. La búsqueda de las mismas define su vida.
La casa de los sueños, junto con las casas que habitan -sin desearlas-, descritas paso a paso o, mejor dicho, enumeradas, son los espacios en los que se proyectan los personajes, que los reflejan. Son aquello que querrían tener, o que poseen, son los espacios en los que querrían vivir, en los que viven o en en los que nunca podrán estar.
la novela está escrita en pretérito imperfecto o en futuro: los protagonistas no dejan, cada día, de soñar en lo mismo (la posesión de objetos inalcanzables que les llegarían milagrosamente, por azar, una herencia, etc., es decir, sin esforzarse, sin tener que sucumbir a las reglas de juego de la sociedad, a las costumbres, a lo que se espera de ellos), o sueñan en lo que acontecerá (o querrían que aconteciera); la novela empieza, sin embargo, en condicional en pasado, largas páginas que parecen contar lo que no había ocurrido ni ocurriría, como si la narración, pese al "realismo", no tuviera que ver con el presente, porque narra lo que hubieran querido, antes de que la realidad se impusiera.
Los protagonistas trabajan en empresas de publicidad. Realizan encuestas sobre los gustos, los modos de vida, la relación con los objetos: cómo se usan, si se usan (los hombres, ¿comen yógur? ¿con los dedos, a sorbos o con una cuchara? ¿que les lleva a escoger uno? ¿ el sabor, el color, el olor, la textura?). Los entrevistados se definen a través de su relación con los objetos, manera de presentarse, de ser, que también afecta a los jóvenes encuestadores.
Aspiran a poseer más, a disponer de cosas que se hallan siempre tras una vitrina. pasan los días de fiesta, los atardeceres paseando, "lamiendo vitrinas", como se dice en francés. Se ven reflejados en las lunas, se ven poseyendo lo que está más allá; el único contacto que establecen con las cosas es visual, cuando las ven, cuando descubren su cara espectral reflejada superpuesta a las cosas expuestas; y cuando sueñan.
Sueñan con ciudades que no sean la gris y provinciana Sfax, en Túnez, donde pasan un año enseñando, o la cerrada y burguesa Burdeos donde se instalan, que no sean los inquietantes o siniestros barrios de París donde se inician. Sueñan con el Paraíso y las casas de cristal que pintara El Bosco en el Jardín de las delicias, o Patinir en la barca de Caronte:
"pasaban ante fachas de acero, maderas exóticas, vidrio, mármol. En la entrada, a lo largo de un muro de vidrio tallado que reenvíaba millones de arcos iris a la ciudad, brotaba del piso quincuagésimo una cascada que vertiginosas escaleras de caracol de aluminio rodeaban.
Ascensores los transportaban. Seguían pasadizos zigzagueantes, ascendían por escalones de cristal, recorrían galerías bañadas de luz donde se disponían en fila, hasta donde la vista alcanzaba, estatuas y flores, donde corrían limpios riachuelos sobre lechos de guijarros de múltiples colores.
Puertas se abrían ante ellos. Descubrían piscinas a cielo abierto, cámaras silenciosas, teatros, palomares, jardines, acuarios, museos minúsculos, concebidos para su uso personal donde se exponían, en los cuatro ángulos de una pequeña estancia de paneles cortados, cuatro retratos flamencos. Había salas que no eran más que rocas, otras que eran junglas; el mar se rompía en otras; finalmente, pavos reales se paseaban en otras. Del techo de una sala circular colgaban estandartes. Músicas suaves resonaban en laberintos inagotables; una sala de formas extravagantes parecía no tener otra función que desencadenar interminables ecos; el suelo de otra, según las horas del día, reproducía el esquema variable de un juego complicado.
En los subterráneos inmensos, hasta el infinito, funcionaban máquinas dóciles".
La novela, quizá menos conocida, maravillosamente escrita, traducida por Anagrama al español y por la Magrana al catalán (existe una edición previa, descatalogada, en Seix Barral) , merece ser leída para saber qué somos, dónde vivimos.
A los veintiocho años apenas, Silvia y Jerónimo se rinden. Aceptan, como los amigos a los que ya no veían, un puesto de trabajo fijo en una empresa que no les gusta y en una ciudad en la que no sueñan. Son ya como los demás.
sábado, 8 de agosto de 2015
Confucio y el lugar
"Un hombre debería decir: no me preocupa no tener un lugar, lo que debería preocuparme en saber cómo habitarlo"
(Confucio, Anacletas, IV, 14)
Nota: el texto puede referirse también a un lugar en la sociedad y no en el espacio
(Confucio, Anacletas, IV, 14)
Nota: el texto puede referirse también a un lugar en la sociedad y no en el espacio
viernes, 7 de agosto de 2015
Мати Кютт (MATI KÜTT, 1947): Лабиринт (LABÜRINT, LABERINTO, 1989)
Véase este maravilloso cortometraje de animación del artista estonio Kütt en este enlace: http://vk.com/video-8406752_162243903
jueves, 6 de agosto de 2015
GEOFF DUNBAR (1944) & PAUL McCARTNEY (1942): RUPERT AND THE FROG SONG (1985)
Las consecuencias de la muerte de Cilla Black aún colean (véase una entrada anterior)
De la búsqueda de temas que Lennon & McCartney escribieron para esta cantante, recién fallecida, pero nunca grabados por los Beatles, a la búsqueda de oscuros temas inéditos, no recogidos en ninguna antología ni en discos piratas.
Y es así como se puede encontrar El palacio del rey de los pájaros, en dos versiones, en parte improvisadas, grabadas -pero nunca producidas ni editadas-, de Paul McCartney, una tema instrumental inspirado en el Oso Rupert -o dedicado a él-, un personaje de cuento infantil británico de los años veinte (aun editado) que fascinaba al cantante de niño (véase entrada siguiente)
Éste, apenas el grupo los Beatles disueltos, en 1970, decidió componer más canciones entorno a este personaje. Éstas nunca fueron publicadas, pero, a principios de los años ochenta, escribió y produjo un dibujo animado, estrenado en 1985, ganador de un premio BAFTA al mejor cortometraje de animación, y finalista de los premios Grammy, en los que se incluyó una breve versión de la canción El palacio del rey de los pájaros. Este cortometraje quizá no se haya nunca proyectado comercialmente en España.
Dibujos en ocasiones empalagosos o excesivamente sentimentales, del peor Disney -en parte rescatados por las irónicas referencias a la imaginería kistch budista (los reyes de las ranas convertidos en bodhisattvas), quizá un guiño a las influencias de la música hindú en la obra de los Beatles en la segunda mitad de los sesenta, y por un sólido humor inglés autoparódico- y brillantes referencias a las películas musicales de Hollywood de los años treinta, se unen a algunas de las más hermosas y novedosas composiciones y técnicas de la animación occidental en la parte final (casi a la altura de los hallazgos felices de Yellow Submarine).
Se trata de un relativamente sombrío viaje iniciático, de un hogar a un palacio encantado, asediado por monstruos nocturnos:
De la búsqueda de temas que Lennon & McCartney escribieron para esta cantante, recién fallecida, pero nunca grabados por los Beatles, a la búsqueda de oscuros temas inéditos, no recogidos en ninguna antología ni en discos piratas.
Y es así como se puede encontrar El palacio del rey de los pájaros, en dos versiones, en parte improvisadas, grabadas -pero nunca producidas ni editadas-, de Paul McCartney, una tema instrumental inspirado en el Oso Rupert -o dedicado a él-, un personaje de cuento infantil británico de los años veinte (aun editado) que fascinaba al cantante de niño (véase entrada siguiente)
Éste, apenas el grupo los Beatles disueltos, en 1970, decidió componer más canciones entorno a este personaje. Éstas nunca fueron publicadas, pero, a principios de los años ochenta, escribió y produjo un dibujo animado, estrenado en 1985, ganador de un premio BAFTA al mejor cortometraje de animación, y finalista de los premios Grammy, en los que se incluyó una breve versión de la canción El palacio del rey de los pájaros. Este cortometraje quizá no se haya nunca proyectado comercialmente en España.
Dibujos en ocasiones empalagosos o excesivamente sentimentales, del peor Disney -en parte rescatados por las irónicas referencias a la imaginería kistch budista (los reyes de las ranas convertidos en bodhisattvas), quizá un guiño a las influencias de la música hindú en la obra de los Beatles en la segunda mitad de los sesenta, y por un sólido humor inglés autoparódico- y brillantes referencias a las películas musicales de Hollywood de los años treinta, se unen a algunas de las más hermosas y novedosas composiciones y técnicas de la animación occidental en la parte final (casi a la altura de los hallazgos felices de Yellow Submarine).
Se trata de un relativamente sombrío viaje iniciático, de un hogar a un palacio encantado, asediado por monstruos nocturnos:
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