viernes, 4 de marzo de 2016

El arquitecto Ahiqar, el faraón y el emperador de asiria

Ahiqar era visir de Licurgo, el emperador de Asiria. Su padre era un griego emigrado a Oriente. No tenía hijos pero había adoptado a su sobrino. El emperador no podía vivir sin él. Le solventaba, con astucia, toda clase de problemas.
El faraón era quien causaba conflictos. Gustaba de rivalizar con el emperador planteando acertijos irresolubles que Ahiqar solventaba al momento. El emperador ganaba siempre y se iba quedando con parcelas de Egipto.
El faraón planteó entonces un nuevo enigma imposible de cumplir esta vez: construir una torre en el cielo.
 El emperador se desesperó. Un día en que el sobrino de Ahiqar, celoso del puesto de su tío en la corte, lo denunció ante el emperador, éste ordenó que su visir fuese arrestado y ajusticiado. Ahora no cesaba de lamentar su mortal decisión.
Pero el soldado que había recibido la orden de ejecutar a Ahiqar confesó que desobedeció: Ahiqar se hallaba preso.
El cielo se abrió al emperador. Ahiquar fue liberado y, tras escuchar el problema, afirmó que tenía remedio. Pidió que se le entregaran niños y águilas y que, a poco, se avisara al faraón; la justa podía empezar.
El faraón estaba tranquilo. Sabía que Ahiqar había muerto Nadie podía hallar una solución a semejante reto: construir una torre que no descansara en nada, sin cimientos, pero que no florara arrastrada por los vientos sino que se mantuviera recta. Una torre inútil. Un trabajo virtuosista, carente de función, que no atendiera a nada. No uniría nada, permanecería en "tierra" de nadie, entre el cielo y la tierra, como una aparición.
Pero llegó la noticia de Asiria: podía emprender el viaje hacia la frontera con el imperio.
Ahiqar trajo lo que había pedido al encuentro. Los niños se subieron a lomos de las águilas que alzaron el vuelo pero no se dispersaron porque, desde tierra, soldados las mantenían atadas a largas cuerdas.
Ahiqar pidió al faraón que le entregara ladrillos.
"¿Pero cómo podía hacerlos llegar hasta arriba?";
Ahiqar respondió al faraón:"Si mi señor ha hecho lo más difícil, disponer a los albañiles en el cielo, ¿no iba el faraón cumplir con la tarea más sencilla y remitir unos cuántos ladrillos?".
¿Quién era el más hábil?
Y el faraón perdió ante el emperador las tierras que hasta entonces había ganado.

Este cuento popular, de tradición oral, fue redactado en Asiria hacia el siglo VII aC, en asirio o arameo (se conserva una copia sobre pergamino del siglo II dC). Se divulgó por Persia y llegó hasta la India. Grecia también lo conoció: Ahiqar se convirtió en Esopo, el fabulista (que quizá no existiera nunca), al servicio del emperador de Asiria, tal como e narra en la Vida de Esopo redactada en la Roma imperial. Por fin, la fábula fue utilizada por padres de la iglesia para narrar la gran obra del apóstol Tomás -un palacio suspendido en el aire para el rey de la India-, adoptado entonces como patrón de los arquitectos en la Alta Edad Media -y hasta hoy- tras lograr una obra tan prodigiosa que se extendía por toda Asia ya que incluía en sus jardines el Paraíso, el monte Olimpo y los jardines colgantes de Babilonia.
Los arquitectos lo debemos todo a la astucia del visir Ahiqar; construir libres de la apremiante pesadez de la materia, edificar un sueño o una visión

miércoles, 2 de marzo de 2016

FEDERICO CASTELLÓN (1914-1971): ¿UN ARTISTA OLVIDADO?



















El título de la entrada es, sin duda injusto: una exposición en Almería celebró el centenario de este artista a quien su ciudad natal ya le había dedicado una muestra antológica hace nueve años.
Pero ¿qué sabemos de Castellón?

Es la búsqueda de obras en catálogos de museos norteamericanos para una muestra sobre arquitecturas celestiales en Nueva York a finales del año que viene que ha llevado hasta una grabado, titulado Utopia (Paraíso), del Museo de Brooklyn, de un artista para mí desconocido.
Sin embargo, no lo es en los Estados Unidos.
Castellón fue un pintor español (andaluz), emigrado a Nueva York en los años veinte tras haber vivido en Barcelona, que introdujo el surrealismo en aquel país. Fue muralista, amigo de Diego Rivera; becado por la República Española, expuso junto a Miró y Picasso. La guerra civil española cercenó su estancia en Europa y le obligó a regresar a la ciudad americana.
Sus mejores obras, dibujos y grabados de los años treinta y cuarenta, denotan ecos de Dalí y de la pintura metafísica de De Chirico: figuras alargadas y lívidas en una costa o ante casas aisladas y cerradas bañadas por la luna. Ilustró textos de Poe, quizá influido por Georges Rouault.
Para mí, al menos, un descubrimiento.




martes, 1 de marzo de 2016

HIROSHI SUGIMOTO (杉本博司, 1948): ARQUITECTURA (2000-2003)




























la fundación Mapfre, recientemente instalada en Barcelona, en una sede que quizá sea hoy el espacio expositivo mejor de la ciudad (junto con la fundación Suñol), presenta una muestra dedicada a cinco series del fotógrafo japonés Hiroshi Sugimoto -al que la Fundación la Caixa, y la galería de arte Joan Prats ya dedicaron exposiciones hace años.

La exposición actual no incluye una serie dedicada a edificios emblemáticos de la arquitectura moderna y contemporánea en todo el mundo, y que está de acuerdo con el que Sugimoto, pese a no tener una formación de arquitecto, mantiene un estudio y proyecte edificios.
Los fotografías, todas en blanco y negro, muestran vistas desdibujadas o desenfocadas, carentes de usuarios. Los contornos se desvanecen o se suavizan. La pureza, la dureza de las formas de la arquitectura moderna se diluye. Se convierten en fantasmas, apariciones o ensueños, formas irreales en medio de ciudades fantasmagóricas. La vitalidad, la velocidad que simbolizan, se detienen. Pierden la compostura, erosionados por el tiempo o el olvido. El tiempo, que la arquitectura de vidrio y de hierro rechaza, hace mella en las formas y las dota, paradójicamente, de un carácter frágil, casi humano. Se vuelven edificios mortales. Son recuerdos de lo que son. Son al fin habitables.

Los verdaderos lugares, según Herman Melville (1819-1891)

"Queequeg era nativo de Kokovoko, una isla muy lejana hacia el Oeste y el Sur. No figura en ningún mapa; los verdaderos lugares nunca lo están"

(Herman Melville: Moby Dick, cap. 12)

lunes, 29 de febrero de 2016

LIDA ABDUL (LIDA ABDULLAH, 1973): WHITE HOUSE (CASA BLANCA, 2005)







La recientemente clausurada feria de arte ARCO en Madrid presentaba fotografías de la artista afgana Lida Abdul, que vive y trabaja en Kabul. Las imágenes proceden de una filmación.

White House filma a una mujer restaurando una casa bombardeada, que formaba parte del complejo presidencial. La casa es adecentada, pintada. El color blanco gusta en Occidente. Evoca pureza y la arquitectura moderna.

En Afganistán, el blanco es el color del luto.

jueves, 25 de febrero de 2016

El ladrillo en Mesopotamia





Así como la piedra y el mármol evocan la eternidad, la arcilla suscita imágenes sobre el destructor paso del tiempo. La obra de arcilla se desmorona rápidamente.
En Mesopotamia central y sureña, en el mundo sumero-acadio, la piedra escaseaba. Por el contrario, la arcilla, procedente de las riberas del Tigris y el Éufrates, y del fondo de las marismas del delta de los ríos, abundaba.
La riqueza de las marismas era tal que fueron divinizadas. Eran el Abzû, las aguas de la Sabiduría, y su carne, el barro, fue la materia con la que se moldeó a los primeros seres humanos y se les construyo refugios.
El ladrillo de adobe -y de terracota, en algunos casos (la falta de madera impedía obtener fuegos suficientes para cocer ladrillos de barro) fue el elemento básico, y casi único, de construcción. Algunos estudiosos lo han comparado con letras o con notas, con los que componer edificios.
Pese a la poca durabilidad del adobe, éste no fue despreciado. Por el contrario, era visto como el fundamento de la arquitectura.
Ladrillo, en sumerio, se decía sig4. El signo cuneiforme correspondiente tenía varias lecturas. Destacaban cuatro: muro de ladrillo, edificio, ciudad. y Kulla, el dios de los ladrillos engendrado por Enki, el dios de magia y la arquitectura a partir del barro extraído del fondo de su madre,  la diosa-madre Abzû,
Un ladrillo era pues una metonimia de una obra. Un ladrillo era una ciudad. Aunque no todos los edificios hubieran sido construidos con ladrillos de adobe, la importancia del adobe era tal que su sola mención evocaba toda una ciudad. Un ladrillo ya era un muro, la estructura básica de un edificio, el origen de una urbe. Todos estos elementos, del aparejo a la ciudad, estaban ya presentes en la figura de un ladrillo cuya forma geométrico introducía los ejes y las formas geométricas fundamentales con los que organizar y compartimentar el espacio.
La relación entre ambos términos era tan estrecha que los mesopotámicos consideraban que los ladrillos habían engendrado a la ciudad. Ésta estaba contenida en ciernes en aquél. Un ladrillo era una semilla. Su sola presencia o mención anunciaba lo que estaba por venir, un edificio o una ciudad. Entre los distintos tipos de ladrillo, destacaba el ladrillo del destino, un tipo de objeto de difícil equiparación hoy, pero que debía ser una pieza que garantizaba que la obra iniciada llegaría a buen puerto, se desarrollaría a partir de dicho ladrillo. El ladrillo o el adobe era, pues, un ente vivo que alumbraba una construcción que protegería a los humanos, hijos también del adobe, un materia viva puesto que procedía del vientre de la diosa-madre.
En verdad, el limitado ciclo vital del adobe no era un problema. Un adobe evocaba la vida, el nacimiento y la muerte- frente a la piedra que, al no variar, evocaba más bien la ausencia de hálito vital, es decir, la muerte.

miércoles, 24 de febrero de 2016

KEYWAN KARIMI (1985, کیوان کریمی): WRITING ON THE CITY (نوشتن بر شهر2012)



Writing on the City es un largometraje que documenta grafitis en los muros de la ciudad de Teherán desde la revolución de 1979, que cuentan la historia de la ciudad y de Iran, con la guerra entre Iraq e Irán, el bloqueo, las tímidas reformas, etv., como si la ciudad fuera un libro cerrado que se abriera de pronto, o una ventana o pantalla en el que se inscribiera la historia casi siempre oculta de Teheran, como si ésta amplificara la historia del país.

A causa de este documental -que retrato lo que existe, lo que se ve pero no se quiere ver-, que escribe sobre la ciudad lo que la ciudad escribe, el joven cineasta ha sido condenado a seis años de cárcel y a doscientos veintitrés (223) azotes.