PERE CARLES (Presidente Fundació Iluro
)
Se ha
iniciado la restauración de la casa Coll Regas, en Mataró, del arquitecto modernista José Puig Cadafalch, con vistas a convertir el edificio en un cebntro cultural o un museo.
A este propósito, el director de la fundación que lleva a cabo las obras ha declarado que el estatuto, la condición de esta construcción ha cambiado. Pasa de ser una casa a ser una obra de arte.
Si atendemos a esta frase, se entiende que una casa es lo opuesto a una obra de arte; no puede ser arte (u obra de arte).
Esta opinión refleja la visión cierta sobre el ambiguo estatuto de la arquitectura: produce obras que tienen que cumplir una función clara, precisa -dar cobijo- como cualquier útil. En la teoría del arte occidental, a partir del siglo XVIII, lo utilitario no es arte, ya que la obra de arte cumple una función, ciertamente, pero no se sabe bien cuál es: No se trata de un producto gratuito o caprichoso, sino necesario y con sentido, que responde a una necesidad, mas se desconoce a qué necesidad responde y cómo. La obra es un misterio. Es necesario, pero se puede vivir sin ella. Satisface necesidades que no tienen porque ser satisfechas.
Pero cabe preguntarse por la pertinencia de la opinión anteriormente vertida. Una casa debe cumplir una función, pero cualquier construcción la satisface: mientras posee un techo y quizá algún muro, todo ser humano puede guarecerse, protegerse o esconderse en aquélla.
Pero una casa es algo más; o es algo distinto.
Una construcción que es una obra de arte es una casa. Una casa es una obra de arte; cuando cesa de ser una casa, es decir, cuando cesa de ser habitada y de despertar deseos de habitarla, deja de ser una una obra de arte. Es decir, una casa desabitada o una casa que ya no será habitada nunca más, que se dispone para no ser habitada más, ya no es arte.
Ya que una casa satisface, como cualquier construcción, necesidades básicas: un techo. Pero una casa invita no solo a recogerse sino a soñar. Una casa es el lugar donde uno querría habitar para siempre -aunque solo habite unas horas. Una casa es un lugar, nuestro lugar; es un hogar. Una casa se vive en el pasado, el presente y el futuro. Atesora recuerdos, permite una vida plena hoy, y suscita deseos de morar quizá para siempre.
Al igual que una obra de arte, una casa da qué pensar. Reflexionamos sobre nuestra vida, y sobre lo que somos. La obra de arte, como la casa, es un espejo en el que nos proyectamos, y que nos devuelva la imagen de lo que somos. Una casa somos nosotros y nos descubrimos mientras vivimos en ella. La casa nos ancla a la tierra, nos instaura en ella; desbroza nuestro lugar; da sentido a nuestra vida. Nos emplaza, nos obliga a pensar en nuestra vida; nos concede la plenitud de la vida -o nos la niega cuando deja de ser nuestro reflejo. Una casa siempre está por hacer, vive con nosotros. No está hecha para siempre. No es un museo o un mausoleo.
La casa Coll Regas fue una obra de arte mientras la familia Coll Regas vivió allí siempre que hubiera tenido una vida con sentido.
Deshabitada, se convierte en un ente inerte, muerto; lo contrario de una obra de arte.
Agradecimientos al arquitecto Jaume Coll Fulcará que restaura la casa tratando que no sea un "museo".
Y agradecimientos al arquitecto Artur Rozentraten, de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Sao Paolo (Brasil), organizador del coloquio internacional "
Imaginário: Construir e Habitar a Terra. Poéticas Urbanas", que se inicia el próximo miércoles, y que ha suscitado este comentario.