lunes, 19 de septiembre de 2016

De obra. Cerámica aplicada a la arquitectura (Museo del Diseño, Barcelona), II: "Making off" (instalación de obras) y textos complementarios



































































TEXTOS COMPLEMENTARIOS DE ÁMBITO

LA CASA PROYECTADA
La arcilla y la terracota ha sido un material de proyecto en Mesopotamia. Se trataba del material más común y abundante. No existía el papiro y el pergamino aún no había sido descubierto. Los planos acotados se trazaban y se anotaban sobre tablillas de terracota. Los proyectos arquitectónicos incluían también textos sobre tablillas y sobre prismas de varias caras. En éstos, se indicaba quién había ordenado la construcción del edificio y cómo se había llevado a cabo, siempre con la autorización y la protección de los dioses. Los trabajos repetían o se inspiraban en las obras fundacionales de los dioses creadores del mundo.
De la arquitectura de culturas antiguas como la mesopotámica, la ibérica o la etrusca, construida con ladrillos de adobe, solo se han conservado los cimientos. No se sabría cómo eran los edificios si no se hubieran conservado unos objetos, parecidos a maquetas de arquitectura, depositados como ofrendas en las tumbas: eran edificios en miniatura que guardaban las cenizas o acogían el espíritu del difunto. Gracias a éstas, se entraba con contacto con él para conocer el pasado (no el futuro) pues ofrecía ejemplos modélicos necesarios para vivir bien. Otras maquetas reproducían templos o capillas y se guardaban en los hogares.

LA CASA CONSTRUIDA
Keramos (de dónde cerámica), en griego antiguo, significaba arcilla pero también se traduce por teja y ladrillo.
Desde los cimientos hasta la techumbre, todos los elementos constructivos se pueden realizar en adobe o en terracota: una mezcla de arcilla fina, agua y arena o paja que impide que la pieza moldeada se deforme. En la ciudad palestina de Jericó, hace once mil años, ya se modelaban a mano los primeros ladrillos de la historia semejantes a cantos de río empleados en la construcción de chozas. Cuatro mil años más tarde, en Mesopotamia, moldes de madera para la producción de ladrillos idénticos agilizaron la construcción. Elementos estructurales como columnas también se levantaban con ladrillos circulares triangulares. Los arcos de las termas romano-republicanas de Cabrera de Mar emplearon una estructura única en el mundo romano: piezas huecas cónicas engarzadas unas dentro de otras formando largos nervios que se doblaban naturalmente. Agujeros en la base de las piezas permitían el paso de una armadura metálica transversal que unía varios nervios.
Los socarrats eran unas gruesas tejas planas de terracota, pintadas o en relieve, insertadas entre las vigas del techo en interiores de palacios de los reinos de Aragón y de Valencia. Cumplían una doble función, estructural, como base para el enlosado de los pisos superiores, y mágico-decorativa. 
La cubrición de plantas libres con bóvedas y cúpulas mejoró gracias a la disposición de delgadas capas de piezas cerámicas ignífugas, una versión de la bóveda catalana ideada en la segunda mitad del siglo XIX por el valenciano Rafael Guastavino.
Las tejas de terracota –del verbo en latín tegere: cubrir-, planas o semi-cilíndricas -romanas o árabes-, articuladas e impermeables, apoyadas sobre una estructura de madera, protegen las construcciones.
El agua o el aire caliente circulaba por canalizaciones como en el acueducto de Pisistrato en Atenas en el siglo VI aC, o en las termas romanas.

LA CASA PROTEGIDA
Gruesos muros y murallas no bastaban para proteger un edificio a merced de los dioses y del ataque de enemigos. En Mesopotamia, ladrillos fundacionales de terracota, más grandes y resistentes a la humedad que los ladrillos de adobe, se insertaban en cimientos y muros portantes con una na plegaria o un conjuro en la cara principal. Fetiches que representaban a guardianes o a dioses primordiales reforzaban la protección. Pequeños conos con advertencias y plegarias, clavados en muros y cimientos, aseguraban también la mágica solidez de la obra en Mesopotamia.
Templos, tumbas y palacios en Grecia, Etruria y Roma se coronaban con relieves y estatuas protectores. Representaban a dioses y héroes, y a monstruos que ahuyentaban a los enemigos. Las antefijas eran relieves de terracota, con la horrísona faz de la Gorgona cuya mirada petrificaba, que sellaban la parte inferior de las tejas. Motivos vegetales aseguraban la vida del edificio enraizado en la tierra. Las acróteras eran bases de estatuas que coronaban los frontones e imponían respeto. Socarrats y placas de terracota con imágenes religiosas o mágicas protegían a los habitantes, como los azulejos medievales con calaveras o manos de Fátima que advertían sobre la fugacidad de la vida.  

LA CASA VIVIDA
La cerámica vidriada se descubrió en Egipto y en Mesopotamia en el tercer milenio aC. Piezas de terracota cubiertas con sílice y pigmentos cristalizaban tras una segunda cocción a alta temperatura. Los interiores de los palacios persas se ornaban con paneles en relieve vidriados más resistentes que frescos y tapices. Las invasiones árabes, a través de talleres hispano-musulmanes, divulgaron una técnica que permitió animar muros de adobe. Los contactos entre Persia, China -donde se descubrió la loza estanífera vidriada (el estaño fundido crea una capa brillante blanca sobre la terracota que se pinta con pigmentos) y la aplicación intensiva del azul cobalto-, e Italia, a través de la ruta de la seda, popularizaron el azulejo a partir del Renacimiento europeo.   
Las superficies lisas y brillantes compusieron paneles que se asemejaban a ventanas encuadrando escenas paradisíacas. Los motivos geométricos y las tramas ortogonales ordenaban el espacio e inscripciones religiosas y figuras celestiales protegían los interiores convertidos en imágenes del Edén. El confort climático, lumínico y visual también evocaba la tierra de los orígenes o el cielo. 
Hasta la segunda mitad del siglo XIX, loa azulejos, como la mayoría de las piezas cerámicas, eran anónimas y se fabricaban en serie. El olvido o el descrédito del trabajo manual animó a algunos artistas y arquitectos a proyectar o pintar, en colaboración con ceramistas profesionales, azulejos y ladrillos, de producción limitada o únicos, como Picasso, Matisse o Miró: “deseo introducir la cerámica en la casa, ahí donde vive el ser humano, lo que ya se hace en países muy soleados donde la luz juega con la cerámica” (Joan Miró)