miércoles, 24 de mayo de 2017
Interpretación del arte (Coleccionismo)
"Sans doute, c´est seulement par la pensée qu´on possède des choses et on ne possède pas un tableau parce qu´on l´a dans sa salle à manger si on ne sait pas le comprendre, ni un pays parce qu´on y réside sans même le regarder"
(Marcel Proust: Albertine disparue)
"Sin duda, es solo por el pensamiento que se poseen cosas y no se posee un cuadro porque cuelgue del comedor si no se sabe comprenderlo, ni un país porque se reside en él sin ni siquiera mirarlo"
(Marcel Proust: Albertina desaparecida)
(Marcel Proust: Albertine disparue)
"Sin duda, es solo por el pensamiento que se poseen cosas y no se posee un cuadro porque cuelgue del comedor si no se sabe comprenderlo, ni un país porque se reside en él sin ni siquiera mirarlo"
(Marcel Proust: Albertina desaparecida)
Hoy hace veinticinco años...
Tras los juegos...
Meses más tarde se iba a iniciar el juicio. La indemnización era de 35 millones de pesetas para cada afectado.
Dado los costes iniciales de abogados que la empresa afectada no quiso pagar por temor a perder contratos públicos, no se llevó a cabo.
La Sociedad General de Autores, en su reunión mundial en noviembre de 1992 en Sitges, estudió si el plagio de ideas podía ser considerado un plagio. Indirectamente, éste se reconoció.
Hace ya mucho tiempo. Varias de las personas implicadas han fallecido.
martes, 23 de mayo de 2017
SUSAN MEISELAS (1948): A ROOM FOR THEIR OWN (UNA HABITACIÓN PROPIA, 2015-2017)
A Room of Their Own (título basado en una obra de Virginia Wolf) es un encargo, recientemente publicado, de la fotógrafa norteamericana Meiselas, perteneciente a la agencia Magnum, que documenta espacios de acogida para mujeres maltratadas en un refugio inglés: habitaciones para madres e hijos pequeños, personalizadas, convertidas en sus "palacios", en los que se sienten en seguridad. Esos refugios son temporales y, sin embargo, todo el cuidado ha sido vertido para convertirlos en espacios en los que la grisura no tiene cabida.
Meiselas fotografía desde cierta distancia, ni embellece ni destaca nada, solo refleja los sueños proyectados en las estancias -un bien que no han tenido hasta ahora, un bien propio-, en los que las mujeres y los niños no suelen aparecen -o se muestras desdibujados-, no solo por razones de seguridad, sino porque ya están presentes a través de los objetos fotografiados. cada uno cuenta una historia, una parte de una historia fracturada.
lunes, 22 de mayo de 2017
TAMMAN AZZAM (1980): STOREYS (PISOS, 2014-2016)
La pintura occidental ha cultivado dos géneros desde el barroco, sobre todo: las vistas urbanas -sobre todo en el arte flamenco, siendo la Vista de Delft, de Vermeer, un modelo de representación objetiva al tiempo que, según Proust, personal, emotiva, que expresa la relación afectiva con la ciudad-, y la pintura de ruinas (género llamado el capricho de ruinas): imágenes de ruinas greco-latinas, basadas en la realidad pero constituyendo ruinas inventadas en paisajes idealizados, susceptibles de generar un sentimiento de admiración por la arquitectura clásica, y de nostalgia y lamentación por su pérdida.
El artista sirio Azzam combina ambos géneros. Pero las ruinas no son inventadas y no idealiza la ciudad -si bien su ojo retrata fielmente lo que ve y evoca las sensaciones que siente ante lo que percibe: ciudades sirias devastadas por la guerra civil, sin vidas, convertidas casi en imágenes matéricas y abstractas, en las que la "abstracción" no es causada por la mano del artista sino del hombre. Algunas de las vistas, aéreas, acrecientan la impresión de devastación -o documentan aún mejor la destrucción-. La ausencia de color, o el ocasional uso de colores hirientes, acrecienta la impresión de ciudades cubiertas de ceniza, en las que el rigor urbanístico y arquitectura (las tramas geométricas, el juego equilibrado de masas y de líneas verticales y horizontales, más que destruido o abolido, parece haber sido disuelto, convertido en una masa informe, de la que no parece pueda surgir de nuevo vida alguna. Y, sin embargo, Azzam retrata lo que queda de cada piso, cuenta todas las heridas, muestra restos que aun destacan de la masa licuada, como si el hormigón volviera a un estado inicial -sin posibilidad de volver a fraguar.
Son ciudades-cementerio. Las pinturas no denuncian. Exponen. Lo que es aún más terrible. De algún modo, alcanzan la verdad.
Obra de Tamman Azzam forma parte de una exposición dedicada a la colección de arte árabe contemporáneo de la fundación privada Barjeel de los Emiratos Árabes, en el Instituto del Mundo Árabe de París.
domingo, 21 de mayo de 2017
Arquitectura y tiempo
Arquitectura es, objetivamente, la ordenación del espacio y, subjetivamente, la relación personal con este espacio ordenada, sus cualidades sensibles, las cualidades que aporta a la vida, el "bienestar" que genera -es saberse y sentirse bien en una "sala de estar".
Pero la arquitectura también tiene que ver con el tiempo; también lo ordena -lo pauta. La arquitectura es o proporciona un refugio; y es un lugar, una tierra, de acogida. Envuelve y protege a quien o quienes acoge, desligándolos del entorno y de los demás, como si fuera un perfecto envoltorio, pero también se abre a los demás, erigiéndose como un lugar de encuentro; posibilita en encuentro de personas, facilita el intercambio de impresiones, es, en verdad, la condición necesaria para que la relación personal se establezca.
El mito lo cuenta bien. La primera ciudad fue fundada por Caín -un perseguido por la justicia y la ira de Dios tras el fratricidio cometido- como un lugar acotado donde todos los desterrados como él pudieran acogerse y descansar. Contrariamente al poema sobre Caín, de Victor Hugo, la cólera de Dios -la mala conciencia- no asedia a Caín hasta la y en la tumba. Por el contrario, Dios lo deja asentarse, al igual que a todos los perseguidos por la justicia. la ciudad es siempre una ciudad refugio. Los seres humanos eran nómadas. No sabían donde detenerse, no podían detenerse nunca. El tiempo se les iba de las manos. Estaban a merced de la fortuna. el tiempo inclemente no les dejaba respirar. El espacio ordenado -la ciudad fundada y construida-, sin embargo, aparecía como la salvación. La carrera errática, sin rumbo ni fin, llegaba a término, a buen puerto. El hombre hallaba su lugar en la tierra. El tiempo se aquietaba. Podía tomar el destino en sus manos. Quieto, reposado, sintiéndose seguro, podía ver el tiempo pasar. El tiempo también se detenía. Cada día yo no era vivido como el último día. Las horas se sucedían con regularidad. Quieto, asentado, el hombre percibía la órbita de los cuerpos siderales que parecían girar para él, sobre su cabeza, alrededor suyo, constituyendo un cerco protector. Sabía que ya no tendría que apresurarse luchando con el tiempo que se le escapaba. Antes bien, podía organizarse, medir el tiempo que le era concedido, llevar un calendario de trabajos, vivir de acorde con las estaciones que yo no le expulsarían de la tierra. La ciudad o la casa eran imágenes del mundo, cosmos en miniatura donde sentirse en armonía con los seres y los entes, sin tener ya la sensación que llegaba la hora -siempre demasiado pronto- de volver a partir hacia no se sabía donde.
El tiempo mesurado -medido y comedido, adaptado a las necesidades y los sueños humanos- se establecía al mismo tiempo que el espacio ordenado. Hacer arquitectura, así, consistiría en acordar la vida al tránsito, temporal y espacial, de las estrellas, viviendo en armonía con sus órbitas, sus apariciones y desapariciones, teniendo la sensación -aunque sabiendo que es ilusoria- que las estrellas giran para nosotros, para que nuestra cabeza gire y se eleve ahora que sabe dónde se halla -dónde está (bien)-, teniendo como norte el espacio humano.
Pero la arquitectura también tiene que ver con el tiempo; también lo ordena -lo pauta. La arquitectura es o proporciona un refugio; y es un lugar, una tierra, de acogida. Envuelve y protege a quien o quienes acoge, desligándolos del entorno y de los demás, como si fuera un perfecto envoltorio, pero también se abre a los demás, erigiéndose como un lugar de encuentro; posibilita en encuentro de personas, facilita el intercambio de impresiones, es, en verdad, la condición necesaria para que la relación personal se establezca.
El mito lo cuenta bien. La primera ciudad fue fundada por Caín -un perseguido por la justicia y la ira de Dios tras el fratricidio cometido- como un lugar acotado donde todos los desterrados como él pudieran acogerse y descansar. Contrariamente al poema sobre Caín, de Victor Hugo, la cólera de Dios -la mala conciencia- no asedia a Caín hasta la y en la tumba. Por el contrario, Dios lo deja asentarse, al igual que a todos los perseguidos por la justicia. la ciudad es siempre una ciudad refugio. Los seres humanos eran nómadas. No sabían donde detenerse, no podían detenerse nunca. El tiempo se les iba de las manos. Estaban a merced de la fortuna. el tiempo inclemente no les dejaba respirar. El espacio ordenado -la ciudad fundada y construida-, sin embargo, aparecía como la salvación. La carrera errática, sin rumbo ni fin, llegaba a término, a buen puerto. El hombre hallaba su lugar en la tierra. El tiempo se aquietaba. Podía tomar el destino en sus manos. Quieto, reposado, sintiéndose seguro, podía ver el tiempo pasar. El tiempo también se detenía. Cada día yo no era vivido como el último día. Las horas se sucedían con regularidad. Quieto, asentado, el hombre percibía la órbita de los cuerpos siderales que parecían girar para él, sobre su cabeza, alrededor suyo, constituyendo un cerco protector. Sabía que ya no tendría que apresurarse luchando con el tiempo que se le escapaba. Antes bien, podía organizarse, medir el tiempo que le era concedido, llevar un calendario de trabajos, vivir de acorde con las estaciones que yo no le expulsarían de la tierra. La ciudad o la casa eran imágenes del mundo, cosmos en miniatura donde sentirse en armonía con los seres y los entes, sin tener ya la sensación que llegaba la hora -siempre demasiado pronto- de volver a partir hacia no se sabía donde.
El tiempo mesurado -medido y comedido, adaptado a las necesidades y los sueños humanos- se establecía al mismo tiempo que el espacio ordenado. Hacer arquitectura, así, consistiría en acordar la vida al tránsito, temporal y espacial, de las estrellas, viviendo en armonía con sus órbitas, sus apariciones y desapariciones, teniendo la sensación -aunque sabiendo que es ilusoria- que las estrellas giran para nosotros, para que nuestra cabeza gire y se eleve ahora que sabe dónde se halla -dónde está (bien)-, teniendo como norte el espacio humano.
viernes, 19 de mayo de 2017
Suscribirse a:
Entradas (Atom)