sábado, 3 de junio de 2017
JÉRÔME COMBIER (1971) & PIERRE NOUVEL (1981): CAMPO SANTO, IMPURE HISTOIRE DE FANTÔMES (FRAGMENTO, 2016-2017)
CAMPO SANTO - Impure histoire de fantômes from ENSEMBLE CAIRN on Vimeo.
Una ciudad minera, hoy abandonada, en tierra de nada, entregada a las aves carroñeras: una isla lejana al norte de Noruega, cercana al polo, donde la Unión Soviética fundó la fantasmagórica Pyramiden, dotada de todos los equipamientos urbanos y culturales posibles, irremediablemente ruinas actualmente.
El espectáculo -una instalación sonora, un concierto acompañado de proyecciones- es obra del compositor francés de música electrónica en el IRCAM de París, Jérome Combier, y del vídeo-artista francés Pierre Nouvel.
INÈS VIDAL FARRÉ (1972): EL METGE I LA CAPSETA DE XOCOLATA (2016-2017)
La distribución es casi inexistente -el libro solo se encuentra en alguna librería de Barcelona, gracias a las buenas artes de la autora, y la página web de la editorial no indica ni siquiera un número de teléfono o una dirección electrónica para efectuar un pedido-, la portada es digna de una novela de rincón gran superficie o de quiosco de estación, la impresión tiene defectos, el ISBN está impreso en un papel encolado sobre la primera hoja, la caja de chocolate del título (que podría evocar a Hansel y Gretel) es un "macguffin" -un rasgo aparentemente importante pero que solo sirve para disimular lo que se cuenta de verdad- y el título juega (inteligentemente) a la confusión: quien se espere un cuento infantil o una novela rosa....
Y, sin embargo, El metge i la capseta de xocolata (Premio de Narrativa Ciudad de Ibiza 2016) escrita en un espléndido y alusivo mallorquín- es, sin duda, la mejor y más turbadora novela hispana del año.
La novela corta de Inès Vidal sigue las pautas de sus textos anteriores: relatos cortos basados -lejanamente- en cuentos populares: en cuentos no edulcorados, sino transcritos con la dureza, la sequedad, la belleza de los hermanos Grimm. Poblados de ogros que devoran a los niños, de madrastras que envenenan a sus hijastras, de padres que tienen que perder a sus hijos en los bosques porque no pueden mantenerlos, de lobos con la astucia de los zorros y la crueldad de los leones que rondan en los bosques donde los niños son abandonados y los pájaros no tienen piedad en borrar las trazas que permitirían salir del laberinto. Cuentos que reviven las tragedias griegas y los mitos orientales en los que madrastras no dudan en asesina a sus hijastros y a cocerlos para servirlos como manjares a los padres infieles de las criaturas.
La novela se construye mediante capítulos muy cortos. Todos están titulados. Son casi historias sueltas. Se suceden en un aparente desorden. Las historias no se cruzan al principio. No se atan cabos. No se atan nunca. La verdad -el fin de la historia, la razón del relato- se intuye; pero no se explica.
Inés Vidal tiene el don terrible de contar o desvelar atrocidades sin describirlas sino que, a través de alusiones, de palabras sueltas tan solo, dan pie a que sea el lector que descubra el horror. Éste no está en el texto, sino en la cabeza de aquél; quien, al darse cuenta de que es capaz de imaginar horrores que nunca hubiera creído imaginar -que nunca hubiera querido imaginar-, se espanta aún más, no del texto sino de sí mismo: el texto es un espejo mágico que revela facetas del lector que hubiera querido que permanecieran ocultas, o que, más difícilmente, no pensaba poseer. Los cuentos verdaderos, con personajes de fábula, son retratos de lo que somos, son lo que no querríamos ser, muestran que no querríamos ver.
El paisaje, el entorno (Pirineos, Barcelona, una Barcelona que solo antes Marsé en Si te dicen que caí..., Segarra en Vida privada y Pérez Andújar en Los príncipes valientes) están descrito con precisión y, sin duda, está tomado de la realidad, pero se muestran como un escenario arquetípico: la montaña, el valle, el prado, o el bosque; nunca sabremos porque los personajes se comportan de este modo; ni de donde sacan éstos determinadas fuerzas. La historia es inevitable. Parece movida por un destino aciago. Los acontecimientos son incomprensibles, inadmisibles; pero se suceden de manera implacable: no podría haber ocurrido otra historia -marcada, anunciada por un hecho del pasado, como en las tragedias griegas cuando un crimen de otro tiempo, lleva, por secretas e indestructibles vías. crimen tras crimen, la vida de un linaje hacía el vacío, como si -porque- los dioses quisieran vengarse de alguna afrenta desconocida u olvidada de los humanos, de manera lenta y sin final. Algunos personajes tienen la intuición de lo que ocurrirá -como el lector. Mas, al final, sabemos que lo que ha ocurrido tenía que ocurrir, y solo podía ocurrir de ese modo, sin que sepamos bien porqué ha ocurrido. Inès Vidal narra; no explica. Desvela historias ocultas; no las razona. No juzga a los personajes. No sabemos porqué son así, pero sí sabemos que no podrían ser de otra manera y que sus actos, horrísonos, injustificables, escapan a cualquier condena moral. No tienen explicación. Pero tienen que llevarse a cabo como acontecen.
La historia, una vez reconstruida, empieza, en verdad, cuando se cierra el libro. Es difícil no seguir evocando la historia preguntándose qué se torció, porqué ocurrió lo que cuenta, sabiendo que no es ficción: aunque no haya ocurrido, podría ocurrir. Ocurre en el libro, y lo que cuenta es más cierto, mas terriblemente cierto, que lo que cuenta la historia.
Inès Vidal es arquitecta. Proyecta y construye de día casas, que explora de noche -cuando todos duermen, menos los monstruos, si es que éstos no somos nosotros-, desvelando lo que los interiores encierran, lo que sabemos existe y que no queremos imaginarnos. O sí
Si solo se leyera un libro este año, éste es. antes de volver a -o de empezar- la lectura a su primera novela -el título es también ilusoriamente claro: Història del Llop (2005).
Homo homini lupus
Y, sin embargo, El metge i la capseta de xocolata (Premio de Narrativa Ciudad de Ibiza 2016) escrita en un espléndido y alusivo mallorquín- es, sin duda, la mejor y más turbadora novela hispana del año.
La novela corta de Inès Vidal sigue las pautas de sus textos anteriores: relatos cortos basados -lejanamente- en cuentos populares: en cuentos no edulcorados, sino transcritos con la dureza, la sequedad, la belleza de los hermanos Grimm. Poblados de ogros que devoran a los niños, de madrastras que envenenan a sus hijastras, de padres que tienen que perder a sus hijos en los bosques porque no pueden mantenerlos, de lobos con la astucia de los zorros y la crueldad de los leones que rondan en los bosques donde los niños son abandonados y los pájaros no tienen piedad en borrar las trazas que permitirían salir del laberinto. Cuentos que reviven las tragedias griegas y los mitos orientales en los que madrastras no dudan en asesina a sus hijastros y a cocerlos para servirlos como manjares a los padres infieles de las criaturas.
La novela se construye mediante capítulos muy cortos. Todos están titulados. Son casi historias sueltas. Se suceden en un aparente desorden. Las historias no se cruzan al principio. No se atan cabos. No se atan nunca. La verdad -el fin de la historia, la razón del relato- se intuye; pero no se explica.
Inés Vidal tiene el don terrible de contar o desvelar atrocidades sin describirlas sino que, a través de alusiones, de palabras sueltas tan solo, dan pie a que sea el lector que descubra el horror. Éste no está en el texto, sino en la cabeza de aquél; quien, al darse cuenta de que es capaz de imaginar horrores que nunca hubiera creído imaginar -que nunca hubiera querido imaginar-, se espanta aún más, no del texto sino de sí mismo: el texto es un espejo mágico que revela facetas del lector que hubiera querido que permanecieran ocultas, o que, más difícilmente, no pensaba poseer. Los cuentos verdaderos, con personajes de fábula, son retratos de lo que somos, son lo que no querríamos ser, muestran que no querríamos ver.
El paisaje, el entorno (Pirineos, Barcelona, una Barcelona que solo antes Marsé en Si te dicen que caí..., Segarra en Vida privada y Pérez Andújar en Los príncipes valientes) están descrito con precisión y, sin duda, está tomado de la realidad, pero se muestran como un escenario arquetípico: la montaña, el valle, el prado, o el bosque; nunca sabremos porque los personajes se comportan de este modo; ni de donde sacan éstos determinadas fuerzas. La historia es inevitable. Parece movida por un destino aciago. Los acontecimientos son incomprensibles, inadmisibles; pero se suceden de manera implacable: no podría haber ocurrido otra historia -marcada, anunciada por un hecho del pasado, como en las tragedias griegas cuando un crimen de otro tiempo, lleva, por secretas e indestructibles vías. crimen tras crimen, la vida de un linaje hacía el vacío, como si -porque- los dioses quisieran vengarse de alguna afrenta desconocida u olvidada de los humanos, de manera lenta y sin final. Algunos personajes tienen la intuición de lo que ocurrirá -como el lector. Mas, al final, sabemos que lo que ha ocurrido tenía que ocurrir, y solo podía ocurrir de ese modo, sin que sepamos bien porqué ha ocurrido. Inès Vidal narra; no explica. Desvela historias ocultas; no las razona. No juzga a los personajes. No sabemos porqué son así, pero sí sabemos que no podrían ser de otra manera y que sus actos, horrísonos, injustificables, escapan a cualquier condena moral. No tienen explicación. Pero tienen que llevarse a cabo como acontecen.
La historia, una vez reconstruida, empieza, en verdad, cuando se cierra el libro. Es difícil no seguir evocando la historia preguntándose qué se torció, porqué ocurrió lo que cuenta, sabiendo que no es ficción: aunque no haya ocurrido, podría ocurrir. Ocurre en el libro, y lo que cuenta es más cierto, mas terriblemente cierto, que lo que cuenta la historia.
Inès Vidal es arquitecta. Proyecta y construye de día casas, que explora de noche -cuando todos duermen, menos los monstruos, si es que éstos no somos nosotros-, desvelando lo que los interiores encierran, lo que sabemos existe y que no queremos imaginarnos. O sí
Si solo se leyera un libro este año, éste es. antes de volver a -o de empezar- la lectura a su primera novela -el título es también ilusoriamente claro: Història del Llop (2005).
Homo homini lupus
jueves, 1 de junio de 2017
KEN RUSSELL (1927-2011): GAUDÍ (1960)
Que el cineasta británico Ken Russell -hoy olvidado pese al escándalo que rodeó sus obras más conocidas-, quien empezó como documentalista en la BBC, director de delirantes películas como Mujeres enamoradas, Los demonios, o Tommy (basada en un doble LP de los Who), en los años 60 y 70, realizara un reportaje sobre Gaudí, entra dentro de cierta lógica.
Un excelente documental con una música desmesurada y apropiada.
FRANCESCO TRISTANO SCHLIMÉ (1980): BARCELONA TRIST (2012)
Sobre este excepcional pianista y compositor, clásico y contemporáneo 8especialista en Bach, Berio y Cage), de música "acústica" y electrónica, intérprete de obras propias y ajenas, luxemburgués instalado en Barcelona, véase su página web.
El aire que respiras (Res Publica)
Foto: Tocho.
Plaza Gala Placidia, Barcelona, junio de 2017
Sabemos que la administración pública y los responsables políticos municipales y, en este caso, autonómicos -del Departament de Territori i Sostenibilitat- se ocupan del bienestar de los ciudadanos -hoy convertidos en "ciudadanía".
Sobre un fondo celeste, el cartel anuncia que en este sitio se toman muestras de aire para analizarlo. Se sobreentiende que se quiere que el aire sea respirable. Pero también que no siempre lo es: por eso se tiene que controlar su calidad.
El texto del cartel, tan bien intencionado, presenta una curiosa característica. Obviemos el tuteo que practican los responsables políticos -más que administrativos ya que toda decisión administrativa viene dictada o sancionada por el estamento político-, que quiere dar la sensación que se ocupan de cada uno de nosotros, buscando suscitar la impresión de una relación personal, casi íntima, entre un adulto y un niño al que se cuida, por cuya salud se vela, proximidad y atención -aunque posiblemente solo revele condescendencia.
El texto no dice: el aire que respiramos, sino que respiras. Quien lo escribe es quien mesura la calidad del aire. Es decir que esas personas que toman medidas -personas, en plural; se supone que son varias personas a las que se refiere el cartel, a menos que el responsable político se refiera a sí mismo en plural mayestático- no respiran el mismo aire que nosotros (los ciudadanos o los súbditos). El aire que "respiran" no necesita ser controlado. Debe de ser o estar siempre puro, incontaminado. Viven, pues, literalmente, en una burbuja, mientras que el resto podemos ahogarnos -de cuya asfixia no tenemos que preocuparnos porque nos vendrán a darnos aire (o a ventilarnos).
miércoles, 31 de mayo de 2017
DISEÑO CORBUSIER: ECO DE ORÁN (1985)
Agradecimientos al arquitecto y artista Albert García-Alzórriz por este envío.
Sobre este grupo de música electrónica de Granada, en los años ochenta, véase, por ejemplo, este enlace
Naturaleza, paisaje y arquitectura
La naturaleza no es el paisaje.
La naturaleza es un concepto. No se percibe. pues cuando el ser humano mira la naturaleza y canta sus "excelencias" o señala sus "defectos", la está juzgando con respecto a un modelo ideal, como si fuera una obra de arte que revelara la intención y la mano diestra -o la impericia- de un creador: está convirtiendo la naturaleza en un paisaje.
Al parecer, existe una zona de los Pirineos leridanos "apenas tocada por la mano del hombre", "casi desconocida": es decir una zona "natural", un fragmento de naturaleza.
Para poder preservarla (del impacto humano, se sobreentiende), se actúa en o sobre ella, trazando caminos y convirtiendo la naturaleza en una secuencia de paisajes, de modo que pueda "atraer a visitantes". Caminos seguros, sin duda, adaptados a las necesidades, a las limitaciones humanas.
Pero, de este modo, la naturaleza cesa de ser "natural", para convertirse en un espectáculo. No puede caer en el olvido: debe estar física y emocionalmente presente ante los ojos (los sentidos) de los humanos.
Querer preservar la naturaleza incidiendo en ella es un oximorón. se afirma una cosa y lo contrario. La naturaleza no tiene sentido. No cumple ninguna finalidad. Convertirla en un gran teatro puede dar lugar a un viaje provechoso, atractivo, pero lo que se descubre ya no es la naturaleza, sino una creación precisamente para satisfacer los sentidos.
La naturaleza "es": el ser humano forma parte de ella. Mas cuando se aparta para observarla desde la distancia, la destruye. Tiene, inevitablemente, la tentación de corregir, recortar, ordenar lo que percibe a fin que se adapte a nuestro gusto, de "humanizarla", como si se pudiera "dialogar" con ella.
La mejor manera de preservar la naturaleza es vivir según su ritmo y nunca admirarla -es decir, juzgarla, desde criterios humanos, necesariamente, admirarla desde fuera, como si fuera un "objeto" sometido a nuestros designios o deseos. Algo imposible hoy. Solo nos relacionamos con nuestra proyección o creación: el paisaje.
"Es tracta d’una zona poc coneguda i gairebé sense tocar pel pas del temps i de la petja humana, i per tant molt poc evolucionada. Un paisatge extraordinari on es van anar assentant petits nuclis urbans, disposats estratègicament al llarg d’aquest itinerari entre l’est i l’oest. Un recorregut d’un altíssim valor paisatgístic.
(...)
La naturaleza es un concepto. No se percibe. pues cuando el ser humano mira la naturaleza y canta sus "excelencias" o señala sus "defectos", la está juzgando con respecto a un modelo ideal, como si fuera una obra de arte que revelara la intención y la mano diestra -o la impericia- de un creador: está convirtiendo la naturaleza en un paisaje.
Al parecer, existe una zona de los Pirineos leridanos "apenas tocada por la mano del hombre", "casi desconocida": es decir una zona "natural", un fragmento de naturaleza.
Para poder preservarla (del impacto humano, se sobreentiende), se actúa en o sobre ella, trazando caminos y convirtiendo la naturaleza en una secuencia de paisajes, de modo que pueda "atraer a visitantes". Caminos seguros, sin duda, adaptados a las necesidades, a las limitaciones humanas.
Pero, de este modo, la naturaleza cesa de ser "natural", para convertirse en un espectáculo. No puede caer en el olvido: debe estar física y emocionalmente presente ante los ojos (los sentidos) de los humanos.
Querer preservar la naturaleza incidiendo en ella es un oximorón. se afirma una cosa y lo contrario. La naturaleza no tiene sentido. No cumple ninguna finalidad. Convertirla en un gran teatro puede dar lugar a un viaje provechoso, atractivo, pero lo que se descubre ya no es la naturaleza, sino una creación precisamente para satisfacer los sentidos.
La naturaleza "es": el ser humano forma parte de ella. Mas cuando se aparta para observarla desde la distancia, la destruye. Tiene, inevitablemente, la tentación de corregir, recortar, ordenar lo que percibe a fin que se adapte a nuestro gusto, de "humanizarla", como si se pudiera "dialogar" con ella.
La mejor manera de preservar la naturaleza es vivir según su ritmo y nunca admirarla -es decir, juzgarla, desde criterios humanos, necesariamente, admirarla desde fuera, como si fuera un "objeto" sometido a nuestros designios o deseos. Algo imposible hoy. Solo nos relacionamos con nuestra proyección o creación: el paisaje.
"Es tracta d’una zona poc coneguda i gairebé sense tocar pel pas del temps i de la petja humana, i per tant molt poc evolucionada. Un paisatge extraordinari on es van anar assentant petits nuclis urbans, disposats estratègicament al llarg d’aquest itinerari entre l’est i l’oest. Un recorregut d’un altíssim valor paisatgístic.
(...)
(....) vol seguir apostant pel territori i ajudant en la mida del possible que tot plegat no acabi enrunat i en el oblit. És per això que proposem un seminari des de dos enfocaments diferenciats i a la vegada complementaris, tots dos treballs responent a necessitats i demandes reals fetes des de les institucions implicades.
D’una banda, volem atendre a la mirada llunyana, des d’un treball paisatgístic capaç de lligar un recorregut a través de tots els pobles, en un itinerari ple d’atractius. Un itinerari que pugui atraure tan els visitants del Congost de Mont Rebei a la Ribagorça com els del castell de Mur a Terradets. Una veritable descoberta d’aquesta zona recòndita i en silenci del nostre Pre Pirineu. Un treball que serveixi per revelar l’atractiu i la màgia d’aquest indret i que ho faci des dels trets més globals i generals del propi paisatge fins el treball de detall de les noves propostes."
(Del prospecto de un curso de arquitectura, urbanismo y "paisajismo" para estudiantes de arquitectura en los Pirineos leridanos este verano)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)