Desde al menos 2011, varios estudiantes de arquitectura extranjeros (de Noruega, Suiza, Italia, por ejemplo), alumnos de la Escuela técnica superior de Arquitectura de Barcelona gracias a una beca Erasmus, han expresado con prudencia su sorpresa ante el dominio de las asignaturas técnicas sobre las teóricas y de una concepción del proyecto arquitectónico que pasa siempre por el dibujo.
Este comentario es tanto más inesperado, y doloroso, cuanto que esta escuela fue, entre 1972 y principios del siglo XXI, conocida por la importancia de las enseñanzas en historia y teoría, teniendo incluso asignaturas de estética, únicas en cualquier facultad de arquitectura, pues propias de facultades de bellas artes y humanidades.
A este comentario -o queja-, respondemos que el papel del arquitecto en España es distinto del que se le asigna en cualquier otro país: el arquitecto es el único responsable de la obra, durante diez años, incluso de defectos o problemas de partes de la construcción -problemas estructurales, constructivos, etc.- realizados por técnicos especialistas -ingenieros, por ejemplo- pero la bondad de cuyo trabajo tiene que venir certificado por el responsable de la obra que es el arquitecto. Ante esta responsabilidad máxima, impuesta por los Colegios de Arquitectos y aceptada por los poderes públicos, los conocimientos del arquitecto tienen que sobresalir en aquellas materias que, en principio, son propias de la ingeniería, ya que tiene que ser capaz de detectar y denunciar errores técnicos, so pena de ser considerado responsable de cualquier incidencia que lastre la estabilidad o vida del edificio en construcción y construido, hasta diez años tras la conclusión de la obra.
Esta respuesta, sin duda inevitable y seguramente prudente, revela, sin embargo, una concepción de la arquitectura entendida como un espacio física, materialmente construido. La arquitectura solo se concibe como construida. Esta visión no es propia solo de constructores sino también de algunos teóricos e historiadores -como el catedrático de historia Josep Quetglas- que sostenía, al igual que el historiador
Kenneth Frampton en su clásico
Estudios sobre cultura t
ectónica. Poéticas de la construcción, de finales de los años noventa, que la arquitectura solo se daba en obra.
¿Qué es la arquitectura?
La arquitectura es un espacio construido, ciertamente; un espacio que se visualiza, existe ante nosotros y alrededor nuestro; pero se trata de un espacio donde se vive "bien", donde el ser humano siente que vive o podría vivir "bien": un lugar, acotado, donde uno se asienta, se siente a gusto. La arquitectura tiene que ver con el gusto: un ente que suscita emociones en las personas que se relacionan con aquél, emociones o sensaciones que despiertan ideas -sobre el sentido de la vida, sobre nuestra relación con el mundo, sobre el "lugar" e ocupamos en el mundo.
La arquitectura, entonces, no tiene porque existir "realmente".La arquitectura resulta de una conversión -o una transfiguración: una construcción que deviene arquitectura -que es percibida y juzgada como arquitectura- mientras y porque suscita sensaciones físicas de bienestar. La arquitectura puede existir incluso en sueños, y desde luego en imágenes: imágenes en y a través las que uno se siente cómodo y siente que podría vivir (bien), mejor incluso en sueños que si este espacio se hubiera "materializado". Mejor arquitecto fue Gaston Bachelard gracias a su tratado
La poética del espacio que Le Corbusier (al menos que Le Corbusier constructor, aunque sus textos teóricos, mal escritos, no merecen atención tampoco). Los versos de Jaime Gil de Biedma:
La nostalgia del sol en los terrados,
en el muro color paloma de cemento
—sin embargo tan vívido— y el frío
repentino que casi sobrecoge.
La dulzura, el calor de los labios a solas
en medio de la calle familiar
igual que un gran salón, donde acudieran
multitudes lejanas como seres queridos.
nos habrían ahorrado tantos desaguisados, construcciones que han querido ser arquitectura sin tener ni "idea" -sin ser capaces de despertar ideas a través de vivencias o sensaciones placenteras o plenas.
Entender la arquitectura como el marco de una vida plena, que una imagen o un texto, seguramente la música, dibuja -, exige o invita a leer, a contemplar, a teorizar sobre el arte (para "vivir" en sueños, imaginariamente, en los espacios que el arte construye, con formas, palabras y notas, y que devienen, cuando nos acogemos en aquéllos, arquitectura: construcciones sensibles) a proyectar y construir mentalmente.
Ciertamente, existe arquitectura "realmente" construida, "anónimamente" o no. Pero ésta no es solo fruto de una decisión o el esfuerzo de un arquitecto. Éste construye un marco que debe ser "animado", "disfrutado" por quienes se insertan en aquél. Es el habitante quien declara -quien siente- que habita en una obra de arquitectura. La arquitectura solo existe si autoriza una vida satisfecha, con sentido.
Eso es lo que, una vez, fue la arquitectura que se enseñaba.