Tras haber expuesto este verano en el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) en Valencia, los artistas y cineastas libaneses Hadjithomas y Joreige acaban de obtener el Premio Marcel Duchamp que les ha permitido presentar una muestra de sus últimos trabajos en el Centro George Pompidou de París, titulada Palimpsestos.
Un palimpsesto -un término común en teoría arquitectónica, pese a no referirse directamente a la arquitectura- es un pergamino medieval utilizado en numerosas ocasiones. Los copistas rascaban la superficie de la piel para borrar los dibujos y textos a fin de poder reutilizar el mismo soporte -la piel de calidad escaseaba- para una nueva composición o redacción. Aunque los textos borrados no son visibles a simple vista, modernos aparatos de óptica, con condiciones de luz particular, son capaces de desvelar ínfimas trazas. Gracias al reiterado uso de un mismo pergamino y la tecnología actual, se han podido rescatar textos o variantes de los que, en ocasiones, no se tenía ninguna constancia.
Un palimpsesto denota, pues, que toda inscripción deja una huella perdurable. El trazo marca para siempre la superficie. Ésta registra todo lo que acontece en la superficie. El pasado puede así recuperarse, y el paso del tiempo queda registrado en el ínfimo espesor del pergamino.
Pasimpsestos es una exposición que estudia superficies, en efecto. Éstas existen a escala natural. Son terrenos en los que, desde las noches, se ha construido. Los edificios actuales, o las ruinas de las últimas construcciones, se adentran en la tierra, pero no anulan las trazas, los cimientos de obras anteriores. Una ciudad es la punta de un iceberg. Pese a elevarse a gran altura, ésta no es sino la sombra de las profundidades en las que yacen ciudades anteriores.
Los hombres han construido siempre en un mismo lugar. Una construcción que ha perdurado denota la bendición divina que ha permitido ocupar un espacio. Cuando el tiempo realiza su trabajo y derriba o socava lo que ha sido edificado, las obras nuevas se superponen a las anteriores, convertidas en casas de los ancestros que velan sobre las casas nuevamente edificadas. La eterna sucesión de obras en un mismo lugar, que eleve lentamente el nivel del suelo, constituido por estratos sucesivos de ruinas, se interrumpe en ocasiones, cuando la guerra o la hambruna ha impedido, a veces durante siglos, o para siempre, la reocupación del espacio.
La obra reciente de Hadjithomas y Joreige consiste un grandes tubos de ensayo de metacrilato, colgados del techo, ocupando el espacio, semejante a pilares, que acogen catas realizadas en varios ciudades históricas mediterráneas (Atenas, Beirut, etc.). Al mismo tiempo, fotografías de dichas catas se extienden sobre largas hojas horizontales, semejantes a rollos de pergamino. La verticalidad de las catas, que evoca la estructura de una obra, se transforma en capas horizontales que recrean el perfil de un terreno. Los tubos no están llenos, sin embargo. De tanto en tanto, vacíos separan las catas. Sabemos que la historia se interrumpe -como si volviera la barbarie- antes que la vida humana vuelva a imponerse.
Piedras, tierra, ladrillos, mortero, ínfimos fragmentos cerámicos, metálicos y de huesos componen los niveles de la tierra hasta cierta profundidad que alcanza a veces un centenar de metros. Cada cata es un testimonio de vida sepultada: construcciones que fueron vitales antes de ser destruidas, casi nunca para siempre, como si un secreto -siempre acotado en el tiempo- impulso las llevara a alzarse de nuevo.
Entender la historia ciudad no implica estudiar solo la historia de su planeamiento. Los planos de urbanismo, las plantas de los edificios cuentan una historia. Los restos arqueológicos narran la vida, ciclos vitales que constituyen el sedimento sobre el que se edifican nuestras vidas.
Hadjithomas y Joreige trabajan como -y con- arqueólogos. Buscan entender sobre qué construimos, qué soporta nuestras casas, qué las sostiene y les da sentido. Las obras del pasado, desaparecidas son como imágenes invertidas de dónde moramos. Y un aviso de que nuestro tiempo también está limitado, aunque sirva de base para la casa de los hombres del futuro.