miércoles, 25 de julio de 2018

TXEMA SALVANS (1971): THE WAITING GAME (EL JUEGO DE LA ESPERA, 2005-2015)






























¿Quién espera encontrar una presencia humana en semejantes entornos? Callejuelas o carreteras secundarias, desvíos, cruces de caminos y vías, asaeteados de señales de tráfico, carteles, anuncios y farolas, que llevan a descampados y urbanizaciones fracasadas -marcadas por pavimentos y bordillos incongruentes, pues nadie camina por esos campos-, bordeados de casuchas, almacenes abandonados, granjas, terrenos baldíos, rejas metálicas oxidadas, verjas, en los que destacan todos los servicios que no queremos ver, desde contadores hasta centrales eléctricas. Entornos marginales urbanizados, que necesitamos. Los servicios básicos que no queremos en nuestras ciudades o nuestras parcelas se hallan aquí, y aquí hallan refugio personas, porque son sitios solitarios, en los que, sin embargo, pasan veloces personas motorizadas, que huyen, o frenan.
Lo peor es que hay personas que aguardan. y suponemos que solo estas personas pueden soportar estos entornos, como si existiera una secreta afinidad entre lo que esperan y lo que les envuelve: coches y camiones que se detienen a veces.
Aunque quisiéramos que no se dieran esas situaciones, o no querríamos verlas. 

El fotógrafo barcelonés Txema Selvans ha documentado esperas de quienes quizá esperan poco: el anverso del decorado urbano: el territorio gangrenado por lo que rechazamos o expulsamos pero no podemos ni queremos eliminar. 
The Waiting Game es un libro que no querríamos tener y que sin embargo es necesario -que tengamos siempre presente.

Hasta la última gota

"Si los hombres no quieren morir de sed, tienen que aprender a beber de todas las copas; y si los hombres quieren permanecer puros, es necesario que cada uno se lave con agua sucia"

(F. Nietzsche: Así habló Zaratustra, segunda parte)

martes, 24 de julio de 2018

MARIA MOLDES (1974): ESCENAS DE LA VIDA RADIOACTIVA (BENIDORM, 2014)














  escenas de la vida radioactiva/ scenes of radioactive life from María Moldes on Vimeo.

 
escenas de la vida radioactiva/ scenes of radioactive life from María Moldes on Vimeo.

Siguiendo el modelo del retrato de Benidorm que hiciera el fotógrafo inglés Martin Parr, la fotógrafa gallega María Moldes ha documentado, a todo color, el circo en que se convierte la ciudad de Benidorm en verano, un espacio final donde se dan los últimos coletazos de la vida, ya liberada de cualquier límite y contingencia -salvo el de la edad.
De fondo, la ciudad absurda de los rascacielos a los pies del paseo marítimo, acorde con los atuendos, que delimita y acoge este brindis al sol, donde el gusto ya no es un problema o un impedimento. De algún modo, Benidorm es un insólito reducto de libertad -la libertad que los años finales conceden.
Benidorm, ciudad mutante, aplastada por el sol, en la que se metamorfosean las figuras carbonizadas y sus costumbres.

lunes, 23 de julio de 2018

El confesor



Foto: Tocho, julio de 2018, Barcelona

" Formaser, Inteligencia Emocional Sistémica": ni Heidegger

Como escribe una amiga, a falta de confesor...

(...y de padres conscientes)

SERGIO LEONE (1929-1989): RENAULT 19 DIESEL (1985)



Las bestias, hoy, van sobre ruedas

Filmado en el anfiteatro de El Jem, en Túnez

Juicio estético (o las bragas de Madonna)

"Madonna demanda a una web que subastaba su ropa interior usada" (19/07/2017)



Debía ser por la tarde cuando Madeleine entró decididamente en el Museo de la Legión de Honor, en lo alto de la bahía de San Francisco. Se dirigió hacia la Sala Seis y se sentó en un banco sin dosel. La sala, al igual que la entrada, estaban vacía. Quieta, rígida, la espalda recta y las piernas recogidas, a un lado, bajo el banco, en silencio, parecía embebida en la contemplación de un retrato femenino decimonónico de grandes dimensiones, colgado de la pared.
Tras un buen rato, Madeleine, que no manifestaba ser consciente de que el detective John Ferguson la espiaba por orden de su marido, inquieto por las largas ausencias de su mujer, salió del recinto.
apenas Madeleine partió, el detective, escondido en el umbral, entró en la sala y observó de inmediato el cuadro que había fascinado a Madeleine. Se dio cuenta al momento del parecido entre la figura y Madeleine. Pronto sabría que se trataba de un retrato de Carlota Valdés, abuela de Madeleine. No bien entendió porque Madeleine miraba intensamente el cuadro, salió apresuradamente para tratar de alcanzarla.
Madeleine, en la película Vértigo de Alfred Hitchcock,  encajaba perfectamente con la actitud que Kant postulaba se tenía que tener ante una obra de arte: silencio, quietud, y reflexión mientras se percibe sensiblemente la obra. Ésta detiene al espectador quien, poco a poco, a través de los sentidos, indaga en el sentido de la aquélla -su "misterio" o supuesto "misterio", otorgado por el artista o por nosotros, creyendo descubrir lo que añadimos a la obra mientras y porque la contemplamos-, el concepto encarnado que su intelecto irá desgajando de las impresiones sensibles, de las imágenes visuales que los sentidos captan y transfieren a la imaginación.
Pero Madeleine finge. Es un señuelo para seducir a John Fergurson. Busca desencadenar una serie de reacciones, que no son las que Kant espera que una obra de arte, o un paisaje dotado de cualidades estéticas, es decir, percibido como una creación, suscite.
En verdad, la psicología kantiana es hermosa, pero, sin duda, "irreal".
Las imágenes, por el contrario, provocan reacciones a menudo desaforadas, que van desde la idolatría -la identificación con la obra, su posesión fetichista- hasta el violento rechazo que lleva a su negación y destrucción.
Los movimientos de masas enfervorizadas ante determinados espectáculos musicales y deportivos, la adquisición de recuerdos -como otrora la de reliquias-, de camisetas, de cualquier tipo de objeto que haya estado en contacto con un ídolo, revela que nuestro comportamiento ante lo que nos rebasa, que no percibimos enteramente humano, se ha dado y se da en cualquier época y cultura.
Podríamos decir más bien que Kant quiso poner coto a la idolatría, enunciando la actitud que debería tener el hombre de bien, razonable, ilustrado, de gusto: la mesura y distinción, la contención ante el atractivo. Una reacción lógica con el protestantismo que rehuye la seducción material.
Pero el análisis kantiano de nuestra relación con las imágenes fue, sin duda, un brindis al sol.
Los precios desorbitantes que alcanzan los mechones de cabello -y otras prendas íntimas- de cualquier figura idolatrada así lo atestiguan.

Véase, sino, esta página web.

viernes, 20 de julio de 2018

Julio en la universidad



Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (ETSAB), 19 de julio de 2018