Aunque los cuadros de paisajes descomunales, "sublimes", del siglo XIX, y la pintura del Expresionismo Abstracto, sean considerados emblemas del arte pictórico -o del arte, en general- norteamericano, quizá sean los pintores del primer tercio del siglo XX, marcados por la Gran Depresión de 1929, dedicados a vistas urbanas, a la geometría de las construcciones, al vacío de las calles gélidas y a la desmesura de los rascacielos, pintados con la dedicación de un pintor flamenco -con un estilo calificado de Preciosista-, los que realmente han determinado las características del arte norteamericano.
Georges Copeland Ault fue no solo uno de los pintores urbanos más notables, sino que sus vistas nocturnas, con calles o edificios fugaz y violentamente iluminados por misteriosas fuentes de luz, quizá los faros de un coche que aún no se distingue, constituyen su aportación más característica.
Al contrario que otros pintores de ciudades y rascacielos, Ault detestaba la ciudad norteamericana, aplastada por el humo de las industrias y cielos cargados de pesadas nubes, a la que calificaba de infernal. Los rascacielos no eran emblemas de modernidad sino signos de decadencia, emblemas del mal que rondaba la noche.
Ault murió en la pobreza. Apenas vendía.
El Museo de Arte de San Diego conserva uno de sus mejores obras.
Poco conocido fuera de los Estados Unidos, su pintura, sin embargo, ha definido un imaginario urbano, de ciudades vacías y amenazantes, sumidas en las tinieblas.