sábado, 14 de marzo de 2020
El mundo de las imágenes (la influencia de la imagen mimética, según Platón)
Inicio de clases virtuales en tiempos del coronavirus, cuando las aulas se cierran hasta no se sabe aún cuándo.
Cada semana se realizará un video que tratará, de manera sucinta -media hora frente a las clases "presenciales" de dos horas que han tenido lugar hasta este fin de semana-, un tema de teoría de arte y estética propio del programa de la asignatura de Teoría II de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, en la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC-ETSAB), o que desarrolla algunos aspectos que no suelen tratarse siempre en clases "convencionales".
Faltan las intervenciones (preguntas, opiniones y observaciones) de los estudiantes que ayudan a estructurar, matizar, corregir o ampliar las explicaciones.
Agradecimientos a Mónica Sambade, arquitecta y profesora de arquitectura, y a Lucas Dutra, estudiante de último curso de arquitectura, amigos, por la comunicación de los programas necesarios, consejos, recomendaciones y sugerencias, y por el montaje de esta filmación.
viernes, 13 de marzo de 2020
ALBERTO POSADAS (1967): POÉTICAS DEL LABERINTO (2016-2017)
Composición para cuatro saxofones, del músico español Alberto Posadas, inspirada por los laberintos representados por Escher y descritos por Borges, teniendo el mito del Minotauro en mente.
Una de las obras musicales contemporáneas más hermosas y sugerentes.
jueves, 12 de marzo de 2020
RUTH ZYLBERMAN (1971): LES ENFANTS DU 209 RUE SAINT MAUR PARIS Xe (LOS NIÑOS DEL NÚMERO 209 DE LA CALLE SAINT MAUR EN EL DISTRITO DÉCIMO DE PARÍS, 2017)
https://www.arte.tv/fr/videos/065861-000-A/les-enfants-du-209-rue-saint-maur-paris-xe/
Contemplación legal
Un documental fundamental sobre un bloque de pisos de una gran ciudad, sobre lo que encierra, las vidas presentes y pasadas relacionadas con este refugio, y sobre los recuerdos que suscita. En este bloque vivió una pequeña comunidad judía durante la ocupación nazi de París.
Una maravilla.
Arquitectura y construcción
Los teóricos de las artes y profesores Félix de Azúa y Xavier Rubert enunciaron hace años que la diferencia entre la arquitectura y la construcción -diferencia que asumían- residía ya sea en un añadido a la construcción -un ornamento- que la convertía en una obra de arquitectura, ya sea en una manera distinta de operar, basada en un objetivo distinto, que no era meramente funcional o utilitario, sino simbólico -sin obviar la función: la arquitectura no era un decorado, pero tampoco se limitaba a ser un simple techo.
Cabría preguntarse si la diferencia reside en el objeto y no en el sujeto: no el que crea sino en el que observa.
La construcción se usa; la arquitectura se contempla. Eso no significa que estemos ante dos obras distintas, sino ante dos maneras de situarnos ante una misma obra. La construcción se usa, la arquitectura se piensa, da qué pensar. En cuanto buscamos un significado, un sentido o una razón que no sea la respuesta que la obra ofrece a una necesidad, quedando clara la relación entre necesidad y respuesta, la construcción se convierte en arquitectura. La arquitectura, podríamos decir es "cosa mentale". Se halla en nuestra mente, en nuestra manera de abordarla, de relacionarnos con ella, no solo para usarla -que también- sino para observarla, como si fuera un tema de estudio o un objeto que admirar: admirando su forma y las ideas "personalizadas" o "encarnadas" por dicha forma material. La materia no tiene porque ser pétrea. Un dibujo, cualquier manifestación sensible en verdad, musical, literaria, escenográfica, puede dar pie a una arquitectura: una construcción que se vive, se disfruta y se piensa. La arquitecta es lo que nos detiene o nos intriga. Su razón de ser no es evidente. Nos plantea un problema. O, también podríamos decir, nos planteamos un problema ante la obra. Eso significa que una construcción puede ser o no ser arquitectura en función de la manera cómo se sitúa y juzga la persona que se halla delante de aquélla. Lo que puede ser percibido como una construcción, lo que puede pasar desapercibido como arquitectura, para otras personas aparecerá como un enigma, es decir una obra de arquitectura. La arquitectura plantea dudas. Sus razones se encuentran más allá de sus muros. Se encuentran en nosotros, en cómo nos "situamos" ante la obra, en las preguntas que nos plantea o nos planteamos. La arquitectura no es evidente. Requiere adiestrar la mirada, intrigada por lo que ve, y el juicio, que intuye que la obra encierra algún significado, o que podría ser la depositaria de un significado que el observador le concede.
Las puertas de la arquitectura no se abren fácilmente. No son un refugio, un lugar donde descansar y dejar de hacerse preguntas, sino que constituye un permanente problema que nos mantiene despiertos, inquietos, tratando de saber porqué está allí, ante nosotros, o envolviéndonos, qué nos aporta, en qué nos beneficia o nos constriñe. La arquitectura sería casi la cara oculta de la construcción, el anverso que esconde lo que da sentido a la construcción y la instituye como algo más que un abrigo. Por el contrario, la arquitectura nos deja a la intemperie, detenidos ante el reto que nos plantea, o nos planteamos ante ella, intentando hallar lo que explique y justifique el que estemos atentos y desconcertados ante ella.
No se puede vivir sin construcciones; cubre nuestras necesidades físicas. La arquitectura responde a esas otras necesidades que convierten una vida en una vida plena y problemática. Los animales que construyen, posiblemente, nunca hagan arquitectura.
Cabría preguntarse si la diferencia reside en el objeto y no en el sujeto: no el que crea sino en el que observa.
La construcción se usa; la arquitectura se contempla. Eso no significa que estemos ante dos obras distintas, sino ante dos maneras de situarnos ante una misma obra. La construcción se usa, la arquitectura se piensa, da qué pensar. En cuanto buscamos un significado, un sentido o una razón que no sea la respuesta que la obra ofrece a una necesidad, quedando clara la relación entre necesidad y respuesta, la construcción se convierte en arquitectura. La arquitectura, podríamos decir es "cosa mentale". Se halla en nuestra mente, en nuestra manera de abordarla, de relacionarnos con ella, no solo para usarla -que también- sino para observarla, como si fuera un tema de estudio o un objeto que admirar: admirando su forma y las ideas "personalizadas" o "encarnadas" por dicha forma material. La materia no tiene porque ser pétrea. Un dibujo, cualquier manifestación sensible en verdad, musical, literaria, escenográfica, puede dar pie a una arquitectura: una construcción que se vive, se disfruta y se piensa. La arquitecta es lo que nos detiene o nos intriga. Su razón de ser no es evidente. Nos plantea un problema. O, también podríamos decir, nos planteamos un problema ante la obra. Eso significa que una construcción puede ser o no ser arquitectura en función de la manera cómo se sitúa y juzga la persona que se halla delante de aquélla. Lo que puede ser percibido como una construcción, lo que puede pasar desapercibido como arquitectura, para otras personas aparecerá como un enigma, es decir una obra de arquitectura. La arquitectura plantea dudas. Sus razones se encuentran más allá de sus muros. Se encuentran en nosotros, en cómo nos "situamos" ante la obra, en las preguntas que nos plantea o nos planteamos. La arquitectura no es evidente. Requiere adiestrar la mirada, intrigada por lo que ve, y el juicio, que intuye que la obra encierra algún significado, o que podría ser la depositaria de un significado que el observador le concede.
Las puertas de la arquitectura no se abren fácilmente. No son un refugio, un lugar donde descansar y dejar de hacerse preguntas, sino que constituye un permanente problema que nos mantiene despiertos, inquietos, tratando de saber porqué está allí, ante nosotros, o envolviéndonos, qué nos aporta, en qué nos beneficia o nos constriñe. La arquitectura sería casi la cara oculta de la construcción, el anverso que esconde lo que da sentido a la construcción y la instituye como algo más que un abrigo. Por el contrario, la arquitectura nos deja a la intemperie, detenidos ante el reto que nos plantea, o nos planteamos ante ella, intentando hallar lo que explique y justifique el que estemos atentos y desconcertados ante ella.
No se puede vivir sin construcciones; cubre nuestras necesidades físicas. La arquitectura responde a esas otras necesidades que convierten una vida en una vida plena y problemática. Los animales que construyen, posiblemente, nunca hagan arquitectura.
martes, 10 de marzo de 2020
GEHRARD RICHTER (1932) Y CORINNA BELZ (1955) -FILMACIÓN- & STEVE REICH (1936) -MÚSICA: 946-3 (2019)
Composición musical y visual -basada en el cuadro abstracto de Richter, el óleo de 2016 titulado 946-3- estrenada en Nueva York: una colaboración, entre pintura y música, de Reich y Richter.
YOKO ONO (1933): IMAGINE (1971)
No se da acto solidario o concienciado sin la canción Imagine interpretada por John Lennon.
Mucho menos conocida, y quizá mejor, más sobria, es la versión de su esposa (y quizá co-autora) Yoko Ono.
Nerón y los Beatles: una cúpula geodésica en Londres
La Domus Aurea, el descomunal palacio oriental que Nerón, que no soportaba la austeridad de los palacios palatinos, mandó construir en el centro de Roma (y que su sucesor, Vespasiano, ordenó enterrar para borrar su recuerdo), destacaba por el Coloso, una gigantesca estatua del emperador disfrazado de Apolo, y por una sala central: una estancia circular, cubierta por una bóveda, y con una plataforma giratoria en la que Nerón, llegado por alguno de los oscuros pasillos que desembocaban en la estancia, se colocaba para que los emisarios del mundo, lo admiraran, mientras giraba como el sol, antes de desaparecer por otro de los conductor.
El arquitecto sudafricano Digby Bridges (1933) construyó en 1967 una peculiar cúpula geodésica de vidrio en el centro de Londres -el barrio de Saint John´s Wood, cerca de Regent Park- que aún existe. Cubre una plataforma de madera, que se eleva mediante un sistema hidraúlico, de manera que se acerca a la bóveda hasta tocarla perimetralmente creando una burbuja en la que los usuarios se desmarcan del entorno y solo están en contacto con el cielo, a través de los cristales de la cúpula.
Dicha cúpula fue un encargo del músico Paul McCartney, inspirado por las "follies" dieciochescas inglesas -palacetes sin función, o falsas ruinas construidas, dispersos por parques y la campiña, para solaz de los aristócratas y sus invitados- para la que aún es su vivienda en Londres, y de la que es un anexo donde compone, cuando aún formaba parte del grupo The Beatles.
La plataforma sostiene una cama redonda para meditar, un regalo del cantante Alice Cooper quien a su vez lo recibió de Groucho Marx para su mansión en Hollywood.
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