miércoles, 16 de septiembre de 2020

SERENA STEVEN (1988): INTERIORES (2020)

 










Desde finales de la Primera Guerra Mundial, hace ya más de un siglo, en las culturas occidentales, pintar se ha vuelvo muy complicado. Las dificultades no son técnicas ni comerciales, sino "éticas": cualquier punto de vista, objeto representado y pincelada, inevitablemente, tiene una historia: remite a una obra anterior, por lo que la duda se instala acerca de la pertinencia de repetir una imagen o la manera de plasmarla, así como de la necesidad, futilidad y "legalidad" de la obra que se va a emprender.  Interrogarse sobre lo que se va a hacer parece ineludible. ¿Cómo desprenderme o alejarme de este modelo, que siempre estará allí? o ¿acaso es mejor darse por vencido y volver a rehacer un gesto, una mirada, una obra que alguien ya ha realizado? Estas preguntas son modernas; hasta entonces, se asumía que las obras entraban a formar parte de una familia, a la que aportaban variaciones, y de cuyas bondades y maldades eran testigo y un testimonio. Cada pintor escogía su familia, de que no se desmarcaba demasiado. La noción barroca de originalidad puso fin a esos ligámenes. Y la conciencia, o el temor, de Duchamp, de que ya nada nuevo se podía pintar, le devolvió, paradójicamente, al olvidado mundo de los gabinetes de curiosidades -y al gesto del artista de escoger objetos, no de representarlos-, aunque, esta vez, mostrando objetos cuyas características eran, o así lo pensaba Duchamp, precisamente la total ausencia de rasgos curiosos. 

¿Pintar? Los logros de la fotografía, desde hace más de siglo y media, ya no son un problema. Es cierto que la pintura ya no tiene una misión: documentar el mundo. Pero puede -y debe- ofrecer una mirada que hasta entonces nadie ha tenido, no para ser original, sino para refrescar y ampliar la mirada, Mas, ¿es posible aún?

Desde los años ochenta, la vuelta a la pintura es una tentación, siempre combatida. ¿Qué, cómo y para qué pintar? La pintura, casi siempre, acaba siendo una reflexión sobre medios y fines: sobre puntos, líneas, planos y pinceladas, sin ningún otra finalidad. No pintan algo; se pintan a sí mismas. Son como piezas de construcción que nada levantan y se muestran, aisladas, abandonadas, tales como son, sin ningún objetivo al que atender   

La joven artista norteamericana Serena Steven vuelve a la pintura. Inevitablemente Hopper ronda. Pero el tamaño de los cuadros escapa a las contenidas vistas de Edward Hopper. Cuadros de interiores acogedores pero desocupados o abandonados casi siempre -a veces, es difícil saber si el gato es un cojín, una estatua o un ser vivo-, cerrados (puertas y cortinas dejan entrever espacios a los que no se llega), en los que las sombras tienen casi más entereza o entidad que las objetos que las crean, y en los que formas reconocibles se desgajan -como en la obra de Soutine (las referencias no se pueden acallar)- con dificultad de la materia que las crea y las atenaza. Una extraña, más que inquietante, imagen del mundo doméstico, que parece a punto de rebullir.

"I think of home as both a place and a feeling, something both fleeting and everlasting. A source of potential comfort or contempt, a home sinks in its roots while remaining utterly receptible to being uprooted"


Serena Steven acaba de exponer en una galería de Nueva York

lunes, 14 de septiembre de 2020

Construcción y destrucción durante la Guerra Civil española (de las regiones devastadas y Belchite a los pueblos de nueva planta) (1936-1939)








Hoy, lunes 14 de septiembre de 2020 se ha leído, en el aula de Grado de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (UPC-ETSAB), una tesis que hará historia: Espacio y memoria. Un viaje por las ruinas de la Guerra Civil española, del profesor asociado de Teoría Carlos Bitrián Varea, bajo la dirección de la profesora titular de Teoría, la doctora Marta Llorente, ambos del Departamento de Teoría e Historia de la Arquitectura.
¿Ha hecho historia?
Amén de la calidad de la documentación , la escritura, el estudio y la exposición, este trabajo de investigación, de mil quinientas páginas, trabajado en todos los archivos de la Guerra Civil española, y con exhaustiva documentación fotográfica realizada ex-profeso, que pronto podrá consultarse públicamente -a la espera de su publicación-, estudia seis pueblos destruidos, entre Madrid y Barcelona, entre los que destaca Belchite, que nunca fueron reconstruidos sino preservados en ruinas como testimonio de la guerra -de la destrucción de la República, obviamente: son pueblos que el gobierno del General Franco quiso que exhibieran, con las huellas de su destrucción, las "culpas" del gobierno legal republicano.
La tesis, por otra parte, no trata solo de destrucción -una destrucción que construye una memoria- sino de reconstrucciones, emprendidas ya a partir de 1937, en plena Guerra -una Guerra que, en ocasiones, acontecía lejos-, por instituciones y particulares de ambos bandos, y que, en el caso de las reconstrucciones en el bando sublevado, tenían una fuerte componente ideológica, ya que buscaban construir o reconstruir la imagen de pueblos y hogares de otro tiempo, que quizá nunca existieron salvo en los sueños o pesadillas de arquitectos y políticos, organizados alrededor de una chimenea, en el caso del espacio doméstico, y de plazas porticadas encintando iglesias, ayuntamientos y centros de la Falange, en el centro de las villas alrededor de las cuales se organizaban barriadas periféricas, también organizadas alrededor de plazas, según un modelo que se extendía como una tela de araña desde la casa hasta todo el territorio de la Península.
Un trabajo de investigación deslumbrante, fundamental para los estudios tanto sobre la Guerra Civil como el imaginario arquitectónico.   

domingo, 13 de septiembre de 2020

PRIMOZ BIZJAK (1976) & CARLOS BUNGA (1976): HOSPITAL DE CARTÓN (2020)

Hospital de cartón. UN PROYECTO DE PRIMOŽ BIZJAK Y CARLOS BUNGA from Galería Elba Benítez on Vimeo.


El título del vídeo se refiere a un hospital que se construyó efectivamente en fieltro y cartón en un valle de los Pirineos catalanes, cabe unas minas, a principios del siglo XX, en uso hasta el final de la Guerra Civil, y que aún se mantiene en pie. 

Se trata de una construcción prefabricada patentada danesa y alemana para hospitales de campaña en los que tratar heridos de guerra y enfermos de pandemias.

Las construcciones prefabricadas de principios de siglo de esta empresa inspiraron posteriormente a arquitectos de la Bauhaus y están en el origen de la arquitectura modulada moderna

Sobre el vídeo y los artistas, véase este enlace

Sobre el hospital y su redescubrimiento, véase también este enlace

ISAAC JULIEN (1960): A MARVELOUS ENTANGLEMENT, LINA BO BARDI (UN MARAVILLOSO ENTRELAZAMIENTO, LINA BO BARDI, 2019)

Isaac Julien: Lina Bo Bardi – A Marvellous Entanglement (teaser) from Victoria Miro on Vimeo.

Nota: para poder ver legalmente este vídeo, "clique" sobre la franja azul que aparece en la pantalla.


Fragmento de una proyección en múltiples pantallas de una filmación sobre la obra de la arquitecta ítalo-brasileña Lina Bo Bardi (1914-1992)

Sobre el videoartista Isaac Julien, véase, por ejemplo, este enlace 

viernes, 11 de septiembre de 2020

SUZANNE VEGA (1959): WALK ON THE WILD SIDE (2020)

La perspectiva renacentista

 




Fotos: Tocho, agosto de 2020

La soberbia, llameante y descomunal Asunción, de Tiziano -su mejor obra-, en la penumbrosa basílica gótica de Santa María Gloriosa dei Frari, en Venecia, suspendida en el ábside, acapara, ya desde la entrada al templo, todas las miradas, pero no cercena la búsqueda de otra obra, de menores dimensiones, que no se descubre a primera vista. Un recorrido por la nave lateral derecha de la iglesia, conduce, tras un giro, a una pequeña estancia, la sacristía, tan solo iluminada por altos ventanales situados tras el altar, que compensan el alto zócalo de madera oscura de la sillería adosada al perímetro de la sala. A contraluz, separado de los fieles por el altar, recortado ante las vidrieras, se perfila el tríptico Pesaro, de Giovanni Bellini: La Virgen y el niño, de finales del siglo XV.

Para poder contemplarlo, en el silencio de la sacristía, en la que apenas nadie accede, lo más adecuado es sentarse en los bancos de iglesia más cercanos al altar, y entornar lo ojos para descubrir las figuras sin quedar deslumbrado por las vidrieras. Mas, el deslumbramiento es inevitable; y no lo producen aquéllas.

En el panel central del tríptico, la Virgen con el niño en brazos, de pie sobre un alto podio que dos ángeles de rodilla flanquean, se encuentra en el espacio de una alta hornacina cuya luminosa cuyo casquete esférico o media bóveda está recubierta de (pan de) oro.

Las figuras y el espacio arquitectónicos están perfecta, naturalísticamente representados. Todo el espacio fuga hacia dónde se halla la Virgen 

Y, de pronto, un insólito fenómeno. La figura de la Virgen se destaca del fondo y parece flotar en, y ante, el tríptico, en medio del ábside de la sacristía. Se diría que se hubiera liberado del plano y se hubiera "corporeizado", todo y teniendo el aspecto, la materialización, la (des)materialidad de una aparición. La figura se ha desprendido de sus ataduras sobre el tríptico que la "aplanaba". Ha cobrado una silenciosa vida y produce la turbadora sensación que ha dejado de ser una imagen.

La primera representación perspectiva no fue una imagen profana, como podría esperarse de una técnica representativa volcada a producir ilusiones de realidad. Mientras que el ilusionismo, en la Grecia antigua, buscaba confundir los sentidos y dar vida a entes cotidianos -un racimo de uvas-, por ejemplo, la primera representación en perspectiva, en un fresco, del siglo XV, fue la Trinidad en la basilica de Santa Maria Novella de Florencia. Masaccio, que logró semejante prodigio -aunque sin la endiablada habilidad de Bellini- compuso un cuadro en el que (ante el que) se destacaba poderosamente Cristo crucificado, ante los ojos, casi ante las manos de los fieles (Yahvé no debería poder representarse en tanto que divinidad inmaterial, pero si en tanto que Padre, tal como lo retrata Masaccio. La figura humana del Hijo de Dios, su presencia,  “humaniza” a Yavhé y lo sitúa en el tiempo y el espacio, al lado de su Hijo).

Esta efectiva materialización de la figura del Hijo de Dios no era una impiedad: no convertía a un ser inmaterial en un mero ser mortal, ni consideraba que la forma humana representada era un símbolo o una forma adoptada por la divinidad para mostrarse, una forma o manera de mostrarse. El cuerpo del Hijo de Dios no era un recurso visual, sino que era su cuerpo. El Hijo de Dios se había encarnado y, por tanto, su cuerpo carnal no era un recurso visual, sino que era su propio cuerpo mortal. 

La teología de la imagen cristiana, la consideración sobre las naturalezas, humana y divina de Jesucristo, permitieron que, por primera vez, las representaciones de una divinidad no fuera un mero simbolismo, sino una verdadera representación. Hasta entonces, las efigies divinas eran solo imágenes convencionales. Los dioses eran invisibles y no tenían una forma determinada. Se sabía que las formas con las que se les representaba eran convencionales, escogidas por ellos, o atribuidas por los humanos. Pero no eran "suyas".

Por el contrario, el Hijo de Dios se hizo hombre. Las imágenes, por tanto, eran retratos. Reproducían el cuerpo que le pertenecía.  Asimismo, su madre era una humana. Fue retratada por Lucas. Por tanto, podía ser retratada igualmente, al igual que cada humano, y su retrato era "auténtico", en tanto que reproducía un primer retrato, pintado por el evangelista, para el que la madre del Hijo de Dios hab(r)ía posado.

En tanto que el Hijo de Dios era una imagen del Padre, y en tanto que el hombre se hizo "a imagen" de la divinidad, los retratos tanto del Hijo como de su madre no se distinguían para nada de los modelos -de la persona humana en la que se encarnó el Hijo de Dios, persona que mostraba la naturaleza humana asumida por la divina-. El retrato no era una convención sino una "verdadera imagen" que daba cuenta de la forma o cuerpo de la divinidad encarnada.

Por tanto, era sumamente importante que el retrato no se distanciara del modelo, sino que produjera la impresión que el modelo -la madre, el Hijo- estaba allí presente. No se trataba que estuviera en su retrato, sino que el retrato, en tanto que imagen, fuera el modelo, ya que este era una imagen. Tampoco se trataba de adorar el retrato, sino al modelo -que era el retrato: el modelo figurado, representado -en el sentido fuerte del verbo. vuelto a presentar, lograr que se presentara de nuevo, lograr su "presencia"- por su retrato. En un lugar determinado, el retrato hacía las veces, "era" el modelo.

La perspectiva habría sido un medio eficaz, convincente, para que la divinidad se volviera a mostrar. No tenía que ser un signo, sino que, a ojos de los fieles, tenía que producir la ilusión o impresión que los fieles se hallaban ante la divinidad. Así pues, la perspectiva estaría asociada a la teología de la imagen divina cristiana, que la justificaría.

En el caso del tríptico Pésaro de Bellini, la ilusión es completa. Por un momento, logra la materialización de la figura que representa, la trae a colación, la muestra y da fe de su presencia; fe en el poder de la imagen que revelar lo que no se puede ver ni intuir sin el recurso de la imagen. La perspectiva habría permitido lograr el "milagro" de devolver a la tierra, entre los humanos, a un humano que era a la vez la divinidad, la presencia de la divinidad. La perspectiva fue un arma con la que los humanos (los artistas) forzaron la mano del Hijo de Dios, invitándole, forzándole a mostrarse de nuevo, anticipando así el final de los tiempos, cuando el Hijo de Dios retornará a la tierra abriendo mil años de gloria. El "milenarismo", curiosamente, no estaba reñido con la perspectiva: antes bien, le daba "sentido".

jueves, 10 de septiembre de 2020

El juicio del pasado...

"Es cosa bien sabida hoy que no se debe juzgar de las costumbres antiguas por las modernas; quien pretendiese reformar la corte de Alcinoo de La Odisea de acuerdo con la del Gran Turco o la de Luis XIV, se ganaría la rechifla de los sabios; el que reprendiese a Virgilio por haber representado al rey Evandro cubierto con la piel de un oso y acompañado por dos perros cuando recibía a los embajadores, sería un deplorable crítico.”

(VOLTAIRE: "“Ezequiel – Sobre algunos pasajes singulares de este profeta y de algunas costumbres antiguas", Diccionario filosófico portátil -1764-) 

Si Voltaire levantara hoy la cabeza…