Finas Miralles, ayer (pintura) y hoy (reconstrucción de instalaciones del pasado), MACBA
Quizá la pregunta no debiera plantearse, o ésta no tenga una sola respuesta. Quizá la pregunta se base en un hecho o un problema inexistentes, fruto de una ilusión o la ignorancia, o la respuesta requiriera tales matices que mejor fuera no plantear pregunta alguna....
El arte contemporáneo occidental o marcado por Europa y los Estados Unidos, principalmente, de los años sesenta y, sobre todo setenta del siglo pasado, rompió con las convenciones artísticas, ya sacudidas por el dadaísmo a principios del siglo XX. El videoarte empezaba con fuerza y las "performances" o acciones eran moneda corriente desde mediados de los años cincuenta. Las instalaciones tampoco eran flores de un día.
Debido a su naturaleza efímera, "performativa", y a técnicas obsoletas (primeros vídeos, películas en Super 8) que requieren proyectores que ya no existen, pocas obras han sobrevivido fuera de una abundante documentación textual y gráfica que da cuenta de lo acontecido.
Por este motivo, algunas instalaciones y acciones se vuelven a escenificar en exposiciones temporales monográficas. Un recuerdo de viejos tiempos que intentar volver a la actualidad.
Cuando los recuerdos cobran vida....
Pero mientras, las borrosas fotografías en blanco y negro, las filmaciones rayadas y mal calibradas, y los pasquines fotocopiados, recrean una imagen de acontecimientos fulgurantes e incomprensibles, las recreaciones actuales, revelan, de pronto, la tristeza (por no decir absurdidad o inanidad) de aquellas obras. Sorprendían, fascinaban, repelían o indignaban. Daban lugar a análisis teóricos. Abrían nuevos mundos. Clausuraban tradiciones incapaces de atender a los tiempos. Hoy, la mayoría producen cierto sonrojo. Se desfila ante ellos cuando quien paso de largo ante un baúl apolillado.
Han pasado cincuenta años, en ocasiones. ¿Acaso es un tiempo suficiente para juzgar con cierta perspectiva? Las miradas actuales ¿son más certeras u "objetivas" que los deslumbrados ojos de la segunda mitad del siglo pasado? ¿Han pasado demasiados años, o los años pesan, que nos impiden ya emocionarnos ante lo que sobrecogía y parecía abrir puertas y ventanas? ¿Estas obras se han hecho mayores, muy mayores, o somos nosotros que ya no tenemos la agilidad mental suficiente para seguirles el sinuoso recorrido? ¿Lo tuvieron, y deslumbraron, como los afeites de un charlatán, o hemos pedido el tren?
Algunas obras, de los Accionistas vieneses, de los años sesenta, por ejemplo, no han perdido acidez, aún revuelven las tripas y son difíciles de contemplar -como lo son las películas "giallo" italianas de aquellos años, pero, más allá del revoltillo sanguinolento, cabría preguntarse si, cuando cesa el efecto perturbador, queda un poso de inquietud, o tan solo una distracción desagradable pero sin consecuencias.
Sorprende, sin embargo, descubrir que algunos -o la mayoría- de los artistas de vanguardia de aquellos años, pintaron y dibujaron. Y muchas de estas obras, pocas veces expuestas, quizá percibidas como vergonzosas concesiones, o pecados, tienen mucha más entidad que sus furibundas hermanas.
Así como las acciones, las instalaciones, los videos parecen, a veces, agotarse, porque nuestra capacidad de sorprendernos se vuelve cada vez más roma, artes inmemoriales como el dibujo y la pintura "resisten". No sé si es debido al poso de la tradición con la que estas artes juegan, a las limitaciones o dificultades técnicas y compositivas -la existencia de un soporte bidimensional-, pero el que no todo sea posible, y la necesidad de cierto dominio del medio llevan a un arte más reflexivo, menos impactante, que juega con el tiempo, pasado, presente y futuro, que responde a un pasado que le reta y que, por tanto requiere estar a la altura de lo que le precede, so pena de pasar sin pena ni gloria. Las artes plásticas, como la música y las letras siguen, después de milenios, alimentando nuevas creaciones que ofrecen una meditada, indignada o pausada, reflexiva o furiosa -pero cuya furia el trabajo templa- mirada sobre el mundo, mientras que las parcelas del mundo que las artes performativas, sin raíces, trasplantan al mundo del arte, acaban por no echar raíces, tras un fulgurante, y breve, florecimiento.