Recuerdo el día en que desde la subdirección de la arquitectura de la Escuela de Barcelona se enunció seca y cortantemente que los estudios de arquitectura en España debían potenciar las asignaturas técnicas y proyectuales en detrimento de las teóricas ya que la ley española dotaba al arquitecto de la plena responsabilidad de la obra -al contrario que en el resto del mundo, una ley marcada por el poder que los Colegios de Arquitectos quisieron mantener férreamente-, y éste no podía, por lo tanto, perder el tiempo en vagas y vanas ensoñaciones.
La arquitectura se construía o no era. La especulación era irrelevante o dañina. Nunca se juzgaría a un arquitecto por su incapacidad crítica, sí por sus insuficiencias técnicas.
Y, así, la Escuela de Barcelona, conocida, hasta los años noventa, por ofrecer asignaturas tan insólitas en semejantes estudios como la estética, y proyectos arquitectónicos expresados a través de la escritura, pasó a ser una defensora a ultranza de las virtudes de la técnica -alejadas de la capacidad de juzgar.
La pintora griega Zoe Zenghelis, conocida por sus cuadros de ciudades y casas evocadoras, en las que uno se puede proyectar y sentirse bien, fundó el estudio de arquitectura OMA (conocido por ser el estudio del arquitecto holandés Rem Koolhaas), en el que daba forma, producía imágenes que comunicaban las virtudes y limitaciones de los proyectos, que eran proyectos que ampliaban, matizaban o dan sentido al rigor protestante de los planos técnicos, dotándoles de "carne", haciéndolos humanos.
Hoy, alejada del estudio, prosigue su carrera de pintores y expone estos días -en los que Inglaterra está cerrada a cal y canto- en una galería de arte especializada en arquitectura en Londres hasta finales de enero