lunes, 23 de agosto de 2021

JEAN-CLAUDE GOLVIN (1942): LA RESTITUCIÓN DEL PASADO (1985-2021)








MESOPOTAMIA


































EGIPTO


Un nuevo museo en Francia, inaugurado hace dos meses en la mansión que quien descifrara la escritura jeroglífica egipcia, a principios del siglo XIX, tras la campaña militar en Egipto de Napoleón, Jean-François Champollion (1790-1832), ocupara, en Vif, cerca de Grenoble, expone la obra del arquitecto, urbanista y egiptólogo francés Jean-Claude Golvin, quien mejor ha sabido reconstruir los monumentos y ciudades faraónicos, de manera al mismo tiempo precisa y evocadora, en minuciosos dibujos de línea clara, atendiendo a los datos aportados por la arqueología.  

Golvin expuso reproducciones fotográficas de sus dibujos en la exposición Casas del alma en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona en 1997, y dibujos originales en el Museo Arqueológico de Tarragona en 2002.

Consúltese la página web del egiptólogo (quien ha restituido también otros monumentos de la antigüedad, de diversas culturas, siempre mediterráneas -Golvin nació en Túnez-, entre éstas, ciudades y monumentos mesopotámicos, que también incluimos en esta entrada del blog):  https://jeanclaudegolvin.com/es/

Todos sus dibujos, a tinta china y acuarela, se hallan depositados en el museo arqueológico de Arles (Francia):

http://www.arles-antique.departement13.fr/le-musee.


La página web del nuevo museo Champollion es: https://www.museemusee.com/musees/4382-musee-champollion-vif.html


domingo, 22 de agosto de 2021

Clima

 “El mundo ha envejecido ahora. Las fuerzas que entonces lo sostenían ya no lo sostienen. Las lluvias ya no son lo bastante abundantes en invierno para alimentar lo sembrado;  en verano, un calor moderado ya no se da que permita que las cosechas se desarrollen, tan cierto como que la Primavera ya no brinda el placer de sus temperaturas, y el otoño, la misma abundancia de frutas en los árboles”.

(Cipriano de Cartago -a. III dC-: Cartas)

Cipriano de Cartago, uno de los mejores escritores paleocristiano, murió lapidado. Fue un fiel observador de los cambios irremediables que socavaron el Imperio Romano de Occidente.

GEORGES SIMENON (1903-1989): FAUBOURG (ARRABAL, 1937)

 Simenon: el escritor en lengua francesa (era belga y vivió en Suiza) más prolífico junto con Balzac. Su obra completa consta de setenta y dos volúmenes. Publicaba varias novelas al año.

Durante años fue considerado un autor de “romans de gare “, novelas “de estación de tren”, de usar y tirar, leídas de un tirón  en un viaje en tren y abandonadas al llegar; eran novelas de serie negra, por añadidura; es decir literatura -si tal palabra podría describir los escritos de Simenon- barata, olvidable.

  La Pléiade es la editorial más prestigiosa en lengua francesa. Solo edita autores que el tiempo ha perdonado; casi siempre autores ya fallecidos, cuyo prestigio se acrecienta definitivamente cuando esta editorial los incorpora a su catálogo, en compañía de Molière, Diderot y Flaubert. 

Al cumplirse el centenario de Simenon, La Pléiade decidió publicar su obra en años sucesivos. La suerte de Simenon cambió. De pronto, devino lo que siempre fue: un escritor mayestático, con un estilo que pocos escritores alcanzan,  que en unos pocas páginas, con frases cortas y apuntes deslumbrantes, aboceta una escena o un personaje, lacera la realidad y expone lo que hasta entonces estaba camuflado.

Arrabal es una novela corta. No es propiamente una novela negra. Acontece más que en un arrabal en una pequeña ciudad de provincias francesas, en los años treinta, en un barrio que no se localiza en la periferia, contrariamente a lo que el título anuncia, quizá porque toda la población es un arrabal. Faubourg, en francés, significa falso burgo, un barrio con pretensiones de burgo, una población que no es lo que parece, y que acoge vidas tristes entre casas y calles maculadas.

Pero el título es particularmente apropiada pues es el arrabal es verdadero protagonista de la novela. Los personajes se comportan marcados por el arrabal. Están condicionados, son lo que son porque han nacido y viven en este lugar que uno imagina húmedo, sudado, desdibujado por el humo, sacudido por el traqueteo metálico de un viejo tranvía . El personaje principal lleva veinticuatro años fuera; ha vivido en diversas ciudades del mundo -si lo que cuenta de sus andanzas es cierto. Mas cuando regresa, tras haber intentado evadirse y olvidarse del arrabal y sus costumbres grises y mezquinas -las convenciones, las orejeras morales, los ritos cumplidos porque si, el trabajo duro y sin frutos, una atmósfera opaca y pegajosa que empapa y carga las vidas-, poco a poco, queriendo y no queriendo, se va dejando poseer por el olor dulzón y sucio del arrabal que guía sus gestos, sus pasos y su manera de relacionarse y pensar. El arrabal es un cuerpo pesante que aplasta a todos los que cobija.

Unas frases magistrales desvelan cómo el entorno nos moldea, y la imposibilidad de escapar:

“¿Es la ocasión de marcharnos?…

Pero no tenía ningunas ganas de irse. Esto le ocurría como cuando el cansancio llega. Se había “marchado” demasiadas veces en la vida. No había hecho más que partir. Ahora, todo y enrabiando, sentía la necesidad de perderse en estas calles, de reconocer unos muros, siluetas, anuncios sobre las tiendas y hasta de oír que se decía:

-Ha muerto de una bronquitis….”

(…)

“En suma, era aún el momento de marcharse (…)

¿Por qué no era capaz? Le parecía que desde entonces ya no abandonaría la ciudad donde podía, durante horas, dar vueltas por las calles. Se reencontraba recuerdos olvidados por doquier, como la plaza del mercado de quesos, detrás de la iglesia de Santiago, una plazoleta sombreada por olmos donde, durante el día, solo se veían mostradores de madera plegados, pero donde el olor decía a las claras que bravas campesinas venían a vender sus quesos por la mañana….”

Uno no puede dejar la novela -las novelas- al igual que René -así se llama el personaje principal- que no puede -quizá no quiera- desembarazarse del arrabal que lo arropó y lo asfixió -pero fuera del cual la vida pasa sin dejar rastro, consciente que se está huyendo siempre de donde no se quiere volver pero hacia dónde se retorna.


Agradecimientos a María Rubert por sugerir entusiasta la lectura de novelas de Simenon y a Sylvie Schaeffer por haber prestado su colección, perfectamente conservada. 

A Inés Vidal, también 

jueves, 19 de agosto de 2021

Dioses y Divinos en la Roma Imperial




Cabeza de Apolo, s. I aC, Nîmes: Musée de la Romanité
Cabeza de Augusto divinizado, s. II dC, París: Museo del Louvre

Fotos: Tocho, agosto de 2021


¿Creían realmente los romanos -como antes los mesopotámicos o los egipcios- que un mortal, por importante que fuera, podía llegar a gozar del mismo estatuto, la misma naturaleza que un inmortal?

Los faraones nunca fueron dioses; el cargo -Faraón- era divino; algunos reyes mesopotamicos portaron una tiara  semejante a la de los dioses -una tiara que identificaba a éstos como dioses-, pero nunca recibieron el título estrellado (la designación *) de dios.
Igualmente, aunque los emperadores fueron divinizados a su muerte -nunca en vida- y se les dedicó templos, no fueron nunca dioses sino que fueron considerados divinos (pero mortales). Divus no era deus.
Los dioses eran inmortales; los emperadores divinizados se asentaban a su vera en el empíreo. Pero eran figuras celestiales menores. 
De hecho, lo que se divinizaba y a lo que se rendía culto no era al emperador, un humano, sino a su genus o a su nomen (su espíritu). El cuerpo, por el contrario, se incineraba y no recibía trato especial alguno. 
El emperador romano  era una figura singular, considerada superior. Su fuerza, su valor, su inteligencia, su carisma, en suma, lo distinguían de los mortales. Pero no por eso se igualaban ni eran igualados a los dioses. Augusto descendía de Venus y estaba protegido por Apolo, pero no formaba parte del séquito de los dioses.

Del mismo modo que hoy tenemos a estrellas, astros y divos -que en algún caso han dado lugar a cultos, incluso a “iglesias”-, en la antigüedad los reyes, los faraones y emperadores eran conscientes de su naturaleza mortal, que los separaba de los dioses, si bien su cargo perduraba y se manifestaba de nuevo, incólume, en un nuevo mortal que se inspiraba a su vez en dioses y héroes sabiendo que no los igualaría.

Una exposición, con textos largos pero esclarecedores, sobre Augusto (el hombre) y augusto (el título militar; augusto deriva del verbo latino augere, que significa aumentar o acrecienta, por ejemplo el brillo que emanaba de la presencia imperial), en el Museo de la Romanidad, en Nîmes (Francia), echa una luz matizada sobre la ambición y las fronteras entre lo humano y lo divino -que el cristianismo, instituido por Pablo, sacudiría.

miércoles, 18 de agosto de 2021

CLAUDE VIALLAT (1936): VIDRIERAS (IGLESIA DE AÏGUES-MORTES, FRANCIA, 1990-1991)










 


Fotos: Tocho, agosto de 2021


La pequeña ciudad amurallada de Aïgues-Mortes (Aguas Muertas), en la región pantanosa de La Camarga, en el sur de Francia (creada por el estuario del Ródano), fue fundada por el rey Luis IX, como primer puerto de la corona de la dinastía los Valois en el Mediterráneo, de donde partieron las dos cruzadas que el rey francés emprendió en el siglo XIII.

Su iglesia gótica destaca por sus vidrieras, obra del pintor francés contemporáneo, nacido en la cercana ciudad de Nîmes, Claude Viallat: realizadas en vidrio soplado, sin armadura interna, muestras el tradicional motivo abstracto, un estampado que este artista ha utilizado durante años en todo tipo de soportes, a menudo manteles de plástico encerado, colgados sin marco, y que ponen en evidencia que entre la superficie del cuadro y el soporte de la imagen no cabe distinción. El motivo se expande por toda clase de telas negando la ilusoria profundidad -en todos los sentidos de la palabra- de la imagen, si bien la luz que atraviesa el vidrio y parece emanar del “interior” de la imagen, ponen en jaque el presupuesto teórico del artista. En todos los casos, nunca su motivo plástico que identifica al artista, y que se asemeja a un blasón, ha parecido más adecuado al lugar donde se presenta.

Estas vidrieras que recorren todo el perímetro de la Iglesia, desde ventanales de distinto tamaño y forma, al rosetón, son unas de las más hermosas del siglo XX. 


WILL EISNER (1917-2005): NUEVA YORK (1981, 1987)



















 El autor de cómics y de “novelas gráficas” -acaso el inventor de este género artístico que se diferencia del cómic por su atención al presente y a la crónica, y por la conjugación de texto e imagen, gracias a la cual ambos tienen la misma importante y pueden ofrecer puntos de vista complementarios o divergentes - norteamericano Eisner publicó dos libros ilustrados, a principios y a finales de los años ochenta del siglo pasado, sobre la ciudad de Nueva York (sus barrios, sus calles), y sobre edificios de dicha ciudad, con unas imágenes que supieron retratar en blanco y negro, desde ángulos poco frecuentes (vistas aéreas, a menudo) lo que las fotografías no captaban: la ciudad como un paisaje esculpido, 
marcado por luces y sombras, en el que los detalles -ventanas, puertas) se difuminan ante los riscos que componen la masa de la ciudad.

Una exposición en el Museo Thomas Henry en la ciudad francesa, normanda, de Cherbourg, recuerda hoy este dibujante:

martes, 17 de agosto de 2021

Urbanismo y religión: los Lares Compitales romanos


Lares de Augusto


Lares de los Caminos


El año doce antes de Cristo, bajo el reinado de Augusto, tuvo lugar una revolución urbanística y religiosa.

Los cruces de caminos (en latín: compita) acogían santuarios o altares a los Lares Compitales, o estaban bajo la advocation de éstos. 

Los Lares eran divinidades o espíritus protectores ancestrales de familias, clanes, comunidades en Roma. 

Los Lares Compitales protegían los cruces porque éstos no pertenecían a ninguna comunidad o, mejor dicho, pertenecían a las cuatro comunidades a las que relacionaban y con la que se relacionaban. Este posesión era común, un bien común. Dichos Lares no protegían a unas poblaciones en detrimento de otras, sino al conjunto de dichas comunidades. Evitaban confrontaciones, mantenían las vías de comunicación abiertas y seguras. Las comunidades no se aislaban ni se encerraban, no se las aislaba. Bienes, personas e ideas podían circular sin temor. Los cruces se convertían en centros de territorios organizados por comunidades. Ninguna podía dominar, sino que tenía que tener en cuenta los vecinos para poder vivir sin problemas, e intercambiar riquezas e impresiones. 

Los Lares Compitales velaban por las vías que estructuraban el territorio. Nadie podía perderse ni sentirse amenazado. Los cruces eran lugares particularmente seguros desde donde se podía otear en todas las direcciones. Todos las direcciones eran posibles e igualmente transitables. El mundo se alcanzaba desde los cruces, desde los que arrancaban las ejes que componían el espacio. Los caminos eran rectos, llevaban a lugares seguros, evitaban el desconcierto que causa una senda serpenteante.

Mas, cuando Augusto, aún bajo la República Romana, logró asentarse en el poder, tras derrotar al triunvirato que hasta entonces gobernaba, y fue declarado Padre de la Patria por el Senado, todo el espacio romano estuvo bajo su protección. Era seguro recorrer un inmenso territorio. No existían caminos que no condujeran a nada o llevaran a perderse. Los Lares Compitales ya no eran necesarios. A quien se debía honrar e implorar, eran los Lares de Augusto. La vida del Imperator -un título militar pero religioso - debía ser preservada. 

Es por este motivo que en el año doce aC, el culto a los Lares de las encrucijadas, una vez las incertidumbres políticas y militares despejadas, los enemigos internos neutralizados o eliminados, se convirtió en un culto a los genios protectores de Augusto, facilitando su divinización -aunque, como veremos, nunca fue considerado un dios. Los Lares estaban por encima de él.