domingo, 29 de agosto de 2021
SAÚL STEINBERG (1914-1999): ARQUITECTURA Y CIUDAD (1940-1973)
sábado, 28 de agosto de 2021
CHARLOTTE PERRIAND (1903-1999): COLLAGES (AÑOS TREINTA)
Fotos: Tocho, agosto de 2021
En el almacén, un espacio de paredes, suelo y techo de hormigón, y luces fluorescentes, en un primer piso, semejante a un destartalado aparcamiento, de un centro comercial económico, con productos sintéticos y chillones venidos de China, Monoprix, en la ciudad francesa de Arles, dentro de las celébreles Rencontres Photographiques que tienen lugar cada año, se presenta una de las mejores, más documentadas, trabajadas exposiciones del año en Francia, con un sencillo montaje de paneles de madera y vitrinas de tablones, y reproducciones fotográficas en muchos casos: una exhaustiva muestra sobre los montajes fotográficos que la mejor arquitecta del mundo, Charlotte Perriand, realizó, tras un viaje a la Unión Soviética, que la influyó artísticamente, y con la ayuda del pintor Ferdinand Léger, y del arquitecto José Luis Sert, en los años 30, para edificios y exposiciones del Frente Popular que gobernaba en Francia en la llamada decena gloriosa de los años treinta.
Sus trabajos, de grandes dimensiones, al aire libre o en interiores -grandes frescos fotográficos sobre la dureza de vida campesina y los beneficios de la mecanización, y sobre la insalubridad de las ciudades modernas, para estancias ministeriales-, se han perdido, pero se han conservado los archivos fotográficos con las referencias e imágenes que utilizó, que recortaba, que se han identificado, y se han podido reconstruir.
Al mismo tiempo, la exposición muestra lo que queda de un libro de montajes fotográficos, que se desconocía, sobre el futuro de las ciudades que Perriand y Sert preparaban, interrumpido por la Segunda Guerra Mundial, y que Sert finalmente publicó tras la Guerra en los Estados Unidos, sin mencionar a Perriand, pese a que también colaboraron en los grandes montajes fotográficos sobre la miseria de la Guerra civil española para el Pabellón de la República Española en la Exposición Internacional de Paris en 1937 (que acogió el cuadro de Picasso, Guernica, entre otras obras).
Una maravillosa exposición documental sobre un momento, un estilo y una visión del mundo, y una parte de la obra olvidada de una gran arquitecta, reivindicada en los últimos años, tras decenios eclipsada por su mentor, Le Corbusier, para el que trabajó, realizando los muebles que el arquitecto firmaba en solitario.
https://www.rencontres-arles.com/fr/expositions/view/987/charlotte-perriand
viernes, 27 de agosto de 2021
JORGE PARDO (1963): HOTEL ARLATAN (2018)
Fotos: Tocho, 2021
Si los artistas de Hollywood y las estrellas del pop, desde Leonardo de Caprio hasta la gran Elizabeth Hustley, y Abba, poseen hoteles de lujo, los artistas plásticos no quedan descolgados.
De hecho, en los años setenta, artistas como Gordon Matta-Clark o Alighiero Boetti poseyeron restaurantes u hoteles (en Kabul, por ejemplo). No se limitaron a ser los dueños de los equipamientos sino que trabajaban en los mismos, y dichas actuaciones, cocinando, por ejemplo, eran “gestos artísticos”, “performances”. El hotel de Boetti en Kabul era, todo él, una obra de arte (al tiempo que un hotel y que un estudio, confundiéndose el espacio en el se genera la obra con ésta), y permanecer en él permitía vivir una “experiencia artística”, signifique lo que signifique esta expresión. One Hotel era a la vez el nombre del alojamiento y el título de una obra, creada y dirigida para suscitar “amor”, según las palabras del artista, en el ocupante-espectador. El hotel era un medio de comunicación de una manera de estar -y de ser- en el mundo. Años más tarde, la diminuta coctelería Bijou en Barcelona, era una co-propiedad del artista Carlos Pazos (a la vez que arquitecto también, autor junto con el arquitecto y diseñador Gabriel Ordeig), indistinguible de su obra, consistente en encuentros de objetos que componen lugares de ensueño o de pesadilla que remiten al perdido mundo infanti en los que uno querría vivir, a los que uno querría volver. El bar permitía habitar un sueño, retrasar las manecillas del tiempo a las primeras horas.
La experiencia hoy, ya no requiere la presencia del artista, si bien el estatuto del hotel es ambiguo. Dos de los artistas contemporáneos más caros, Murakami, y Damián Hirst han “decorado” hoteles, y se considera la intervención de Hirst en Las Vegas -el hotel más caro del mundo, como no podía ser de otro modo ni en otra ciudad- su mejor obra.
Un estatuto también incierto afecta el hotel Arletan en Arles. Perteneciente a una coleccionista y mecenas (de la fundación Luma), ha sido decorado hasta la saturación por el artista cubano Jorge Pardo -que también realiza proyectos de arquitectura-: se trata de un edificio ya existente, al que el artista, entre la decoración y la instalación, ha dotado de una “piel” que conjuga de forma abigarrada y no se sabe si irónica muebles, rejas modernas aunque rococó, tejidos, luces, materiales (azulejos, maderas trabajadas y pintadas, lámparas con pantallas recortadas con láser) y formas casi imposibles de describir, en una saturación de luces a media luz, colores, motivos ornamentales, estampados y texturas que querrían ser vivos y evocan el canto de un cisne: un telón a punto de caer.
NOTAS:
Agradecimientos a Mónica Gili por una importante corrección y a Martina Millá quien recuerda el restaurante de tapas Internacional que el artista Antoni Miralda y la cocinera Montse Guillén abrieron en Nueva York en los años ochenta, concebido como una instalación permanente del arte efímero de Miralda a partir de alimentos.
Asimismo, Martina Millà evoca el restaurante temporal Marshall que el artista Olafur Eliasson abrió recientemente en la capital islandesa, que podría no haber sido sino un restaurante común, si no fuera porque reproducía el estudio que el artista posee en Berlín, lo que lo situaba entre la réplica, la recreación mimética, y una obra original que cortocircuitaba la distancia espacial confundiendo las ciudades, trasladando Berlín a Reykjavik.
jueves, 26 de agosto de 2021
XAVIER LEFEBVRE: SUR LES TOITS DES VILLES - BARCELONE (SOBRE LOS TEJADOS DE LAS CIUDADES - BARCELONA, 2015 - 2016)
El cruce y la rotonda
Un cruce de caminos activa la buena educación. Quien se acerca, aminora la marcha y se detiene. Otea a derecha y a izquierda. Piensa en ceder el paso si alguien se aproxima por la derecha. El cruce exige contención y respeto, el reconocimiento del otro. En un cruce uno se siente de pronto inseguro y tiene que “negociar” el reprender el viaje. Un cruce constituye un alto en el camino. La mirada deja de estar fija en lo que sucede delante y debe desviarse. Lo que acontece en los márgenes se vuelve importante, quizá decisivo. Quedamos a merced de quienes se cruzan en nuestro cambio. Tenemos que aprender a frenar lentamente y a esperar. Dicho detenimiento no viene impuesto por señal o advertencia alguna. En una parada prudente y voluntaria. Sabemos que podríamos hacernos mucho daño, y causarlo a los demás. Los altos en el camino son también simbólicos. Invitan a recapacitar , a volver la vista y a reemprender la ruta más sabios, con más experiencia. Y la vuelta a la carretera requiere un inicio lento antes de alcanzar la velocidad de crucero. Instinto y reflexión, mesura, cordura y confianza se conjugan para que todos puedan proseguir su vida.
Un cruce permite también cambiar de rumbo. Facilita corregir el camino equivocado, rectificar lo mal andado. Un cruce es un nuevo inicio. El quiebro, como toda torcedura, es doloroso. Sabemos que no podemos seguir como hasta ahora. Mas una solución, una nueva vía se abre que quizá nos devuelva por el “buen” camino, amén que nos permite escapar de sendas demasiadas veces holladas.
Pero los cruces ya no existen. Solo hallamos rotondas. Seres que llegan de todas direcciones se enredaran en una o varias vueltas, sin detenerse, mirarse ni considerarse. La rotonda obvia el encuentro. El cuerpo se arquea para evitar el roce y sobre todo para no mirar en otras direcciones. La unídireccionalidad, la consideración única es a lo que invita la rotonda. La velocidad se mantiene. Nadie se puede detener. La rotonda preside un fascinante desencuentro de seres, una coreografía sencilla, mecánica, que evita los reconocimientos. Es innecesario, incluso contraproducente, ser educado. La huida adelante: tal es la lección moral que aporta la rotonda. Se rehuye la presencia de los otros. Podríamos pensar que articula gestos, pero los desliga. Cuerpos, miradas, se rechazan. La rotonda es la perfecta metáfora de nuestra manera de estar, hoy en el mundo.
(Nota inspirada por la lectura de una brillante columna de Sergi Pàmies, publicada hoy en el periódico La Vanguardia).
ROBERT BREER (1926-2011): FORM PHASES IV (1954)
La excelente exposición ( muy bien documentada y montada, con una selección de obras, traídas de museos europeos y norteamericanos, inmejorable, casi imposible de organizar en tiempo de pandemia y restricciones), United States of Abstraction: Artistes Américains en France (1946-1964), sobre la presencia de artistas abstractos norteamericanos en París, tras la Segunda Guerra Mundial, fascinados por la última obra de Matisse y Monet, trabajando y exponiendo en la capital francesa, junto con artistas europeos, con críticos y en galerías francesas -un enfoque que da la vuelta a la historia más habitual de artistas europeos emigrados a Nueva York en los años 50 del siglo pasado-, hoy en el museo Fabre de Montpellier (Francia), incluye dibujos animados abstractos, de Robert Breer , en los que formas geométricas coloreadas, insertadas en una cierta narración, adquieren pleno sentido y parecen contar una historia, querer contarnos una historia.