viernes, 10 de septiembre de 2021

Regreso a las aulas

 Cómo  se organiza una clase pandémica: 


1.- Pasar lista antes de entrar en el aula. Previamente, conviene descargarse una aplicación, generar un código QR, imprimirlo y pegarlo en la puerta de acceso al aula, para que los estudiantes pueden identificarse con el móvil que lee dicho código m. Este proceso, que se repite en cada sesión, requiere aprenderse un complejo programa de opciones que permiten saber si un estudiante llega tarde, se ausenta, asiste, falta, etc…., y saber programar el código en función de lo que se quiere averiguar.

2.- Si el número de asistentes supera el 70% de la capacidad del aula, se deberá escoger a quiénes  no podrán entrar y deberán ir a la biblioteca con su portátil, donde todos los excluidos de la escuela seguirán las clases a las que deben asistir en la pantalla de su ordenador por circuito interno.

3.- Abrir la puerta, encender las luces y entrar en el aula, poner en marcha el ordenador de mesa , activar un programa para reuniones virtuales, y enviar el enlace a los estudiantes que aguardan fuera.

4.- Activar la cámara, colgada del techo, para enfocar la clase, la tarima, o la pantalla o

4bis.- compartir pantalla con quienes no se pueden hallar en el aula por medio un programa de reuniones virtuales. 

5.- Cerrar la puerta del aula con llave e impedir que nadie entre a partir de cierta hora. 

6.- Impedir que nadie salga del aula antes de hora, aunque sea para ir al lavabo 

6.- Un padre nuestro y tres ave marías

LATIF AL-ANI (1932): BAGDAD, (ANTIGÜEDAD Y MODERNIDAD, ANTES DE 1970)


















 

Hasta hace tres años, el fotógrafo iraquí Latif al-Ani (uno de los mejores del mundo) no era conocido fuera de Iraq; apenas lo era en su propio país. Había dejado de realizar fotografías en 1970 cuando Saddam Hussein, recién llegado al poder, prohibió tomar fotografías en espacios públicos. Y al-Ani documentaba los cambios en la estructura y la vida urbanas. Quedaban las tomas en yacimientos arqueológicos lejos de la capital.
Sus inicios tampoco fueron fáciles. En los años cuarenta, pocos practicaban la fotografía: las imágenes naturalistas estaban prohibidas o restringidas. 
El bombardeo y la toma de Bagdad, por parte de la coalición internacional  cuando la Segunda Guerra del Golfo, en 2003, destruyó la mayor parte de sus archivos fotográficos. Se salvaron solo los que una fundación libanesa, la Arab Image Foundation, asentada en Beirut, había adquirido. Ninguna exposición se organizó en Europa hasta 2017.
El museo de Arte Islámico, en Doha (Qatar), incluirá la obra de al-Ani en una gran exposición sobre Bagdad que tendrá lugar de aquí a un año, cuando los actos culturales del Campeonato Mundial de Fútbol.

teaser IRAQ’S INVISIBLE BEAUTY IDFA from Jurgen Buedts on Vimeo.

jueves, 9 de septiembre de 2021

Arte y ensayo

 








Fotos: Tocho, Barcelona, 2021


Jueves, 9 de septiembre de 2021, a las 9.30 de la mañana

Cartelera de una de los mejores multicines de Barcelona.

Nos lamentamos que la asistencia a las salas de cine se ha hundido, que el ritual de ir al cine se está convirtiendo en un gesto anacrónico, vagamente anticuado e inexplicable, que las discusiones tras la sesión ya solo tienen lugar en el móvil, mientras que las plataformas digitales van sumando adeptos y los interiores vuelven a organizarse alrededor del altar de la pantalla negra y plana como una lápida desmesurada.

Si queremos mantener la salida al cine, y tenemos más de diez años, nos encontramos con una cartelera parecida….

Quizá volvamos a la lectura; o al ganchillo


Una arquitecta en Bagdad cuando no había arquitectas en Europa

Ellen Sue Coan: Sede de la Cruz Roja, Bagdad, 1955


Ellen Sue Coan: Orfanato de la Cruz Roja, Bagdad, 1950


Ellen Sue Coan: interior del orfanato, Bagdad, 1950




Ellen Sue Coan: Villa Jawdat (Sue Ellen Coan & Nizar Jawdat), Bagdad, 1950

 

Ellen Sue Coan nació en la región del Kashmir, en la India en 2021. Su madre era una compositora norteamericana. Se educó en la Universidad de Princeton en los Estados Unidos, y se graduó en la Escuela de Arquitectura de Harvard (EEUU). Amiga o prometida del escultor Alexander Calder, se casó con Nizar Jawdat, hijo del Primer Ministro de Iraq en los años 40 y 50. 

Fue ella, más que su esposo o el arquitecto iraquí Rifat Chadirji, quien convenció al joven rey de Iraq, Faysal II, para que encargara numerosos proyectos públicos, culturales, educativos, administrativos y deportivos en Bagdad a relevantes arquitectos internacionales, cuya lista estableció con su maestro, el arquitecto Walter Gropius, en cuyo estudio en Cambridge, Mass. (EEUU), Ellen trabajaba junto con Nizar: Wright, Le Corbusier, Aalto, Ponti, Sert, Niemeyer, Doxiadis y Hassan Fathy, Dudok y el propio Gropius, quienes proyectaron, y a veces construyeron en la capital iraqui en la década de los cincuenta.

Instalada a principios de los años cincuenta en Bagdad, proyectó la sede de la Cruz Roja -llamada el Creciente Rojo- en la capital iraquí, un gran complejo comercial, cultural y administrativo, construido parcialmente.

El golpe de estado de 1958 y el asesinato del rey, que la había condecorado por sus proyectos arquitectónicos y culturales en Iraq, le llevó, junto a su esposo, a Londres y posteriormente de vuelta a los Estados Unidos donde abrió una galería de arte en Washington. Falleció hace un año.

Arquitectos iraquís tratan, un tanto desesperadamente, de documentar su obra arquitectónica en Iraq desde principios de los años cuarenta. Todo parece haberse perdido tras la Segunda Guerra del Golfo.

Se conoce, además de la sede de la Cruz Roja, un orfanato (se ocupó también del interiorismo) y su propia casa, ambas de 1950.

Fue, sin duda, no solo la primera arquitecta en Iraq sino una de las primeras en el mundo. En los años cuarenta y cincuenta, las mujeres podían ser arquitectas n Iraq. Mientras, en España...

miércoles, 8 de septiembre de 2021

¿Bienaventurados?

 Cuando se atiende a le lectura del párrafo siguiente del Evangelio de Lucas (6, 22-23):


"Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo (...), alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo",


cuesta no creer, atendiendo a las noticias que nos asaltan -desde Haití, Afganistán, Nicaragua (o España)-, que no se trata de una muestra de descarnado humor negro....

martes, 7 de septiembre de 2021

Ciudades descabaladas (Luis Martín-Santos, 1924-1964: Tiempo de silencio, 1962)

 Tiempo de silencio es otra cosa: una novela de texto hierático, hipnótico, duramente hermoso.

Este breve capítulo es una de las mejores, serpenteante, aglutinante descripción de una ciudad en la que edificios y ciudadanos forman un complejo y vivo mosaico, leve, lógicamente absurdo.



Hay ciudades tan descabaladas, tan faltas de sustancia histórica, tan traídas y llevadas por gobernantes arbitrarios, tan caprichosamente edificadas en desiertos, tan parcamente pobladas por una continuidad aprehensible de familias, tan lejanas de un mar o de un río, tan ostentosas en el reparto de su menguada pobreza, tan favorecidas por un cielo espléndido que hace olvidar casi todos sus defectos, tan ingenuamente contentas de sí mismas al modo de las mozas quinceñas, tan globalmente adquiridas para el prestigio de una dinastía, tan dotadas de tesoros -por otra parte- que puedan ser olvidados los no realizados a su tiempo, tan proyectadas sin pasión pero con concupiscencia hacia el futuro, tan desasidas de una auténtica nobleza, tan pobladas de un pueblo achulapado, tan heroicas en ocasiones sin que se sepa a ciencia cierta por qué sino de un modo elemental y físico como el del campesino joven que de un salto cruza el río, tan embriagadas de sí mismas aunque en verdad el licor de que están ahítas no tenga nada de embriagador, tan insospechadamente en otro tiempo prepotentes sobre capitales extranjeras dotadas de dos catedrales y de varias colegiatas mayores y de varios palacios encantados -un palacio encantado al menos para cada siglo-, tan incapaces para hablar su idioma con la recta entonación llana que le dan los pueblos situados hacia el norte a doscientos kilómetros de ella, tan sorprendidas por la llegada de un oro que puede convertirse en piedra pero que tal vez se convierta en carrozas y troncos de caballos con gualdrapas doradas sobre fondo negro, tan carentes de una auténtica judería, tan llenas de hombres serios cuando son importantes y simpáticos cuando no son’ importantes, tan vueltas de espalda a toda naturaleza -por lo menos hasta que en otro sitio se inventaron el tren eléctrico y la telesilla-, tan agitadas por tribunales eclesiásticos con relajación al brazo secular, tan poco visitadas por individuos auténticos de la raza nórdica, tan abundantes de torpes teólogos y faltas de excelentes místicos, tan llenas de tonadilleras y de autores de comedias de costumbres, de comedias de enredo, de comedias de capa y espada, de comedias de café, de comedias de punto de honor, de comedias de linda tapada, de comedias de bajo coturno, de comedias de salón francés, de comedias del café no de comedia dell’arte, tan abufaradas de autobuses de dos pisos que echan humo cuanto más negro mejor sobre aceras donde va la gente con gabardina los días de sol frío., que no tienen catedral.

Es preciso, ante estas ciudades, suspender el juicio hasta un día, hasta que repentinamente -o quizá poco a poco aunque esto apenas es creíble- tome forma una cosa que adivinamos que está presente y que no vemos, hasta que esa sustancia que se arrastra ahora por el suelo se solidifique, hasta que los que ahora ríen tristemente aprendan a mirar cara a cara a un destino mediocre y dejen vacías las grandes construcciones redondas o elípticas de cemento armado para recogerse en la intimidad estrecha de sus casas.
Hasta que llegue ese día, con el juicio suspendido, nos limitaremos a penetrar en las oscuras tabernas donde asoma sobre las botellas una cabeza de toro disecado con los ojos de vidrio, a pasear hasta muy entrada la madrugada por la calle del Nuncio o de la Bola donde se tropieza con las raíces cortadas de lo que pudo haber sido una ciudad completamente diferente, a contemplar en una plaza grande el rodar ingenuo de los soldados los domingos mientras los pájaros se suicidan uno a uno en el gran vientre vacío del caballo, a seguir los pasos precipitados como si fuera a alguna parte de una mujer pequeña y nerviosa por la noche, a abrazar a los borrachos que dimiten de la realidad, a contemplar la airosa apostura de un guardia cuando pasa una mujer que es más alta que él, a preguntar a un taxista de ojos amarillos de gato de qué modo es posible hacer una estafa en una tienda de paños, a frecuentar una sala de fiestas hasta que el portero gigante de uniforme verde nos conozca y nos deje pasar sin entrada haciéndonos una mueca cariñosa, a gastar la tarde entera en una cafetería sin que la camarera nos sonría una sola vez, a hacer como que bebemos y beber poco, a hacer como que hablamos y no decir nada, a hacer como que vamos al cine yéndonos al cuarto de la pensión con su colcha roja, a visitar el museo de pinturas con una chica inglesa y comprobar que no sabemos dónde está ninguno de los cuadros que ella conoce excepto las Meninas, a inventar un nuevo estilo literario y a propagarlo durante varias noches en un café hasta quedar completamente confundidos, a iniciar amistades que no nos acompañarán hasta la tumba y amores que no nos durarán hasta la noche, a visitar un baile de estudiantes donde las señoritas entran gratis, a calcular cuántas piedras de mechero vende un enano en una esquina, a descubrir cuántos billetes para el metro vende una mujer con un niño de pecho una mañana de invierno, a adivinar cuál es la ley económica que permite que las cerilleras vendan los pitillos uno a uno y con el producto alimenten suficientemente a sus amantes, a pensar cuál sería la idea loca que echó todos los ciegos a la calle hasta en esos días que la nieve cae endurecida y de noche sólo han salido los que iban al estreno, a intentar imaginar cómo -Dios mío- cómo vivía todo este pueblo en los que ellos mismos dicen -ellos sabrán por qué- que fueron los años del hambre.
De este modo podremos llegar a comprender que un hombre es la imagen de una ciudad y una ciudad las vísceras puestas al revés de un hombre, que un hombre encuentra en su ciudad no sólo su determinación como persona y su razón de ser, sino también los impedimentos múltiples y los obstáculos invencibles que le impiden llegar a ser, que un hombre y una ciudad tienen relaciones que no se explican por las personas a las que el hombre ama, ni por las personas a las que el hombre hace sufrir, ni por las personas a las que el hombre explota ajetreadas a su alrededor introduciéndole pedazos de alimento en la boca, extendiéndole pedazos de tela sobre el cuerpo, depositándole artefactos de cuero en torno de sus pies, deslizándole caricias profesionales por la piel, mezclando ante su vista refinadas bebidas tras la barra luciente de un mostrador. Podremos comprender también que la ciudad piensa con su cerebro de mil cabezas repartidas en mil cuerpos aunque unidas por una misma voluntad de poder merced al cual los vendedores de petardos de grifa, los hampones de las puertas traseras de los conventos, los aprovechadores del puterío generoso, los empresarios de tiovivos sin motor eléctrico, los novilleros que se contratan solemnemente para las capeas de los pueblos del desierto circundante, los guardacoches, los recogepelotas de los clubs y los infinitos limpiabotas quedan incluidos en una esfera radiante, no lecorbusiera, sino radiante por sí misma, sin necesidad de esfuerzos de orden arquitectónico, radiante por el fulgor del sol y por el resplandor del orden tan graciosa y armónicamente mantenido que el número de delincuentes comunes desciende continuamente en su porcento anual según las más fidedignas estadísticas, que el hombre nunca está perdido porque para eso está la ciudad (para que el hombre no esté nunca perdido), que el hombre puede sufrir o morir pero no perderse en esta ciudad, cada uno de cuyos rincones es un recogeperdidos perfeccionado, donde el hombre no puede perderse aunque lo quiera porque mil, diez mil, cien mil pares de ojos lo clasifican y disponen, lo reconocen y abrazan, lo identifican y salvan, le permiten encontrarse cuando más perdido se creía en su lugar natural: en la cárcel, en el orfelinato, en la comisaría, en el manicomio, en el quirófano de urgencia, que el hombre –aquí- ya no es de pueblo,
que ya no pareces de pueblo, hombre, que cualquiera diría que eres de pueblo y que más valía que nunca hubieras venido del pueblo porque eres como de pueblo, hombre.

lunes, 6 de septiembre de 2021

ANDREA PALLADIO (1508-1580): PALACIO DUCAL (VENECIA, 1577)







 

Fotos: Tocho, Palacio Ducal, Venecia, septiembre de 2021


Con pocos años de diferencia, a finales del s.XVI, el palacio ducal de Venecia, sede del gobierno de la República (la Serenissima), sufrió dos incendios que devastaron los dos pisos superiores.

Tras el segundo incendio el gobierno decidió reconstruir la sede del gobierno, imagen del poder de Venecia, : un palacio gótico, cabe la basílica bizantina que acogía los supuestos restos de San Marcos traídos desde Alejandría en el siglo VIII, sede del gobierno de una ciudad, fundada, cuenta la leyenda, en el aniversario de la Anunciación, y que aspiraba a ser la nueva capital del imperio romano idealmente reunificado, Roma y Constantinopla a un tiempo.

El gobierno consultó a siete arquitectos. Palladio, conocido por sus proyectos en y cerca de Venecia -a menudo no realizados- propuso derribar el edificio -era gótico, anticuado, y nada romano-imperial- y sustituirlo por un bloque cuyas fachadas se compondrían según el vocabulario y la gramática clásicos, inspirados en el perímetro del Coliseo: un apretado juego de columnas o pilastras entre toscanas y corintias; es decir, un edificio que se hubiera podido encontrar en cualquier parte del Mediterráneo heredero de Roma, relativamente intercambiable con cualquier resto monumental. 

El gobierno de la República desechó semejante propuesta y decidió reconstruir el palacio ducal tal como se hallaba antes del primer incendio -si bien la ornamentación interior se confió a pintores modernos tales como Tiziano, el Tintoretto y el Veronés: el edificio, tal como se conoce hoy, es, en verdad, una construcción neogótica, levantada a finales del siglo XVI, mas un edificio que solo se halla en Venecia -desdibujado por el consumo turístico.

La propuesta de Palladio era un error: un edificio clásico más, impersonal. La solución adoptada, un pastiche que el tiempo ha santificado, o una muestra, apocada o no, de respeto hacia lo que era aún y representaba una construcción . A veces, la voz del edificio manda….