martes, 26 de octubre de 2021
Yeso (el imaginario del yeso)
Un proyecto de investigación universitario vigente, financiado por el Ministerio de Universidades, encabezado por la profesora doctora Carolina Garcia Estévez, de la Universidad Politécnica de Cataluña, consistente en una catalogación de copias de yeso decimonónicas de elementos arquitectónicos españoles -un procedimiento y un tipo de objetos educativos y estéticos, útiles en centros de estudio y museos en Europa, la selección de cuyos elementos reproducidos dice mucho del gusto de une época- ha llevado a preguntarse por la imagen del material básico, el yeso.
Así como la palabra yeso deriva, a través del latín gypsum, del acadio gassu -el yeso era un material de construcción común en Mesopotamia-, el francés plâtre o el inglés plaster viene del griego emplastron (a través del latín emplastrum) que significa embadurnado, cubrición: se refiere a un acabado que permite dar por terminado un objeto. El yeso envuelve y expone, bajo un manto liso, blanco y brillante, un objeto. El yeso pule, alisa, camufla imperfecciones e individualiza. El objeto enyesado deja de estar en construcción. Ya puede ser contemplado o usado. Ya tiene vida.
Dicho sustantivo griego estaba relacionado con el verbo plasoo que se traduce por formar, moldear.
Esas dos palabras de una misma familia disparan dos imágenes antitéticas (pero relacionadas) del yeso. Por un lado el yeso es un molde, una forma, en latín, como ya vimos en una entrada anterior: un productor o generador de “formas”, que en latín se decían figurae (figuras extraídas de un molde, formas positivadas). De hecho, el verbo griego emplasso asume ambos significados de enlucir y moldear.
El yeso es tanto un creador como una criatura, un modelo y una imagen ( moldeada), un prototipo y un ejemplar. La plasticidad del yeso le permite asumir el papel del padre y del hijo, de la matriz y del ser engendrado.
Dicha propiedad también la posee la arcilla: moldes y figuras se realizan en barro crudo o cocido (terracota). Mas el barro produce la impresión de una forma y una figura abocetada. Se diría que el barro es un material básico, sin la perfección y la luminosidad que el yeso concede.
En efecto, el verbo latino emplastro no se traduce por enyesar sino por blasonar: adherir o añadir un blasón o escudo que testimonia de la nobleza del ente enlucido o moldeado que luce sus insignias o medallas. El yeso devuelve la pureza, la luz y la lisura a lo que el tiempo ha oscurecido, devuelve una nueva juventud, renueva la imagen de las cosas y los espacios. El yeso tiene que ver con el cosmos que, en griego significa orden: el yeso es la cosmética de la arquitectura.
ALAIN DE LILLE (ATRIBUIDO A, 1128-1208): OMNIS MUNDI CREATURA
Toda criatura del mundo,
es para nosotros como un libro, como un cuadro, también como un espejo.
Es un símbolo fidedigno
de nuestra vida, de nuestra muerte,
de nuestra condición, de nuestro destino.
Una rosa representa nuestra situación, constituye una bella glosa de nuestra condición, una lección de nuestra vida.
Ella florece con el alborear del día, y con el crepúsculo vespertino
la flor marchita resplandece.
Por lo tanto una flor exhalando fragancia expira, hasta la palidez delirando,
muriendo para renacer.
Vieja a la vez que joven,
anciana y niña a la vez,
la rosa se marchita al nacer.
En el amanecer de la juventud, vuelve a florecer muy poco.
Y este amanecer lo elimina
el atardecer de la vida, al concluir el crepúsculo vital.
Cuya belleza mientras se ensalza, su atractivo enseguida lo marchita la edad, en la cual se desvanece.
La flor se convierte en heno, y la yema en cieno. El hombre se convierte en cenizas, cuando
rinde tributo a la muerte.
Su vida, su existencia,
son pena, son trabajo; y concluye la vida con la muerte inevitable.
Como la muerte a la vida y el llanto a la risa, como la oscuridad al día y las olas al puerto: así el atardecer cierra el amanecer.
El trabajo, histrión de la muerte,
pena que lleva el semblante de la muerte, contra nosotros profiere el primer insulto.
Nos lleva al esfuerzo, nos sume en el dolor; la muerte es el final.
Por tanto, confinado bajo esta ley, asume, ¡Oh hombre!, tu condición, considera cuál es tu existir.
Qué fuiste antes de nacer,
qué eres ahora, qué serás después: examínalo con diligencia.
Llora la pena, lamenta la culpa, frena el impulso, doblega el orgullo, desecha la arrogancia.
Rector y auriga del alma,
guía la mente, controla los caudales,
para que no fluyan por fuera de sus cauces.
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De la misma manera la primavera de la vida humana
lunes, 25 de octubre de 2021
Los ingresos del arquitecto
Algunos arquitectos consideran que estas cantidades son bajas -comparadas con las de estudios extranjeros- quizá porque se confunden facturaciones y beneficios. Otra razón podría residir en que a veces los ingresos llegan a través de sociedades limitadas que vuelven a facturar parcialmente a los estudios.
Algunos de estos estudios tienen más de un centenar de trabajadores. El estudio que aparece en primer lugar es una ingeniería y no un taller de arquitectura, pero que recibe encargos arquitectónicos.
Nota: los datos y el contenido de los comentarios no son propios, sí lo es su redacción.
TACITA DEAN (1965): DANTE, COMEDIA (THE DANTE PROJECT, 2021)
INFIERNO
PURGATORIO
PARAISO
SALVADOR DALÍ (1904-1989): DANTE, COMEDIA (1954)
Fotos: Tocho, octubre 2021, salvo unas pocas imágenes de internet.
Nota: Una luz azulada reflejada sobre el vidrio protector, que no molesta en sala, distorsiona sin embargo las fotografías que no revelan por tanto a la perfección cómo los grabados se muestran.
El museo Dalí sigue siendo una atracción de feria, las obras, muy irregulares, presentadas en estrechos pasillos y en esquinas, con escasa información, para no ser contempladas serenamente, y, sin embargo, acoge, en la ultima sala, al final del recorrido, en una estancia por la que los visitantes pasan de largo -llevan ya veintidós salas de esperpentos, y la broma ha dejado de tener gracia-, una exposición temporal, con obras de la propia colección del museo, que presenta el centenar de grabados, basados en acuarelas perdidas, que Dalí, en los años cincuenta, cuando hacía ya tiempo que su tiempo había pasado, realizó para ilustrar una edición de bibliófilo de la Comedia de Dante. Salvo por algunos “tics” -caras blandas, cuerpos cajones, vientres apoyados en cayados, forzadas perspectivas hacia un punto de fuga-, las imágenes, raramente mostradas, ilustran poderosamente los círculos dantescos y constituyen una de las más inesperadas, sorprendentes y hermosas, nada efectistas, creaciones de un artista que parecía haberse convertido en una caricatura en sí mismo.
La excelente disposición de los grabados, tan solo lastrada por una información insuficiente, constituye un alto tecolero en medio del circo del museo. Una exposición fascinante.
sábado, 23 de octubre de 2021
La oveja descarriada
Foto: Tocho, octubre de 2021
La diferencia entre la política y la religión reside en que la primera se ocupa del bienestar general y la segunda del individual; la política se ocupa de cuerpos y la religión de almas.
La política cuida que la comunidad tenga un espacio en el que pueda interactuar, se ocupa de los espacios o intervalos entre personas, de manera que exista aire entre aquéllas y nadie choque, evitando conflictos. La religión en cambio hurga en cada persona, se adentra en su interior. La política regula la vida comunitaria, da instrucciones o promueve reglas de comportamiento general que puedan ser seguidas por todos. La vida personal, lo que ocurre detrás de las paredes no es de su incumbencia y nadie espera que lo sea. La religión no mira a lo que acontece alrededor de cada persona, sino solo a lo que ocurre en su interior, a lo que piensa, cree y sueña y no tanto a lo que hace. Las ideas, no los hechos, son su “dominio” (sobre el que ejerce su poder).
Los políticos hablan a un colectivo; el ustedes es de recibo. Los sacerdotes, los clérigos, mientras, tutean. El trato de usted permite mantener las distancia, lo que facilita tener una visión conjunta de una situación. No se distinguen los detalles pero sí las múltiples relaciones que se tejen y que configuran las cualidades de un conjunto, armónicas o tensas. Quien habla se halla fuera del grupo, a una cierta distancia, pero al mismo nivel. El tuteo, sin embargo, implica proximidad, física y “emocional”, permite un acercamiento hasta lograr intimar con quien se habla, es decir conocer a la otra persona a fondo, saber de sus deseos, temores y secretos. Quien tutea, por tanto, se halla cerca, es o parece cercano o próximo, pero se encuentra por encima de la persona tuteada, a la que trata con amabilidad y condescendencia. Las barreras que permiten el respeto del otro han saltado, y todo lo que hace y sobre todo todo lo que piensa, lo que piensa hacer, es de nuestra incumbencia. Su vida depende de nosotros. Está en nuestras manos. Podremos y deberemos moldear su visión del mundo no sea que mire mal. La moral es de rigor. El tuteo, paradójicamente, es agresivo: ¡Eh, tú! Intimida (porque busca intimar). Obliga a girar inquietos la cabeza, y sentirse de inmediato en falta, como si no hubiéramos dicho o hecho lo “debido”, lo que se espera de nosotros. El tuteo vence cualquier resistencia. Ya solo queda bajar las manos y la cabeza, avergonzados por lo hecho o lo que no hemos hecho, por nuestro comportamiento, nuestra actitud, por los “malos” pensamientos. Se peca también por obra, palabra y pensamiento. Y por omisión. No somos nadie.
Es por esta razón que podrían sorprender unos carteles municipales en la ciudad de Barcelona si no fuera porque el tono no es novedoso. Recurren al tú, como si de un familiar se tratara con el que no podemos, so pena de ser desagradecidos, tener secretos, escondiéndole algo inconfesable, o rechazando la mano tendida, y ofrecen una mirada atenta, amable, preocupada por cada ciudadano, al que se trata como a un niño. Se le indica lo que tiene que hacer y pensar, ser consciente de sus acciones y pensamientos. El tono es ligeramente untuoso, envolvente, casi amoroso. Es afable y comprensivo, y despunta cierto reproche latente hacia el revoltoso que no entiende ni acepta el bien que se le hace. Se busca devolverle por el buen camino, y que regrese como el hijo pródigo si se hubiere perdido. El sacerdote llora si no estímanos sus desvelos, lo que hace por nosotros. Lo siente, es como si cometiéramos una falta, como si estuviéramos en falta. Estamos ciegos, rechazamos la bondad de la luz. ¿Cómo puede ser? Perdónales porque no saben lo que hacen.
Un político nunca abandona a un colectivo en pos de la oveja descarriada. Esta tarea incumbe al sacerdote, a la madre (superiora). En la ciudad de Barcelona, ambas tareas y ambos roles se funden o se intercambian, y los edictos se convierten en sermones que nos dejan claro que se preocupan por cada uno de nosotros, que lo que hacemos y no hacemos, pensamos y dejamos de pensar preocupa a quien nos guía. Tiene que cuidarnos, consolarnos y regañarnos. Se anticipa a nuestros deseos y sabe que córrenos el peligro de que no nos comportemos como debiéramos. Nuestra alma no siempre es pura, y nuestras intenciones no son siempre limpias ni transparentes. Por eso, el sacerdote debe intervenir. No infringimos la ley sino que pecamos. El daño seria irreparable porque afecta el espíritu si el ministro de lo alto no estuviera constantemente alerta.
En tiempos laicos y profanos, el catecismo (palabra que literalmente significa aviso o advertencia que se dirige hacia abajo, a los inferiores, los pobres de espíritu) vuelve por la ventana.