miércoles, 2 de marzo de 2022

Diálogo

 Narciso era un joven hermoso que no era consciente de su belleza. Nunca la había contemplado. Tampoco se daba cuenta de la turbación que suscitaba su presencia. Andaba despreocupadamente, sin fijarse en los demás ni en sus reacciones, entre admirativas y vergonzosas. No dejaba a nadie, fuere hombre o mujer, indiferente. Sin embargo, ninguna mirada, ningún gesto, ninguna palabra le detenían. Se movía como si estuviera ciego. La ninfa Eco fue la última de sus víctimas, rendida ante el encanto de Narciso. Desesperada ante la indiferencia del joven, que no parecía escucharla ni le respondía, la voz, cada vez más quejumbrosa de Eco se fue apagando. Eco deambulaba como un alma en pena, desesperada porque no lograba despertar la atención de Narciso. Poco a poco, languideciendo, se convirtió en una caricatura de sí misma, incapaz de expresarse ni de comunicarse, pudiendo tan solo repetir mecánicamente, y con una voz cada vez más queda hasta volverse inaudible, las últimas palabras que había pronunciado, que sonaban, patéticamente, como la respuesta incomprensible de Narciso, mudo, a sus intentos de establecer un diálogo.

Un diálogo solo se establece cuando dos personas deciden entablar una conversación. La palabra diálogo tiene un origen griego. Dialogos, en griego, es una palabra compuesta por la partícula adverbial dia, y la palabra logos, que significa palabra fundada y cierta, digna por tanto de ser tenida en cuenta. 

Sin embargo, dia, en griego, marca una nítida separación. Describe la distancia casi abismal entre dos puntos. Lejos de apuntar a una unión, destaca por el contrario el desagarro (otro de los significados de dia), un vacío que la palabra pretende colmar o, mejor dicho, por donde transita la palabra. Porque dicha partícula destaca que la palabra no pertenece a nadie. Ha sido ya enunciada, y viaja por el vacío, tratando de alcanzar al receptor. Éste aún no la ha recibido y, por tanto, no la ha interpretado ni la ha hecho suya. El logos lanzado, es un logos libre. Desconocemos si alcanzará su objetivo: llegar hasta el dialogante, ni si cumplirá con el objetivo: establecer un contacto más o menos duradero, que acerque las posiciones de ambos dialogantes. En tanto que palabra que vuela, mientras vuela, el logos viajero mantiene ambas partes en tensión, a la expectativa. La reacción aún no se ha producido. Quien escucha no se ha manifestado aún. Ambos dialogantes están a la espera, de lo que se le ha enviado, y de la respuesta, de una palabra voladora en sentido contrario. En el diálogo no cabe la manipulación, ni la mentira. La palabra ha escapado al control de quien la ha enunciado, y no ha podido ser acallada por el receptor si éste da la callada por respuesta, o da la espalda a la palabra que transita, y se pierde. La palabra que viaje mide la distancia y las diferencias entre los dialogantes, que tienen que acercan posiciones, y por tanto, abandonar su hieratismo y su rigidez doctrinaria, para logran que la palabra le alcance y le llene, antes de corresponder con otra palabra. Escuchar es tan importante como hablar, saber escuchar y saber hablar. El diálogo invita a la apertura de miras, a abrirse y a exponerse. El diálogo puede producir desequilibrios, socavar confianzas en uno mismo, hacer tambalear férreas creencias. La cerrazón cede ante la llegada de la palabra, debe ceder para que la palabra le alcance. Ésta es una flecha que puede doler pero nunca herir; el dolor que se siente ante lo que no queríamos escuchar, un dolor que se escurre, liberador. El diálogo no se compone de lemas ni de proclamas, de frases hechas, ni de dogmas, a los que no se les puede dar la vuelta, que no se pueden devolver, no porque no se aceptan sino para corresponder con una palabra alada semejante, digna de la recibida. En un verdadero diálogo no se comulga con ruedas de molino. Un diálogo es un juego, un juego con las palabras, con palabras poéticas, que permiten juegos de palabras, palabras con doble sentido -o múltiples sentido-, que cabe volver a lanzar con mucho cuidado; palabras frágiles, en las que la ironía se trenza con la tristeza, que cuentan verdades a través del velo de la ficción, a las que cabe prestar atención, so pena de que caigan en el vacío, o no se logran alcanzar.

   

Dies cinerum (miércoles de ceniza)

 "Vino palabra de Jehová por segunda vez a Jonás, diciendo: Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y proclama en ella el mensaje que yo te diré. 

Y se levantó Jonás, y fue a Nínive conforme a la palabra de Jehová. Y era Nínive ciudad grande en extremo, de tres días de camino. 

Y comenzó Jonás a entrar por la ciudad, camino de un día, y predicaba diciendo: De aquí a cuarenta días Nínive será destruida. 

Y los hombres de Nínive creyeron a Dios, y proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos.

Y llegó la noticia hasta el rey de Nínive, y se levantó de su silla, se despojó de su vestido, y se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza. 

E hizo proclamar y anunciar en Nínive, por mandato del rey y de sus grandes, diciendo: Hombres y animales, bueyes y ovejas, no gusten cosa alguna; no se les dé alimento, ni beban agua; sino cúbranse de cilicio hombres y animales, y clamen a Dios fuertemente; y conviértase cada uno de su mal camino, de la rapiña que hay en sus manos. 

¿Quién sabe si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de su ira, y no pereceremos?

Y vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo." (Jonás, 3: 2-10)


El ritual cristiano del miércoles de ceniza, que hoy acontece, remonta a Mesopotamia, según cuenta Jonás; en concreto, a la conversión del rey asirio instalado en la ciudad de Nínive, a punto de ser destruida por orden de Yahvé. La ceniza detuvo el fuego.

Miércoles que, desde finales de la antigüedad, reviviendo la historia del rey asirio, abre un periodo de cuarenta días de penitencia -ayuno y abstinencia- antes de entrada triunfal del hijo divino en la ciudad de Jerusalén -la única entrada de un cortejo, venido de fuera, en la ciudad que no es rechazado, pese a trastocar la vida cotidiana, gracias al anuncio de un tiempo renovado-, y de su proclamación como rey del mundo.

Las palmas que el año anterior se agitaron para celebrar la llegada del hijo divino -un acontecimiento único que se repite cada año como si fuera la primera vez (el mito logra la proeza de repetirse idéntico a sí mismo cada año, siendo al mismo tiempo único y no una mera repetición)- se queman y se reducen a cenizas. Éstas cubren las cabezas de lo ciudadanos, que vuelven al polvo anticipadamente. No pueden purificarse. La ceniza dificulta la respiración. Una negra nube, que evoca la grisura y la opacidad de la muerte que llueve desde las alturas, envuelve y enluta la ciudad.  Los ciudadanos se mortifican. La hambruna ronda. La luz se diluye. El mundo se vuelve gris. Hasta el retorno del resplandor, y el nuevo agitar febril de las palmas.

Hoy, miércoles 2 de marzo de 2022, la cruz de ceniza se vuelve, en un país, al menos, un signo aún más siniestro.

lunes, 28 de febrero de 2022

La Edad de Hierro

"¡Oh, si no viviera yo en esta quinta generación de hombres, o más bien, si hubiera muerto antes o nacido después! Porque ahora es la Edad de Hierro. Los hombres no cesarán de estar abrumados de trabajos y de miserias durante el día, ni de ser corrompidos durante la noche, y los Dioses les prodigarán amargas inquietudes. Entretanto, los bienes se mezclarán con los males. Pero Zeus [el padre de los dioses] destruirá también esta generación de hombres cuando se les tornen blancos los cabellos. No será el padre semejante al hijo, ni el hijo al padre, ni el huésped al huésped, ni el amigo al amigo, y el hermano no será amado por su hermano como antes. Los padres viejos serán despreciados por sus hijos impíos, que les dirigirán palabras injuriosas, sin temer los ojos de los Dioses. Llenos de violencia, no restituirán a sus viejos padres el precio de los cuidados que de ellos recibieron. El uno saqueará la ciudad del otro. No habrá ninguna piedad, ninguna justicia, ni buenas acciones, sino que se respetará al hombre violento e inicuo. Ni equidad, ni pudor. El malo ultrajará al mejor con palabras engañosas, y perjurará. El detestable Zelo [personificación de la discordia], que se regocija de los males, perseguirá a todos los míseros hombres. Entonces, volando de la anchurosa tierra hacia el Olimpo, y abandonando a los hombres, Edo [diosa del respeto] y Némesis [personificación de la justicia y la equidad], vestidas con trajes blancos, se reunirán con la raza de los Inmortales. Y los dolores se quedarán entre los mortales, y ya no habrá remedio para sus males."


(Hesíodo: Los trabajos y los días, s. VII aC) 

domingo, 27 de febrero de 2022

GRIGORI KOZINTEV (1905 -1973) & LEONID TRAUBERG (1902-1990): LA NUEVA BABILONIA (Новый Вавилон, NOVYY VAVILON, 1929) - GRIGORI KOZINTEV & IOSIF SHAPIRO (1907-1989): HAMLET (1964)



Una película soviética -un clásico del cine, quizá menos conocido- sobre el inmisericorde asedio alemán de París, tras la derrota imperial francesa ante el ejército prusiano, en 1870, y la revuelta en la ciudad, con la creación de un gobierno llamado La Comuna, una guerra civil en la capital francesa, en 1871.
El cineasta Grigori Kozintev, marcado por el futurismo y el arte dadá, amigo de Eisenstein, nació en Kyiv (Kiev);  era ucraniano. Desarrolló su carrera en Leningrado (ayer y hoy San Petersburgo).
Quizá hoy esta película resuene de un modo particularmente trágico.

PS: La Nueva Babilonia (Novyy Vavilon) no es el nombre metafórico de Paris, como sí lo fue el de Nueva York a mediados de los años veinte del siglo pasado, sino el nombre de una tienda en la que trabaja una de las protagonistas, pero es obvio que Babilonia, en este caso, como en tantos otros, es una alegoría de una ciudad corrupta y decadente -cuya inmoralidad, y el abandono de los dioses, llevó a que fuera castigada con el asedio, que llevó a una revuelta que quiso ser liberadora.

La banda sonora es del compositor ruso Dimitro Shostakóvitch:






Grigori Kozintev, junto con el director de cine bieloruso Iosif Shapiro, dirigió una celebrada versión  cinematográfica de la tragedia de Shakespeare, Hamlet, en 1964, sobre la sombra de un tirano, la traición y las mentiras.
Dimitri Shostakóvitch volvió a componer la banda sonora.

sábado, 26 de febrero de 2022

Rosalía en el Reina Sofía, 2022



La exposición antológica del artista Pedro G. Romero, en el Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, característica del Centro, se ilumina y se aclara con la filmación de una interpretación de la cantante Rosalía.

https://www.museoreinasofia.es/exposiciones/pedro-g-romero


 
 

viernes, 25 de febrero de 2022

Una historia sin arte: Museo Reina Sofía, Madrid, 2022

 La colección permanente del Reina Sofía ya no se presenta cronológicamente y por estilos artísticos, sino por temas principalmente políticos y sociales, partiendo del presupuesto que el arte es un registro o un activador de lo que acontece en su entorno.

Esta nueva presentación  ha permitido rescatar obras y artistas fascinantes o curiosos, y poner el acento en algunos aspectos de la historia del arte, en este caso, como el papel de determinadas revistas.



Ángeles Santos: autorretrato, 1926



Delhy Tejero: Mis brujas, 1930


Sin embargo, la historia del arte moderno que cuenta no siempre casa con la colección. Necesitada de ilustraciones, se recurren a copias, facsímiles, impresiones modernas y hasta una réplica de una obra, como si se tratara de una fábrica de duplicados. El interés de la exposición decae, pues la experiencia se aproxima a la de la lectura de un libro ilustrado en condiciones deficientes.



No todas las “ilustraciones” son meros duplicados y copias. También se recurren a obras de arte. Pero éstas se reducen a ilustrar tesis. Sin dependientes de ésta. Lejos de generar interpretaciones, validan lecturas que no las necesitan para ser tenidas en cuenta.

Las obras de un mismo artista tejen relaciones entre sí. Se relacionan, responden o se oponen entre sí. También crean ligámenes con obras de otros artistas. Se integran en árboles de familia. A menudo las obras son interpretaciones de otras obras; las obras se inspiran o se niegan, pero suelen tenerse en cuenta, retarse; se admiran, se crecen ante obras o se sienten empequeñecidas. Las grandes familias de obras alimentan éstas -o las rechazan, obligando a existencias calladas.

Todo este tejido se pierde en la nueva presentación. Las obras de un mismo artista aparecen aquí y acullá en función de las necesidades ilustrativas del guión, un guión aplacado sobre las obras forzándolas a de ir cosas que posiblemente no tenían en mente contar, que nunca hubieran pensado ser forzadas a cobrar. 

¿Un ejemplo?


Un óleo de Iturrino es una casi demasiada reverencia de la influencia de Matisse, lo que revela el impacto de este artista. Éstas sorprendentes conexiones entre estos dos artistas, que merecerían ser exploradas, se pierden en favor de una historia de la españa negra de la generación del 98, que ilustra la pintura de Iturrino.

La mezcla de cine, pintura, carteles, libros, impresos, puede ser atractiva, esclarecedora, salvo cuando el sonido de la filmación, que se repite a todas horas, obliga a pasar de largo ante pinturas que requerirían silencio para ser apreciadas.

El guión, en suma, trata las obras como comparsas de un guión que avanza y retrocede, y al que la ubicación en las distintas plantas del museo obligando a un circuito laberíntico no ayuda, sin que se desprenda ninguna idea clara sobre lo que se ve y porque se muestra, en una historia fragmentaria de la que el arte queda a menudo excluido , y que bien podría explicarse sin él, ya que la relación entre las obras y el discurso es u obscura o contraproducente ( para el disfrute y comprensión de la tela de araña que las obras crean entre sí, y que ha quedado desarbolada en una presentación incomprensible, innecesaria y muy confusa -pese ( o debido a) la impresionante documentación realizada-, aunque exquisitamente presentada .