domingo, 9 de octubre de 2022

ANNIE ERNAUX (1940): LAS CIUDADES NUEVAS (CERGY PONTOISE, 1985)

 Apuntes tomados al vuelo, en apariencia, sobre la vida en una ciudad nueva de la periferia de París, una ciudad sin pasado, donde todo puede acontecer precisamente por la falta de ligámenes históricos; todo pasa como lo que acontece fuera, visto o entrevisto a través la ventanilla, a menudo raída, de un tren de cercanías que traquetea, por la recientemente ganadora del premio Nobel de Literatura de 2022, la escritora y ensayista francesa Annie Ernoux:


“ 1985

En el estacionamiento del RER está escrito: DEMENCIA. Más lejos, en la misma pared, TE AMO ELSA y IF YOUR CHILDREN ARE HAPPY THEY ARE COMUNISTS.

Esta tarde, en el barrio Les Linandes, una mujer pasó en camilla sostenida por dos bomberos. En posición reclinada, casi sentada, estaba tranquila, pelo gris, entre cincuenta y sesenta años. Una manta le tapaba las piernas y la mitad del torso. Una nena le dijo a otra, “tenía sangre en la sábana”. Pero no tenía sábana la mujer. Atravesó así la plaza peatonal de Les Linandes como una reina entre la gente que iba a hacer las compras al Franprix, los chicos que jugaban, hasta el camión de los bomberos en el estacionamiento. Eran las cinco y media, estaba despejado y hacía frío. Desde lo alto de un edificio que bordea la plaza, una voz gritó: “¡Rachid, Rachid!” Puse las compras en el baúl del auto. El chico que junta los changuitos estaba apoyado en la pared del pasaje que conduce del estacionamiento a la plaza. Tenía un blazer azul y ese pantalón gris de siempre que le cae sobre unos zapatos grandes. Tiene una mirada terrible. Vino a buscar mi changuito cuando yo casi había salido del estacionamiento. Para volver a casa, agarré el carril que bordea la trinchera abierta para prolongar el RER. Tenía la impresión de subir hacia el sol que se escondía entre los hierros entrecruzados de los postes eléctricos precipitándose hacia el centro de la Ciudad Nueva.

 

Sábado a la mañana, en el Super-M del centro comercial Trois Fontaines, una mujer avanza por los pasillos de “Limpieza”, cepillo de escoba en mano. Habla sola, aire trágico: “¿Pero dónde se metieron? Qué difícil es hacer los mandados de a muchos”.


Una multitud callada en la caja. Un árabe observa constantemente adentro del changuito las pocas cosas que yacen en el fondo. Satisfacción de poseer en breve lo que quería o miedo de que “sea demasiado caro”, o las dos cosas. Una mujer de tapado negro, cincuentona, tira los paquetes con rudeza en la cinta, los agarra otra vez brutalmente cuando ya están registrados y los vuelve a tirar en el changuito. Deja que la cajera le complete el cheque y firma lentamente.


La gente sale a duras penas por los pasillos del centro comercial. Logramos esquivar, sin mirarlos, todo esos cuerpos vecinos de algunos centímetros. Instinto o costumbre infalible. Solo los changuitos y los chicos nos chocan en la panza o en la espalda. “¡Mirá por donde caminás!”, le grita una mamá a su hijo. Algunas mujeres en consonancia con las luces y los maniquíes de las vidrieras, labios rojos, botas rojas, colas menuditas en jeans y melenas salvajes, avanzan con determinación.

 

Subió en Achères-Ville, veinte, veinticinco años. Se instaló en dos asientos, piernas estiradas, de costado. Saca del bolsillo un alicate y lo usa, después observa la belleza producida en cada dedo extendiendo la mano. Los pasajeros simulan no verlo. Pareciera que es la primera vez que tiene un cortaúñas. Feliz con insolencia. Nadie puede hacer nada contra su felicidad de –como indican las caras de los pasajeros– maleducado.


Hoy domingo por la mañana, en la plaza de Les Linandes, el verdulero que linda con el Franprix refresca las lechugas con una regadera chiquita. Malestar, como si estuviera orinándolas. Es un hombre flaco, delantal azul, con bigote finito. En el estacionamiento, el chico que junta los changuitos está apoyado contra una pared. Tiene entre veinticinco y treinta años. Se le acerca un tipo: “¿Querés un cigarrillo?”. Se despega de la pared y toma un cigarrillo sin sacarse los guantes gruesos de lana. Lo enciende con el cigarrillo del tipo. Hace frío y el aire es puro.

 

En la línea Mairie d’Issy, una mujer con pañuelo en la cabeza mira atentamente por la ventana la oscuridad del túnel, como si estuviera en un tren y viera desfilar pueblos y planicies. De repente se dirige a la mujer que tiene al lado: “¡Está lleno de drogadictos y son malos, usted sabe!”. Sus frases se tornan confusas. Sólo se alcanza a entender “vio usted, ese ministro judío que los liberó de la cárcel”.

 

Desde hace tiempo, en La Samaritaine del centro comercial Trois Fontaines, se oye una voz de hombre que con tonos diferentes, interrogativo, jocoso, conminatorio, juguetón, etc., nos incita a comprar la galería entera: “Se viene el invierno, lo que usted necesita son guantes y bufandas bien calentitos, visite la sección Guantes” o:“¿Pensó, señora, que la calidad de una anfitriona perfecta se distingue en el arte de la mesa? En la sección Vajilla...”, etc. Una voz joven, embaucadora. Hoy, el hombre de esta voz se encontraba entre los juguetes, micrófono en mano. Un tipo pelirrojo, medio pelado, con anteojos enormes de miope, diminutas manos regordetas.

 

Compré la revista Marie-Claire en la estación de la Ciudad Nueva. El horóscopo del mes: “Encontrará a un hombre maravilloso”. Varias veces en el día me pregunté si el hombre con el que estaba hablando era ese hombre. 


De Diario del afuera/La vida exterior, Annie Ernaux. Extremcontemporáneo, coedición de Milena Caserola y Milena París. Editoras: Anne Gauthey y Sol Gil. 2016.


Selección más extensa en:

https://www.eternacadencia.com.ar/blog/ficcion/item/diario-del-afuera.html

viernes, 7 de octubre de 2022

SAÚL BASS (1920-1996): WHY MAN CREATES? (¿POR QUÉ EL SER HUMANO CREA?, 1968)



este cortometraje de animación, cuya primera parte trata del origen de la arquitectura, ganó un Oscar en 1968.

Sobre el diseñador gráfico norteamericano Saul Bass -autor de los célebres créditos de la película Vértigo, de Alfred Hitchcock-, véase, por ejemplo, este enlace.

GABRIEL LLINÁS (1994): HAIBU 4.0 (2022)







 Fotos: Tochoocho, octubre de 2022


Haibu 4.0 es una escultura reciente del joven artista mallorquín Gabriel Llinás, centrado en reflexionar plásticamente sobre el hábitat contemporáneo, realizada gracias a una residencia becada en el Centro de Creación público de Fabra i Coats, y que se expone hoy en la feria de arte SWAB en Barcelona.
Las fotos permiten seguramente intuir que la escultura consiste en un contenedor de planta rectangular, con amplias oberturas en los lados y en un frente. La altura del mismo es inferior a la de una persona, y ls superficie interior debe rondar los tres metros cuadrados, o quizá algo menos.
La escultura, de impecable factura, está realizada con listones de madera y tableros de contrachapado, de color de madera natural.
Se trata de una maqueta de un espacio interior. Está realizada a escala. Ésta es la escala natural : 1/1. El espacio que produce o reproduce existe. La obra es una perfecta reproducción a tamaño real de un hogar, en el que tan solo cabe un colchón, cuya cama no puede hacerse, y al que se accede a cuatro patas. 
El hogar reproducido no es imaginario, sino que existe en ls realidad. Es uno de los nichos o celdas que la empresa Haibu 4.0 fabrica, dispone en naves industriales y alquila al modesto precio de 250 euros al mes. Tal prodigio, según la empresa -cuyo nombre parece evocar un delicado poema japonés, pero que es un rentable invento barcelonés, que ya extiende sus tentáculos en otras grandes ciudades-, convertida en una ONG que socorre a los sin hogar, quiere luchar contra la falta de vivienda digna y “sostenible”. Los afortunados que consiguen uno de esos nichos, poéticamente denominados “pisos cápsula” -afortunada expresión: cápsula viene del latín capsa, que significa caja (de muertos)- pueden descansar para siempre -viviendo siempre en cuclillas o reptando, lo que fortifica los músculos- en tan holgado interior dotado de toda clase de aperturas que ofrecen amplias vistas a las naves en las que se ubican. 
La escultura de Llinás es una bofetada entre tanta pintura decorativa en la feria de arte, y un recordatorio que los nichos no existen solo en los cementerios y en los depósitos de cadáveres.

Sobre este artista, véase, por ejemplo: https://bielllinas.hotglue.me/?bio

Sobre la desprendida empresa, véase:







jueves, 6 de octubre de 2022

Vértigo




 El vértigo es una sensación dolorosa e irresistible, al mismo tiempo. La palabra proviene del verbo latino verto, que significa dar vueltas sobre sí mismo.

Este movimiento circular no tiene principio ni final. No conduce a ningún lugar sino que recorre, una y otra vez, un mismo circuito del que es imposible salir, sino es por una acción fatídica.

Girar sobre si mismo produce mareo o trance, logra que se pierdan los referentes mundanos, y se aspire a lo alto o se descienda en las profundidades. En un caso como en otro, se pierde el contacto con la realidad terrenal, como bien descubrió Dante, en La Comedia, durante su descenso a la noche oscura de los infiernos y su ascenso al empíreo cegador .

El vértigo atrapa: aboca al vacío, allí donde el mundo conocido se hunde. Se desdibujan, se disuelven incluso, las fronteras entre los mundos, celestial, terrenal e infernal. Fuerzas del otro mundo emergen para atraer a quien ha perdido pie y ya no sabe dónde se encuentra. No halla una solución o una salida. Ha entrado en una espiral interminable que lo rodea y lo aprisiona. No es capaz de pensar. El incesante movimiento vertiginoso le impide detenerse para salir del embrollo que puede ser mortal.

De hecho, el vértigo acontece cuando la vida se aboca a la muerte, cuando ambas realidades (o ambos mundos), hasta entonces bien ubicados, se mezclan, y los límites entre el mundo visible y el más allá ya no pueden contenerlos ni retenerlos. El vértigo permite asomarse donde no se debería mirar, sobre todo porque, dado el paso, ya no se puede dar marcha atrás.

Vértigo es lo que producen los tiempos presentes en los que parecen tambalearse asideras morales que parecías férreas.

El cineasta Hitchcock fue quien ilustró sobre la fascinación mortífera del vértigo, en la célebre película homónima, como bien mostraron Octavio Paz y Eugenio Trías, quienes pusieron de manifiesto el perverso encanto del dejarse ir, arrastrado por un torbellino del que no se puede regresar indemne.



miércoles, 5 de octubre de 2022

PAUL BERRY (1961-2001): EL HOMBRE DE ARENA (THE SANDMAN, 1991)


 El hombre de arena es un conocido cuento de horror del escritor austriaco E.T.A Hoffmann (1776-1822), escrito en 1802.

Este hombre del saco, que echa arena a los ojos de los niños que no van a la cama cuando deben, causa pesadillas que rondan al protagonista y regresan, ya de adulto, cuando una muchacha de mirada hipnótica, hija de un relojero, empieza a fascinarle con sus movimientos perfectos.

Este cuento fue el acicate para que Sigmund Freud definiera y analizara el concepto de lo siniestro, tan explorado por el arte moderno occidental, como en este cortometraje, que caracteriza a lo que se asemeja tanto a la vida que suscita inquietud y desorientado cuando estos entes tan perfectos, excesivamente perfectos, se confunden con los seres vivos y llegan a desplazarlos, sustituyéndolos.

El cortometraje del británico animador de cine Paul Berry,  fallecido demasiado joven, fue finalista en los premios Oscar de 1992.

Texto del cuento en, por ejemplo:

https://web.seducoahuila.gob.mx/biblioweb/upload/Hoffmann%20_E.%20T.%20A.-EL%20HOMBRE%20DE%20ARENA.pdf


martes, 4 de octubre de 2022

Saber hacer (el regreso del arte como hacer)




Tras un siglo, en la historia del arte, especialmente en occidente, al menos en algunas historias del arte, mayoritariamente asumidas, en las que se postulaba que todo el mundo era artista, que el artista concebía pero no necesariamente ejecutaba, que la ejecución no era lo que calificaba el arte (un postulado que, ciertamente imperaba en los talleres desde el Renacimiento, al menos, en los que el jefe de taller aprobaba lo que el taller producía, sin que necesariamente el jefe de taller interviniera manualmente), que la idea o el concepto era lo que distinguía a la obra de arte, parece, tras las últimas grandes manifestaciones artísticas contemporáneas (Venecia, Basilea) -una tendencia que hace ya años crece- que se está volviendo a valorar la ejecución material, manual. Se teje, se esculpe, se pinta -mal, ciertamente: se nota la falta de práctica causada por decenios de abandono-, pero se pinta (sin que el virtuosismo constituya un peligro), se vuelve a conceder al objeto realizado. 

Recordemos que hacer, en griego, el siempre hacer manual, se decía poieoo: la poesía era una obra manufacturada, un ente concebido y fabricado por la imaginación y la mano humanas.

Quizá pueda sorprender la constante calidad del arte llamado "tribal", "primitivo" y antiguo, frente a la irregular calidad del arte occidental de los siglos XX y XXI. Acontecía que las obras talladas, esculpidas, moldeadas, fundidas, tejidas, etc., eran obra de especialistas. No todo el mundo era un "artista". Al igual que acontecía con la magia, solo unos pocos, un cuerpo de especialistas, debida, duramente preparados, estaban autorizados a producir objetos demasiado importantes para la cohesión de una comunidad para ser fabricados por personas indebidamente formadas. Personas autorizadas por "poderes superiores" (dioses, genios, espíritus, etc.) para dar a luz a unas obras que no eran entes inertes sino elementos dotados de vida, capaces de incidir, de proteger o de dañar la vida de quienes los recibían.

Decir que todo el mundo es artista no significa nada: las obras, entonces, dejan de ser elementos singulares, sobre los que reflexionar y a los que admirar o ante los que detenerse, para pasar a ser entes indiferenciados, intercambiables, sin valor alguno, dado que el valor nace de la rareza, de la mano experta, alentada por alguna fuerza sobrenatural, de un artesano cercano al mago, al chamán, de un poeta que apenas se distingue del profeta.

La vuelta a la valorización del hacer es dolorosa: da lugar, por ahora, a obras torpes, y es posible que este regreso sea fugaz.

Por ahora disfrutemos del singular retorno del surrealismo (un cajón de sastre, empero), de algunas obras surrealistas, como se vio en la reciente Bienal de Arte de Venecia, siendo el surrealismo quizá el último "estilo" en el que el hacer predominó, a veces con exceso.