jueves, 17 de noviembre de 2022

ISAMU NOGUCHI (1904-1988): ZIGURAT (1968, MUSEO NOGUCHI, QUEENS, NUEVA YORK)










Fundación Isamu Noguchi, Queens, Nueva York











Isamu Noguchi: Zigurat, 1968

Fotos: Tocho, noviembre de 2022


Sobre una gruesa placa de mármol blanco pulido, una escalera de tres altos peldaños tallada en el mismo bloque de mármol. La sombra que la figura  proyecta sobre la base dobla la figura de la escalera, y ambos entes, la escalera y su sombra, dibujan una pirámide escalonada o zigurat (mesopotámico) cuya presencia convierte la placa de mármol en una imagen de un desierto refulgente, y la absoluta perfección de la talla de la escalera y de la base, en una alusión a la ambición desmesurada de la Torre de Babel.

La escultura del japonés y norteamericano Noguchi, que tanto debe a su maestro Brancusi, en cuyo taller parisino se formó, remite a menudo a la estatuaria griega. La obra Zigurat posible sea la única con una clara referencia a un motivo característico del arte del próximo oriente antiguo, y un símbolo de la nueva Babilonia en que, desde los años veinte, se ha convertido Nueva York.

Una nueva muestra de la irradiación del arte mesopotámico en el arte moderno.

https://www.noguchi.org/

Existe una segunda versión de Zigurat: https://archive.noguchi.org/Detail/artwork/6335

 

miércoles, 16 de noviembre de 2022

LOUIS LOZOWICK (1892-1973): NUEVA YORK













































 
El arte norteamericano moderno creado por artistas no nativos ha dependido o ha sido confirmado no solo por artistas norteamericanos (provenientes, en último término, de otros lugares), sino también por  artistas emigrantes europeos, asiáticos e iberoamericanos, no solo durante y tras la Segunda Guerra Mundial, sino también ya antes de la Primera, debido a la convulsa historia mundial (en Europa, antes de la Revolución bolchevique, y en Extremo Oriente a causa de conflictos entre los imperios chino y japonés). 
Louis Lozowick fue un pintor y sobre todo un grabador ucraniano -ruso, en verdad, cuando Ucrania y Rusia estaban unidas, o dominadas una por la otra-, fascinado por el constructivismo ruso, que, tras su emigración a Nueva York, se convirtió en una de los grandes retratistas de las estructuras industriales de la ciudad -silos, depósitos, puentes, fábricas, almacenes, chimeneas- y, obviamente, rascacielos, vistos a menudo en la lejanía, entretejidos con las columnas de humo de los barcos y de las naves industriales, o desvanecidos por aquellas, siluetas des materializadas, casi como sombras chinescas recortadas contra el cielo, una ciudad en la que el continente, los edificios y las vías de comunicación -trenes y vehículos-, se sobreponen al contenido, los habitantes, invisibles o inexistentes, como si la ciudad hubiera quedado abandonada, sin perder su entereza; una ciudad de la que se revelan las entrañas, las tuberías y los cables que la sostienen y la alimentan, una ciudad en permanente construcción . 
Pintores como Lozowick, hasta hace poco nunca expuesto , forma parte, hoy, de la colección permanente, en una sala dedicada a la imagen y la irradiación de Nueva York.

FRÉDÉRIC ROSSIF (1922-1990): MATISSE (1951)


Documental sobre la última fase del trabajo del pintor francés Henri Matisse cuando, imposibilitado de pintar -y de permanecer de pie, ya en los últimos años, sentado en una silla de ruedas- encontró en el recortar con tijeras toda clase de formas en grandes hojas de papel que mandaba colorear con guache, la manera de componer grandes (descomunales) telas en las su colaboradora iba colocando y adhiriendo los papeles recortados allí dónde Matisse, con una larga vara, señalaba con mucha precisión. Las formas -hojas, lianas, ondas, pero también figuras- sobresalen sobre un fondo uniforme o compuesto por planos de color, que ya no recrean ningún espacio ilusoriamente profundo. El tamaño de los elementos, casi abstractos, tampoco dependía de su ubicación en el espacio, sino de las relaciones formales, de las tensiones que se establecían entre aquéllos.

Este documental se ha incluido, acompañando a las telas con papeles recortados de Matisse, en la exposición permanente del Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York.

Sobre este documental véase, por ejemplo, este enlace

martes, 15 de noviembre de 2022

Rito de destrucción de la casa




 Fotos: Tocho, Nueva York, noviembre de 2022

Estatuillas antropomórficas, 5000 aC, terracota, museos de Hungría.
Expuestas en la muestra  Ritual y Memoria, en el Instituto para el Estudio del Mundo Antiguo ( ISAW), en Nueva York.


La destrucción intencionada de casas está a la orden del día. En Palestina, Yemen, Siria o Ucrania, diariamente se bombardean o se bombardeaban hasta hace poco viviendas, de tal modo, que su reconstrucción es imposible y exige el arrasamiento de ls construcción herida. La destrucción acarrea ls desaparición, por muerte o emigración, de la población, facilitando ls conquista del territorio, y permitiendo la venganza y en ensañamiento.

La destrucción de hogares no es una acción reciente. Se ha practicado desde siempre, desde que existen construcciones. El incendio de la ciudad de Troya, narrada con minucia y detenimiento por Virgilio en la Eneida, es una de las acciones más atroces cometidas hasta hoy.
Una actividad no solo humana, sin embargo. La furia de los dioses coléricos se ensañaba especialmente con las casas, como bien cuenta en numerosos casos el Antiguo Testamento. De hecho, ls narración de la aniquilación de ciudades constituía, en el Próximo Oriente antiguo, un género literario específico.
Mas, a diferencia de hoy en día, la destrucción de casas no siempre resultaba de una acción improvisada y desordenada. Respondía, por el contrario, a un acto ritual codificado. Tampoco era siempre la expresión de un acto de venganza, aunque no se sabe a qué respondían  esas destrucciones minuciosas, esos actos que buscaban borrar del mapa una construcción. Se han hallado casas que fueron selladas y sepultadas cuidadosamente, por ejemplo en el mundo ibero. Estos actos conllevaban también el daño infligido a unas estatuillas, quizá efigies de protectores del hogar. Así, hace al menos siete mil años, en lo que hoy es Hungría, y que formaba parte de las culturas periféricas de la Grecia neolítica, se moldearon y se cocieron estatuillas y vasijas antropomórficas, se rompieron intencionalmente, una vez terminadas, y se enterraron todos  los fragmentos  ( la vasija ha podido ser reconstruida), junto a una vivienda también sepultada intencionalmente. La destrucción de las figuras ocasionaba, simbolizaba (y sustituía) la destrucción de la casa, que no se desmontaba sino que se sepultaba. La destrucción, en este caso, para ser eficaz y duradera, para impedir la posterior reconstrucción, debía obedecer a un ritual cuyo desarrollo nos es desconocido. La propia exigencia de un ritual codificado, coreografiado, impedía que la destrucción fuera a más, se descontrolara y afectara a otras construcciones. El gesto destructor quedaba contenido y circunscrito a un solo edificio.