viernes, 6 de enero de 2023

HISHAM MUNIR (1930): ARQUITECTURA BRUTALISTA EN IRAQ










 

Quienes no somos iraquís quizá nos cueste imaginar -o no lo habríamos imaginado- que dos de los mejores campus universitarios se encuentran en Iraq: los campus de las universidades públicas de Bagdad y de Mosul.

El primero es del arquitecto alemán-norteamericano Walter Gropius y su estudio TAC Architects, en colaboración con el arquitecto Iraqi Hisham Munir, y el segundo obra enteramente de este arquitecto iraquí.

Pese a ser uno de los maestros del brutalismo arquitectónico es posible que sea menos conocido que equivalentes suyos británicos, norteamericanos o franceses.

Su estudio en Bagdad, que tuvo que desplazarse a los Emiratos con la represión política del presidente iraquí Saddam Hussein a partir de  los años ochenta, fue -es- uno de los más grandes de Iraq, en el que han trabajado los mejores arquitectos iraquís.

Ha construido obra privada y grandes equipamientos públicos. Algunos siguen en pie pese a las guerras. Otros han sufrido cambios, han sido mutilados, han sido destruidos o han “desaparecido”: Nadir sabe dónde se encuentran, villas particulares sobre todo. Cuyos dueños han huido del país.

Un próximo viaje a Bagdad a finales de enero permitirá quizá descubrir lo que queda de estas obras que compiten en calidad -o superan-  con otras internacionales más recordadas.














































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jueves, 5 de enero de 2023

¿Reyes (y) Magos?

 Unas de las figuras más populares de la narración de la vida de Jesús son los Reyes Magos, cuya fiesta se celebra mañana. Son reyes venidos de Oriente, se cuenta.

La presencia de las Reyes Magos solo está contada en el Evangelio de Mateo (2, 11), y aparece como un cuento.

El evangelio está escrito en griego. El autor de dicho evangelio en ninguna línea se refiere a los Reyes Magos, sino a unos magos, que no vienen de Oriente, sino de anatole

En griego, los magos no eran lo que hoy consideramos que son unos magos (unos brujos), sino que eran intérpretes persas de los sueños, unos adivinos. Anatole no designaba la región de la moderna Anatolia; anatole no se refería propia o directamente a una región; significaba, en verdad, el levantar del sol, el alba marcada por el despuntar del sol (sol inevitablemente connotado como una divinidad que iluminaba el mundo); sol que, ciertamente, se alza por el este, es decir, en Oriente (el adjetivo anstolikos sí significaba levantino u oriental).

En la vulgata latina tampoco aparecen los Reyes Magos sino, siguiendo el texto griego, unos magos que, en este caso, sí se especifica que vienen de Oriente.

Desconozco cuando los Magos devinieron Reyes. Desde luego eso no ocurrió en los inicios del Cristianismo.

Las ofrendas ya son citadas en el texto original, y tienen un obvio significado simbólico. El oro alude a la realeza -la naturaleza humana de Jesús-, el incienso en su naturaleza divina -el incienso siempre ha perfumado los santuarios-, mientras que la Mirra es un ungüento que preserva la materia orgánica y alude, en este caso, a la próxima muerte y Resurrección de Jesucristo (la muerte de Jesús y la Resurrección de Cristo). 

La Mirra tiene un origen singular y doloroso. Mirra era el nombre de la hija del rey de Chipre. Toda vez que su madre pretendía que su hija Mirra era más hermosa que Afrodita, éste se vengó de manera particularmente cruel, incitando a Mirra a acostarse en secreto con su padre sin que éste fuera consciente de quién le tentaba. Tras el incesto, Mirra, abochornada, suplicó a Afrodita que la matara librándola de la culpa. La diosa, apiadada, la convirtió en un árbol resinoso, cuyas gotas de resina eran las lágrimas de Mirra cuando fue consciente del incesto cometido. La Mirra era un permanente recuerdo de una falta mortal. Ésta estaba acentuada por el embarazo de Mirra quien, un día que un jabalí rajó la certeza del árbol, permitió que Mirra diera a luz a su hermosísimo hijo Adonis, nacido del árbol, de quien la misma Afrodita cayó prendida. La diosa de los infiernos, Perséfone, también se enamoró de Adonis, quien tuvo que descender al mundo de los muertos la mitad del año, requerido por Perséfone, antes de regresar a la luz de Afrodita en Primavera. El nombre de Adonis (Adonai) significa Señor, el mismo nombre con el que también se conocía a Cristo.

A Adonis las mujeres le honraba con unos tiestos de flores regadas con agua caliente que apenas florecían se marchitaban, el sino de una divinidad deslumbrante que a poco se apagaba.  

Sin duda el autor griego o que escribía en griego el evangelio atribuido a Mateo conocía esta leyenda, propia de oriente (de Siria), aunque pasada al imaginario griego. 







miércoles, 4 de enero de 2023

ALBERTO GIACOMETTI (1901-1966) & SALVADOR DALÍ (1904-1989): JARDÍN EN LA VILLA NOAILLES (1931-1932, FRANCIA)






Un sugerente dibujo de Dalí, unos croquis de esculturas en un carnet de notas de Giacometti, y una pequeña maqueta de madera original: es lo único que queda de un proyecto de jardín no construido, para la villa Noailles en Francia, que entretuvo durante dos años a Giacometti y Dalí, en los años treinta, por encargo (o no, no se sabe a fe cierta) de los vizcondes de Noailles, grandes promotores y defensores del arte y la arquitectura modernos.

Giacometti acometió proyectos de espacios públicos nunca construidos, y Dalí hubiera proyectado la plaza de la catedral de Barcelona, a principios de los años ochenta, si Oriol Bohigas no lo hubiera impedido, no por el talante artístico de Dalí, sino por criterios politicos.

El jardín de la Villa de Noailles se hubiera planificado según el proyecto de Dalí, que incluía una colina artificial y sinuosos senderos (y quizá algunas obras suyas), y hubiera presentado esculturas de Giacometti, algunas de las cuales sí fueron ejecutadas.

Una exposición en la nueva fundación Giacometti en París, recuerda esta insólita y desconocida colaboración entre dos artistas surrealistas entonces, aunque de talante distinto, que siempre se respetaron: https://www.fondation-giacometti.fr/fr/evenement/260/alberto-giacometti-salvador-dali-jardins-de-reves

 



domingo, 1 de enero de 2023

JESSIE MONTGOMERY (1981): TOWER CITY (2019)


 

Sobre esta compositora norteamericana, véase su página web:

https://www.jessiemontgomery.com/about/

Jano en enero: enero, el mes de los arquitectos



“Oh, padre de la mañana, Jano, tú a quien cada hombre, al despertar, invoca antes de la tarea cotidiana..”

(Horacio: Sátiras, II, 6, 20)


Los albores del día primero de enero. 

Deberíamos invocar a una divinidad, dueña de las horas matutinas y del tránsito al año nuevo, un dios padre, al igual que Júpiter y Marte pero  que, a diferencia de estas divinidades, emparentadas con dioses griegos, es propia, exclusivamente Romana: el dios que ha dado nombre al mes de enero (gener en catalán, genaio en italiano, janvier y january en francés e inglés, por ejemplo): el dios Jano.

Divinidad de rostro insólito -aunque no único: dios bifronte, con dos caras opuestas unidas por la testa, que miran en dos direcciones distintas. Su forma le hizo a veces ser considerado como una divinidad con dos cuerpos, unos dioses gemelos, con todas las prerrogativas de los gemelos (propias de muchas culturas): dioses capaces de anunciar nuevos tiempos, de alterar y renovar el tiempo, marcando una nueva era, la era que el primer día del año se abría. Tal era  el agudo control que ejercicios sobre el espacio que se consideraba que cuidaba de los cuatro puntos cardinales.

Debido a su peculiar estructura, Jano era el dios guardián de las puertas (de acceso a la ciudad, pero también del Cielo, que ni siquiera Júpiter, sometido a Jano, podía cruzar sin el consentimiento de aquél, puertas cuyas llaves el dios de enero poseía), los umbrales, los límites, y los puertos, desde donde se partía hacia otros mundos, quizá sin vuelta atrás, en un viaje que abría, acaso, perspectivas. Jano era el dios de la arquitectura (la definición y delimitación del espacio, dando sentido a las barreras que englobaban y protegían las comunidades). Las puertas se abrían y se cerraban gracias a la ayuda de su esposa, la diosa Carna, diosa de los goznes, hermana, no podía ser de otra manera, del reluciente dios Apolo.

La vida de las mismas dependía de Jano: los templos que le eran dedicados mantenían las puertas cerradas en tiempo de paz -las plegarias ya no eran necesarias-, y abiertas cuando la guerra, para que se le pudiera implorar en todo momento. 

Como todos los dioses genuinamente romanos, contrariamente a los griegos, egipcios o mesopotámicos (solo por mencionar a algunas deidades antiguas), Jano no tenia historia -o se desconocía o no se contaban historias familiares suyas, como las que se narraban de Apolo, otra divinidad, griega, esta vez, también defensora de los umbrales, y con la que en ocasiones Jano se equiparaba. Jano era la protección personificada. Protector del espacio, pero también del tiempo, cuyo tránsito estaba en sus manos. El paso de las estaciones dependía de Jano, entre éste el acceso al estío tras la fértil primavera, una función que Juan (una figura modelada a imitación de Jano) asumirá en el cristianismo. 

Juan no fue la única figura hebrea inspirada por Jano. Cuando Cristo se presentaba, según se cuenta en el Evangelio de Juan (10:9), como la puerta que daba acceso a la fertilidad de los prados, asumía las funciones del dios Romano:

“Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.”

A Jano le debemos todo lo que nos hace humanos. Las artes con las que cultivamos el espacio y con las que nos cultivamos, los medios con los que nos intercambiamos bienes (el dinero) y nos ubicamos, las ciudades en las que moramos, todo fue instituido por Jano quien nos educó, y nos transmitió sus saberes. El mismo Agustín (La Ciudad de Dios, VII, 4)  reconocía la honestidad de Jano y su devoción en favor de los humanos, para los que fundó la ciudad de Janículo, en lo alto de una colina Romana.

Es tiempo, pues, de la oración matutina del primer día del año:

“Iane biceps, anni tacite labentis origo, 
     solus de superis qui tua terga vides,
dexter ades ducibus, quorum secura labore
     otia terra ferax, otia pontus habet:
dexter ades patribusque tuis populoque Quirini,
     et resera nutu candida templa tuo. 
prospera lux oritur: dinguis animisque favete;
     nunc dicenda bona sunt bona verba die.


¡Jano bicéfalo, origen del año que transcurre en silencio,
único de los dioses de arriba que ves tu propia espalda,
asiste favorable a los conductores por cuyo trabajo
la tierra fértil obtiene la paz exenta de preocupaciones, el ponto obtiene el sosiego!
¡Y preséntate favorable a tus antepasados y al pueblo de Quirino,
y revela con tu consentimiento el reluciente espacio del cielo señalado por el augur!
Nace una próspera luz: ¡sed favorables en la lengua y en el corazón!”

(Ovidio: Fastos, 65-70)