miércoles, 11 de enero de 2023

MIGUEL ÁNGEL BUONARROTI (1475-1564): EL ENTIERRO DE CRISTO (c.1500)



 

National Gallery, Londres

Foto: Tocho, enero de 2023


La modernidad juega a veces, o acaso siempre, malas pasadas. Esta tabla es uno de los escasos cuadros de Miguel Ángel llegados hasta nosotros. Se exhibe en una rotonda de la Galería Nacional de Londres, acompañado de otro cuadro de Miguel Ángel y obras de Tiziano, Mantegna y Bellini, entre otros, constituyendo una de las salas más hermosas del mundo.

La singularidad del cuadro (inconcluso) de Miguel Ángel atrae la atención, amén del color y de la extrañeza que suscita la composición, que debió ser pintada para ser colgada a cierta altura seguramente encima de un altar.

Hasta 2007 este cuadro fascinaba. Hoy, la imagen de María Magdalena, en la izquierda, no se libra de una evocación molesta, vulgar y ridícula que no deja de rondar -pese a que se sabe que es una mera ilusión que nada tiene que ver con lo que Miguel Ángel quiso comunicar:  María Magdalena parece absorta, como una adolescente, por un teléfono móvil mientras otros tratan de enterrar el cuerpo de Jesús, descendido de la cruz.

La maldición del móvil ha llegado hasta el Renacimiento, infectando el aprecio de sus obras maestras. 





lunes, 9 de enero de 2023

KAROL G (1991): EL CAIRO (2023)


 Qué se le va a hacer: es una canción de reguetón….

El Cairo puede con todo….

Y no digamos las tres imperturbables pirámides… 

AMÉRICA (Maurizio Cattelan)

 




No hubiera hecho falta que la hubieran robado -fuere quién fuere quien la hizo desaparecer- para convertirse un una obra célebre: América -tal es el título de la escultura que artista italiano Maurizio Cattelan ideó en 2016- consistía en un inodoro de oro (la asonancia no es voluntaria) expuesto en un baño y conectado a la red de alcantarilla, que solo se podía contemplar si se accedía al lavabo. La cola ante los sanitarios de la planta baja del Museo Guggenheim de Nueva York así atestiguaban del éxito de público de esta obra.

La relación que se establecía con Fuente, de Marcel Duchamp, casi un siglo antes, consistente en un urinario industrial expuesto en una peana, era irresistible, inevitable.

No era la primera vez que se daban sanitarios de oro -amén de los que puedan existir en los palacios saudís. Los primeros datan del siglo XVI. Existieron sólo literariamente. Eran los que los artesanos de Utopía, descrita por el humanista Tomás Moro, fabricaban, para burlarse del culto al este metal que se practicaba en las cortes y ciudades ancladas en lugares determinados -y no flotando en ningún lugar, como la soñada Utopía.

Tomas Moro ideó este país ideal, donde el oro no daba lugar a culto alguno, inspirado por el reciente descubrimiento de América.

Maurizio Cattelan es un artista que conoce a los clásicos. América, el susodicho mingitorio de oro de veinticuatro quilates, es un guiño acertado al País de Nunca Jamás donde nunca se dieron colas para admirar un útil inútil labrado con un metal por el que la humanidad se ha matado y se mata.

domingo, 8 de enero de 2023

RIVERBOOM (2002-2023): MISS LOUVRE


 
















Riverboom es el nombre de un colectivo de fotógrafos suizos e italianos, recientemente disuelvo, que durante veinte años, ha puesto patas arriba las convenciones, ideas preconcebidas, convenciones. clichés, cursilerías y estupideces, en todos los países, del mundo moderno. Se han dedicado a satirizar las imágenes de la vida perfecta, el lado siniestro de unas imágenes de postal, con sarcasmo, envuelto en fotos coloreadas en las que las sonrisas profidén son demasiado perfectas para ser creíbles. Sus fotografías se han publicado a menudo en libros a bajo precio, imitando guías de viaje -particularmente hirientes en el caso de una guía de viajes ideal en Afganistán en plena guerra civil, o en Iraq-, exposiciones y decoraciones de interiores, en los que los colores chillones y la banalidad conforman escenas grotescas e hirientes. 
Un ejemplo es su lectura del arte en el museo del Louvre de París.
Una exposición, hoy, en Suiza, orquestada por este grupo ya extinto, desvela su particular humor que pone en jaque todas las convenciones y se ríe de las imágenes turísticas de placidez y felicidad.

sábado, 7 de enero de 2023

MIGUEL HERNÁNDEZ (1910-1942): LA FÁBRICA-CIUDAD, 1937

 




LA FÁBRICA-CIUDAD

(En una ciudad de la U.R.S.S. —Jarko— he asistido
al nacimiento multiplicado, numeroso, rápido del tractor).


Son al principio un leve proyecto sobre planos,
propósitos, palabras, papel, la nada apenas,
esos graves tractores que parten de las manos
como ganaderías sólidas con cadenas.

Se congregan metales de zonas diferentes,
prueban su calidad los finos probadores,
la fundición, la forja, los metálicos dientes.
Y empieza el nacimiento veloz de los tractores.

Id conmigo a la fábrica-ciudad: venid, que quiero
contemplar con los pueblos las creaciones violentas,
la gestación del aire y el parto del acero,
el hijo de las manos y de las herramientas.

La fábrica se halla guardada por las flores,
los niños, los cristales, en dirección al día.
Dentro de ella son leves trabajos y sudores,
porque la libertad puso allí la alegría.

Fragor de acero herido, resoplidos brutales,
hierro latente, hierro candente, torturado,
trepidando, piafando, rodando en espirales,
en ruedas, en motores, caballo huracanado.

Una visión de hierro, de fortaleza innata,
un clamor de metales probados, perseguidos,
mientras de nave en nave se encabrita y desata
con dólmenes de espuma, chispazos y rugidos.

Es como una extensión de furias que contienen
su casco apasionado sobre desfiladeros,
contra muros en donde se gastan, van y vienen,
con llamas de sudor y grasa los obreros.

Chimeneas de humo largo, sordo, grasiento,
acosan con penumbras a la creadora masa,
a la generadora masa que obra el portento,
el tractor con los dientes sepultados en grasa.

Hornos de fogonazos: perspectivas de lumbre.
Irradian los carbones como el sol, las calderas,
los lavaderos donde llega la muchedumbre
del metal que retiene sus escorias primeras.

Laten motores como del agua poseídos,
hélices submarinas, martillos, campanarios,
correas, ejes, chapas. Y se oyen estallidos,
choques de terremotos, rumores planetarios.

Leones de azabache, por estas naves grises,
selvas civilizadas, calenturientas moles,
relucen los obreros de todos los países
como si trabajaran en la creación de soles.

En la sección de fraguas y sonidos más puros,
se hacen más consistentes las domadas fierezas.
Y el tornillo penetra como un sexo seguro,
tenaz, uniendo partes, desarrollando piezas.

Veloz de mano en mano, crece el tractor y pasa
a ser un movimiento de titán laborioso,
un colosal anhelo de hacer la espiga rasa,
fértiles los baldíos, dilatado el reposo.

Ya va a llegar el día feliz sobre la frente
de los trabajadores: aquel día profundo
en que sea el minuto jornada suficiente
para hacer un tractor capaz de arar el mundo.

Ya despliega el vigor su piel generadora,
su central de energías, sus titánicos rastros.
Y los hombres se entregan a la función creadora
con la seguridad suprema de los astros.

La fábrica-ciudad estalla en su armonía
mecánica de brazos y aceros impulsores.
Y a un grito de sirenas, arroja sobre el día,
en un grandioso parto, raudales de tractores.


(Miguel Hernández: “La fabrica-Ciudad”, El hombre acecha, 1939)

MIGUEL HERNÁNDEZ (1910-1942): LAS ABARCAS DESIERTAS, 1937




Por el cinco de enero,

cada enero ponía

mi calzado cabrero

a la ventana fría.


Y encontraban los días, que derriban las puertas, mis abarcas vacías, mis abarcas desiertas.


Nunca tuve zapatos,

ni trajes, ni palabras:

siempre tuve regatos, siempre penas y cabras.


Me vistió la pobreza,

me lamió el cuerpo el río, y del pie a la cabeza pasto fui del rocío.


Por el cinco de enero,

para el seis, yo quería

que fuera el mundo entero una juguetería.


Y al andar la alborada

removiendo las huertas,

mis abarcas sin nada, 

mis abarcas desiertas.


Ningún rey coronado

tuvo pie, tuvo gana

para ver el calzado

de mi pobre ventana.


Toda gente de trono,

toda gente de botas

se rió con encono

de mis abarcas rotas.


Rabié de llanto, hasta

cubrir de sal mi piel,

por un mundo de pasta

y unos hombres de miel.


Por el cinco de enero,

de la majada mía

mi calzado cabrero

a la escarcha salía.


Y hacia el seis, mis miradas

hallaban en sus puertas

mis abarcas heladas,

mis abarcas desiertas.


Miguel Hernández. Poema publicado en el semanario ¡Ayuda! Semanario de la Solidaridad, núm. 36, 2 de enero de 1937.


Agradecimientos a Pedro Martínez-Avial por el envío del poema.

Fotos y comunicación de las fotos de la ventana de la ciudad valenciana de Alboraya en la que está inscrito el poema (Miguel Hernández era valenciano): Helena Tatay, a quien agradezco este envío y la información que la acompaña.



viernes, 6 de enero de 2023

Epifanía

 La Epifanía es una fiesta que celebra un acontecimiento paradójico.

Epifanía es una palabra de origen griego compuesta por el prefijo adverbial epi- que significa sobre o delante y el verbo griego  phainoo que significa hacer brillar, también hacer ver: el phainomenos es siempre una aparición  luminosa, deslumbrante, por lo que se trata de una mostración sobrenatural que acontece sobre la tierra.

Phainoo solo se refiere a un portento; lo que se muestra necesariamente no pertenece a este mundo. Lo que aparece es una divinidad que irradia, envuelta por la luz que emite y que cobra cuerpo.

La divinidad cristiana es un problema metafísico o teológico de difícil resolución. Dicha divinidad es también un ser humano. En verdad, dicho ser posee dos naturalezas, humana y divina, encapsuladas en un cuerpo o forma humana. La singularidad de la divinidad cristiana no reside solo en la existencia de una naturaleza humana asumida por la divina, sino en la manera cómo dicha divinidad se muestra: en “forma” de un ser humano asumiendo toda la complejidad y limitación de la vida humana, del nacimiento a la muerte.

Más, atribuyendo el nombre o el título de Epifanía, que designa una aparición sobrenatural, a la escena de la entrega de ofrendas por parte de unos magos a un niño humano (que es una divinidad, pero a la vez un niño), se pone el acento no en su apariencia humana -su cuerpo humano que encierra una naturaleza humana-, sino en su naturaleza divina exclusivamente, lo que contradice la constitución del dios cristiano que siempre se muestra como un humano, una visión que no es una verdadera Epifanía porque su imagen es enteramente la de un humano. 

La Epifanía responde más bien a la concepción oriental  de la naturaleza del dios cristiano, que siempre ha sospechado de su doble naturaleza y siempre ha sostenido que Cristo es un dios disfrazado de ser humano, sin poseer ni asumir la suerte de los mortales.

Pero la interpretación, ya compleja, se complica aún más. Tengamos en cuenta que la concepción epifánica de la divinidad cristiana está teñida de platonismo. Para Platon, phainoo significaba hacer ver, ciertamente, pero lo que se mostraba era una imagen, una simple apariencia, no un ser. Phainoo, y la familia de palabras asociadas a este verbo, no designan un acontecimiento memorable, sino un hecho prescindible o insustancial. Lo que la aparición revela no tiene entidad: se trata de un juego de luces, un espejismo, una figura casi cegadora que nada trae a colación. No aporta nada. Deslumbra pero no educa. Engaña, en suma.

En un caso, por tanto, la Epifanía pone el acento sobre la naturaleza exclusivamente divina del dios cristiano, lo que atenta sobre su verdadera constitución. En otro caso, la Epifanía solo revela una apariencia, la imagen de un ser humano, sin que ésta traduzca nada de su naturaleza divina.

O un dios, o un hombre; o un inmortal, o un mortal: la Epifanía es la muestra de la compleja naturaleza del dios cristiano y de la dificultad de hacer visible su presencia o existencia sin atentar ni con su figura humana ni con su naturaleza divina.

La Epifanía es un misterio, literalmente.