sábado, 27 de enero de 2024

Karahantepe (Kurdistan, Turquía, 13 milenio ac), o la Ciudad de Los falos

 























Fotos: Tocho & David Mesa (cuarta empezando por el final) , Karahantepe, Turquía, enero de 2024

Nota: Citar el nombre del fotógrafo, el arquitecto David Mesa, si se reproduce su fotografía.

El resto de las imágenes es de uso libre



1997, atento a los dichos de unos agricultores, un arqueólogo descubre, a treinta quilómetros de Göbekli Tepe, en Anatolia, no lejos de la conflictiva frontera con Siria, en un paisaje ondulado punteado de suaves colinas, piedras talladas que parecen recordar las gigantescas estelas del yacimiento prehistórico de Göbekli Tepe.

Veintidós años más tarde empieza la excavación arqueológica. Los primeros resultados son decepcionantes.

La guerra declarada o latente entre el ejército turco y las milicias kurdas asentadas del otro lado de la frontera, que lleva al bombardeo del norte de Siria y, más lejos, de Iraq, dificulta o interrumpe la excavaciones en 2020.

Hace cuatro meses, en septiembre de 2023, sin embargo, el descubrimiento de la estatua antropomórfica paleolítica más grande del mundo -dos metros y medio de altura-, en piedra tallada, ha cambiado la imagen de lo que hoy se denomina Karahantepe.


El yacimiento podría ser más antiguo que Göbekli Tepe (datado del doce mil quinientos aC).


Hasta hoy se ha desenterrado una inmensa sala circular de treinta metros de diámetro, adosada a la ladera de la colina, con un asiento corrido apoyado contra el muro perimetral de piedra, reforzado por grandes losas de piedra verticales, que rodea dos estelas monumentales -hoy caídas y fragmentadas, enfrentadas, ubicadas en el centro. Una plataforma sobre la que destaca un asiento de piedra podría haber acogido a una figura principal (¿anciano? ¿jefe?: no queda claro que los modelos sociales del neolítico y, sobre todo, de la Edad de Bronce, puedan retrotraerse miméticamente al paleolítico. 

La sala estaría descubierta.


A la izquierda de la sala, dos cisternas excavadas en la roca, alimentadas por un canal artificial: una, con un bosque de monolitos, tras el vaciado del espacio circundante, que se interpreta como conjunto de altos falos erectos, bajo la mirado de una cabeza antropomórfica tallada en piedra, y una segunda, muy profunda, cuyo borde superior se orna con dos grabados: un mamífero (¿lobo? ¿jabalí?), y una larga serpiente ondulante. Una pequeña “ventana” (¿?) pone en contacto la cisterna de los monolitos y la gran sala circular.

Un arqueólogo considera que estos tres espacios están conectados simbólicamente, y que las cisternas podrían se baños lustrales (¿?)


La gran estatua antropomórfica recién descubierta (depositada en el nuevo gran museo arqueológico de Sanliurfa -el más grande de Turquía-, cerrado, sin embargo, tras haber quedado devastado recientemente por una inundación catastrófica) en la sala central, representa a una figura enjuta, famélica, desnuda: se interpreta como la imagen de un difunto, que tiene la capacidad, sin embargo, de sostener a su falo erecto -una imagen habitual en las primeras representaciones de varones.

¿Un antepasado recordado cuya presencia protege el espacio central?

Faltan nueve mil años para los primeros escritos.

Las comparaciones se realizan con espacios y símbolos que tienes seis mil años menos. 

Lo cierto es que Göbekli Tepe ya no aparece como un asentamiento singular, único, sino que todo el territorio del sureste de Anatolia está puntuado de numerosos asentamientos paleolíticos cercanos -escasos aún los que han podido excavarse-, cuya existencia complica o enriquece la lectura de las sociedades humanas paleolíticas, nómadas, previas a la agricultura y la ganadería, pero que bien podrían haber sido nómadas, con asentamientos -viviendas o salas comunales- ocupados temporalmente, dedicados quizá a la agricultura y/o la ganadería, o ya asentadas, siendo el nomadismo una manera de vivir aún anterior -o que quizá nunca se dio….


Queda finalmente la duda creciente acerca del origen mesopotámico, en el delta de los Ríos Tigris y Eufrates (en lo que hoy es el sur de Iraq, a miles de quilómetros al sur de Anatolia), de las ciudades y de los estamentos monárquicos, religiosos, legales, sociales asociados a aquéllas, necesarios para su bien funcionalmente. 

La sedentarización y las primeras comunidades asentadas complejas podrían haberse originado en Anatolia y el el noreste de Siria. La cultura, entendida como un invento y una práctica humanos para relacionarse con el entorno y otras comunidades, que se pensaba había ascendido desde las marismas del sur de Mesopotamia hacia el norte, podría haberse desplazado, muy al contrario, del norte hacia el sur, o quizá no existió ningún primer  y único foco cultural que se habría diseminado, sino que la organización social compleja y del territorio bien podría haberse originado en diversos lugares, con -o sin- relación con otros asentamientos. 

Karahantepe complica muchouna historia sabida, y le devuelve el placer y la tensión de los enigmas que ponen en jaque el ingenio.

viernes, 26 de enero de 2024

Los Igigi











Fotos: Tocho, Sanliurfa (Turquía kurda), enero de 2024


 Los Anunaki era el nombre que colectivamente recibían los dioses mesopotámicos. An (o Anu, en acadio) era el padre de los dioses. Nammu, la diosa madre, y Enki, el dios arquitecto, el hijo. Éste habitaba en un palacio ubicado en el seno de las aguas originarias, llamadas Abzu, nombre que significa aguas vitales , pero también aguas sapienciales.

Abzu era otro nombre de la diosa madre Nammu, cuando rompía aguas, al dar a luz al dios An, por ejemplo, que emergió de las oscuras aguas de los orígenes.

La relación entre los dioses mesopotámicos y las aguas no era nueva. Los Anunaki estuvieron precedidos por una primera dinastía de dioses perfectamente adaptados a las aguas originarias: tenían forma de pez, de carpas, cuyas barbas, como así poseen las carpas, era un signo de sabiduría, que caracteriza a todos los sabios, ancianos y barbados. 

Los dioses primigenios se recogían bajo el nombre colectivo de Igigi.

Entre éstos destacaba Adapa, que formaba parte del séquito del dios de la arquitectura, Enki.

Un día, Adapa, en forma de gran carpa, o revestido de carpa, ascendió a la superficie, salió de las aguas, y trasmitió a los seres humanos todas las técnicas con las que habilitar el mundo, entre éstas, las técnicas edilicias.


El islam es una religión monoteísta. Por esta razón no adora más que a una divinidad. La sacralidad animal está proscrita.

Sin embargo, la ciudad kurdo-turca de Sanliurfa, de religión musulmana, cerca de la frontera Siria, en las estribaciones de los montes Tauro, posee, a los pies de la ciudadela, en medio de un parque frondoso, una hermosa mezquita otomana. Ante ella se extiende un profundo y extenso estanque, de aguas limpidas, en las que viven centenares de carpas de gran tamaño.

Se las considera carpas sagradas. Está prohibido pescarlas, y un dicho sostiene que quien ingiere su carne cae fulminado por la falta cometida.

Por las tardes, toda la ciudad se vuelca en alimentar a las carpas veneradas.

jueves, 25 de enero de 2024

Göbekli Tepe, o cuando la lógica descarrila





















Fotos: Tocho, enero de 2024


Pese a que las autoridades turcas proclaman que el yacimiento de Göbekli Tepe,  de finales del paleolítico (entre el 12500 y el 9700 aC), señala el origen de los tiempos -arqueología y nacionalismo con de parejo, como bien sabemos en culturas mucho más cercanas-, que los actuales arqueólogos alemanes denuncian las interpretaciones de quienes -arqueólogos alemanes, también, que iniciaron la sistemática exploración del yacimiento en 1994, y que prosigue hoy- les precedieron acerca de la función de los espacios construidos -templos, tal como se enunciaba hasta hace poco, en una época en que aún no existían dioses, o casas comunales, incluso viviendas, para poblaciones no sedentarias, según las interpretaciones actuales-, de las que arqueólogos turcos no quieren ni oír, lo cierto es que el extenso asentamiento de Göbekli Tepe sigue siendo un enigma, y quizá lo vaya a permanecer siempre.

Planificado y empezado a edificar solo dos mil años más tarde que las pinturas parietales de la cueva de Altamira, con espacios compuestos por bloques de piedra cubiertos de relieves, algunos con más de seis metros de altura, procedentes de una cantera a decenas de quilómetros del yacimiento, por constructores cuyo número excedía el de la población nómada paleolítica que se supone campaba por la región, no se sabe ni se sabrá nunca a qué responden esos descomunales espacios de planta circular, delimitados por muros y bancos adosados continuos, reforzados por grandes bloques de piedra monolíticos que acogen a dos bloques centrales desmesurados y enfrentados, a cielo abierto o cubiertos -pero ¿cómo?-, y que fueron intencionadamente enterrados tres mil años más tarde, desapareciendo de la faz de la tierra hasta los años60, si bien corrían rumores acerca de la existencia de una ciudad de gigantes sepultada. 

Ubicada en lo alto de una colina, extendiéndose por las laderas -las excavaciones no han logrado aún determinar la extensión del yacimiento-, dominando el valle de Mesopotamia que se entiende hasta el horizonte, Göbekli Tepe parece un asentamiento permanente para unos habitantes nómadas: una paradoja o un contrasentido a los que no se logra ofrecer una respuesta convincente. En todos los casos, un yacimiento fascinante e inexplicable.

 

Sueños de piedra ( la tumba de Antíoco I en Nemrut David, Turquía)
















 Fotos: Olimpia Solà Inaraja (las dos primeras), Tocho (las dos siguientes) & David Mesa (las siguientes), enero de 2024


Ruego que si se reproducen las fotos de Olimpia Solà Inaraja y de David Mesa se citen sus nombres y apellidos. No es necesario en el caso de las de Tocho.
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Menos diez de temperatura bajo un cielo cegador. Ventisca que derriba salvo que la nieve llegue a las rodillas o a los hombros lo que impide caer -y avanzar con facilidad sin desaparecer sepultado.
A dos mil doscientos metros, una cumbre perfecta con una forma que recuerda una pirámide cubierta de dos metros de nieve. La evocación no es gratuita. Se trata, en efecto, de un túmulo que recubre la tumba del rey Antíoco I de un reino oriental con influencias helenísticas y romanas, del siglo I ac, en la Mesopotamia del Norte, en Anatolia cabe las estribaciones de los montes Tauro, donde nacen los ríos Tigris y Eufrates.
La tumba no ha podido ser aún explorada. Antioco I se llevó a la tumba el secreto de las técnicas constructivas de semejante mausoleo.
Rodeando la tumba, gigantescas estatuas de culto, hoy decapitadas, y cabezas de piedra de colores, alguna de grandes dimensiones, con el retrato del rey, de guardianes y de águilas protectoras, todas orientadas hacia el sol, en comunión con el astro con el que Antioco I se identifica. Dominan la inmensidad del valle de Mesopotamia, en un paisaje altivo, arisco y rocoso, de muy difícil acceso, especialmente en invierno cuando los vientos zumban enloquecidos alrededor de la cumbre.
A un nivel inferior, templos dedicados a Zeus y sin más abajo, sobre plataformas de piedra, a Hércules.
Una de las muestras más grandiosas y terribles de la soberbia humana de igualarse con sus suelos divinos.