sábado, 17 de febrero de 2024

Buen gusto

Filósofos del siglo de las luces introdujeron una novedad en el estudio de nuestra manera de conocer el mundo. Mientras que tradicionalmente los datos brindados por los cinco sentidos eran desechados no solo por ser irrelevantes -solo aportaban datos sobre la superficie de las cosas, no sobre su hondura, datos que solo se quedaban en la superficie de lo que se estudiaba- sino por engañosos, ya que no se adentraban en las cosas analizadas, aquéllos postularon que la razón necesitaba de la información sensible para reflexionar sobre el entorno, información que la imaginación recogía de los sentidos, la depuraba o la sometía a un primer filtro para desprenderla de materia sobrante y finalmente la libraba a la razón para que ésta pudiera discernir las ideas principales que alumbraban, con más o menos brillo, el mundo material que nos envuelve y del que somos partícipes.

El abismo entre la mente y los sentidos, o entre las ideas y las cualidades sensibles quedada así reducido o abortado, incluso.

Mas, ¿dicha separación en la que se ha creído firmemente durante siglos, tenía “razón de ser”, era “real?

El descubrimiento de algo que desconocíamos, la resolución de un misterio, la comprensión de un fenómeno hasta entonces inexplicable y no resuelto, causa satisfacción y placer, y deja buen sabor de boca. El conocimiento confirma un momento dulce en nuestra vida. La amargura de la incomprensión desaparece o se trasmuta en alegría. La oscuridad en la que nos hallábamos se disuelve. Hemos logrado echar luz sobre un problema hasta entonces no resuelto y que nos impedía entender lo que acontece alrededor nuestro. El sentimiento que nos embarga es el mismo que nos posee cuando acertamos a dar con la respuesta acertada, habiendo desechado errores y malas interpretaciones, cuando hemos tenido el buen gusto de escoger “bien”.

Estamos hablando del saber, es decir de los logros o beneficios de la razón o la inteligencia, de lo que éstas nos aportan. Pero los calificativos que aplicamos, gusto, sabor, son propios del mundo de los sentidos, del sentido del gusto en particular.

Esta relación no es casual ni errónea. Saber y sabor tienen la misma etimología. El gusto, “bueno o malo”, es el resultado de un contacto íntimo con lo que sometemos a prueba, con lo que probamos. El buen gusto es tanto la causa como la consecuencia del acierto a la hora de entender el mundo. 

Del mismo modo que los bebés se llevan todo lo que les rodea a la boca para experimentar a qué sabe el mundo, para saber cómo es, qué esencia lo constituye -y la esencia también se descubre con el olfato, que nos permite descubrir si algo “huele mal” que deba ser investigado, teniendo en cuenta que el olor y el sabor están conectados, que el olor influye en el sabor, o lo completa-, el gusto es lo que nos acerca el mundo hasta que deje de parecernos extraño, sino cercano, y nos permite hincarle el diente para apreciar su resistencia y poder masticarlo hasta convertirlo en lo que nos alimenta física y espiritualmente. 

“Por la boca vive el pez”.


A Xavier Rubert de Ventós

jueves, 15 de febrero de 2024

Los monstruos ya no son dignos de mostrarse




Juan Carreño de Miranda (1614-1685): La niña Eugenia Martínez Vallejo, La Monstruo, o Baco, 1680. Madrid: Museo del Prado


En la corte española del último rey Hausburgo, Carlos II, un joven marcado por la consanguinidad, que moriría joven, sin descendencia,  una corte poblada de enanos y deficientes mentales cuya función consistía, como si fueran juguetes,  en poner en evidencia, por comparación, la “grandeza” y las “luces” -cortas, por lo que parece, del rey- de la familia real y de los cortesanos, llegó una niña de seis años afectada de una enfermedad degenerativa. Aunque el rey la vistió como un miembro más de la corte, mandó retratarla vestida y desnuda, por el pintor de la corte Juan Carreño de Miranda (uno de los mejores pintores españoles de todos los tiempos), que la convirtió en una efigie divina, el dios Baco.

La niña era conocida por el apodo de La Monstrua.

El museo Del Prado, en arras de borrar cualquier alusión denigrante, ha eliminado el apodo del título de la obra.

¿Es monstruo un nombre denigrante? Monstruo, que viene del latín, significa, literalmente, digno de mostrarse. Esta dignidad proviene de la singularidad de lo que se muestra. Lejos de la indiferencia, la vulgaridad, la imagen neutra, aséptica o indiferente, lejos de la ausencia de cualidades sensibles, lo monstruoso es una aparición a la que se le debe prestar atención. El monstruo no deja indiferente, no pasa desapercibido, sino que existe para ser el centro de las miradas, para ser contemplado. No se oculta, sino que se revela. Reclama la atención.

Esta exposición de la niña Eugenia Martínez hoy es inconcebible, tanto por el desnudo como por la exhibición de su cuerpo afectado por una enfermedad. 

Pero el cuadro no está realizado para nuestros ojos, ni denota nuestra mirada, sino la mirada que se tenía hace más de trescientos años; una mirada familiarizada con la extrema miseria y las enfermedades corporales que no se sabían curar, que no se podían curar, percibidas como señales divinas, no necesariamente nefastas. Se trataban de prodigios que anunciaban cambios. Los monstruos, como los seres y los entes singulares o imaginarios, eran la manifestación de la diversidad y la potencia creativa, a menudo inexplicable, de la divinidad. Señales de difícil o imposible desciframiento, mas señales enigmáticas al fin..

Eliminar el apodo La Monstrua, impide que seamos conscientes de cómo se percibía el mundo a finales del barroco, un mundo lleno de signos, que denotaban superstición, credulidad y capacidad de asombro -que hoy no tenemos. Gracias al cuadro vemos el mundo como se veía entonces. Y lo que descubrimos puede gustarnos o no, seguramente, pero nos educa.

Gracias al apodo nos damos cuenta de la distancia que media entre la mirada barroca y la nuestra. Sin aquél, la niña de seis años, perdida cualquier alusión mitológica, se convierte en un caso médico que no querríamos ver. 


Ediciones Asimétricas: La ciudad de los días lejanos



 


Charla de presentación a través de una red social.

Agradecimientos a María Rubert y a Ediciones Asimétricas 

miércoles, 14 de febrero de 2024

¿Qué es el ser humano?

 "Nada,

ni el mar grisáceo,

ni el viento del sur que sopla durante el invierno,

ni las razas de los animales salvajes,

nada,

ni siquiera los dioses,

es más terrible que el hombre"


"Portentos, muchos hay; pero nada es

más portentoso que el hombre.

Allende el espumante mar avanza

empujado por el tempestuoso noto,

atravesándole bajo las olas

que en torno suyo braman."


"Muchas cosas son admirables, pero no hay nada más admirable que el hombre. El Noto tormentoso lo lleva a través el mar sombrío, en medio de las olas que braman alrededor suyo."


Podemos reconocer a un mismo texto con tres versiones distintas; versiones que, en el caso de la primera y las dos siguientes, describen al ser humano de modo antitético. Éste es presentado ya sea como terrible, ya sea como admirable. Día y noche, luces y oscuridad. Un rostro inquietante o amable.

Pero, ¿qué es, entonces, el ser humano o, mejor dicho, cómo se describe originariamente?

La cita es conocida: procede de un canto del coro en la tragedia Antígona de Sófocles.

Mas, ¿qué escribió Sófocles? Las palabras griegas que se traducen ya sea por terrible ya sea por admirable son el adjetivo deinos y el sustantivo deinotes. Obviamente, ambos califican de un mismo modo al ser humano o a una de sus cualidades.

Deinos significa en primer lugar temor, pero también asombro. Éste nace de la visión de algo terrible, que inspira terror. El asombro es la reacción ante una sombra: un espectro, o l oscurecimiento del mundo, la desaparición de las luces que echan luz sobre los problemas y los conflictos. Del mismo modo, deinotes designa un carácter que causa miedo.

Por estos motivos, la primera traducción es correcta, y pone el acento en el carácter negativo, cuanto no maligno o malvado del ser humano.

Mas, tanto el adjetivo deinos cuanto el sustantivo deinotes no son unívocos. No ofrecen una imagen pétrea del ser humano, carente de matices.

En efecto, deinos también se traduce por extraordinario -una característica de lo que se sale de la norma, lo habitual, lo predecible o conocido: lo que descoloca, sin que la inseguridad que causa sea necesariamente condenable. El ser humano escapa, pues, a toda definición. Es imprevisible. 

Del mismo modo, deinotes también se traduce por carácter extraordinario, y de allí, se llega a la habilidad o el ingenio. Es decir, el carácter de Ulises, por ejemplo, un héroe que podría ser considerado como el prototipo del ser humano.

No se puede componer un retrato de una sola pieza. El ser humano tiene múltiples caras. El ingenio está asociado a la mentira, al engaño, ciertamente, pero se trata también de una "virtud" que permite sortear o solventar problemas, sin recurrir necesariamente a la violencia, utilizando, eso sí, la mano izquierda (siniestra), teniendo, en suma, mano izquierda.

El retrato del ser humano que Sófocles ofrece es complejo, sutil, difícil de clasificar. Logra captar el cambio de humor, la rectitud y la traición, el coraje y la cobardía, la franqueza y la hipocresía humanos. Pocos retratos tan sutiles y certeros se han escrito. Descarnados y evidentes. 


Agradecimientos a Isaac Marcet por sus agudas y clarificadoras observaciones. 

sábado, 10 de febrero de 2024

ERRÓ (GUDMUNDUR GUDMUNDSSON, 1932): GOD BLESS BAGHDAD & LEAVING BAGHDAD (2005-2007)


 






Retirada de Iraq - God bless Iraq (dos versiones) - The Gulf War - Ejército norteamericano retirándose de Iraq


¡Qué lejos puede parecer Islandia del Próximo Oriente, pese a que Reykjavík, todo y estando a menos siete grados bajo cero, sea una de las ciudades en que más visiblemente se manifieste, en plena calle, durante todo el día, la denuncia de la masacre de Gaza,

El artista islandés Erró, amigo de Joan Miró, formado en Oslo, Florencia y París, con un lenguaje entre el surrealismo de Delvaux, el pop art y el dibujo del cómic, y técnicas que oscilan entre la impresión digital sobre tela (obras seriadas, por tanto) y el collage, tras  la donación de su obra al museo de arte contemporáneo de Reykiavyk, expone algunas de sus obras de denuncia de guerras y ocupaciones, desde el trato de Israel hacia Palestina, hasta una serie de cuadros y dibujos sobre la Segunda Guerra del golfo, la ocupación de Bagdad, y su posterior abandono una vez obtenido el botín, en una extensa, sarcástica e instructiva muestra.


Nota: En España, el museo de arte contemporáneo de Ibiza posee un ejemplar de esta serie dedicada a Bagdad, que no expone.



viernes, 9 de febrero de 2024

ALVAR AALTO (1898-1976): NORRAENA HSIOD (CASA NÓRDICA, 1968)



























Fotos: Tocho, Reykjavik, Islandia , Febrero de 2024


La Casa Nórdica es una biblioteca municipal, la única obra del arquitecto finlandés Alvar Aalto en Islandia, y una de sus mejores obras.

¿Por qué se está bien en la luminosa y acogedora, envolvente sala de lectura, así como en la cafetería, con amplios ventanales hacia la pequeña ciudad y las montañas circundantes nevadas?. La altura de los muebles, relativamente baja, las sillas de tela trenzada, el discreto uso de la madera (carpinterías, protectores de columnas), la iluminación -las lámparas de techo son doradas interiormente y emiten una luz cálida que contrasta con el entorno cubierto de nieve-, la disposición de la biblioteca capaz de convertirse en un pequeño auditorio con solo deslizar un panel corredero, logran que el tiempo se detenga en el interior, mientras fuera la pálida luz declina.

 

jueves, 8 de febrero de 2024

El loco y el lugar

 La palabra locura, de incierto origen, parece derivar del latín locus que no se traduce por locura, sino, todo parece indicar, por lugar.

La locura nubla la vista. Impide ver más allá, o solo permite ver más allá sin poder ver lo que se encuentra cerca de nosotros.

Un loco es un desequilibrado. Se repite, sin poder salir de su lugar, sin ser capaz de ponerse en el lugar del otro, o carece de lugar. No tiene cabida en el mundo. Anda desorientado, perdido en su mundo, sin poder interactuar con los demás. El mundo le es ajeno o extraño. Su lugar no es de este mundo.

El lugar es el espacio donde no cabe la locura. Por el contrario, es el espacio donde impera, o se recupera la cordura. Quien se siente perdido se reencuentra cuando halla el lugar que le corresponde. Se reintegra en el mundo. En el lugar, un espacio acotado y acogedor, que uno puede hacerse suyo, el ser humano se aquieta, se tranquiliza y recupera la razón perdida. 

Los lugareños son las personas que habitan en un lugar; son personas cercanas, sabias a menudo, a las que la locura, la pérdida de sí, no afecta porque están arraigados, enraizados  en un lugar propio que les protege y les alimenta.


Bibliografía:

MARCET, I., 2023:  La historia del futuro. La palabra que cambió el mundo. Barcelona: Plaza y Janés 


Agradecimientos a Ángela Molina por la recomendación