La ciudad de las mujeres, de la autora ítalo-francesa Cristina de Pizan, escrita a finales de la Edad Media, es un conocido texto que convenció a mujeres que las ciudades existentes, todas ellas obra de varones, eran excluyentes e invivibles, y les animó a fundar una nueva ciudad, basada en preceptos de grandes mujeres de la historia, como la habitualmente denostada reina Asiria Semiranis, mítica fundadora de la ciudad de Babilonia, que tuvo que hacerse pasar por un hombre -su esposo al que mandó asesinar o su hijo, al que travistió de niña, según las versiones- para reinar y defender el imperio. La ciudad de las mujeres fue una obra de y para mujeres, en la que éstas podían sentirse libres.
El texto de Cristina de Pizan se basaba en un libro fundamental de Bocaccio, De mulieribus claris (Acerca de mujeres ilustres), de la segunda mitad del siglo XIV, que dio lugar a un género literario que llegó hasta bien adentrado el Renacimiento: narraciones en la que se destacaba la importancia, la virtud y el valor de mujeres hasta entonces subordinadas a hombres y relegadas a la sombra de esposos e hijos. Bocaccio ya destacaba la brillantez de Semiramis, cruel e implacable, sin duda, porque solo así pudo destacar, sobreponerse a las estrecheces morales y la mediocridad familiar, y dejar de pasar de mano en mano como un títere decorativo.
Éste tema llegó incluso a la literatura española tardo-medieval con un libro del humanista castellano Álvaro e Luna, en De las virtuosas y claras mujeres. Así, por ejemplo, Eva, tradicionalmente descrita como tentada y tentadora, es presentada como "reyna para
siempre jamás, é non ser fecha, nin criada del limo
de la tierra" (libro I, cap. II). Podríamos pensar que se destacan solo a heroínas, reinas y santas, a figuras célebres de la mitología o de la leyenda dorada, pero los autores también se refieren a “doncellas” y a mujeres anónimas que destacaron por un único hecho relevante que daba la medidas del valor ya coraje de quien lo llevó a cabo.
Pero quien puso el foco en la preeminencia de la mujer no fue Bocaccio sino un poeta francés del siglo XIV, hoy olvidado, Johan de Fèvre. Fue seguramente el primero que dio la vuelta a la imagen negativa de la legendaria reina asiria, reina de Babilonia, Semiramis, presentada hasta entonces como la encarnación del mal, precisamente por haber querido salirse de las convenciones que encuadraban el papel social y familiar de la mujer. Semiramis es presentada como un modelo no porque actúa como un hombre, cómo si éste fuera un modelo a imitar, sino porque no revela que no existen ni deberían existir diferencias en los roles y actos de hombres y mujeres.
Escribe así el poeta:
"contaremos la gloria de nuestras damas
Los hechos, los bienes y la valentía
De mujeres y sus potencias
Que son dignas de ser reveladas
Y que no deben ser escondidas (...)
Las mujeres son más caballerescas
Mas valientes y virtuosas
Como nunca lo fueron los hombres.
Este texto probará pues
Que Semiramis la reina
Que se peinaba bajo su manto,
no llevaba trenzas
Ni su caballera estirada
Ni despeinada,
Cuando fue apelada
Por un mensajero que le comunicó
Que en varios lugares de su imperio
Sus enemigos le habían declarado la guerra,
le destruían su tierra
dañaban y rasgaban
Y mataban y pillaban
sus hombres. Es por eso, para defenderles,
Semiramis, sin aguardar,
Vestida a toda prisa,
cogido su yelmo y su espada
Se armó ella sola:
Hacia ellos cabalgó
Como una dama de gran coraje
Por valor y por vasallaje
Sus enemigos superó
Y su tierra recuperó.
·Contra ella en Persia y en Media
El hombre no puede oponerse"
(Johan Le Fèvre de Ressons: Las lamentaciones de Mateolus y el libro de Leesce, segunda mitad del siglo XIV)
Texto original en francés (arcáico):
"De nos dames dirons la gloire,
Les fais, les biens et les vaillances
Des femelles et leurs puissances,
Qui sont dignes de révéler,
Et ne les doit on pas celer.
(…)
(…) les femelles sont plus preuses,
Plus vaillans et plus vertueuses
Que les masles ne furent oncques.
Cest article prouverons doncques
Par Scmiramig la roïne,
Qui se pignoit soubs sa courtine ;
De Tune part estoit treciée
Et sa chevelure dreciée,
Et d'autre part eschevelée,
Quant en ce point fu appelée
D'un messagier, qui luy vint dire
Qu'en pluseurs lieux de son empire
Ses ennemis faisoient guerre,
Qui luy destruisoient sa terre,
Dommageoient et essilloient
Et occioient et pilloient
Ses hommes. Dont, pour eulx deffendre,
Semiramis, sans plus attendre,
Hastivement enveloppée,
Son heaume prist et s'espée
Et s'arma moult isnelement;
Sur
eulx chevaulcha telement
Comme dame de grant courage,
Par prouesce et par vasselage
Ses ennemis suppedita
Et sa terre bien acquita.
* Contre elle en Perse ne en Mede
Masle n'y pot mettre remède."