miércoles, 6 de marzo de 2024

El saber del arquitecto (en el humanismo español del siglo XVI)

 Solemos estudiar los tratados de arquitectura italianos entre los siglos XV (a partir de Alberti), y XVI, con los autores y arquitectos manieristas Serlio, Paladio y Vignola, principalmente.

El tratado del francés Perrault, ya en el siglo XVII, se suele considerar.

Menos interés despiertan los tratados de humanistas españoles.

He aquí un ejemplo significativo, empero, del ingeniero, científico (especialista en magnetismo) y humanista andaluz (autor de un célebre Diálogo de la dignidad del hombre, que se manifiesta por su inventiva y sus conocimientos técnicos) Fernán Pérez de Oliva (formado en Salamanca, París y Roma), transcrito por Cristóbal de Villalón en El Escolástico, de mediados del siglo XVI:

"No es menos conveniente la Arquitectura para despertar el somnoliento juicio a la consideración de las cosas altas que todas las otras ciencias; porque ésta presupone el conocimiento de las ya dichas ciencias, artes y música que le perfeccionan su ser; porque el buen Arquitecto es necesario que tenga noticia de la pintura y sepa el dibujo porque ha de edificar lo que primero trazó el pincel. Juntamente tiene necesidad de entender Geometría y Cosmografía para que su obra vaya perfecta; y otras muchas de las cuáles si carece falta mucho de perfección... Debe también entendérsele algo de agricultura; porque es arte de gran recreación y ejercicio saludable e industria... Es arte que se quiere acompañar con doctrinas que perfeccionan mucho el juicio humano; y principalmente de la Astrología, ciencia tan alta, aguda y de  gran ingenio para saber si es tiempo conveniente para sembrar, ingerir o trasponer. También quiere que sepa el hombre conocer las disposiciones y cursos del sol; y los puestos y naturales de la tierra. Debe ser herbolario para saber conocer las buenas simientes y que en ellas no haya mezcla de veneno. Juntamente con esta arte quiero que nuestro escolástico tenga alguna noticia de Cosmografía; porque es ciencia muy principal para la doctrina y estima de los sabios; y necesaria para entender la historia y la poesía (...) pues siendo el nuestro escolástico industriado en estas doctrinas y artes será sabio en la verdad." 

(Fernán Pérez de Oliva: Razonamiento sobre la navegación del Guadalquivir. Publicación del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, 1987. p. 16)


Nota: se ha actualizado la ortografía

martes, 5 de marzo de 2024

HANS VREDEMAN DE VRIES (1527-1604): THEATRUM VITAE HUMANAE (EL TEATRO DE LA VIDA HUMANA, 1577 )








 Los mitos cuentan que la esbelta columna jónica, coronada por dos rizos o dos trenzas enroscadas, se formó por la petrificación de una muchacha.

Las columnas griegas, de distintos estilos, se han asociado desde la antigüedad con los seres humanos. Son cuerpo de pie, resistentes, en guardia, que controlan y filtran el acceso a los edificios, amén de soportar el peso de los pisos, como quien carga con un bulto sobre la testa o la espalda.

Los calificativos que recibieron dos de los órdenes, dórico y jónico, eran propios de seres humanos. El primero evocaba la fuerza del hombre, el segundo la gracia femenina. Tosco el primero, compuesto por líneas rectas, delgado el jónico, coronado por volutas.

El artista manierista flamenco Vredeman de Vries, autor de un tratado de arquitectura, asoció, a finales del siglo XVI, la vida humana con distintos órdenes clásicos en una serie de seis célebres grabados. 

La infancia, hasta los dieciséis años, cuando las formas y la personalidad están aún por definir, se simbolizaba por el orden compuesto. 

La juventud, la edad de la búsqueda, entre dieciséis y treinta y dos años, se expresaba con el complejo, decorativo, orden corintio. 

A la edad adulta, entre los treinta y dos y los cuarenta años, marcada por la gracia y la serenidad, le correspondía el estilo jónico. 

Mientras, el recto, recio, rígido, perdida cierta agilidad, estilo dórico se asociaba a la segunda fase de la edad adulta, serena pro ya no dada a tantas alegrías, entre los cuarenta y ocho y los sesenta y cuatro años. Algunas personas ya caían. 

De los sesenta y cuatro a los ochenta años, el orden toscano, liberado de cualquier ornamento, convertido en un fuste tosco y reducido a lo esencial, un tronco ya cercano a un árbol seco, equivalía a la ancianidad, entre los sesenta y cuatro y los ochenta años. 

Finalmente, el derrumbe de todos los órdenes, el desorden causado por obras arruinadas, un campo de ruinas, por el que vaga un esqueleto con guadaña, representada el fin, a partir de los ochenta años.

Vredeman de Vries, cuya obra siempre representa arquitecturas imaginarias (fue uno de los padres del género artístico llamado Capricho arquitectónico) supo dar vida y sentido a los órdenes clásicos arquitectónicos.

domingo, 3 de marzo de 2024

Enseñanza

 Los alumnos, hoy, en la universidad, no saben nada (es decir, no saben lo que yo sé). Si lo supieran todo ¿serían alumnos? 

El trabajo del profesor es enseñar -a quien no sabe. Quejarse de que no saben es quejarse del trabajo.

Es cierto que recibir una explicación de algo que ya se sabe es, curiosamente, placentero. Lejos de provocar aburrimiento o hastío, suscita el placer del reconocimiento. Platón ya contaba que enseñar consiste en lograr que el alumno se de cuenta de algo que inconscientemente ya sabe. El conocimiento no viene de fuera, sino de dentro. Las cosas que no olvidamos son las que habíamos olvidado. Darse cuenta es una revelación. Consiste en abrir una puerta para descubrir que no tenemos que viajar lejos para aprender, sino emprender un ejercicio de introspección guiado por un profesor. Un ejercicio que exige cierto esfuerzo. La palabra estudiante se conforma al partir del latín studio que significa, precisamente, esfuerzo: el esfuerzo de adentrarse en uno mismo. Ser un alumno, como ser un profesor, exige un esfuerzo. Las explicaciones que no resuenan en nosotros -causadas a menudo por palabras rebuscadas y un tono pedante-, que no nos evocan nada, son palabras pronto olvidadas y, por tanto, inútiles. Un profesor que hace ostentación de saber y busca desmarcarse de los alumnos se aísla. Se luce pero no aporta luz. Debe despertar el interés (y asumir que no siempre lo consigue) sin hacerse el interesante. No puede compartir ni puede guíar. Los guías distantes, alejados, impiden el avance que solo se da con la cercanía, el ánimo que alienta a seguir investigando. Si los alumnos no saben quizá sea porque sienten que al profesor le hastía hacer de guía, que no quiere ser profesor. Un alumno solo es un alumno, alguien dispuesto a conocer, si un profesor le acompaña. 

Un profesor no debe hacer alarde que sabe lo que los alumnos no saben, sino que debe compartir conocimiento. Lo que separa al profesor del estudiante es que aquél ya ha realizado el ejercicio de rememoración al que invita al estudiante. Un ejercicio que, no obstante, también practica -y que tiene que producirse-, cuando, gracias a un diálogo con el estudiante, descubre que sabe cosas de las que no era consciente. Un profesor es quien sabe ser un alumno.

Alumno y alimento tienen la misma raíz. Un alumno es quien recibe un alimento lo que le hace ser más alto (palabra emparentada con las dos anteriores): es decir, gana altura -y profundidad al volver la vista hacia sí mismo y bucear en lo que tiene sin saberlo. El saber, o el aprender, es el descubrimiento de lo que uno tiene. El profesor invita al viaje y acepta ser guiado cuando quien le sigue conoce un camino en el que no había pensado.

Si nos quejamos de que los alumnos no saben nada, es que no somos profesores. 




 

viernes, 1 de marzo de 2024

PASCAL CONVERT (1957): LES ENFANTS DE BAMIYAN (LOS NIÑOS DE BAMIYAN, AFGANISTÁN, 2016)

Pascal CONVERT LES ENFANTS DE BAMIYAN from Convert Pascal on Vimeo.


Sobre este artista francés, que ha documentado reiteradamente el yacimiento de Bamiyan, donde los talibanes, en su primera toma del poder en Afganistán, hicieron explotar y destruyeron estatuas gigantescas de Buda colocadas en nichos excavados en una pared rocosa, véase su página web.

jueves, 29 de febrero de 2024

La defensa de la mujer en el Medioevo

 La ciudad de las mujeres, de la autora ítalo-francesa Cristina de Pizan, escrita a finales de la Edad Media, es un conocido texto que convenció a mujeres que las ciudades existentes, todas ellas obra de varones, eran excluyentes e invivibles, y les animó a fundar una nueva ciudad, basada en preceptos de grandes mujeres de la historia, como la habitualmente denostada reina Asiria Semiranis, mítica fundadora de la ciudad de Babilonia, que tuvo que hacerse pasar por un hombre -su esposo al que mandó asesinar o su hijo, al que travistió de niña, según  las versiones- para reinar y defender el imperio. La ciudad de las mujeres fue una obra de y para mujeres, en la que éstas podían sentirse libres.

El texto de Cristina de Pizan se basaba en un libro fundamental de Bocaccio, De mulieribus claris (Acerca de mujeres ilustres), de la segunda mitad del siglo XIV, que dio lugar a un género literario que llegó hasta bien adentrado el Renacimiento: narraciones en la que se destacaba la importancia, la virtud y el valor de mujeres hasta entonces subordinadas a hombres y relegadas a la sombra de esposos e hijos. Bocaccio ya destacaba la brillantez de Semiramis, cruel e implacable, sin duda, porque solo así pudo destacar, sobreponerse a las estrecheces morales y la mediocridad familiar, y dejar de pasar de mano en mano como un títere decorativo.

Éste tema llegó incluso a la literatura española tardo-medieval con un libro del humanista castellano Álvaro e Luna, en De las virtuosas y claras mujeres. Así, por ejemplo, Eva, tradicionalmente descrita como tentada y tentadora, es presentada como "reyna para siempre jamás, é non ser fecha, nin criada del limo de la tierra" (libro I, cap. II). Podríamos pensar que se destacan solo a heroínas, reinas y santas, a figuras célebres de la mitología o de la leyenda dorada, pero los autores también se refieren a “doncellas” y a mujeres anónimas que destacaron por un único hecho relevante que daba la medidas del valor ya coraje  de quien lo llevó a cabo.

Pero quien puso el foco en la preeminencia de la mujer no fue Bocaccio sino un poeta francés del siglo XIV, hoy olvidado, Johan de Fèvre. Fue seguramente el primero que dio la vuelta a la imagen negativa de la legendaria reina asiria, reina de Babilonia, Semiramis, presentada hasta entonces como la encarnación del mal, precisamente por haber querido salirse de las convenciones que encuadraban el papel social y familiar de la mujer. Semiramis es presentada como un modelo no porque actúa como un hombre, cómo si  éste fuera un modelo a imitar, sino porque no revela que no existen ni deberían existir diferencias en los roles y actos de hombres y mujeres. 

Escribe así el poeta:

"contaremos la gloria de nuestras damas

Los hechos, los bienes y la valentía

De mujeres y sus potencias

Que son dignas de ser reveladas

Y que no deben ser escondidas (...)

Las mujeres son más caballerescas

Mas valientes y virtuosas

Como nunca lo fueron los hombres.

Este texto probará pues

Que Semiramis la reina

Que se peinaba bajo su manto,

no llevaba trenzas

Ni su caballera estirada

Ni despeinada,

Cuando fue apelada

Por un mensajero que le comunicó

Que en varios lugares de su imperio

Sus enemigos le habían declarado la guerra,

le destruían su tierra

dañaban y rasgaban

Y mataban y pillaban

sus hombres. Es por eso, para defenderles,

Semiramis, sin aguardar,

Vestida a toda prisa, 

cogido su yelmo y su espada

Se armó ella sola:

Hacia ellos cabalgó

Como una dama de gran coraje

Por valor y por vasallaje

Sus enemigos superó

Y su tierra  recuperó.

·Contra ella en Persia y en Media

El hombre no puede oponerse"

(Johan Le Fèvre de Ressons: Las lamentaciones de Mateolus y el libro de Leesce, segunda mitad del siglo XIV)

Texto original en francés (arcáico):

"De nos dames dirons la gloire, 
 
Les fais, les biens et les vaillances 
Des femelles et leurs puissances, 
 
Qui sont dignes de révéler, 
 
Et ne les doit on pas celer. 

(…)

(…) les femelles sont plus preuses,

 

Plus vaillans et plus vertueuses

 

Que les masles ne furent oncques.

 

Cest article prouverons doncques

 

Par Scmiramig la roïne,

Qui se pignoit soubs sa courtine ;

 

De Tune part estoit treciée

 

Et sa chevelure dreciée,

 

Et d'autre part eschevelée,

 

Quant en ce point fu appelée

D'un messagier, qui luy vint dire

 

Qu'en pluseurs lieux de son empire

 

Ses ennemis faisoient guerre,

 

Qui luy destruisoient sa terre,

 

Dommageoient et essilloient

Et occioient et pilloient

 

Ses hommes. Dont, pour eulx deffendre,

 

Semiramis, sans plus attendre,

 

Hastivement enveloppée,

 

Son heaume prist et s'espée

Et s'arma moult isnelement;

 

Sur eulx chevaulcha telement

Comme dame de grant courage, 
 
Par prouesce et par vasselage 
 
Ses ennemis suppedita 
Et sa terre bien acquita. 
* Contre elle en Perse ne en Mede 
 
Masle n'y pot mettre remède." 

miércoles, 28 de febrero de 2024

FRÉDERIC GADMER (1878-1954): BABILONIA (1927)















 

Frederic Gardner fue un fotógrafo militar francés, que viajó por todas las colonias francesas (aunque también a España) antes de la primera guerra mundial.
Al concluir la guerra, el banquero judío francés Albert Khan lo contrató, junto con otros fotógrafos, para constituir los Archivos del Planeta, una gigantesco archivo de imágenes tomadas por todo el mundo (colonial) y por Francia, al que la crisis financiera de 1929, con la ruina del banquero, puso fin.
Muchas de las fotografías fueron tomadas en color sobre placas de vidrio  con un procedimiento patentado por los hermanos Lumière, el Autochrome, de laboriosa ejecución, al que el Ectachrome sustituyó en los años 30.
El archivo constituido por unas setenta y dos mil fotografías y centenares de horas de filmación cinematográfica peligró durante la ocupación nazi. Kahn era judío. Una parte fue llevada a Alemania y devuelta en el siglo XXI.
Archivo inicialmente criticado por su relación con el poder colonial francés y por centrarse en lo “exótico”, una mirada a lo que no es “francés”, pero hoy altamente valorado porque documenta lugares que han desaparecido. Las imágenes (y filmaciones) en el Iraq de los años 2” son insustituibles, como las que tomo en Babilonia.


Una pequeña muestra del archivo de puede contemplar en la exposición La forma de las ruinas en el Museo de Bellas Artes de Lyon, que concluye el 3 de marzo.




lunes, 26 de febrero de 2024

Lo siniestro



Richard Fleury (1777 - 1852): Entrada en el convento, 1818 - 1824, Óleo sobre papel sobre tela, Museo de Bellas Artes, Lyon (Francia)


 Lo siniestro, según Freud, es el anverso del espejo: la cara siniestra de lo más cercano, conocido. Una faz oscura que lo doméstico, ante el que no solemos estar en alerta, revela súbitamente, tomándonos por sorpresa, y con las armas bajas. El espacio doméstico es una fuente de horrores.

El convento no es un espacio doméstico, aunque se vive sin salir nunca hasta el fin. Un espacio de encierro, cuya puerta no se abre.

La niña ya está dentro. La reja se cerrará . Ya no podrá disfrutar en el bosque cercano. A medida que se aleja de la salida y se adentra en el convento, arrastrada por una monja sonriente, que aparece como un espectro, la joven va perdiendo el cuerpo. Pronto ya no será sino un espíritu desencantado. Su pose evoca el abandono, el desmayo. Ya no verá la luz. Se volverá invisible: nadie podrá verla más, y no verá el mundo.


Richard Fleury fue un artista francés, franc-masón , favorito de la corte de Napoleón I, influido por la atmósfera tenebrosa medieval, que consideraba que la pintura no debía representar lo visible y lo obvio.