sábado, 25 de julio de 2015

ARABEL ROSILLO DE BLAS (¿1974?): ARQUITECTURAS DE JABÓN (O BURBUJAS INMOBILIARIAS, 2015)




Una reciente visita al conjunto de edificios de las Cocheras, de J. A. Coderch, situados a lo largo de un paseo peatonal interior, construidos enteramente de obra vista, permitió descubrir la mala calidad de los ladrillos empleados cuando la construcción, así como en la restauración que se está llevando a cabo. Las piezas de terracota se deshacen. Están cocidas superficialmente. El interior de los ladrillos sigue siendo barro. Los cambios de temperatura, la lluvia, las salidas de aire acondicionado, y el exceso de plantas y árboles en las jardineras y en terrazas y terrados, erosionan los ladrillos que se deshacen solo con tocarlos. O se caen.
La llamada obra vista debería durar para siempre. Los ladrillos de terracota mesopotámicos, con más de cuatro mil años de antigüedad, están, pese a los cambios de temperatura, las guerras y el abandono, en perfecto estado de conservación. En yacimientos como Tello, en el sur de Iraq, yacen desperdigados sobre la tierra cubierta de una costra de sal. Pero están enteros. Se pueden levantar sin problemas. Fueron cocidos, pues, a la temperatura adecuada. Pero, como comentaba con sorna -y acierto- un operario en Barcelona, si los ladrillos estuvieran debidamente cocidos, no se deberían reponer al cabo de unos pocos años; ¿de qué vivirían entonces las empresas constructoras y los fabricantes de piezas cerámicas?

La artista española Arabel Rosillo de Blas, formada en la reputada escuela Goldsmiths de Londres, que vive en Inglaterra, levanta muros e instala suelos con piezas cerámicas vidriadas de colores, que repiten motivos neogóticos catedralicios, cuando la recuperación y la idealización del trabajo artesano. Son construcciones deslumbrantes.
Pero no son de cerámica. Están construidas con réplicas de ladrillos y enlosados, hechos de jabón. Apenas se pueden tocar -se rallan- y es mejor ni siquiera toser cerca de ellos -a la arquitectura no se le tose-, pues empiezan a deshacerse.
Una sugerente instalación en el museo de St. Albans, hoy, una perfecta metáfora de la construcción y sus ilusiones.


viernes, 24 de julio de 2015

C DUNCAN (CHRISTOPHER DUNCAN, 1989): ARCHITECT (2015)



Sobre este joven compositor escocés de formación "clásica" -pese a arreglos "tradicionales" y populares-, véase esta página web.

MIGUEL FISAC (1913-2006): CENTRO DE INVESTIGACIONES BIOLÓGICAS DE LOS PATRONATOS CAJAY Y FERRÁN DEL C.S.I.C. (HOY, SECRETARÍA DEL MAR, MINISTERIO DE MEDIO AMBIENTE Y DE MEDIO RURAL Y MARINO, 1949-1951)

















Fotos: Tocho, Julio de 2015

Pese a la decepción que causan las tempranas obras de Miguel Fisac, justo después de acabar la Guerra Civil, en el recinto en el que se ubica la Residencia de Estudiantes e instalaciones del CSIC, los antiguos laboratorios biológicos del CSIC -hoy parte del Ministerio de Medio Ambiente, recientemente restaurado- constituyen uno de los mejores conjuntos y más integrados en la trama urbana de Madrid. Inspirado, de nuevo por Asplund, el edificio, que sigue una planta en V -adaptada a la traza estrellada de las calles que arrancan desde una glorieta- se compone de dos cuerpos, con fachadas de ladrillo y ventanas pivotantes, soportados por pilares en V -vagamente huesudos, recubiertos por un mosaico de piedras blancas-, unidos por un alto cuerpo cóncavo, como un majestuoso y abstracto acantilado de ladrillo que se abre hacia la glorieta -o la abraza-, plegándose a su planta circular.
Este bloque, que constituye la fachada principal -aparentemente simétrica-, acoge una trama irregular de pequeñas ventanas que iluminan un núcleo de comunicación, y dos motivos insólitos: un balcón, en lo alto, en la testa, que vierte al vacío como un gran vierteaguas, casi surrealista, y una fuente escultórica en la base, que representa a un ser antropomórfico, una sombra, que se arquea para empujar el muro -como si quisiera curvarlo-, de Miguel Fisac y Carlos Ferreira de la Torre (1914-1990), un escultor conocido por su obra en el Valle de los Caídos, inspirado (sin embargo, o en verdad) por los escultores ingleses Henry Moore y Barbara Hepworth.

Una obra dura, hierática y fascinante -¿alude a la imposibilidad de la ciencia? ¿está quizá cargada de alusiones metafísicas, entre el vacío en lo alto, y el titánico (y quizá inútil) esfuerzo en la tierra, entre el aire -o la nada- de las alturas, y el agua que brota del esfuerzo humano?-, ante la que merece detenerse.



Esculturas de Carlos Ferreira

jueves, 23 de julio de 2015

MIGUEL FISAC (1913-2006): INSTITUTO DE FORMACIÓN DE PROFESORADO DE ENSEÑANZA MEDIA Y PROFESIONAL (HOY, DEPARTAMENTOS Y LABORATORIOS DE LA FACULTAD DE SOCIOLOGÍA, UNIVERSIDAD COMPLUTENSE, MADRID, 1953-1955)






























Fotos: Tocho, Julio de 2015






Lindando con la cuesta de una ruidosa avenida de la Ciudad Universitaria, entre zarzales y altas hierbas resecas, árboles dejados de la mano de dios, un suelo de tierra polvorienta, hojarasca (bajo un sol inclemente), una fuente sin agua que un día fue un estanque, con cantos y juncales, y un surtidor -el arquitecto afirmaba haberse inspirado en los jardines de la Alhambra-,  las dependencias de la Facultad de Sociología, que parece cerrada, abandonada -la Universidad Complutense, como todas las universidades públicas, está en bancarrota-, fueron, en su día -y aún lo son, pese a la dejadez- , la mejor obra de Miguel Fisac -junto con la iglesia de San Pedro Mártir, anteriormente comentada-, y una (o ¿la?) obra maestra de la arquitectura española del siglo XX.
Sencillos pabellones de una planta o dos plantas (bloques alargados con ventanas superiores corridas, o paneles de cristal alternando con muros de ladrillo), dispuestos en ángulo recto en medio de lo que fuera un jardín con pinos, abetos  y cipreses -como en la cercana serranía-, aislados del resto de la universidad, y unidos entre sí por una densa red de pasos porticados continuos -que bordean incluso las fachadas-, formados por una delgadísima cubierta ondulada de hormigón soportada por pilares huesudos y blanquecinos que parecen propios de una composición de Salvador Dalí.
Recuerda, en verdad -y así transmite la misma sensación-, un monasterio medieval que invita al paseo meditabundo sin principio ni fin.

No lejos, los cuatro rascacielos asestados de la antigua Ciudad Deportiva del Real Madrid, y el medio cilindro metálico de la "Ciudad BBVA" de Herzog y de Meuron recuerdan que la realidad sigue allí -aunque uno logre evadirse por un momento caminando por la adormecida Facultad de Sociología.

Véase la página web siguiente.