viernes, 22 de noviembre de 2024

EERO SAARINEN (1910-1961): MIT CHAPEL ( CAPILLA DEL MASSACHUSETTS INSTITUTE OF TECHNOLOGY, 1955)























 

Fotos: Tocho, Cambridge, Mass., noviembre de 2024


La Capilla del Instituto Tecnológico de Massachusetts, de Saarinen, se compone de un cilindro de ladrillos, en el centro de un estanque circular, coronado  con una apertura cenital, de la que desciende una escultura en cascada que refleja la luz. 

Templo más que iglesia, apta para todos los cultos, no presenta ningún signo distintivo que la asocie a un culto determinado. El mismo altar es un paralelepípedo de mármol.

Templo, auditorio, sala de conciertos  -posee un órgano, y campanas añadidas posteriormente-, destaca en una amplia esplanada de césped, contra unos árboles de hoja caduca que lo aíslan de la calle. 

Butacas de madera, dispersas por el prado, que se pueden desplazar, invitan a recogerse ante este volumen perfecto -que asume cierta voluntaria imperfección terrenal por los ladrillos intencionadamente rugosos. 

Una de las más hermosas capillas del siglo XX

¿El primer alfabeto -en los inicios de la historia?



















Fotos: Tocho, congreso de la ASOR , Boston. 2024


La conferencia de prensa tuyo lugar hace un par de días en los Estados Unidos. Se publicó un comunicado de prensa. Y hoy casi todos los periódicos del mundo (salvo el New York Times) lo acaban de anunciar, lo que una ponencia del conocido arqueólogo Glenn M. Schwartz (1954), de la Universidad John Hopkins en Baltimore, en el congreso de la American School of Oriental (Overseas) Research, que tiene lugar en Boston, ha corroborado. Se podría haber hallado signos alfabéticos en fragmentos cerámicos del 2400 aC, quinientos años de las hasta ahora primeras muestras de escritura alfabética, lo que obligaría a cambiar o matizar la historia de la humanidad -o la entrada en la historia de la humanidad.

Sin embargo, estos tres fragmentos cerámicos en los que aparecen grabados tres líneas con cinco signos o dibujos distintos, fueron hallados hace veinte años en una tumba situada en el noreste de Siria, no lejos de una importante ciudad del tercer milenio aC, Ebla, conocida por su biblioteca real que atesoraba tablillas escritas con signos cuneiformes (y no alfabéticos)..

La excavación cuidadosa pudo rescatar unos fragmentos que probablemente hubieran pasado desapercibidos, como es posible que haya ocurrido anteriormente.

Desde entonces, los filólogos han ido poco a poco interpretando estos signos, no como motivos ornamentales, sino como una escritura alfabética. La probable repetición  de signos, junto con el parecido con letras de unos primeros alfabetos, y con jeroglíficos -que están, en efecto, en el origen de ciertas letras- podría apoyar esta interpretación. Sería una escritura alfabética de una lengua semítica.

La localización cerca de una ciudad como Ebla, que mantenía relaciones económicas con el Egipto faraónico, incidiría en esta lectura.

La complicación de la escritura cuneiforme mesopotámica, sobre todo para breves anotaciones comerciales, podría explicar que se hubiera recurrido a una escritura alfabética de nuevo cuño, en vez de los signos cuneiformes habitualmente utilizados en el Próximo Oriente hace  cinco mil quinientos años.

¿Qué cuenta el texto -si es un texto? Se desconoce. Se lee seguramente de derecha a izquierda.

¿Por qué no se han encontrado más pruebas? Quizá por su insignificancia hayan podido no atraer la atención de ningún arqueólogo.

Arqueólogos y filólogos suelen estar en la greña. En este caso, sin embargo, se da un cierto acercamiento , quizá un acuerdo sobre qué podrían ser y significar estas incisiones y cómo podrían descifrarse, si son letras de un alfabeto.

La situación en Siria impide, por ahora, nuevas excavaciones que ayuden a asentar una interpretación, basada en unos fragmentos con muescas que parecen intencionadas, que implique releer la historia. 


 

jueves, 21 de noviembre de 2024

La resurrección de Nínive






















Nínive, capital imperial neo-asiria, maldecida en la Biblia

Una maldición que el Estado Islámico asumió como un deber al asolar la vecina ciudad de Mosul, destruirla, asesinar a sus habitantes, musulmanes chiitas, cristianos y judíos, y saquear el yacimiento arqueológico de Nínive, con bulldozers y minas, en el aciago año de 2015.

El ejército iraquí huyó en desbandada.

Cuando logró recuperar el control de la ciudad, dos años más tarde, se encontró con una ciudad devastada, trescientos mil habitantes -de un total de dos millones y medio antes de la toma y destrucción- famélicos, y una ruinas en las que el zigurat y los principales templos habían sido borrados.

Desde entonces, la dirección general de antigüedades de Iraq, e universidades norteamericanas, tratan de restaurar en lo posible el yacimiento. Se han producido hallazgos espectaculares, como una escultura de un toro alado, guardián de las puertas del palacio, que escapó a la furia iconoclasta del ISIS -y los expolios para la venta posterior de antigüedades-, y se ha despertado el interés de la población, universitaria al menos, por el estudio y la preservación de la antigua capital imperial. Un parque lineal, cabe la muralla de Nínive, invita con éxito a los ciudadanos a acercarse y familiarizarse de nuevo con un pasado aún minado.

Una ponencia presentada hoy en el congreso anual del ASOR (Américas School of Oriental Research) en Boston así lo atestigua. 

Hasta que los bombardeos israelíes e iranís se crean los nuevos ejecutantes  de la furia del dios vengativo.