viernes, 10 de julio de 2009

Bienal de Venecia: parte 3 (notas 2)



Krzysztof Wodiczko: Ospiti. Video-instalación. Pabellón de Polonia.

Pantallas en tres paredes. Tienen forma de puertas acristaladas con el dintel curvo, semi-circular. Dibujan una arcada continua. Y en el techo: una gran pantalla rectangular. La sala, a oscuras. En las pantallas de los muros, una filmación de figuras en el exterior vistas a través de cristales cubierto de vaho. Son parados. O extranjeros. Estamos en un interior. Se hallan a la intemperie. Se ven mal. A veces se apoyan contra los cristales intentando ver lo que ocontece detrás.


En la pantalla cenital, a gran altura, una filmación en contrapicado de una persona limpiando una placa de vidrio colocada sobre un hueco en el suelo. Estamos en un interior, que es un sótano. ¿Estamos de suerte?

Una de las mejores y más complejas, por calladas, obras de la Bienal.


Notas sueltas:

1.- Colas ante los Pabellones de Inglaterra y de los Estados Unidos: restricción de la entrada; por pocos que sean los visitantes, que lo son, se forman filas que aguardan pacientemente. Una buena manera de mantener la atención, cuando lo que se expone son obras de los video-artistas Steve Mac Queen (Inglaterra) y Bruce Nauman (Estados Unidos).

El interior del Pabellón inglés tiene una sola sala. Completamente a oscuras. Preparada para una proyección, a horas determinadas, para lo cual es necesario comprar una entrada. Como en el cine. Pero no es cine. Es arte. Uno se sienta en una tarima escalonada, muy baja, enmoquetada de negro. La pantalla está dividida. La proyección también. Muestra una filmación en los jardines donde tiene lugar la Bienal veraniega, en invierno, un día gris, brumoso y parece que frío. Se titula Giardini. No ocurre nada. No hay argumento. Vistas exteriores. Planos hermosos, como en un reportaje sobre la Venecia otoñal, un poco dejada. Algún insecto hurga en la hojarasca en primer plano. Unos negros galgos famélicos -Venecia es decadente, pero noble-, al fondo de la imagen, buscan nerviosamente restos de comida entre la basura. Cae la noche. Se encienden farolas. A lo lejos, en el mar, desfila un transatlántico. Las imágenes son quietas. Casi fotos fijas. Los planos duran una eternidad. Parece Warhol en color. Repartido en dos pantallas. El sonido -ambiental, se supone-, no tiene nada que ver con lo que se muestra. Suena incluso el griterio de una hinchada futbolera. Quizá el guardia tuviera una radio encendida. La "película" dura media hora. Se enciende las luces. Los pocos espectadores salen a duras penas, con la espalda dolorida, y en silencio. Respetuoso o aburrido. Quizá hayan dado una cabezadita. La Bienal cansa. No se sabe. Es arte contemporáneo.

Una antológica del artista vivo más caro se muestra en el Pabellón norteamericano. Bruce Nauman. El padre del video-arte; el primero que utilizó el neón; el que convirtió su estudio en el tema de su obra.

La exposición, que se completa con dos otros en sedes en la ciudad, se titula Jardines (como no)Topológicos. La topología es su tema. Las exposiciones no presentan jardines ni acontecen en ellos. La topología brilla por su ausencia. Al menos, a primera vista. Esto da que pensar, claro.

Dos obras, expuestas sobre la fachada del Pabellón, preludian lo que se muestra en el interior. Los nombres de los siete pecados capitales, las cuatro virtudes teologales, y otros importantes conceptos, recorren, formando un friso, la parte alta del edificio. Están escritos con letras mayúsculas, en neones de colores. Las palabras se superponen de tres en tres. Profundas sí son. La obra se titula Vicios y Virtudes. Mientras, una frase, con letras recortadas en aluminio, enmarcada la puerta de entrada: El Verdadero Artista es una Sorprendente Fuente Luminosa. Todo en mayúsculas. Quizá un guiño al urinario de Duchamp, titulado Fuente. No quiero pensar en un no sé qué punto escatológico. Uno entra iluminado tras la revelación.

Dentro un video, en dos pantalas pequeñas: muestra unas manos que se lavan indefinidamente. El título es: Lavando las manos con normalidad. Deben ser las del artista. Quizá aluda al desapego del trabajo manual. Se lava las manos.

Y manos; muchas manos a tamaño natural; casi todas las obras, escultóricas (bronce, cera) y en neón, se componen de manos. Al menos dos: juntas, una con dos dedos dibujando un círculo, y otra con el anular extendido dentro del círculo. En las obras con varios neones, el dedo erecto entra y sale del agujero. Se llama Experiencia Sexual Humana. Sutil.

También cuelgan cabezas decapitadas, de dos en dos. De unas salen nos tubitos de plástico que escupen agua. Deben tener relación con la astuta referencia a Duchamp. El artista es una fuente permanente de ocurrencias. O no.

Los críticos dicen que son los niños los que mejor entienden las obras de Nauman. No sé si éste es un criterio estético.

Fuera del recinto de La Bienal, en Ca´Foscari, que pertenece a la Universidad, la antológica de Nauman continua. Se expone una obra creada para la ocasión. En la sala central, de gran tamaño, cuelgan a altura de la vista catorce cuadrados de contrachapado, pintados de blanco, de unos setenta centímetros de lado. Portan unos pequeños altavoces adosados detrás. Funcionan todos al mismo tiempo. Cada uno emite un sonido distinto: la lista de los días de la semana, enumerados a voz de grito (Título: Giorni. Será verdad lo de los niños). En cada caso, la enumeración empieza con un día distinto. El volumen es altísimo. Nauman lo exige. Se tiene así una sensación física, dice. La pesadilla de los días de cada día es casi intolerable en la obra. Los guardias hacen muy mala cara. Han sido necesarios una veintena de personas, entre lectores y técnicos, para producir la obra. Fuera, en la calle, un quirigay de mamas italianas que berrean. ¿El arte imita la vida?; o ¿es al revés? El Verdadero Artista Ayuda al Mundo Revelando Verdades Místicas. Es otra frase de Nauman. Escrita con un neón que se enrosca. Obra mítica. También expuesta. Varios guardias abandonan la sala. También nosotros. No ocurre cada día que uno tiene revelaciones. Éstas dejan atónito.


2.-

Los únicos artistas españoles seleccionados son Vives y Bestué. Exponen un video hilarante, ya conocido, de 2005: Acciones para la casa. Reinterpretan las acciones artísticas tan de moda en los setenta. Es imposible volver a ver la obra de Nauman después de la interpretación que Vives y Bestué ofrecen. O quizá se pueda ver, por primera vez, como lo que es.

Se trata de la única obra ante la cual el público se detiene. Luego se sienta. Y se parte de risa. Se ríe con la obra. Una maravilla de humor e inteligencia.


3.-

El Pabellón español contiene una exposición antológica de Barceló. Después de la controversia que generó la financiación de la cúpula descomunal de la Unesco en Ginebra, sostenida por un sinnúmero de varillas de titanio insertadas en los estalactitas de la obra, la antológica parece oportuna. Solo contiene cuadros y cerámicas transportables. Lo único que cuelgan son los cuadros. Y colgados parecen los visitantes a la salida.

Dominan los motivos marinos y los retratos de orangutanes. Es difícil ver la relación, más allá del hecho que los motivos son africanos.

Los animales han representado a seres sobrenaturales, benéficos o malignos (el diablo, el Espíritu Santo), en todas las culturas. En Europa, hasta el siglo XVIII. Eran seres admirados y temidos. Los humanos aspiraban a parecerse a ellos. Algunos, como los chamanes, lo conseguían. Las levitas de los sacerdotes y los tocados de las monjas parecían alas de paloma. Y buitres los prelados. Tras el desencantamiento del mundo, los animales han representado más bien lo infrahumano: la parte oscura o grotesca del ser humano. como los Minotauros de Picasso, o las ávidas aves viciosas de Max Ernst. O los zorros despellejados y colgados de una rueda que gira de Bruce Nauman. Quizá una alegoría de la condición humana. Era la única manera de dotar de sentido al animal.

Los orangutanes de Barceló son orangutanes. Parecen humanos, sí. Como todos los orangutanes. Es la única relación evidente que mantienen con los humanos. Una relación de semejanza. Que pronto deja de sorprender. Hubiera podido pintar cualquier cosa, o cualquier animal peludo o no.

Da un poco igual.

Los cuadros se amontonan. Como las viñetas de un cómic. Para mirarlos hay que sortear inmensas tinajas un tanto desfondadas, o fondonas, expuestas en medio de la sala. Parecen totems barrigudos. Dos cuadros han sido destacados. Se ven desde fuera del Pabellón. Representan una orilla lamida por la espuma de las olas. Parecen inspirados en óleos de María Girona. Salvo que son mucho más grandes. La espuma se representa con un pigmento espumoso, blanco y opaco, aplicado sobre el lienzo. Forma algunas ondas simples. Parecen almidonadas.



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