domingo, 26 de abril de 2009

Roma



Dino Risi, La escapada (Il sorpasso), 1962

Roma, en el "ferragosto"

sábado, 25 de abril de 2009

EL PASADO DEL FUTURO, O NO FUTURE (EN SUMER)


Los sumerios eran proustianos.


¿Quién no cree que el futuro, por elusivo que sea, se halla siempre delante nuestro? Caminamos hacia el futuro (caótico o no) al que miramos, segura o temerosamente, de cara. Inalcanzable o no, constituye el fin de cada día. Nuestra vida está ordenada para dar satisfacción a este futuro, perfecto o imperfecto, que anhelamos y tememos -los planes de pensiones, los seguros, las garantías están allí para conjurar lo que de incierto tiene el futuro-. Sin embargo, no por esto bajamos la mirada ni dejamos de avanzar. Algunos lo llaman progreso (de progressus, o pro gressus, paso adelante). Algunos lo han situado incluso en la luna.


Por el contrario, el pasado está inexorablemente a nuestras espaldas. A medida que avanzamos, disminuye y se diluye hasta convertirse en una imagen diminuta y borrosa, hasta desaparecer. Lo que no nos preocupa, puesto que nuestra meta se halla al final de la perspectiva.


La visión que los sumerios, en Mesopotamia, entre los IV y III milenios, tenían del porvenir era radicalmente opuesta a la nuestra. El porvenir no venía hacia nosotros, sino que se alejaba. Los sumerios avanzaban como los cangrejos: dando la espalda al futuro. Lo que tenían delante, lo que podían mirar sin dificultad era lo que veían, lo que conocían perfectamente. ¿Acaso podía ser el futuro, imprevisible e ignoto? Necesariamente lo que no ofrecía misterio alguno era el pasado. Mirar hacia adelante, sin nostalgia, implicaba mirar atrás. ¿Para que esforzarse mirando el futuro, si nada se podía distinguir?


Esta "visión", sabia puesto que escéptica, de los sumerios, estaba de acuerdo con su concepción de la divinidad. Pese a que nada podía emprenderse sin el consentimiento de los dioses, éstos, caprichosos, autosuficientes, cuando no les deseaban el mal, se despreocupaban de los asuntos humanos . Se les debía rendir culto, ciertamente (ya que eran susceptibles y ariscos como unas estrellas en declive), sin esperar nada a cambio. La vida futura estaba abocada a la nada. Nada tenía que proponer. Sólo el pasado ofrecía unas asideras visibles.


En este sentido, las religiones politeístas (mesopotómicas, griega, romana) eran más realistas que las del Libro que proponían y proponen un futuro mejor, un futuro que siempre es futuro, que nunca se hace pasado, nunca cobra la densidad, casi irreal, del pasado. Nada bueno podía provenir del futuro.


De algún modo, no hemos avanzado con respecto a los sumerios, como siempre se nos cuenta, sino que hemos retrocedido. Una manera curiosa de rendir homenaje a su visión.


(Resumen de una discusión de sobremesa, propuesta y conducida por Jordi Abadal, recordando las enseñanzas de Lluis Feliu, profesor de sumerio en el Máster de Asiriología del IPOA en la Universidad de Barcelona).
(Foto: orante sumerio, Museo Nacional, Copenhague)

TOCHO VERDADERO (U OPUS DEI)





Ladrillo procedente del Abzu, el templo que el rey sumerio Amar-Suen construyó para Enki (dios de la arquitectura) en la ciudad de Eridú
Tercera Dinastía de Ur, 2046-2038 aC

Inscripción estampillada:

"damar-dsuena
den-líl-le
nibruki-a
mu-pà-da
sag-ush
é den-líla-ka
lugal kala-ga
lugal uríki-ma
lugal an-uba-da limmú-ba-ka
den-ki
lugal ki-á-gá-ni-ir
abzu ki-ág-gá-ni
mu-na-dù"

"Amar-Suen,
El "Enlil" en Nippur, el escogido, el defensor del templo de Enlil,
Gran soberano,
Rey de Ur,
Rey de los Cuatro Lados del mundo,
Para Enki su rey, (Amar-Suen) construyó su amado (templo) Abzu"

(Nota: el dios Enlil, dios del aire y de las lluvias tormentosas, es hermano de Enki, dios de las aguas primordiales -las aguas dulces, fréaticas y de las marismas del delta del Tigris y el Eúfrates-. Éste es ingenioso, astuto, inventor y practicante de las artes constructivas. Ambos son hijos de An, el dios del Cielo.
Enki es tambíén hijo de Nammu, la diosa-madre de las aguas primordiales llamadas Abzu.
Abzu es también el nombre del templo del dios Enki que reina sobre el delta).

Nota 2:
d: determinativo que indica que el nombre que viene a continuación es el de una divinidad.
ki: determinativo de nombres de paises o regiones. Escrito "ki" se lee como un nombre "normal", y significa país o región. Los determinativos, por el contrario, ayudan a interpretar el significado de los signos a los que preceden, pero no se leen)

viernes, 24 de abril de 2009

CASTILLO EN EL CIELO


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Hayao Miyazaki: Laputa. Castle in the Sky, 1986

jueves, 23 de abril de 2009

El VIAJE DE APOLO, EL PRIMER ARQUITECTO (PARTE 3), O EL ARQUITECTO Y LA FOCA


(Tercer comentario al Himno homérico a Apolo, v. 222)






En su largo y errático viaje desde el Olimpo (en cuya cumbre moraba su padreZeus) hacia Delfos (donde fundaría su santuario), el joven Apolo, tras dejar atrás la ciudad de Micaleso y antes de alcanzar "el suelo de Tebas cubierto de bosque" (estamos en los orígenes del mundo e incluso las ciudades se abren dificultosamente paso en medio de la selva virgen), cruzó la ciudad de Teumeso. Esta ciudad primigenia se caracterizaba por tener un santuario dedicado a la diosa Atenea.

La relación entre Apolo y Atenea, diosa protectora de la ciudad de Atenas, no era insólita: la parte inferior del santuario escalonado de Delfos estaba ocupada por varios templos de Atenea Promantis (situado, en tanto que guardián, delante del santuario apolíneo donde se practicaba la mántica) que defendían la empinada y zigzagueante senda que ascendía desde el mar hasta la entrada del recinto sagrado en honor del dios de los oráculos certeros. Del mismo modo, pero inversamente, mientras Atenea Partenos (Atena Virgen) dominaba desde el acrópolis ateniense, en una de las rocosas laderas se agazapaba un santuario de Apolo. Por otra parte, Apolo y Atenea eran semi-hermanos, y ambos eran diestros en el manejo de las armas. Volcados al cuidado de los seres humanos a los que educaban, podían, en ocasiones, revelarse como divinidades muy violentas.

Podemos pensar, sin embargo, que los motivos que impujaron a Apolo a cruzar la ciudad de Teumeso no eran solo, o tanto, la presencia de un templo dedicado a Atenea, sino el hecho de que hubiera sido construido por los Telquines.

Apolo y los Telquines habían trabado numerosos encuentros, no siempre amicales. Así, mientras Lycus, uno de los Telquines había edificado un templo en honor de Apolo Licio, en la región costera de Licia, Apolo, convertido en lobo (feroz), había perseguido, como a perros, a estos genios. Dichas relaciones, tensas y contínuas, ¿no podían reflejar secretas connivencias entre el dios arquero y los genios de la forja? ¿Acaso Apolo se veía reflejado en la figura o en la obra de estas divinidades ancestrales, conocidas más por su nombre colectivo, tribal, que no individual -como ocurría con la mayoría de los dioses de los principios?

El hecho que Apolo no evitara la ciudad de Teumeso podía ser, sin embargo, extraño. Después de todo, los Telquines acabaron asesinados por la flechas de Apolo. ¿Apolo pretendía burlarse de ellos, o bien exhibir su superioridad? ¿o es que acaso intuía que los Telquines no eran tan distintos a él, pese a que la apariencia de esos geniecillos distara mucho del olímpico porte apolíneo? ¿Quiénes eran, entonces, los Telquines?

Unas divinidades primodiales: tales eran los Telquines. Habían nacido de la unión del Mar (Ponto) y de la Tierra (Gea). Su origen, por tanto, se remontaba a los instantes iniciales de la creación del universo, mucho antes de que los dioses olímpicos (entre los que se hallaba Apolo) llegaran a ocupar todo el espacio celestial, relegando o encarcelando a todas las divinidades anteriores, de aspecto monstruoso -como monstruosos son todos los seres que asociamos con los albores del cosmos-, en las profundidades de una tierra aún no enteramente formada, sacudida por violentos cataclismos.

Los Telquines, nacidos de las aguas primordiales, transmitieron a los seres humanos el conocimiento de cuantas técnicas fueron necesarias para dominar el espacio circundante. Así pues, se parecían a los Igigi, divinidades primerizas mesopotámicas, surgidas de las aguas de los ríos Tigris y Eúfrates, que educaron a los humanos y les enseñaron las artes con las que cultivar la tierra y cultivarse.

Es, sin duda, su íntima relación con las aguas del océano el que explicaría sus peculiares características físicas: eran seres híbridos, mitad humanos, mitad seres anfibios. Se contaba que poseían una cola de pez y aletas en vez de manos, lo que no les impedía trabajar en la forja de manera admirable y haber dado forma a la afilada hoz con la que, cuando los orígenes del mundo, Crono castró a su padre Urano. Una hoz: un útil artero, curvo, que sólo unas mentes retorcidas podrían haber imaginado.

Diodoro Sículo (Biblioteca Histórica, 5.55.5) es el tratadista de la tardo-antigúedad quien dio con la clave de los Telquines. Éstos, como ya hemos comentado, eran seres marinos: peces o mamíferos marinos en los que destacaban la cola y unas aletas. La imagen evoca irresistiblemente la de las divinidades primordiales mesopotámicas, los Igigi -cuya iconografía neo-asiria influyó en la nueva y definitiva imagen de las sirenas griegas que, en época helenística, dejaron de ser pájaros "encantadores", de mal agüero, tal como los describía Homero, y se convirtieron en animales marinos tumbados al sol sobre una roca. A estos seres de rasgos anfibios Diodoro los dotó de una característica suplementaria, o un don especial: podían cambiar de forma. Es decir, no tenían una forma determinada. Esto los igualaba con Proteo, el sabio marino griego, cuyo cuerpo era el de una foca.

Los griegos tenían una imagen propia de las focas, como destacaron Jean-Pierre Vernant y Marcel Detienne, dotada de unos valores precisos, más bien negativos. Las focas tienen un cuerpo en forma de huso. No presenta características destacables. Se trata de un volumen filiforme; o más bien informe. Húmedo y grasiento, es resbaladizo, escurridizo. Quien trate de agarrar a una foca, comprobará como ésta intenta, con éxito casi siempre, zafarse de mil modos: es como si cambiara sin cesar de forma, impidiendo retenerla fuertemente. Se decía que la foca tenía el don protéico de metamorfosearse en lo que fuera en función de las cambiantes circunstancias. Que es precisamente lo que las focas, y Proteo, en particular, podían hacer.

Por este motivo, las focas eran unos excelentes emblemas o símbolos de los artistas creadores. Su olor apestoso y su aspecto grasiento ayudaba: los artistas eran repudiables, como bien sabía Platón: Adaptaban sus discurso según la dirección del viento, y eran capacer de crear cualquier forma, como los cuentistas y los embaucadores.

Casi como si se tratara de una concepción pre-romántica del arte, existía una estrecha relación entre el don de la metamorfosis y la capacidad de crear múltiples formas. El artista "se proyectaba" en su obra. Ésta, como un nítido espejo, reflejaba sus múltiples talentos y personalidades, y no era entendida si no seatendía a la figura -o figuras- del creador. Todas las que Proteo o los Telquines podían adoptar se vertían en sus creaciones. De algún modo, su forma indefinida les abría a todas las posibilidades creadoras. Nada les limitaba. Del mismo modo que un gran actor es aquél que es capaz de olvidarse de quien es para asumir cualquier papel, una foca era un ser perfectamente moldeable. Adoptaba todas las máscaras. Hacía consigo lo que quería.

Es quizá por esta razón que Apolo, el padre de las artes y, ante todo, de la arquitectura (los arquitectos son los creadores capaces de plasmar cualquier forma), en su periplo iniciático, visitó una ciudad, Teumeso, dondo se hallaba un gran santuario que o poseía una gran estatua de culto de Atenea forjada por los Telquines, o que estaba dedicado a Atenea, la diosa más ingeniosa y creativa, más rica en formas e imágenes potenciales, semejante a los Telquines.

Apolo délfico debía saber o sentir que él, que era capaz de convertirse en un lobo, un cuervo o un delfín (un mamífero que los antiguos ya asociaban a las focas), también se asemejaba a los Telquines. Y esos, a su vez, acentuaban, por equiparación, el carácter más protéico del patrón de las Musas.

TIEMPOS PASADOS


Nosotros, modernos, sólo podemos percibir el mundo a través de coordenadas temporales (y espaciales). Nuestro modo de acción está inevitablemente mediatizado por el tiempo. Los verbos, que designan nuestra relación con el mundo, se declinan temporalmente. Los entes y las acciones necesariamente se ubican en un eje temporal. Están en el pasado, el presente y el futuro, de manera segura o condicional. El tiempo constituye el marco que nos ubica y ubica lo que nos rodea.

Pensamos que esta condición es inevitable, insistuible. Sin embargo, no siempre ha sido de este modo. Para los sumerios, los verbos, que expresan nuestra acción en el mundo, no se conjugaban. El tiempo -el pasado, el presente, el futuro- no contaba. Mejor dicho, no existía. Era una concepción, una visión del mundo extraña a la cultura sumeria, inimaginable.
Lo que definía el lugar de las cosas y nuestra relación con ellas no eran los tiempos de los verbos, sino el estado de las cosas. Sólo se distinguía lo que estaba hecho y lo que estaba aún en marcha. Los modos hamptu (que designaba lo concluido) y marû (que se refería a lo que aún estaba en elaboración) podrían corresponder, respectivamnente, con nuestros pasados, perfecto e imperfercto, y con nuestros presentes y futuros. Es así como tenemos que "traducirlos". Pero en verdad, se trata de una interpretación (forzada aunque inevitable), de un ajustar la realidad descrita a unos esquemas muy distintos.
Esto implica que la primacía recaía, no en el sujeto, sino en el objeto. Los verbos no calificaban cúando el sujeto realizaba una acción -la causa temporal, entonces, no era tenida en cuenta- sino el fin perseguido o, mejor dicho, los logros obtenidos. Así, el sujeto de las frases intransitivas y los complementos directos de las frases transitivas tenían el mismo caso (la misma terminación). De algún modo, todas las frases deberían traducirse en voz pasiva ya que el estado de los desvelos del sujeto centraban la atención y determinaban los modos de acción.

Esta observación podría estar en contradicción con tantos textos en los que un sujeto, el monarca, se autoalababa por las tareas emprendidas y logradas. Se presentaba, en apariencia, como la razón de la acción, como el motor de la historia.: "Yo, el rey Gudea, hijo del dios Ningirsu, he logrado...". Esta fórmula, sin embargo, no es exacta. Lo que se escribía habitualmente era: "El dios Ningirsu, padre del rey Gudea, le otorga...". Pero repudiamos la voz pasiva. No concebimos a un sujeto pasivo. Si se observa aún más detenidamemrnte lo que los textos dicen en verdad, se descubre que la razón, no sólo del ejecutar del sujeto, sino también de su existencia, es la bondad de las cosas que trabaja. Éstas son lo que merecen ser destacadas -que deben ser destacan, que se destacan sin que cupiera ninguna otra opción, ninguna otra mirada, otro juicio-, no la personalidad, la existencia de un sujeto.
El sujeto, el ser humano, estaba entregado al perfeccionamiento del mundo, no en tanto que creador sino como un sirviente. Las cosas, muy anteriores al ser humano, exigían un determinado estado que aquél se esforzaba por alcanzar.

Es por este motivo que la civilización, con la puesta en orden del mundo que aquélla conlleva, nació en Sumer. Los hombres no eran sujetos sino que estaban sujetos al mundo. Su misión no era perfeccionarse sino completar la creación. En sí, no contaban. El mundo les sometía. La perspectiva no era la del individuo -ni la de un dios, como en el Cristianismo- sino el de las cosas que obligaban a los humanos a atenderlas. Puesto que los hombres se olvidaron de sí mismos el mundo pudo prosperar.
Se trataba de un mundo, o una concepción del mundo, que ya nada tiene que ver con nuestro modo de mirar, de juzgar, de ubicar las cosas. Ya que, desde finales del tercer milenio, el ser humano, crecido, dominó, ordenó el o al mundo. Con las consecuencias conocidas.

(Doy las gracias a Lluis Feliu, profesor de sumerio en el Máster de Asiriología del IPOA de la Universitat de Barcelona, sus agudas observaciones sobre la metafísica de la gramática sumeria)

domingo, 19 de abril de 2009

Damasco




Damasco: Mezquita chiita de Ruqayya: Pregaria en honor de la biznieta de Mahoma, Ruqayya bint al-Hussein ash-Shaheed bi-Kerbala, torturada por el califa de Damasco. (Noviembre de 2008)