Letra, en castellano (al igual que el catalán lletra, el francés lettre, el italiano lettera, el inglés letter) tiene dos significados básicos: designa al signo gráfico escrito, y a un soporte bidimensional, ligero y transportable, escrito (es decir cubierto de "letras", de signos).
En griego antiguo, letra (entendido como soporte escrito, en este caso, como tablilla -sin duda, un recuerdo de los soportes micénicos que se utilizaban para escribir, ecos, a su vez, de las tablillas de arcilla mesopotámicas-) se decía deltos.
Este término estaba emparentado con delta: el nombre de la letra d.
En hebreo (y en la mayoría de las lenguas semitas), d se decía daleth (en árabe, dal).
D se escribía mediante un signo formado por un ángulo recto invertido, girado hacia la izquierda: un tramo vertical unido, en el extremo derecho, a uno horizontal, dispuesto en ángulo recto.
Daleth no solo designaba la letra d sino que también significaba puerta, la puerta que el dintel antes descrito representaba.
La letra d, en semita (daleth o dal) derivaba del egipcio faraónico. Los signos jeroglíficos designaban entidades, pero también sílabas, de las que que se representaba la consonante inicial que permitía distinguirlas. La consonante d ya se representaba por un ángulo recto (girado noventa grados, en sentido del reloj, con respecto a la d semita). Sin embargo, el dibujo mostraba, en este caso, un brazo con el antebrazo tendido y la palma de la mano abierta: un signo de recepción, de acogida.
Por tanto, daleth era una apertura (una buena recepción), física (una puerta, pero también una concavidad: una vagina que da paso a una nueva vida, cuya forma triangular se refleja en la delta mayúscula griega), y psíquica.
Conocemos el imaginario de la puerta como lo que da acceso -o impide el acceso- a lo que se encuentra más allá, o en un plano distinto. No se sabe bien lo que uno puede encontrar detrás de una puerta. Ésta controla el contacto con el vano que defiende o encierra.
La puerta abierta cede el paso. Quien la cruza se dirige hacia otro espacio. Daleth, entonces, también significa camino, vía de acceso, comunicación, flujo -el flujo, símbolo de la vida, de las relaciones fluidas-.
La Cábala ha estudiado detalladamente el imaginario de la puerta que abre o cierra el paso hacia lo que se halla má allá. En la mística hebrea, siete puertas sucesivas, que deben ser cruzadas por el alma, pautan la senda hacia el conocimiento o el encuentro de la luz
Apolo era el dios griego de la arquitectura: abría caminos, ordenaba el espacio y fundada asentamientos (ciudades, casas y templos donde reogerse y acoger al viandante). Fue amamantado por la divina Temis, la ley o norma personificada.
Por esto, los themistes, las leyes que regían la vida en común dependían de Apolo. Comunidades que las trazas de Apolo delimitaba: las leyes, que Apolo edictaba, también se decían, además de themistes, nomoi; las cuales derivaron en las rectas normae latinas, perfectamente escuadradas.
Pero norma, en latín, no significaba ley sino escuadra, el instrumento con el que el arquitecto ordena y compone el espacio, deimitando espacios de acogida y permanencia (la escuadra es también el atributo tradicional del arquitecto; lo representa).
Las themistes, gracias a los instrumentos de dibujo y de construcción, dejaban una huella en el territorio; se inscribían profunda y nítidamente en éste, gracias a los themeilia, que eran los cimientos de los edificios o los fundamentos de las comunidades, enraizados en la tierra -fundaciones con los que Apolo asentaba las colectividades que inspiraba.
Escritura y arquitectura: dos maneras de marcar y ordenar espacios comunitarios, concebidos para que los humanos puedan convivir; marcas o trazas que son líneas que pautan la vida en común.
La arquitectura es una escritura inscrita en un plano y transladada sobre un llano, convertida en themelia (signos o marcas en el suelo) sobre las que se asientan las construcciones. Tengamos presente que graphein, en griego, significaba tanto escribir cuanto dibujar o proyectar.
La finalidad de la arquitectura es escribir la normas de convivencia e inscribirlas o plasmarlas en espacios ordenados. La arquitectura sin ley no tiene sentido. Pero la ley en un territorio sin límites no se puede aplicar. La arquitectura es lo que permite que la ley sea efectiva, lo que la encuadra. Abrir puertas de acogida y edictar leyes que faciliten el encuentro. O, al menos, éste fue un día el objetivo de la arquitectura: traer la civilización, que la ciudad y las leyes cívicas encarnan -o encarnaban.