jueves, 17 de marzo de 2011

¿Esculpía el mármol Cánova?


 Proyecciones de vídeos de Mark Lewis
 
Véase este video de: Mark Lewis: Roundabout, 2007


Estudiantes de arquitectura extranjeros acudían a la Escuela de Arquitectura de Barcelona, gracias a una beca Erasmus y, tras una estancia más o menos larga y fructífera, regresaban contentos a sus países de origen. Era una de las tres escuelas de arquitectura mejor valorada en Europa. Quince años más tarde, los alumnos de estos antiguos estudiantes, hoy profesores, aconsejados por éstos, también toman el camino de Barcelona para un año. A los pocos meses abandonan. Decepcionados. Y vuelven a sus países, o parten hacia otras universidades, antes de hora, con la impresión que la enseñanza no responde a sus expectativas: el plan de estudios concede una gran importancia a los aspectos formales y constructivos de los proyectos, y rechaza o no atiende otras maneras de abordar la manera de proyectar un espacio habitable o la comprensión del espacio habitado.

Los profesores replicamos que la arquitectura solo existe en tanto que construida; los conocimientos técnicos son imprescindibles, algo que otras facultades no cuidan, lo que va en detrimento de la calidad del proyecto. Arquitectura y novedad, arquitectura y acciones experimentales son términos antitéticos. Solo producen arquitectos como Zaha Hadid (mas, ¿no es una arquitectura absolutamente previsible, es decir que no experimenta para nada?).

Hace años, el catedrático de historia, Josep Quetglas, defendía que la única arquitectura válida era la que se realizaba en obra; el arquitecto, en la obra, prácticamente construía con sus manos el edificio, que se pensaba al mismo tiempo que se construía. Proyectar era construir. Se pensaba con las manos.

No existe obra sin materialización; sin una condición, o presencia, material. Quienes mejor lo supieron fueron paradójicamente, los artistas conceptuales. Nunca hubieron obras más físicas que las conceptuales, obras en las que el artista se implicaba físicamente, creaba con todo su cuerpo. No pensaba u ordenaba que ayudantes realizaran las obras en su nombre. Caminaba, actuaba. Se implicaba con todo su cuerpo. La obra era su deambular. Creaba con toda su persona; y, como en las artes performativas (según la expresión que Jéssica Jaques emplea para nombrar a las actuaciones de teatro, las interpretaciones musicales, la danza, el circo, las "performances", etc.), la obra solo existía gracias y durante la actuación. Una vez terminada, no quedaba nada. La obra era el cuerpo de artista en acción. La materia era el cuerpo: su cuerpo, su carne. ¿Cabe pensar en una obra más carnal, más "encarnada"?

La materia es decisiva, por tanto. No hay obra, de arte y de arquitectura, sin la materialización de la "idea"; mas, la materia de la obra de arquitectura ¿se reduce -o consiste solo- en los llamados materiales de construcción: piedras, ladrillos, adobe,. hierro, acero, hormigón, etc.?

Las mejores obras de arquitectura de los siglos XX y XXI solo existieron en tanto que obras materiales: La Poética del espacio, de Gaston Bachelard, El Atlas de la emoción, de Giuliana Bruno, Corrección, de Thomas Bernhard, El Ángel Exterminador, de Luis Buñuel, La última pintura de Mondrian, las fotografías de Hilla y Bernd Hiller, toda la obra videográfica, de Mark Lewis, los primeros vídeos de Dan Graham, de Steine y Woody Vasulka, de Gary Hill, las filmaciones (retratos de ciudades) de Dominique González-Foerster, los ensayos de Jacques Rancière, la danza de Chrissie Parrot. La materia estaba presente: eran letras (el lenguaje), el papel fotográficos, la luz, los soportes fílmicos, los cuerpos en movimiento y la música: soportes de imágenes materializadas en o sobre éstos.

¿Existe algún arquitecto español de los años cincuenta o sesenta que no considere que la mejor arquitectura de la época se halla en, es decir, sea, las esculturas de Oteiza? ¿Quien no las consideró como arquitecturas modélicas?

Las mejores obras de Mies van der Rohe y de La Corbusier se materializaron: se construyeron: en dibujos, en "collages". La arquitectura está allí -y desde luego no en los edificios que levantaron "sobre el terreno", y que nunca debieron levantarse-. Solo los trazos, los recortes de fotografías supieron dar forma a sus ideas o imágenes mentales, dando lugar a espacios en los que uno sueña que querría vivir -sueños, y no las pesadillas que suscitan sus copias, sus desvalorizaciones "edificadas".

Construir es pensar; y por tanto, mirar; sin orejeras. Mirar de frente y hacia los lados. Descubrir, en todas las artes las mejores, más profundas o certeras expresiones del hecho, o de la experiencia de habitar; de relacionarnos con el espacio construido.

Quizá aprendamos más arquitectura buceando en el catálogo de editoriales (Gustavo Gili, Alianza, etc.) que en la propia facultad.

Considerar que arquitectura y construcción son sinónimos, mejor dicho que la causa final de la primera es la obra edificada -en el sentido más habitual o convencional, hecha piedra- quizá implique una visión reduccionista de la creación. Los grandes pintores no pintaban; no necesitan pintar "física" o manualmente para ser considerados o apreciados como pintores. Rubens no cogió casi nunca un pincel en su vida -no hubiera podido; viajaba constantemente, pero era el mejor creador de imágenes plásticas porque la materia que utilizaba era el lápiz, el pincel, la acuarela y la palabra con la que dirigía a los artesanos-. Lo mismo le ocurrió a Rafael. Cánova, considerado el más gran escultor neoclásico, no trató jamás al mármol.
El que quizá haya sido el arquitecto más imaginativo del Renacimiento -y cuya obra sigue vigente y es fuente de inspiración aún hoy en día-  fue quien hoy no sería considerado un arquitecto si arquitectura fuera solo obra petrificada: Leonardo de Vinci; y Alberti, mucho mejor arquitecto -arquitecto verdadero- en sus tratados y textos varios (donde supo mostrar qué era la arquitectura, creándola con palabras y sentencias, ordenándole cómo tenía que ser), no es sus escasas y muy inferiores realizaciones "materiales" (iglesias, palacios y tumbas).

Hoy, algunos arquitectos y profesores de arquitectura, en la Universidad nos hemos vuelto timoratos. Defender que la arquitectura depende de la bondad de la estructura, la construcción, el detalle material  puede ser una afirmación de fe; una creencia en un tipo de arquitectura que se considera "verdadera"; pero también puede ser un síntoma, o la expresión de temor. Miedo a perder ante los ingenieros, a perder parcelas de poder y reconocimiento, miedo ante el hecho que en algunos países se puede construir sin saber técnicas constructivas, miedo a dejar de ser considerados arquitectos. La arquitectura se repliega sobre sí misma, se vuelve hacia adentro, da la espalda al resto de las artes, porque no quiere ver que la arquitectura y la reflexión sobre el espacio -la creación o habilitación del espacio en el que se sueña poder habitar- se produce fuera del ámbito tradicionalmente arquitectónico.

Lo que asfixia a la arquitectura es la preocupación técnica; en otras palabras, las estructuras, la construcción y las instalaciones que quizá debieran ser proscritas de los estudios de arquitectura durante unos años en favor de una mejor comprensión de la poética y la estética (de sus relaciones), del arte, de las artes y de la teoría, para ver si, para ver que la arquitectura, como marco en el que la vida prende, vuelve a tener sentido o razón de ser.

Entretanto, pronto nos quedaremos entre arquitectos que un día estuvieron encantados -y encantaban- y hoy estamos a punto de convertirnos en estatuas de sal. Prescindibles. Caducos. En ruinas.



 Aernout Mik: La cocina, 1997; o el espacio de la rutina se vuelve el lugar de la violencia (sin sentido)

Lawrence (Larry) Jordan (1934): Visions of a City (1978) & Carabosse (1980)

Para ver este cortometraje, "clicar" en este enlace

Véase también este extraordinario cortometraje de animación del mismo artista: Carabosse (1980)








Lawrence Jordan era ayudante del artista  surrealista norteamericano Joseph Cornell

miércoles, 16 de marzo de 2011

Aikaterini Gegisian: Tokio Tonight (2003)


Tokyo tonight / Aikaterini GEGISIAN por VIDEOFORMES

Sobre esta video-artista griega véase su página web.

martes, 15 de marzo de 2011

Elia-Liisa Ahtila: Talo/The House (La casa) (2002)


The House - Eija-Liisa Ahtila (1) por felipeataide


The House - Eija-Liisa Ahtila (2) por felipeataide

Mítica video-instalación, presentada en la documenta 11 de Kassel, que muestra, en tantas pantallas cuantas paredes -¿o ventanas?- tiene una casa, la lenta entrada de una mujer en la locura en su espacio interior. Las proyecciones giran como en un ascenso hacia un estado de éxtasis o un descenso a los infiernos.

Sobre esta artista véase su página de Facebook

Ali Akbar Sadeghi (Teherán, 1937): Malek ol- Khorskib (El rey del sol) (1975)


Ali Akbar Sadeghi - Malek Khorshid (1975) from chyz myz on Vimeo.

Kudurru, o los límites de la ley




El objeto designado por el extraño término de kudurru -en acadio, límite, frontera- es una estela de piedra negra (diorita) pulida, de tamaño medio (unos cincuenta centímetros de alto, y unos veinte de ancho), de forma vagamente tronco-cónica, recubierta de signos y de inscripciones, común en Babilonia en los milenios II y I aC -aunque se han hallado objetos semejantes de épocas anteriores.

El texto que se despliega en una de las caras detalla una donación de un terreno por un rey a un súbdito leal, o un acuerdo en la partición de unas tierras, divididas en parcelas. El kudurru podía servir de marca territorial, visualizando los límites de un terreno, pero, en la mayoría de los casos, servía de acta notarial y era depositado en un templo para que las divinidades dieran fe de la donación o del acuerdo.

El anverso suele estar decorada con relieves de símbolos divinos o astrales y animales demoníacos que quizá tuvieran como finalidad amenazar a quien rompiera el acuerdo o invadiera el terreno. Los signos son atributos divinos: representan, de manera alegórica, a las divinidades conjuradas o convocadas para sellar el pacto territorial. Aquéllos suelen estar dominados por imágenes de cuerpos siderales, entre los que destaca el sol.

Signo o símbolo de Shamash (Utu, en sumerio), el dios sol, la imagen "santificaba" la legalidad de la acción (donación, pacto, partición). El sol es el emblema de la justicia. Ésta se ejerce sobre todo en los actos retributivos, velando por una correcta, justa repartición de bienes. Por tanto, ninguna ordenación del espacio podía emprernderse de noche, a oscuras, sin la presencia luciente del sol, que disipaba los negros nubarrones de la sospecha de un fraude, de un engaño en la transacción.

La partición y el reparto, la división y el don, eran dos acciones, de las que el kudurru ofrecía un testimonio visible y veraz, en las que la justicia brillaba y se ejercitaba en la tierra. La aplicación de la justicia a la correcta ordenación del espacio correspondía a lo que la justicia era o significaba. En verdad, solo se podía aplicar a esta tarea. La justicia acarrea el derecho, la rectitud; ésta se plasma en una conducta, unos designios, unas formas rectas; la geometría es la aliada del derecho, o su plasmación sensible; el derecho se ejerce en la equitativa distribución espacial -que debía practicarse con "luz y taquígrafos", a plena luz, sin que  se alzaran sombras y sospechas.

Así que es el arquitecto que imparte la justicia. Las leyes, las normas -de origen divino- con las que regula la ordenación y el uso del espacio, se expresan a través del uso de un útil fundamental para ordenar, para imponer orden y el orden: la norma que, en latín, significa la escuadra. Con ella, el arquitecturas regula, "normaliza" espacios y comportamientos. Logra que formas y acciones se amolden a unas pautas habituales.

Con la norma (la escuadra) se trazaba los límites que la ley fijaba; ley que, en griego, se designaba por el sustantivo nomos; palabra que también nombraba a todo espacio bajo el imperio de la ley: el espacio político del nomos, o provincia -una división política del territorio, en el que se enumeran las fronteras hasta donde la ley llega y se aplica. La ley desactiva lo imprevisible: reduce las peculiaridades, las singularidades a unos pocos modelos en los que o a ,los que lo singular tiene que amoldarse para convertirse en ejemplar: dicho de ser estudiado por todos, e imitado. Lo extraño, rechazable, gracias a la ley, se convierte en modélico; la excepción en norma. Por tanto, la ley logra que el espacio y los movimientos se desplieguen y se ordenan de modo habitual; nos habitúa al orden legal (nomos también significa costumbre, nombra a lo que un día fue nuevo pero que ha sido "normalizado").

La ley regula las costumbres, los hábitos. Se trata de un manual de buenas costumbres, de comportamientos aceptables y aceptados por la comunidad. Costumbres que solo pueden acontecer en un espacio en el que el ser humano se siente a gusto y seguro: es decir, un espacio regulado, defendido por las fronteras seguras que la ley traza.

Un kudurru, entonces, simboliza la domesticación de la tierra: muestra que se halla baja la férula de la ley; un territorio conocido, en el que nadie se perderá ni nada se echará a perder. Quien vela por la seguridad es el arquitecto y su protector, el dios sol que lo ilumina: Shamash, en Babilonia, o el dios-sol en Grecia: Apolo, dios de la justa retribución, de la justa distribución de bienes y de espacios, la divinidad que aseguraba a cada ser humano la posesión de un espacio propio, una parcela del territorio, un lugar justo en el espacio ordenado, regulado por excelencia: la ciudad

domingo, 13 de marzo de 2011

Katerina Cizek : Highrise/Out of my Window (2010)

Highrise/Out of my Window es un proyecto documental interactivo canadiense sobre la vida urbana en el que una multitud de ventanas dan voz a habitantes de trece ciudades de todo el mundo ("Clicar" sobre el enlace para entrar en la web del proyecto)

La directora ha llevado a cabo las entrevistas y ha obtenido las imágenes a través de Skype y de Facebook. 


Acerca del proyecto Highrise (que no comprende solo la parte titulada Out of my Window), KaterinaCizek escribe:

HIGHRISE explores vertical living in the global suburbs. It’s multi-year, many-media collaborative documentary experiment at the National Film Board of Canada, directed by Katerina Cizek, produced by Gerry Flahive. Over the years, HIGHRISE will generate many projects, including mixed media, interactive documentaries, mobile productions, live presentations, installations and films. Collectively, the projects will both shape and realize the HIGHRISE vision: to see how the documentary process can drive and participate in social innovation rather than just to document it; and to help re-invent what it means to be an urban species in the 21st century.