viernes, 1 de junio de 2012

Ella Fitzgerald (1917-1996): Come on-A My House (1954. Canción compuesta en 1939)

The Vogues: Magic Town (1966)

Hermanos Marx: The House that Shadows Built (La Casa que las Sombras Edificaron) (1931)

La película, hermosamente titulada La Casa que las Sombras Edificaron, dedicada a la historia del cine, y mostrada en 1931, comprendía fragmentos de películas célebres de la productora Paramount para celebrar su vigésimo aniversario
Incluida, sin embargo, un corto de los Hermanos Marx, inédito, basado en una de sus obras de teatro, que nunca formó parte de película alguna.
Los Hermanos Marx consideraban que era su mejor filmación, aunque es poco conocida.
Debe ser contemplado con devoción:



Junio, el mes de los arquitectos





La fiesta patronal de los arquitectos, al menos en Cataluña, se celebra en el mes de junio.
Aunque el patrón sea, erróneamente, Tomás de Aquino (cuando debería ser Tomás el apóstol), que la fiesta tenga lugar en junio no es casual.
Junio era -y es aún- es mes dedicado a los arquitectos o constructores. La tierra ya estaba seca, y las lluvias de finales de agosto aún estaban lejos: era la mejor época para construir (así, al menos, acontecía en Mesopotamia)

Juno, la esposa de Júpiter, muy posiblemente diera nombre al mes de Junio. Eso ya situaba al mes de Junio en una posición muy destacada, ya que Juno no solo era la paredra (o esposa) del dios padre romano, sino que también cumplía las veces de diosa madre y, en particular, de divinidad protectora de los esponsales -que acontecían preferentemente en el mes de junio, cuatro mes del calendario romano, cuando las promesas del año nuevo llegaban a ser una realidad tangible- y de los nacimientos. Juno era hija de Ops, la diosa de la abundancia. Juno protegía a los jóvenes, garantes de la renovación del mundo; a su vera, la naturaleza, el cosmos, los seres vivos rejuvenecían, como el nombre de Juno bien indica.

Sin embargo, Junio no estaba dedicado a Juno, sino a Hércules y a Fons Fortuna: el dios de las fuentes, de las aguas de la bienaventuranza, que traían la vida y purificaban, hijo de Jano, el dios romano de la arquitectura: sin puntos de agua no cabía la posiblidad de fundar una ciudad. Hércules, por su parte, era el gran héroe civilizador de todo el Mediterráneo. Luchó con monstruos descomunales (la Hidra, el Toro de Creta, el Jabalí de Erimanto,etc.), de cuya presencia libró el espacio que los humanos ocupaban, y que pudo ser entonces ordenado, civilizado. Hércules, no solo fundó ciudades, sino que preparó el terreno para que la vida pudiera asentarse.
Mercurio era la divinidad que protegía el mes de Junio: dios protector de los caminos, acompañaba a los viajeros y les llevaba por el buen camino. Velaba para que no se extraviaran. En todos los cruces de vías, un busto de Hermes (Mercurio, en Grecia) coronaba los mojones que servían para orientarse. Dichos indicadores ordenaban, y protegían, el espacio. Mercurio se ocupaba personalmente de tener libres los caminos, de que fueran seguros, ya que, con sus zapatos alados, recorría continuamente el espacio, evitando que el caos, antes de la edificación y ordenación del mundo, retornara.
En el mes de Junio se producía el tránsito de la constelación de Géminis a la del Cáncer. Géminis eran los Dioscuros divinizados, convertidos en estrellas. Los Dioscuros (o Dio kuroi: hijos de Zeus, o de Dios) eran los hermanos gemelos, protectores tanto de las ciudades cuanto del espacio doméstico (como ya hemos comentado en una entrada anterior). Roma estaba bajo su protección, Roma, la ciudad que era el mundo.
Cáncer, por su parte, era un Cangrejo Gigante. Constituía una Puerta Cósmica (dibujada por las dos patas delanteras del cangrejo que dibujaban un arco) por la que las almas de los humanos entraban en el mundo terrenal.
Este cangrejo fue uno de los monstruos derrotados por Hércules (hijo predilecto de Hera, es decir, de la Juno griega, si es que se puede comparar divinidades griegas y romanas). Pero el cangrejo era una imagen de un tipo muy particular de seres humanos: los herreros, cuyo cuerpo deforme, causado por el tipo de trabajo que llevaban a cabo, presentaba unos miembros inferiores reducidos por la falta de ejercicio -los herreros no se movían del estrecho ámbito de la forja a fin de cuidar que el fuego no se desmandase-, y unos brazos descomunales, cuya hipertrofía era causada por el manejo de útiles tan pesados como sopletes y pinzas, y cuya forma arqueada venía dada por la posición que los brazos tenían que adoptar para evitar quemarse sin dejar de operar con el fuego. El desequilibrio causado por el tan distinto desarrollo de los miembros inferiores y superiores llevaba a que los cangrejos andaran mal, de lado; andares semejantes a los de un herrero, una figura inquietante, marginal, siempre encerrada en  la forja, que era un espacio infernal, que, de algún modo, andaba mal por la vida -nadie quería tener contactos con los herreros, de rostro ennegrecido por el humo, y enrojecido por las llamas.
Sin embargo, todos necesitaban de las labores del herrero que forjaba armas, útiles y apeos.  Los herreros eran creadores. Forjaban instrumentos con los que los humanos podían hacerse con el mundo. De algún modo, eran los forjadores del mundo.
El patrón de los herreros, o el herrero prototípico era Vulcano (Hefesto, en Grecia), padre de Fons Fortuna.
Vulcano estaba también relacionado con Vesta (Hestia, en Grecia): la diosa del fuego eterno cuya llama ardía en el centro del foro o del ágora, la plaza pública de la ciudad, y que simbolizaba la vida que la ciudad poseía. Al mismo tiempo, Vesta también velaba sobre el fuego doméstico. Se trataba, al igual que los Dioscuros, de la divinidad protectora de los hogares y de las ciudades. Su fuego evocaba la vida, la vida que los útiles forjados por Vulcano preservaban. Vesta también se asociaba con Mercurio: éste defendía los caminos que partían de un centro fijo, estable, sobre el que Vesta reinaba.
El templo de Vesta tenía una planta circular. Su forma evocaba la circularidad de la tierra; era una imagen de la tierra nutricia. Mientras que el resto de los templos eran de planta rectangular porque, como destacó Dumézil, estaban orientados según los puntos cardinales, según los vértices del cielo, resultando, así, de la proyección del cielo sobre la tierra, la falta de orientación de los templos de planta circular demostraba que éstos no se orientaban hacia el cielo, sino que estaban únicamente conectados con la tierra, con las entrañas de la tierra, de dónde procedía la vida que el fuego emanado de las profundidades  simbolizaba.
  Las fiestas dedicadas a Vesta, las Vestalia, en Roma, tenían lugar en Junio.Estas ceremonias exigen la purificación de los templos de Vesta, cuyos escombros, en época arcaica excrementos de animales. eran barridos por mujeres; pues tan solo mujeres podían entrar en el santuario de Vesta, la guardiana del hogar. Unos hombres, sin embargo, sí estaban asociados a Vesta: los panaderos, que molaban el trigo con los que se producía la harina que, mezclada con sal, daba lugar a un producto, llamado mola salsa, con la que se recubrían los animales que se tenían que inmolar; la mola salsa, blanca, purificaba y conservaba: la harina evocaba el renacer de la vida que los cereales aportan, y la sal preservaba. La molienda del trigo se efectuaba con piedras que giraban sobre si misma, dibujando la planta del templo circular de Vesta; los molineros, al igual que los herreros, trabajaban también con el fuego, y no podían salir, debiendo cuidar del fuego, como Vesta, y como Vulcano. Lo que producían, el pan, era el alimento de la vida.
Es así como Junio era el mes del renacer: el mundo se purificaba y se reordenaba. La restauración del mundo estaba encomendaba a quienes, como Hércules, eran capaces de librar al mundo del mal, y a quienes podían, a continuación, volver a central y organizar el espacio, figuras que trabajaban de común acuerdo, como Vesta y Mercurio, Vesta y los Dioscuros.
Los arquitectos, de nuevo, somos los reyes del mundo.
No sé si por suerte.

jueves, 31 de mayo de 2012

Ryan Adams (1974): New York, New York (2001)

CRÓNICAS DE ERBIL (V y fin): ARBELES (IRAQ)







Barrio de Ainwara: viviendas, parque, iglesia cristiana en forma de zigurat.


Tercer anillo de circunvalación.


Plaza frente a la entrada de la ciudadela




Casas pudientes

Tell con construcciones neo-asirias en el centro de la ciudad








Vistas del zoco desde la ciudadela. La gran muralla blanca moderna corresponde a un nuevo bazar, desierto, perteneciente a la familia gobernante.




Casas de familias adineradas. Todo por la fachada

Fotos: Tocho, mayo de 2012.


La diferencia fundamental entre ciudades y pueblos en Mesopotamia residía en que las ciudades eran la morada de ciertos dioses. Éstos, los fundadores y protectores de la ciudad, poseían su templo principal en el recinto que las murallas establecían. El número de habitantes ni la extensión eran, por el contrario, determinantes a la hora de reconocer una ciudad.

La diosa Inana (cuyo nombre algunos estudiosos piensan que podría significar Nin An: Señora del Cielo) era una divinidad principal en el sur de Mesopotamia. En el norte existía una diosa muy similar, que quizá fuera la misma diosa: Ishtar.

Esta diosa estaba asentada en diversas ciudades, en las que poseía templos principales. Al igual que ocurre en todas las religiones, la diosa que moraba en una ciudad o un santuario era distinta de la de otro emplazamiento. Incluso en una religión monoteísta como el  cristianismo, la Virgen María de un Santuario no puede ser confundida con la Virgen que apareció en otro lugar. Son, casi, divinidades distintas, pese a tener el mismo nombre.

Inana, en el sur de Mesopotamia, era una diosa de la fertilidad y la fecundidad. sin embargo, su manifestación norteña, Ishtar, presentaba rasgos más guerreros, lo que no era óbice para que también estuviera en el origen de la renovación de la vida. Era una diosa, pero poseía barba, al menos en Babilonia; mujer y guerrera; virgen y madre: aunaba los contrarios; los trascendía; la diversidad de la vida, las contradicciones se disolvían en y ante Ishtar. Ishtar establecía o reestablecía la unidad perdida.

En tanto que diosa del cosmos antes de la partición, Ishtar permitía o simbolizaba el retorno al origen. Por ese motivo, la diosa descendió a los infiernos donde fue despojada de sus cuerpo, de su vitalidad hasta quedar reducida a un pellejo. Ésta su suerte, común a los mortales, y que Ishtar asumía, era revertida cuando Ishtar, y las almas tras de ella, remontaban y ascendían hacia el empíreo, retornando al origen. De este modo, Ishtar era una diosa redentora. Esta faceta o esta virtud se acentuó en el primer milenio aC, en particular en el norte de Mesopotamia, en el Imperio Asirio.

Sus dos santuarios principales se hallaban en las ciudades de Nínive y de Arbales; o, mejor dicho, existían dos Ishtar, de Nínive y de Arbales, a las que un rey neo-asirio como Asurbanipal (s. VII aC), rendía culto, y a las que dedicó encendidos himnos.

El templo más importante era el é.gashan.kalam.ma: la Casa de la Señora de la Tierra. Se trataba del templo de Ishtar-Ninlil (siendo Ninlil la esposa del dios del aire y de las aguas del cielo, Enlil, hijo del dios-padre An, el Cielo). Ishtar-Ninlil era una divinidad central. En tanto que Enlil gobernaba (en) el cielo en sustitución de su padre, el Cielo, que pasaba el tiempo dormitando -el Cielo siempre es inmutable-, Ishtar era la gran diosa en lo alto del panteón.
El templo cumplía una función muy particular, que mostraba cómo la religión mesopotámica (o las religiones del Próximo Oriente antiguo) habían evolucionado. Ishtar era la madre del rey asirio; esta afirmación no es gratuita, ni es una metáfora. Los reyes, de pequeño, estaban al cuidado de sacerdotisas de Ishtar que los amamantaban, y vivían en el recinto del santuario de la diosa. La relación entre Ishtar y el rey, era la misma que la que una madre establece con su hijo. La madre le aconsejaba y le advertía. En su templo, Ishtar profetizaba; es decir anunciaba los tiempos venideros; enunciaba lo que iba a ocurrir; al contrario de otras divinidades, sobre todo anteriores, que advertían de lo que podía acontecer si no se tomaban determinadas decisiones o no se emprendían ciertas acciones, lo que Ishtar contaba era cierto: iba a ocurrir. El templo de Ishtar, así, se convertía en el origen del espacio, organizado a partir de él, y del tiempo. Nada ni nadie podía torcer lo que Ishtar había previsto. Los profetas bíblicos no se distinguían de los reyes neo-asirios inspirados por Ishtar.
Este templo, sede de las profecías, se hallaba en el "acrópolis" -un tell- de Arbeles. Ciudad "santa"; la ciudad neo-asiria principal, antes que Nínive y Assur.  Arbeles, como se cantaba en un himno dedicado a su grandeza y su bondad, era el prototipo de Babilonia. Crónicas sumerias, ya en el tercer milenio aC, se referían a Urbilum. Las ciudades mesopotámicas más importantes se miraban en ella. Era, de algún modo, la Jerusalem del norte, similar a la Jerusalem celestial, terrenal e ideal al mismo tiempo, la ciudad donde residía la divinidad principal, que había establecido estrechas relaciones con su pueblo.

Hoy, Arbeles, es decir, Erbil (o Irbil), sigue estando en una encrucijada de caminos: la vía que lleva de los montes Tauro al golfo Pérsico, y la senda que comunica Occidente con Centro-Asia. El "acrópolis" (la ciudadela) aún existe, si bien está desierto; el templo de Ishtar debe de hallarse sepultado bajo capas y capas de barro.
 Erbil ha crecido como una ciudad sin ley. Es lo más parecido a una ciudad del oeste norteamericano a principios del siglo XX: vibrante, caótica, sede de todos los trapicheos; segura, en tanto que ha escapado a los atentados que asolan Iraq, e insegura, puesto que aspira a ser la capital comercial de Centro Asia, controlando el paso de los gasoductos y oleoductos, y de todos los bienes que circulan a la vista de todos o bajo mano.
Se diría que el futuro del Próximo Oriente se dirime en Erbil: la ciudad de Ishtar, diosa guerrera y vengativa.

"Arbeles, ciudad eterna, corazón
y hálito de la sagrada Asiria.
Arbeles, oh Arbeles, ciudad
sin igual, Arbeles,
Ciudad del buen hacer, Arbeles
Ciudad de ceremonias, Arbeles.
Ciudad del templo de la alegría
Arbeles. Santuario de Arbeles, renombrada
morada, gran templo, santuario
delicioso.
Puerta de Arbeles, pináculo de
las ciudades santas.
Ciudad prototípica, Arbeles, morada
de la alegría, Arbeles.
Arbeles, templo de la razón y de
los consejos,
Unión de la tierra, Arbeles.
Fundadora de ritos profundos,
Arbeles.
Arbeles tan elevada como el cielo.
Tus cimientos, sólidos como los del cielo.
Los pináculos de Arbeles son elevados,
tu imagen es Babilonia, te comparas
con Assur.
Oh elevado santuario, santuario
de los destinos, gran puerta del cielo, tributos
de todas las tierras se recogen en tu interior.
Ishtar mora aquí, Nanaya,
la hija de Sin (la Luna), Irnina,
el origen de los dioses, la primera diosa (son epítetos de Ishtar, presentada como la diosa primigenia).
Ciudad del acuerdo,
ciudad de Nanaya también, la diosa de las alturas. Los que
dejan Arbeles y los que entran están contentos y se alegran.
El corazón está contento que Arbeles se alegre.
Los habitantes estallan de alegría"

(Himno neo-asirio dedicado a la ciudad de Arbeles)






martes, 29 de mayo de 2012

Hiroshi Yoshii: Meat or Die (2009-)



Una mítica serie japonesa, creada en 2009, en la que dos dinosaurios carnívoros hambrientos recorren Nueva York en busca de comida viva en un futuro no muy lejano.
Dos cerditos les suelen hacer la pascua

 Véase la web de la serie: http://meatordie.com/,
así como la del creador Hiroshi Yoshii: http://www.yoshii.com/yoshii.com/Home.html