viernes, 1 de junio de 2012
Junio, el mes de los arquitectos
La fiesta patronal de los arquitectos, al menos en Cataluña, se celebra en el mes de junio.
Aunque el patrón sea, erróneamente, Tomás de Aquino (cuando debería ser Tomás el apóstol), que la fiesta tenga lugar en junio no es casual.
Junio era -y es aún- es mes dedicado a los arquitectos o constructores. La tierra ya estaba seca, y las lluvias de finales de agosto aún estaban lejos: era la mejor época para construir (así, al menos, acontecía en Mesopotamia)
Juno, la esposa de Júpiter, muy posiblemente diera nombre al mes de Junio. Eso ya situaba al mes de Junio en una posición muy destacada, ya que Juno no solo era la paredra (o esposa) del dios padre romano, sino que también cumplía las veces de diosa madre y, en particular, de divinidad protectora de los esponsales -que acontecían preferentemente en el mes de junio, cuatro mes del calendario romano, cuando las promesas del año nuevo llegaban a ser una realidad tangible- y de los nacimientos. Juno era hija de Ops, la diosa de la abundancia. Juno protegía a los jóvenes, garantes de la renovación del mundo; a su vera, la naturaleza, el cosmos, los seres vivos rejuvenecían, como el nombre de Juno bien indica.
Sin embargo, Junio no estaba dedicado a Juno, sino a Hércules y a Fons Fortuna: el dios de las fuentes, de las aguas de la bienaventuranza, que traían la vida y purificaban, hijo de Jano, el dios romano de la arquitectura: sin puntos de agua no cabía la posiblidad de fundar una ciudad. Hércules, por su parte, era el gran héroe civilizador de todo el Mediterráneo. Luchó con monstruos descomunales (la Hidra, el Toro de Creta, el Jabalí de Erimanto,etc.), de cuya presencia libró el espacio que los humanos ocupaban, y que pudo ser entonces ordenado, civilizado. Hércules, no solo fundó ciudades, sino que preparó el terreno para que la vida pudiera asentarse.
Mercurio era la divinidad que protegía el mes de Junio: dios protector de los caminos, acompañaba a los viajeros y les llevaba por el buen camino. Velaba para que no se extraviaran. En todos los cruces de vías, un busto de Hermes (Mercurio, en Grecia) coronaba los mojones que servían para orientarse. Dichos indicadores ordenaban, y protegían, el espacio. Mercurio se ocupaba personalmente de tener libres los caminos, de que fueran seguros, ya que, con sus zapatos alados, recorría continuamente el espacio, evitando que el caos, antes de la edificación y ordenación del mundo, retornara.
En el mes de Junio se producía el tránsito de la constelación de Géminis a la del Cáncer. Géminis eran los Dioscuros divinizados, convertidos en estrellas. Los Dioscuros (o Dio kuroi: hijos de Zeus, o de Dios) eran los hermanos gemelos, protectores tanto de las ciudades cuanto del espacio doméstico (como ya hemos comentado en una entrada anterior). Roma estaba bajo su protección, Roma, la ciudad que era el mundo.
Cáncer, por su parte, era un Cangrejo Gigante. Constituía una Puerta Cósmica (dibujada por las dos patas delanteras del cangrejo que dibujaban un arco) por la que las almas de los humanos entraban en el mundo terrenal.
Este cangrejo fue uno de los monstruos derrotados por Hércules (hijo predilecto de Hera, es decir, de la Juno griega, si es que se puede comparar divinidades griegas y romanas). Pero el cangrejo era una imagen de un tipo muy particular de seres humanos: los herreros, cuyo cuerpo deforme, causado por el tipo de trabajo que llevaban a cabo, presentaba unos miembros inferiores reducidos por la falta de ejercicio -los herreros no se movían del estrecho ámbito de la forja a fin de cuidar que el fuego no se desmandase-, y unos brazos descomunales, cuya hipertrofía era causada por el manejo de útiles tan pesados como sopletes y pinzas, y cuya forma arqueada venía dada por la posición que los brazos tenían que adoptar para evitar quemarse sin dejar de operar con el fuego. El desequilibrio causado por el tan distinto desarrollo de los miembros inferiores y superiores llevaba a que los cangrejos andaran mal, de lado; andares semejantes a los de un herrero, una figura inquietante, marginal, siempre encerrada en la forja, que era un espacio infernal, que, de algún modo, andaba mal por la vida -nadie quería tener contactos con los herreros, de rostro ennegrecido por el humo, y enrojecido por las llamas.
Sin embargo, todos necesitaban de las labores del herrero que forjaba armas, útiles y apeos. Los herreros eran creadores. Forjaban instrumentos con los que los humanos podían hacerse con el mundo. De algún modo, eran los forjadores del mundo.
El patrón de los herreros, o el herrero prototípico era Vulcano (Hefesto, en Grecia), padre de Fons Fortuna.
Vulcano estaba también relacionado con Vesta (Hestia, en Grecia): la diosa del fuego eterno cuya llama ardía en el centro del foro o del ágora, la plaza pública de la ciudad, y que simbolizaba la vida que la ciudad poseía. Al mismo tiempo, Vesta también velaba sobre el fuego doméstico. Se trataba, al igual que los Dioscuros, de la divinidad protectora de los hogares y de las ciudades. Su fuego evocaba la vida, la vida que los útiles forjados por Vulcano preservaban. Vesta también se asociaba con Mercurio: éste defendía los caminos que partían de un centro fijo, estable, sobre el que Vesta reinaba.
El templo de Vesta tenía una planta circular. Su forma evocaba la circularidad de la tierra; era una imagen de la tierra nutricia. Mientras que el resto de los templos eran de planta rectangular porque, como destacó Dumézil, estaban orientados según los puntos cardinales, según los vértices del cielo, resultando, así, de la proyección del cielo sobre la tierra, la falta de orientación de los templos de planta circular demostraba que éstos no se orientaban hacia el cielo, sino que estaban únicamente conectados con la tierra, con las entrañas de la tierra, de dónde procedía la vida que el fuego emanado de las profundidades simbolizaba.
Las fiestas dedicadas a Vesta, las Vestalia, en Roma, tenían lugar en Junio.Estas ceremonias exigen la purificación de los templos de Vesta, cuyos escombros, en época arcaica excrementos de animales. eran barridos por mujeres; pues tan solo mujeres podían entrar en el santuario de Vesta, la guardiana del hogar. Unos hombres, sin embargo, sí estaban asociados a Vesta: los panaderos, que molaban el trigo con los que se producía la harina que, mezclada con sal, daba lugar a un producto, llamado mola salsa, con la que se recubrían los animales que se tenían que inmolar; la mola salsa, blanca, purificaba y conservaba: la harina evocaba el renacer de la vida que los cereales aportan, y la sal preservaba. La molienda del trigo se efectuaba con piedras que giraban sobre si misma, dibujando la planta del templo circular de Vesta; los molineros, al igual que los herreros, trabajaban también con el fuego, y no podían salir, debiendo cuidar del fuego, como Vesta, y como Vulcano. Lo que producían, el pan, era el alimento de la vida.
Es así como Junio era el mes del renacer: el mundo se purificaba y se reordenaba. La restauración del mundo estaba encomendaba a quienes, como Hércules, eran capaces de librar al mundo del mal, y a quienes podían, a continuación, volver a central y organizar el espacio, figuras que trabajaban de común acuerdo, como Vesta y Mercurio, Vesta y los Dioscuros.
Los arquitectos, de nuevo, somos los reyes del mundo.
No sé si por suerte.
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