miércoles, 18 de julio de 2012
Gertrude Bell (1868-1926) en Ur
El zigurat de Ur en noviembre de 1916, años antes de que empezara la primera misión arqueológica británico-norteamericana, en cabezada por Leonard C. Woolley, que descubriría once años más tarde las célebres tumbas reales.
http://www.gerty.ncl.ac.uk/photos_in_album.php?album_id=27&start=70
Gertrude Bell fue una noble inglesa, arqueóloga y espía, que descubrió el Próximo Oriente en un viaje a Persia para ver a su tío, embajador inglés, y no regresó.
Junto con T.E. Lawrence ("Lawrence de Arabia") escogió al primer monarca árabe, y luchó para que el o los reinos árabes se independizaran tanto del Imperio Otomano cuanto Británico.
Participó en la conferencia de El Cairo en 1921, en la que Churchill, Lawrence y Bell trazaron los límites del reino de Iraq (bajo control británico hasta después de la Segunda Guerra Mundial), fundó el Museo Nacional de Iraq en Bagdad, la Biblioteca Nacional de Iraq, la Dirección General de Antigüedades iraquí, y organismos culturales ingleses como el British Institute for the Studies of Iraq.
Probablemente se suicidara, tras arruinarse, al acabar la Primera Guerra Mundial.
Sus archivos fotográficos que retratan la vida diaria en el Próximo Oriente están depositados en la Universidad de Newcastle (Reino Unido). Son una fuente fascinante, casi única (desde luego, las más completa) de imágenes de un mundo definitivamente perdido.
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Arte antiguo,
El sueño de una sombra
martes, 17 de julio de 2012
Rem Koolhaas goes to Hollywood (o cría cuervos...)
El Hollywood Reporter es el informativo imprescindible que todo arquitecto de pro tiene que tener a mano.
Tocho, queriendo contribuir al debate sobre la finalidad de la arquitectura, se adelanta a los acontecimientos.
Tras los pasos del hijo de Louis Khan (Nathaniel Kahn: My Architect, 2003), el cineasta Tomas Koolhaas inicia el rodaje de un documental sobre su padre Rem.
http://www.hollywoodreporter.com/news/architect-rem-koolhaas-documentary-337048
¿Quién habló de matar al padre?
Ya se había realizado un documental sobre este arquitecto: Markus Heidingsfelder (1963) y Tesch Min: Rem Koolhaas. A Kind of Architect (2008)
Tocho, queriendo contribuir al debate sobre la finalidad de la arquitectura, se adelanta a los acontecimientos.
Tras los pasos del hijo de Louis Khan (Nathaniel Kahn: My Architect, 2003), el cineasta Tomas Koolhaas inicia el rodaje de un documental sobre su padre Rem.
http://www.hollywoodreporter.com/news/architect-rem-koolhaas-documentary-337048
¿Quién habló de matar al padre?
Ya se había realizado un documental sobre este arquitecto: Markus Heidingsfelder (1963) y Tesch Min: Rem Koolhaas. A Kind of Architect (2008)
lunes, 16 de julio de 2012
Julia Schulz-Dornburg: Ruinas modernas. Una topografía de lucro
El libro, editado por Ambit (Barcelona), se pondrá a la venta en septiembre, tras una presentación en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona
Ruinas modernas. Una topografía de lucro
juliaschulzdornburg.com
ISBN 978-84-96645-14-1
Editorial Àmbit Servicios Editoriales, SA, Barcelona
Tel. 93 4881800 - 93 4880150
ambiteditorial@terra.es
domingo, 15 de julio de 2012
Rafael Argullol: El jardín de las delicias
Se hace difícil elegir entre
tantos fósiles del paraíso. Carreteras que no conducen a ninguna parte, playas
en medio de las montañas, pistas de esquí alpino en estepas resecas, vías para
trenes invisibles, desolados aeródromos que albergan el vuelo de los cuervos.
Cualquiera de los rastros es la materia prima de un sueño y la tumba de una
pesadilla. Si ustedes quieren disponer de una guía para viajar al jardín de las
delicias les recomiendo fervientemente el libro Ruinas
modernas. Una topografía del lucro (editorial Ambit). Creo que ni
siquiera Las cárceles imaginarias de
Giovanni Battista Piranesi contienen tantas fantasías.
Su autora es la arquitecta alemana Julia Schulz-Dornburg, y el
tema no puede ser más idóneo en nuestros días: la exhibición de las ruinas en
que se han convertido decenas de proyectos urbanísticos en los años de la
rapacidad, la megalomanía y la estudipez. Schulz-Dornburg ha hecho un
concienzudo trabajo de arqueólogo. Estamos acostumbrados a que los arqueólogos
se lancen sobre vestigios muy antiguos en el tiempo; sin embargo, la voracidad
constructiva y destructiva de nuestra época permite crear una "antigüedad
reciente" donde las ruinas se solapan con los cimientos. De hecho, el
ciclo estudiado en el libro se extiende sólo a lo largo de dos décadas
(aproximadamente de 1992 a 2012) y demuestra la eficacia del vértigo devastador
cuando se aúnan lo grotesco con la codicia y la corrupción. La colección de
desastres, a cual más espectacular, es tan enorme que la pregunta obligada es:
¿cómo pudieron concebirse y ejecutarse desvaríos de esta naturaleza, no
únicamente esperpénticos en sí mismos sino evidentemente destinados al fracaso?
Esta pregunta hace obligatoria otra: ¿cómo pudo, durante años, un entero país
permanecer ciego —o cómplice— mientras se ejecutaban tropelías de todo tipo
ante los ojos de todos?
El estudio de Schulz-Dornburg es implacable gracias a la frialdad
con que maneja los datos, que a veces recuerda a la metodología del forense en
el momento de realizar la autopsia. Solo que el cadáver, en este caso, son
millones de metros cuadrados construidos a toda prisa y luego abandonados con
celeridad todavía mayor. Tras el cadáver de ladrillo y hormigón se apostan
muchos fantasmas: los estafados, los estafadores, los inductores, los
beneficiarios, lo que ahora se lamentan, los que entonces se lucraron y, sobre
todo, los que quisieron olvidar sin poder librarse de la tenaz acusación
presente en estas ruinas modernas. La autora traza su topografía, sin metáfora
alguna, con la exclusiva utilización de informaciones que proceden de las
promotoras inmobiliarias o de los archivos municipales. Es una crónica rigurosa
del engaño y de la malversación, en la que el lector puede encontrar un
permanente desprecio a cualquier ley por parte de autoridades políticas
evidentemente corruptas. La arqueóloga ha puesto fechas de nacimiento y muerte
para cada uno de sus conjuntos ruinosos. Paralelamente los ha diseccionado
visualmente: fotografías a vista de pájaro al principio para, luego, en un zoom
hacia el detalle, mostrar el desastre en su minuciosa monstruosidad. Las
imágenes, espléndidas, muestran los extremos que alcanzó nuestro jardín de las
delicias.
Los delincuentes eran también poetas. Malos poetas pero poetas, al
fin y al cabo. Con gran acierto Schulz-Dornburg ofrece como pórtico de cada
templo arruinado el lema publicitario usado por los promotores para atraer a
los clientes. Las promesas son maravillosas e inigualables. Les sugiero leer
con atención estos lemas para comprender las complejidades del alma humana.
"Las villas ofrecen un valor excelente por el dinero, con una gran
cantidad de espacio de vida": una joya poética y filosófica creada por Fortuna
Hill Nature and Residential Golf Resort, un monstruo de nombre
modesto, como puede advertirse, nacido en 2004 y muerto en 2010 en la provincia
de Murcia. Y así, los que quieran. Se puede escoger. Mis favoritos son tres.
El primero es Complejo de Aventuras Meseta Ski,
una gran iluminación visionaria que debía transformar a Villavieja del Cerro,
una aldea de 103 habitantes, en un centro cosmopolita que llevaría a la
planicie de Valladolid 70.000 visitantes cada año. Para conseguirlo nada más
adecuado que montar una pista de esquí seco, practicable en todas las
estaciones, que descendiera desde lo alto del cerro hasta las callejuelas de
Villavieja. Como la visión se congeló en 2010 en la actualidad el aspecto que
ofrece el lugar es el de una pequeña población amenazada por una serpiente
blanca —de una blancura sucia y quebrada— dispuesta a engullir a todo ser vivo
que se le ponga por delante. Lema: "Vive la aventura todo el año".
El segundo prueba que estamos dispuestos a tropezar las veces que
sea con la misma piedra con tal de buscar el camino aparentemente más cómodo
desde el punto de vista de la picaresca. Se trata de El
Reino de Don Quijote, un Eurovegas avant la lettre,
situado en plena La Mancha, con el beneplácito de las autoridades y con el
habitual escarnio para la pobre criatura literaria de Cervantes. El conjunto
tenía como corazón un gran hotel-casino, el Caesar's España, y a su alrededor muchos otros
edificios prodigiosos para albergar a 44.000 habitantes. Muerto, por suspensión
de pagos, en 2011 parece que en efecto, por lo fantasmagórico, sea una
recreación de los reinos oníricos de Alonso Quijano. Nada se puede distinguir
en la realidad del gran hotel-casino, que tenía que ser el tesoro de los
ludópatas, ni del gran lago artificial que cubriría la estepa, ni del tren
ligero que uniría el casino que no ha llegado a tener jugadores con el
aeropuerto de Ciudad Real que no ha llegado a tener aviones. Alguien debería
llevar de visita al señor Adelson a El Reino de Don Quijote.
Lema: "Ocio con juegos de azar, negocio, viviendas y campo de golf".
El tercero, Campo de Vuelo Residential,
es el más apabullante y el que merecería el primer premio en el campeonato
mundial de la estulticia. No puedo retrasar el recuerdo del lema porque en él
se resume a la perfección el proyecto: "¿Qué piloto no ha soñado alguna
vez con aterrizar sobre la pista de su comunidad y guardar su avión en su propio
jardín?". En efecto, nada hay más natural. Por eso alguien, en la
provincia de Murcia, y también con el elogio de las autoridades, se empeñó en
realizar el sueño para 3.600 habitantes que guardarían en sus jardines 166
avionetas. La muerte de la empresa, por quiebra, en 2009 ha dejado como regalo
para el paisaje murciano un solitario aeródromo que pronto cubrirá la maleza,
unos cuantos hangares y algunos grupos de viviendas esparcidos en el pedregal.
Todas esas ruinas modernas, como muy bien indica Julia
Schulz-Dornburg en su libro, son los testigos acusadores en el juicio que
España debería tener la valentía de realizar tras el gigantesco fraude que ha
tenido la cobardía de permitir. Pero aunque este juicio nunca llegue a
concretarse siempre, a través de estas ruinas, quedará la huella de la locura
codiciosa que se apoderó de un país durante un par de décadas en medio del
silencio de los ciudadanos y de la impunidad de los saqueadores.
ARGULLOL, Rafael: "El jardín de las delicias, El País, 15 de julio de 2012
Rafael Argullol es escritor.
Rafael Argullol es escritor.
Nota:
Excelente comentario de Rafael Argullol al demoledor libro de Julia Schulz-Dornburg: Ruinas modernas. Una topografía de lucro.
Julia Schulz-Dornburg trató varias veces de organizar una exposición de o con todo el material fotográfico y gráfico recogido en el libro.
El Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) respondió que se trataba de una exposición aburrida, y nunca contestó.
Junto con Blanca Puyals, Helena Tatay y otras personas, la ofreció entonces al Palacio de la Virreina, de Barcelona, luego al Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA). Las respuestas fueron similares: la muestra era demasiado comprometida; con el actual partido reinante en el Ayuntamiento y en la Generalidad de Cataluña (CiU), no era el mejor momento para abordar semejante tema.
El Museo de arte Moderno. Centro de Arte Reina Sofía se interesó inicialmente. Luego dio la callada por respuesta.
Finalmente, La Casa Encendida de Madrid sí se entusiasmó. Irónicamente, este centro está -o ¿estaba?- patrocinado por Caja Madrid, es decir, hoy Bankia. Nunca más se supo.
Hay vergüenzas que no nos gusta airear demasiado.
sábado, 14 de julio de 2012
Egipto y Mesopotamia
Tenían un clima parecido. Limitan por el mar. Están rodeados por desiertos y atravesados por ríos caudalosos en cuyas orillas se implantaron asentamientos y ciudades. Las palmeras y los juncos eran casi las únicas plantas, los únicos elementos verticales en la planicie. Creían en múltiples dioses. Inventaron casi simultáneamente la escritura. Tuvieron contactos; incluso uno conquistó al otro varias veces.
Y, sin embargo, Egipto y Mesopotamia fueron culturas muy distintas; casi indiferentes entre si. Como si, lejos de estar asentados cerca hubieran ocupado planetas situados en órbitas lo más distantes posible.
Los templos egipcios estaban dedicados a los dioses; a unos, en particular: a los faraones. Los templos funerarios, no solo formaban parte de las estructuras mentales y arquitectónicas que garantizaban la inmortalidad del monarca, sino que eran casi más importantes, en superficie y bienes, desde luego más numerosos que los templos dedicados a divinidades que no se habían "encarnado" nunca. Algunos de los templos más notables e innovadores (el templo de Deir el Bahari, de la reina Hatshepsut,; el templo funerario de Ramses III), no fueron la morada de los dioses celestiales sino de los faraones transfigurados.
Este tipo de templo no existió nunca en Mesopotamia. Se cuentan con los dedos de una mano, los reyes que fueron divinizados; incluso en este caso, su naturaleza era distinta de la de los dioses "verdaderos". No recibían el mismo trato. Escasísimos son los templos dedicados a un rey. Y éstos nunca fueron monumentos dedicados a garantizar la vida eterna del monarca sino tan solo a recordarlo: un monumento recordatorio de sus gestas.
Tampoco existieron grandes monumentos funerarios en Mesopotamia. Los muertos eran enterrados; y algunos monarcas gozaron de amplias tumbas -subterráneas, coronadas por discretas construcciones que nada tenían que ver, en cuanto a volumen y perfección, en cuanto a ideología, con las pirámides egipcias-, con ajuares funerarios muy notables; pero fueron excepciones, y los conjuntos funerarios nada tienen que ver con la grandeza egipcia. Así como la vida terrenal era apreciada en Egipto, y merecía ser conservada, en Mesopotamia, aquella era un soplo, barrida por el viento, tras cuya paso nada quedaba; tan solo una sombra. Por eso mismo, las sombras se contentaban con agujeros en la tierra.
Sin embargo, las primeras pirámides egipcias fueron escalonadas (como la de Saqqara), al igual que los zigurats mesopotámicos.
Pero no fueron coetáneos. Siete siglos median entre la pirámide de Saqqara (hacia 2700 ac), y el primer zigurat, de Ur (hacia 2050 aC). Por otra parte, aunque la forma sea parecida, la función, y el sentido son casi antagónicos. La pirámide egipcia era un monumento funerario; el zigurat, la base de un templo. La pirámide invitaba al movimiento ascensional. era, literalmente, una escalera hacia el cielo, por la que ascendía el alma del faraón hasta alcanzar las estrellas en la que se convertía. Mientras, el zigurat visualizaba un movimiento contrario, descendente. Es cierto que los humanos trataban de acercarse a sus dioses y, por eso, les construían altas bases que facilitaban el acercamiento -bases por las que los hombres no subían, como pensaron los hebreos al juzgar el zigurat de Babilonia, la Torre de Babel-, mas estas bases o podios, esas escalinatas celestiales solo eran recorridas por las divinidades cuando aceptaban aproximarse a la tierra. El zigurat les facilitaba el descenso, y les evitaba tener que poner el pie en la tierra mancillada -lo que les hubiera privado de su condición inmortal.
Es, posiblemente, esta concepción tan distinta de la vida (terrenal y ultraterrena), marcada quizá por el clima (desértico en ambos casos, pero pautado por crecidas más o menos regulares y previsibles, en Egipto, y devastadoras y siempre irregulares, en Mesopotamia), lo que explica que ambas culturas se hallaban mentalmente tan alejadas entre si.
La esquizofrenia occidental quizá sea deudora de su doble origen, egipcio y mesopotámico.
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