jueves, 6 de diciembre de 2012

El concepto de creación artística en Mesopotamia

La imagen ha estado muy a menudo desvalorizada en Occidente. Platón descalificó las imágenes naturalistas, entre las que se encontraban los reflejos en el espejo, los espejismos y todos los dibujos de artistas, arquitectos e incluso poetas -imágenes o metáforas verbales, en este caso-, porque, sostenía, eran incapaces de captar y transmitir la ·esencia· de las cosas o formas representadas, sino que se contentaban con mostrar una "imagen" plana que no daba en cuenta en absoluto de lo que las cosas "eran": las imágenes no estaban a la altura de las formas retratadas: hacían daño a las cosas figuradas; ofrecían una imagen a menudo engañosa, una "mala" imagen. La representación perspectiva no puede sino dar la razón a Platón, puesto que escamotea una parte de la realidad representada y deforma o distorsiona las caras y las proporciones, en función del punto de vista y del ángulo adoptados.

Los artistas abstractos de principios del siglo XX trataron de rebatir esta noción tan despreciativa de la imagen, defendiendo que ésta sí era capaz de transmitir la verdad de las cosas. Esta tentativa, sin embargo, se llevó a cabo a costa del naturalismo. Las imágenes reproducían -o mostraban, revelaban- el "verdadero ser" de las cosas, y éste aparecía como un juego proporcionado de figuras geométricas, algo así como el armazón de las formas, estructura suficiente que no necesitaba de los contornos naturalistas para exponer lo que las cosas "son". Más tarde, otros artistas, cortaron el nundo gordiano, sostuvieron que el arte nada tenía que ver con la imagen, puesto que su función no consistía en representar sino en presentar o crear cosas, cosas que no eran imagen de nada sino que eran cosas, formas con tanta entidad como las formas que componen el mundo. Estas formas, empero, como las imágenes abstractas, se componen, principalmente de cuerpos geométricos, como los paralelepípedos del arte minimalista.

La concepción de la imagen, en Mesepotamia, era muy distinta.
Las "verdaderas" imágenes no estaban realizadas por los seres humanos, sino por los dioses. Éstos no cesaban de "dibujar", de "planificar". En efecto, la creación del universo tuvo lugar en dos fases: una prospectiva y una segunda, inmediatamente posterior, resolutiva. Eso significa que, antes de engendrar el universo, los dioses lo planearon: lo dibujaron. Actuando como los arquitectos, trazaron las líneas maestras de la composición que, luego, fue materializada. Se le dio cuerpo (y materia).
Uno de los verbos que designaba la acción creadora divina es sorprendente. Habitualmente, aquélla era nombrada con el verbo banû, un verbo acadio que significa crear, al mismo tiempo que engendrar -y que ya sabemos ha dado lugar, por mediio del árabe, al sustantivo albañil-. En un caso, empero, este verbo es me. Me es un sustantivo sumerio, utilizado como verbo. El abanico de significados de me es inmenso y, posiblemente, incomprensible en parte por nosotros, modernos. Designa realidades que no solemos ubicar en una misma clasificación. Pero, si nos olvidamos de los múltiples y (para nosotros) contradictorios matices de me, este término se puede traducir por esencia. Me es lo esencial, lo que garantiza la existencia (legal) de una cosa. Me, por tanto, también significa decreto, edicto, norma, ley, puesto que me define o delimita lo que las cosas son. Me permite distinguir en propiedad cada cosa, permite reconocer las propiedades de las cosas. Sin los me, el mundo se hundiría, puesto que no existirían líneas directrices que organizaran la creación y la disposición de todos los entes que componen el universo. Me, en parte, es la estructura del mundo y de cada elemento. Los sostiene, les da "sentido". Asigna a cada cosa un lugar, las ubica en el lugar que les corresponde. Me, por tanto, disipa las sombras. Ya no caben confusiones ni ambigüedades. Gracias a los me, que son brillantes, las cosas resplandecen. Se muestran con su mejor cara, bajo la luz más favorable, se muestran tal como son, sin sombras, sin esconder nada. Los me logran que el mundo sea enteramente visible y, por tanto, comprensible. No cabe la desorientación.

Cuando los dioses, en la primera fase de la creación del mundo, dibujaron, o trazaron las lineas maestras de la creación, crearon los me: es decir constituyeron lo que en verdad importa de las cosas, lo que da "fe" de éstas.
Este verbo sustantivdo sumerio, me, fue traducido, en acadio, por el sustantivo usurtu(m): los dioses "establecieron los planos (usuratu) del cielo y de la tierra", explica un Gran Tratado Astrológico. Aquella palabra, usurtu, pertenece, en propiedad, al vocabulario artístico-técnico, tanto del dibujante cuanto del arquitecto. Significa plano, trazado, dibujo. Designa, desde luego, un dibujo lineal: los contornos son los que definen las cosas representadas. Este dibujo se constituye como el prototipo de las cosas. Lo que está por hacer o nacer tendrá que responder a los precisos trazos antes delineados. Tendrá que amoldarse a éstos. Los contornos fijan cómo serán las cosas, qué serán. Todo lo esencial de una cosa está ya anunciado por el usurtu.
Este dibujo, por tanto, tiene unas voluntad anunciadora o profética. Nada puede existir sin el sustento, el sustrato previo que el dibujo divino le brinda. Éste constituye una línea maestra de la que nada puede apartarse, línea verdaderamente creadora, y anticipadora: las cosas ya son, en mente, una vez que han sido expuestas, marcadas en una superficie. Pues el dibujo divino es tanto mental cuanto real. Es idea y diseño.
 Esta propiedad generadora del usurtu se destaca si pensamos que usurtu designa, específicamente, el plano arquitectónico, e incluso la puesta en obra: es decir, el replanteo, en el solar, de la planta trazada en un plano. Usurtu delimita con precisión el "alcance" del edificio proyectado.
Finalmente, usurtu se traduce también -y esos distintos significados o matices están recogidos en la acción divina- por líneas en la mano o el hígado: son las líneas que los adivinos leen, las líneas en los que leen el futuro. Líneas que cuentan, para quien sepa leerlas o interpretarlas qué va a acontecer. Son trazados proféticos que exponen lo que está a punto de materializarse. No son líneas caprichosas ni gratuitas, ni líneas que no guardan relación alguna con el mundo, sino que son líneas que exponen los planes o designios divinos, que exponen ya, antes de que las cosas se formen, que habrá cosas que se van a formar, revelando bajo qué forma se manifestarán. Son dibujos creadores, en el sentido fuerte de la palabra: líneas que, tirando de los hilos, llevan hasta las cosas: líneas que se anticipan al nacimiento de éstas.
La creación en Mesopotamia es, pues, una acción divina: acción que tiene como fin la "creación del mundo", creación, benéfica o maléfica, que acontece inevitablemente, una vez que los planes han sido tomados y los planos trazados. La imagen, en este caso, funda el mundo. Éste existe porque un plano ha sido trazado previamente. El mundo depende de los planes y los planos divinos. Sin éstos el mundo no tendría entidad, una entidad que Platón, contrariamente, miles de años más tarde, mostrará que está en peligro por la multiplicación de imágenes "sin sentido".    

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Pendleton "Pen" Ward (1982): City of Thieves (La ciudad de los ladrones), de la serie Adventure Time (Tiempo de Aventura, 2012)


107a ~ City of Thieves from TrueAdventuer on Vimeo.

La serie de dibujos animados, para niños y adultos, más innovadora y absurda hoy. Una joya.
Lo más importante que ha ocurrido en arquitectura desde el invento del polipiel y el boatiné.

Agnès Varda (1928): Mur/Murs (Muro/Muros, o Murmuro, 1981)



 Poética visión, aguda y llena de humor, que no duda en levantar las alfombras, de la ciudad de Los Ángeles, y de su reflejo en los murales callejeros, hace treinta años.

martes, 4 de diciembre de 2012

Will Dutta: Distance (2012)

Iskur, el dios de las tormentas sumerio



Los dioses politeístas cumplen diversas funciones, a veces antitéticas. Las acciones divinas no tienen que analizarse aisladamente. Una divinidad, por sí sola, nada significa. Su presencia y su fuerza apenas tiene importancia. Los dioses actúan juntos: divinidades, que asumen funciones opuestas, se unen; forman una red -normalmente familiar- de seres superiores, cuyos trabajos se completan, se enriquecen o se matizan.

Los dioses de las artes requieren aún más que el resto de los seres sobrenaturales la presencia de divinidades complementarias o antitéticas. Aquéllas se suelen singularizar por la posesión de un hermano gemelo. Éste dobla la potencia del activo gesto creador, y demuestra, o simboliza, la grandeza de la divinidad, a quien incumbe la creación o la delimitación del mundo.

Ishkur es el hermano de Enki, el ingenioso dios de las artes y la arquitectura sumerio. Éste es el único que dispone de un gemelo, por lo que se realza la fuerza y la efectividad de sus acciones, así como el ocasional desconcierto y temor que aquéllas, por su novedad, pueden causar.

El nombre de Ishkur se escribía con un signo cuneiforme -IM- que tenía varias significaciones; éstas formaban una cadena lógica: cada una remitía a otra, y juntas dibujaban tanto el espacio propio de la divinidad cuanto los medios y la finalidad de sus acciones. De algún modo, Ishkur se reconocía, se reflejaba en lo que su nombre evocaba. Así, IM era el agua de lluvia, caída durante una tormenta; también significaba viento -que se mezclaba con la lluvia cuando la tormenta-; también barro (con el que su hermano Enki modeló a los primeros seres humanos); y, finalmente, ser o esencia (me, en sumerio, que significaba tanto fundamento cuando resplandor: la propiedad que identificaba cada cosa, que revelaba lo que ésta era en "verdad"). Los me fundaban el mundo; y éstos eran "parte" de Ishkur. Es decir, la vida del universo (me también era el pulso vital) dependía de Ishkur, el hermano gemelo del dios constructor.

A Ishkur le había sido encomendado una tarea que lo acercaba aún más a su hermano Enki. Así como Enki tenía a bien abrir canales de regadío y llenarlos, Ishkur gestionaba el reparto de las aguas y suplía a éstas, gracias a las lluvias, cuando venían a faltar.
Las aguas que otorgaba no venían de la capa freática, como las que mandaba Enki (una divinidad con una fuerte componente ctócnica, es decir un dios familiarizado con las entrañas, los secretos de la tierra), sino que caían del cielo.  Su desencadenamiento abría el cielo en dos. Rayos asaeteaban la tierra. Quienes manejaban a su antojo las tormentas eran siempre dioses de las alturas, dioses superiores. Ishkur era una de esas divinidades.
Los dioses superiores eran capaces, por su posición, física y social, preeminente, de dominar el mundo. Se imponían al caos terrenal. Sus aguas destruían y lavaban la faz de la tierra: la purificaban. Todas las manchas, reales y espirituales desaparecían: las aguas se las llevaban, y la tierra emergía con la cara lavada, como en el primer día de la creación.
Por eso, los dioses que manejaban los rayos eran considerados dioses de orden. Ponían orden en el mundo, barriendo todo lo que lo ensuciaba. Establecía barreras con las que contenía las aguas destructoras, contenía todo lo que desbordaba. Ponía coto a los desmanes. Sus acciones redundaban en beneficio de la vida comunitaria. Ishkur la regía. Sin él, la vida no habría sido posible en la tierra. Las fuentes vitales dependían enteramente de él. Con una mano blandía un rayo, un hacha para rajar las nubes, con otra; nubes que disipaba para que la luz física y justa alumbrara la vida en la tierra.
Que Ishkur fuera un dios victorioso del Caos también era lógico, en tanto que hermano de Enki: ambos dominaban, completaban, ordenaban el mundo, Ishkur desde los riscos, y Enki desde las simas. Se reparían el cosmos, y desde polos opuestos velaban por el buen orden del mundo.
Entre los elementos dominados, cercenados por Ishkur, se hallaba la mar. Las aguas salobres, siempre llenas de monstruos, fueron derrotadas por las aguas dulces y vitales de Ishkur.
Pero el mar era un elemento, y una divinidad, primigenios. Vencer al océano denotaba la grandeza física y moral del dios vencedor. Significaba que la materia primera había sido reducida, conformada. Los peligros que el océano traía habían quedado reducidos. Las aguas saladas, que esterilizaban la tierra, eran apartadas en favor de las fecundas aguas dulces.
Seguramente por este hecho, Ishkur fue una divinidad principal en toda Mesopotamia. Se le conocía como Adad en Babilonia y Asiria, Teshub, en Anatolia, como Baal en Fenicia, y como Yahvé en Israel. Como Zeus, en Grecia. Dios mayor o supremo, se le rendía culto en todo el Próximo Oriente; simbolizaba la fuerza física y moral; todas las pruebas a las que los enjuiciados eran sometidos tenían lugar bajo la presencia de Ishkur/Adad/Yavhé. El porvenir, el destino se reflejaba en el espejo de las aguas bajo el poder de esta divinidad. Dios cercano a los seres humanos -que su hermano gemelo, Enki- había modelado-, éstos sabían que su supervivencia dependía de la buena voluntad de este dios.
Aún hoy, de algún modo, bajo el nombre de Yavhé, Elohim, El o Alá, sigue determinando el tiempo que alza o abate a los seres humanos.

lunes, 3 de diciembre de 2012

¿Quién dijo que el "arte" no "hace" nada? Calatrava me mata


Intentó suicidarse porque no puede soportar la "fealdad" de un puente de Calatrava

  • Un artista israelí de 44 años disgustado con la obra. 
  • El nuevo puente se construye a la entrada de Jerusalén. 
  • Se destinará al paso del nuevo tranvía de la ciudad.
El puente de Calatrava en Jerusalén

En Valencia, Bilbao y Barcelona estamos más curtidos, supongo.

Mensaje de una fan del arquitecto: Helena Tatay

Marcel Borràs (1989): Yacimiento arqueológico de Tello (antigua Girsu -sur de Iraq-, noviembre de 2011)


Con este cuarto y último documental sobre yacimientos arqueológicos del sur de Mesopotamia, filmados y montados por el autor, autor y director de cine y teatro Marcel Borràs, en octubre y noviembre de 2011, concluye este serie de filmaciones sobre yacimientos sumerios (Ur, Uruk , Eridu, Kish y, ahora, Girsu).
Estas filmaciones se muestran, con subtítulos, en la exposición Antes del diluvio. Mesopotamia 3500-2100 aC, en Caixaforum, Barcelona, hasta el 24 de febrero de 2013.

Todas las filmaciones están libres de derechos. Solo se ruega que se mencione la autoría de Marcel Borràs.