sábado, 19 de enero de 2013
Piotr Michalowski (1940) en Caixaforum, 22 de enero de 2013
Faltaban más de dos años para que se inaugurara la primera exposición sobre la cultura del sur de Mesopotamia en los cuarto y tercer milenios aC, en Caixaforum (Barcelona & Madrid, noviembe de 2012-junio de 2013): Antes del diluvio. Mesopotamia 3500-2100 aC
La exposición estaba dedicada a diversos aspectos de la cultura sumeria, centrándose sobre todo en la arquitectura y la ciudad, quizá dos de las grandes aportaciones de esta cultura.
La Rencontre Assyriologique Internationale iba a tener lugar en la Universidad de Barcelona en junio de este año 2010. Se trata del congreso anual más importante que reune a los principales epigrafistas y filólogos dedicados al estudio de las lenguas muertas del Próximo Oriente Antiguo: sumerio, acadio, hitita, elamita, etc. Cada año tiene lugar en una ciudad del mundo distinta. por vez primera, gracias al Institut del Pròxim Orient Antic (IPOA), iba a celebrarse en Barcelona. Suele reunir a unos quinientos especialistas.
Se pensó que podría ser útil entrevistas a algunos de los mejores estudiosos. Estas entrevistas podrían incluso sustituir a los tradicionales textos expositivos de pared.
Fue Joaquín Sanmartín (IPOA-UB), una de las máximas autoridades en legua acadia -y próximo conferenciante en Caixaforum en Barcelona y Madrid-, quien recomendó ponerse en contacto con Piotr Michalowski (Universidad de Michigan) y Gregorio Rubio (Universidad de Filadelfia), ambos provenientes de los Estados Unidos, si se quería disponer de nuevas interpretaciones de la cultura mesopotámica. Aceptaron la propuesta. Tuvo lugar una primera reunión preparativa.
Lo primero que dijeron era que el planteo de la exposición era equivocado. La muestra estaba dedicada a la cultura sumeria, es decir del pueblo sumerio. Mas éste nunca existió. Lo que sí se dio es la cultura en sumerio, es decir una cultura cuyos textos (mitos, leyendas, himnos, epopeyas, textos administrativos y legales, etc.) fueron redactados en sumerio, por habitantes del sur de Mesopotamia que hablaban también otras lenguas (como el acadio y el elamita), pero que, en ningún caso se sentían sumerios, se veían a sí mismo como sumerios, enfrentados a acadios y elamitas. Quienes vivían en esta zona formaban parte de clanes o tribus, pronto instaladas en ciudades, bilingües o trilingües, que se oponían, no a quienes no solían expresarse en una u otra lengua, sino a los habitantes de las lejanas montañas. Los "sumerios" eran, en verdad, los habitantes del llano (el Edén), que utilizaban varias lenguas, y poseían una cultura y una visión del mundo -distinta de quienes no vivían en ciudades y pueblos, posiblemente nómadas-, exprresada en diversas lenguas.
Como Michalowski y Rubio sentenciaron, el pueblo sumerio fue una invención del nacionalismo europeo decimonónica y de los años 20 y 30 -aunque recurrente desde entonces- que asocia lengua, etnia y patria. Esta visión reduccionista no podía aplicarse a las complejas sociedades del sur de Mesopotamia en tiempos tan remotos.
Las conversaciones con Michalowski y Rubio cambiaron el enfoque y el alcance de la muestra. Dejó de concebirse como una exposición dedicada a un pueblo de la antigüedad -semejante a las exposiciones que comúnmente se organizan sobre los egipcios, los etruscos, los mayas, etc--, para convertirse en una muestra sobre unas gentes, identificadas quizá tribalmente mas no lingüisticamente, quizá más aleccionadora en los tiempos que corren.
Piotr Michalowski, que, además de unos de los mejores especialistas en culturas mesopotámicas del mundo, hoy, es también compositor e intérprete de música contemporánea ("extreme free-jazz"), y posee el sello discográfico Abzu (cuyo nombre es el de las aguas primordiales mesopotámicas, de las que el universo emergió) imparte una conferencia en Caixaforum, el martes 22 de enero a las 19.30 horas.
Nada será lo mismo desde entonces.
No se la pierdan.
José Castro, Marc Marín & Eric Rusiñol: Edén / Ur (2012)
La exposición Antes del diluvio. Mesopotamia 3500-2100 aC (Caixaforum, Barcelona -hasta el 24 de marzo-, y en Madrid a partir del 15 de marzo), incorpora documentación gráfica (dibujos, animaciones, filmaciones) y escrita sobre el yacimiento de Ur (sur de Iraq) a finalees del tercer milenio aC, y sobre las marismas del delta del Tigris y el Éufrates (dónde otrora se ubicaba la ciudad de Ur, hoy en medio del desierto, debido al desplazamiento de las marismas unos doscientos quilómetros al sur a causa de la bajada del nivel del mar del Golfo Pérsico y el avance de la costa por los aluviones traídos por ambos ríos).
Esta documentación solo está disponible en la exposición si se tiene un teléfono móvil "inteligente" o una tableta, que permiten descargarse gratuitamente, en sala, una aplicación (llamada RA, adaptada a todos los "smartphones") gracias a la cual se puede contemplar la documentación mientras se enfoca a una imagen -impresa en una cartela- y solo mientras se realiza esta acción. El material descargado, por desgracia, no se puede almacenar en el móvil o la tableta. La Realidad Aumentada (AR) -utilizada por vez primera en Caixaforum- aun no lo permite.
Por este motivo, quizá pueda ser de interés disponer de manera permanente de estos datos, cedidos por los autores (José Castro, Marc Marín y Eric Rusiñol, estudiantes y arquitectos de la UPC-ETSAB), de uso libre:
Este material podría ser útil para las escuelas.
Esta documentación solo está disponible en la exposición si se tiene un teléfono móvil "inteligente" o una tableta, que permiten descargarse gratuitamente, en sala, una aplicación (llamada RA, adaptada a todos los "smartphones") gracias a la cual se puede contemplar la documentación mientras se enfoca a una imagen -impresa en una cartela- y solo mientras se realiza esta acción. El material descargado, por desgracia, no se puede almacenar en el móvil o la tableta. La Realidad Aumentada (AR) -utilizada por vez primera en Caixaforum- aun no lo permite.
Por este motivo, quizá pueda ser de interés disponer de manera permanente de estos datos, cedidos por los autores (José Castro, Marc Marín y Eric Rusiñol, estudiantes y arquitectos de la UPC-ETSAB), de uso libre:
Este material podría ser útil para las escuelas.
viernes, 18 de enero de 2013
Konstantin Eduardovitch Bronzit (Константин Эдуардович Бронзит,1965): Au bout du monde (En los límites del mundo, 1999)
Tocho ya mostró otra obra maestra de este autor ruso: Mingitorios: una historia de amor (2007):
http://tochoocho.blogspot.com.es/2011/04/konstantin-bronzit-1965-ubornaya.html
Abel, o la inconsistencia
El Génesis no parece ofrecer dudas: los hijos de Adán y Eva, Caín, el primogénito, y el benjamín Abel, ofrecieron un sacrificio a Yahvé. Cain, las primicias; Abel, un animal recién nacido. Yahvé aceptó y agradeció el sacrificio de Abel; rechazó, luego, lo que Caín le tendía. Éste, celoso del favor que Abel recibía, tras una discusión, en la que nadie supo que se dijeron, mató a su hermano y fue expulsado del paraiso, condenado al destierro hasta su muerte. Sin embargo, Caín, sabiendo que cualquiera se sentiría autorizado a matarle, pidió clemencia: Yahvé advirtió que nadie podría levantar la mano contra él; a fin de señalar su preferencia, lo marcó con la enigmática marca de Caín que le protegería, y le autorizaría a construir la primera ciudad de la historia en la que se refugiarían todos los desterrados de la tierra.
Desde entonces, los hijos de Caín fueron malditos, y Abel, santificado. Era la primera víctima del primer crimen.
Sin embargo, el nombre de Abel no augura un destino tan prometedor. El nombre Abel deriva del hebreo hebel, o del acadio aplu, derivado a su vez del sumerio ibila. Aplu e ibila significan hijo, o heredero. Se trata de un simple nombre genérico, común. No destaca ningún rasgo, ninguna virtud especial de Abel.
Hebel se traduce por soplo, o incluso nube o neblina. Bien podría aludir al paso fugaz de Abel por la tierra; pero es muy posible que también se refiera al carácter apagado o apocado de Abel. Ningún otro libro del Antiguo Testamento cita a Abel; no tiene descendencia (Adán y Eva tendrán un tercer hijo, tras la muerte de Abel, Set que sí dio origen a un próspero linaje). No habla. No hace nada. No se sabe lo que piensa. Se trata de una figura apagada y pasiva. Por otra parte, nada justifica la preferencia de Yahvé. La ofrenda de Cain es sincera y valiosa; desde luego, la de Abel no supera, en calidad y cantidad, a la de Caín.
La decisión de Yahvé parece gratuita, injustificada. Se diría que quiso poner a prueba a quien era, no solo el hermano mayor, sino... su hijo, como bien denota su nombre, que significa adquirido, ganado (qanah) -la ganancia de Eva por parte de Yahvé. En efecto, el texto bíblico original es suficientemente ambiguo para dar a entender que Yahvé podría ser el padre de Caín. Por eso, Caín debía de ser el predilecto de Yahvé: pese al crimen que comete, Yahvé lo protege. Maldice a todo aquél que se atreva a levantarle la mano, y le autoriza a fundar una ciudad, con lo que pone fin a un destierro que, inicialmente, iba a durar una vida. Caín no paga un precio excesivo por la falta cometido. No es convertido en estatua de sal, por ejemplo. Se diría, y el texto hebreo lo insinúa, que Yahvé se siente culpable del furor justificado de Caín, víctima del capricho de su padre. De algún modo, quien mató a Abel no fue Caín sino Yahvé. La decisión gratuita de Yahvé de favorecer, sin que nada lo justificase, a Abel, fue la causa de la pérdida de éste. No era nada, ni nadie. No pudo soportar el juego al que Yahvé le sometió.
La humanidad desciende de Caín; no de Abel. Esto bien podría indicar el estatuto bajo, y criminal, despreciable de la humanidad, ciertamente. Mas Cain es un hacedor. Su nombre también podría proceder de una raiz, qayyin, que significa herrero o forjador; y como forjador de un mundo, o una ciudad, se revela, guiado o inspirado por Yahvé. La humanidad sobrevive gracias a él. Y su marca lo distingue del resto de los seres vivos. Es un testimonio de la gracia divina de la que disfruta.
El Génesis, así, se muestra como un texto complejo, que ofrece una imagen más matizada del ser humano, y de la divinidad, que aparece descrita en términos ambiguos, casi acusadores. Crea y destruye a los humanos, juega con ellos, los convierte en víctimas de sus caprichos. Pero los humanos reacciones airadamente y Yahvé, sorprendentemente cede: anula su condena, y les permite habitar en el lugar que han escogido, como si la ciudad fuera un nuevo Edén.
Desde entonces, los hijos de Caín fueron malditos, y Abel, santificado. Era la primera víctima del primer crimen.
Sin embargo, el nombre de Abel no augura un destino tan prometedor. El nombre Abel deriva del hebreo hebel, o del acadio aplu, derivado a su vez del sumerio ibila. Aplu e ibila significan hijo, o heredero. Se trata de un simple nombre genérico, común. No destaca ningún rasgo, ninguna virtud especial de Abel.
Hebel se traduce por soplo, o incluso nube o neblina. Bien podría aludir al paso fugaz de Abel por la tierra; pero es muy posible que también se refiera al carácter apagado o apocado de Abel. Ningún otro libro del Antiguo Testamento cita a Abel; no tiene descendencia (Adán y Eva tendrán un tercer hijo, tras la muerte de Abel, Set que sí dio origen a un próspero linaje). No habla. No hace nada. No se sabe lo que piensa. Se trata de una figura apagada y pasiva. Por otra parte, nada justifica la preferencia de Yahvé. La ofrenda de Cain es sincera y valiosa; desde luego, la de Abel no supera, en calidad y cantidad, a la de Caín.
La decisión de Yahvé parece gratuita, injustificada. Se diría que quiso poner a prueba a quien era, no solo el hermano mayor, sino... su hijo, como bien denota su nombre, que significa adquirido, ganado (qanah) -la ganancia de Eva por parte de Yahvé. En efecto, el texto bíblico original es suficientemente ambiguo para dar a entender que Yahvé podría ser el padre de Caín. Por eso, Caín debía de ser el predilecto de Yahvé: pese al crimen que comete, Yahvé lo protege. Maldice a todo aquél que se atreva a levantarle la mano, y le autoriza a fundar una ciudad, con lo que pone fin a un destierro que, inicialmente, iba a durar una vida. Caín no paga un precio excesivo por la falta cometido. No es convertido en estatua de sal, por ejemplo. Se diría, y el texto hebreo lo insinúa, que Yahvé se siente culpable del furor justificado de Caín, víctima del capricho de su padre. De algún modo, quien mató a Abel no fue Caín sino Yahvé. La decisión gratuita de Yahvé de favorecer, sin que nada lo justificase, a Abel, fue la causa de la pérdida de éste. No era nada, ni nadie. No pudo soportar el juego al que Yahvé le sometió.
La humanidad desciende de Caín; no de Abel. Esto bien podría indicar el estatuto bajo, y criminal, despreciable de la humanidad, ciertamente. Mas Cain es un hacedor. Su nombre también podría proceder de una raiz, qayyin, que significa herrero o forjador; y como forjador de un mundo, o una ciudad, se revela, guiado o inspirado por Yahvé. La humanidad sobrevive gracias a él. Y su marca lo distingue del resto de los seres vivos. Es un testimonio de la gracia divina de la que disfruta.
El Génesis, así, se muestra como un texto complejo, que ofrece una imagen más matizada del ser humano, y de la divinidad, que aparece descrita en términos ambiguos, casi acusadores. Crea y destruye a los humanos, juega con ellos, los convierte en víctimas de sus caprichos. Pero los humanos reacciones airadamente y Yahvé, sorprendentemente cede: anula su condena, y les permite habitar en el lugar que han escogido, como si la ciudad fuera un nuevo Edén.
Marcel Borràs (1989) & Job Ramos (1970): Pongamos que este cuadro es real (Caixaforum, Barcelona, 2013)
Se trata, al principio, de una conferencia. Marcel Borràs va a narrar su viaje a Iraq, a finales de 2011, y sus impresiones del país (en un texto redactado e ilustrado con Job Ramos). Para empezar, como cualquier turista, tiene que mostrar que ha estado allí. Todos, cuando viajamos, tenemos que tomar una fotografía, a veces borrosa y casi siempre anecdótica, que corrobore "que hemos estado allí"; como si este hecho, y esta imagen, nos permitiera asegurarnos, y afirmar, que hemos conocido el país y sus habitantes. Un breve y contundente texto de Bertrand Russell sobre la importancia concedida a los "hechos", distribuido al público, enmarca la "acción".
La conferencia versa sobre cómo podemos conocer una cultura y qué obtenemos. Se abre y se cierra con una imagen similar: un contacto visual imposible o distante, un intento fracasado de acercamiento.
La acción está relacionada con una exposición sobre la o las culturas del sur de Mesopotamia (hoy en Iraq) (en una sala del mismo Caixaforum), en los cuarto y tercer milenios aC: una exposición que quiere acercarnos a esas culturas, o acercárnoslas, es decir exponiendo piezas que son consideradas o presentadas como testimonios veraces y explícitos de cómo se pensaba, se actuaba, se trabajaba y se vivía en el delta del Tigris y el Éufrates hace seis mil años. Se supone que las piezas expuestas (consideradas hoy obras de arte) tienen el poder de ponernos en contacto con el pasado, como si pudieran sortear la barrera del tiempo, y respondieran a los mismos criterios con los que juzgamos y recreamos nuestro tiempo. La exposición se convierte en un mecanismo y un lugar para conocer un país y una cultura (del pasado). ¿Qué mejor, entonces, que acudir a la exposición?
Los oyentes de la conferencia de Marcel Borràs son invitados a salir del auditorio para dirigirse a la sala de exposiciones en la que el actor actuará como guía. Ofrecerá su visión tanto de la exposición cuanto de lo expuesto.
Mas son las ocho y cuarto de la tarde. La sala ha cerrado ya. El contacto, el haber estado allí -como si la exposición fuera una parte de Iraq, o de su historia- ha fracasado. El público, nosotros, habitantes del siglo XXI, occidentales, nos hallamos ante unas puertas cerradas.
La experiencia de la confrontación se repite al final de la obra: el público, al concluir la conferencia, es invitado a salir de la sala por las terrazas de Caixaforum. Una azafata informa a los oyentes que están a punto de ver a un iraquí: un testimonio vivo de un país o una cultura: sobre un taburete, semejante a una peana, rodeado de focos, como una obra contemporánea, en efecto, un iraquí, o un supuesto iraquí., se halla quieto, sentado, exponiéndose a las miradas de los visitantes que, desde la distancia, sin atreverse a cruzar la barrera invisible que el haz de luz dibuja, contempla buscando encontrarle sentido, mirándolo a los ojos sin mirarlo, queriendo mirarlo todo y desviando la mirada, sin saber bien si se trata de un actor, una obra de arte (encarnada por un actor), que quizá actué o tan solo se exponga, obligando a los visitantes a mirar, como si estuvieran en Iraq, y escudriñaran con la mirada gacha -como hacemos cuando visitamos países "exóticos", de los que queremos dar testimonio, un testimonio de nuestra presencia-. El contacto es duro, frío, e imposible: una barrera -la barrera que el espacio de arte crea, se establece entre quien se expone y quien mira, entre curioso, fascinado y avergonzado-: los encuentros son solo visuales, como si éstos pudieran dar acceso a la verdad, a una cultura "auténtica", o a una parte "auténtica" de una cultura; a una "auténtica" experiencia. Una doble experiencia ante la puerta cerrada de una sala de exposición que contiene y encierra supuestos testimonios de una cultura pasada o del pasado, y ante una persona sentada que se expone ante los demás, con el que es imposible establecer contacto alguno que no sea visual, porque aquella persona solo está allí para ser contemplada. Una parte, un habitante de un país, el testimonio vivo de una cultura (del presente) se expone, exponiendo, en verdad, lo mismo que la puerta cerrada, la imposibilidad de acceder al otro o a los otros, todo y simulando que porque estamos estado allí, en un país, ante piezas de este país o ante un habitante, creemos que hemos tenido una experiencia.
Sobre la necesidad de tener experiencias y sobre cómo comunicar las experiencias que (supuestamente o no) hemos tenido. Una exposición, una conferencia, una obra de teatro, una acción, son lugares donde acontece una experiencia (donde el visitante tiene una experiencia) y dónde se comunica una experiencia. ¿Cómo?
Marcel Borràs y Job Ramos visitaron la exposición y observaron, no las obras, sino al público mirando las obras, como si éstas, como si lo que se expusiera a la vista, fuera el público en actitud de mirar piezas. Y vieron cómo cada visitante observaba intensamente, quieto y en silencio, durante un largo tiempo, piezas encerradas en vitrinas. Se diría que trataban de alcanzar alguna verdad, de descubrir algo que las piezas pudieran albergar y que, quizá, las piezas del presente, profano, no son capaces de librar.
Marcel Borràs -es decir, el personaje que Marcel Borràs interpretaba- quiso transmitir a los visitantes la experiencia que él tuvo en Iraq y que parecía que los visitantes trataban de obtener aislándose en la contemplación de obras encerradas bajo campanas de cristal. Marcel Borràs circula entre el público y les ponía, al parecer con cuidado o cariño, la mano encima, mirándoles al parecer con atención, como hacemos cuando tratamos que calmar a una persona, y asegurarle que estamos allí, a su lado, para acompañarla e inspirarle confianza. El actor, o el personaje, quiso ir más allá del contacto visual, lograr un contacto directo, íntimo, como si la experiencia fuera energía que se transmitiera con las manos, un contacto que haría que el público se volviera más sabio y confiado. Una cámara daba fe del encuentro, y registraba las reacciones del público ante una experiencia tan directa. Quien había estado en la tierra en la que se habían modelado las piezas expuestas añadía a la experiencia visual, distante, una experiencia táctil, como si el personaje que Marcel Borràs interpretaba fuera un chamán que ofreciera experiencias directas de una cultura y un país a los que el visitante trataba de llegar. ¿Era posible esta transmisión? ¿Útil? ¿Necesaria? ¿Ridícula? Imágenes, nuevamente, una sucesión de instantáneas daban pie a que cada uno interpretara como quisiera este acceso al pasado o a lo lejano; y se preguntara sobre la conveniencia, necesidad o utilidad de este acceso. ¿Es posible un encuentro, más allá del encuentro visual durante el que puesto que se ve se quiere o se cree alcanzar el conocimiento?
¿Conocimiento de qué? El actor leyó entonces una (supuesta )noticia publicada en la prensa española mientras estaba en Iraq. Una misión arqueológica afirmaba haber hallado pruebas de la existencia del Edén, en Turquía, cabe la frontera con Iraq, es decir en el norte de Mesopotamia. Mientras, Marcel Borrás viajaba al sur, en pos del mismo Edén. ¿Dónde adquirir la experiencia del Edén? ¿Dónde ir? ¿Acaso el Edén no estaba en la noticia? Es decir, en la mente o imaginación de quien lee, o de quien viaja, de quien mira o sueña que llegará al Edén.
¿Qué es viajar, qué implica, qué se busca y se alcanza? ¿Y cómo se transmite la experiencia del viaje, en el espacio y el tiempo? ¿Por qué tenemos necesidad de viajar y de contar la experiencia del viaje, qué "estuvimos allí" -en un lugar: un país, una exposición, una conferencia?
Entretanto, el actor narra una "experiencia" en Iraq, durante la cual hizo de visitante de una exposición -una experiencia idéntica a la de los visitantes de la muestra de Caixaforum a los que se trata de comunicar la experiencia de estar ante una cultura olvidada y en una tierra lejana y quizá temida: una visita a una Sala Municipal de Arte, en la pequeña ciudad de Samawa, donde jóvenes pintoras iraquíes exponían obras caligráficas y naturalistas. Destacaban retratos de muchachas de ojos tristes, que parecían contar una verdad que el velo que escondía el rostro de las pintoras impedía alcanzar. Los rostros pintados parecían más reales o "auténticos" que los propios rostros "reales". La imagen -la ficción- descubría lo que no se percibía "al natural". ¿Es pues necesario viajar "físicamente" para tener una "experiencia" real? El sueño, o la ilusión, ¿serían acaso vehículos más adecuados para ir al encuentro de lo deseado?
Marcel Borràs es un maestro en el arte de contar o de descubrir verdades fabulando.
La obra (¿conferencia, acción, performance?) de Marcel Borràs, escrita en colaboración con Job Ramos, e interpretada por Marcel Borràs, recurre a lecturas, acciones, proyecciones, instalaciones. Teatro, cine y artes plásticas se combinan para la mejor, la más serena -y contemporánea-, sugerente e inteligente obra de Marcel Borràs, el mejor autor y actor de teatro de España hoy.
Desde luego, se trata de una de las mejores piezas de la exposición Antes del diluvio.
Una pieza que solo se podrá ver, de nuevo, el lunes 21 de enero, a las 20 horas, en Caixaforum. ¿En qué espacio de Caixaforum? La obra también "reflexiona" (o invita a la reflexión) sobre los espacios más adecuados para exponer obras (y, quizá, exponerse). Por tanto, saber o descubrir dónde tendrá lugar la obra es parte de la misma.
Una creación brillante que nadie debería perderse.
NB:
Se ha hecho público esta mañana que el consejero de cultura de la Generalidad de Cataluña ha ordenado el cierre de la Pequeña Sala (Sala Tallers) del Teatro Nacional deCataluña (TNC) -dedicada a la dramaturgia joven-, dada la imposibilidad de mantenerla con unos presupuestos menguantes y menguados.
Se comenta que entre las obras afectadas por el cierre, dos creaciones ya contratadas, una de ellas de Marcel Borràs y Nao Albet -por la que ya llevan dos años de trabajo-, prevista para el mes de abril, que iba, sin duda, a enriquecer (la visión d)el teatro español o catalán, y aportar nuevas ideas o puntos de vista.
Mientras, sigue sin problemas la puesta en escena, con dieciocho actores, y un coste sorprendente, de una mediocre (o infumable) obra de teatro decimonónica, solo porque formaría parte del cuerpo de "textos clásicos catalanes", en el Teatro Nacional.
Habría, sin embargo, una solución: se podría quizá poner en venta algunos de los veinte coches deportivos o de lujo, guardados en un almacén en la periferia de Barcelona, de un político joven, hijo de un político, con algún juicio pendiente.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)